De El Convento y de
mi Maracaibo…
El 24 de diciembre del año 2019, escribí un
artículo en mi blog lapesteloca, con
el título de “Retórica…Para hoy,
Navideña”, en el cual me atreví a reseñar
fragmentos de varios “discursos” pronunciados durante los últimos casi 30 años
para diferentes audiencias en los que reiteraba mi sentir como zuliano y como
venezolano. Acompañaba el escrito con un dibujo y una pintura, similares, con
una guajira y la iglesia de El Convento en la Plaza Baralt.
El Templo San Francisco también conocido como El Convento, es un edificio religioso de la Iglesia católica localizado en la ciudad de Maracaibo del estado Zulia que fue construido por los padres Franciscanos entre 1699 y 1730. El templo constituyó una parte importante de la ciudad. Allí era donde se le daba la bienvenida a los que llegaban a Maracaibo por el viejo puerto. En este templo se instaló el 11 de septiembre de 1891 la Universidad del Zulia. El Convento original fue remodelado en 1908, cuando se modificó su fachada y se construyó la torre y el edificio de dos plantas para residencia, siendo dirigidos dichos trabajos por el ingeniero zuliano Aurelio Beroes.
Hoy quiero repetir
algunas frases que he expresado públicamente en diversas ocasiones, comenzando
por el año 1991, hace ya más de 30 años cuando en un evento nacional de
los patólogos dije: “Por extrañas circunstancias del destino, (pudiera
parecer un desatino revolver tantos recuerdos en penumbras), pero así fue, hace
años ya que me alejé de la tierra infeliz de los palmares, donde a lo lejos
está esa luna que se encumbra y un cielo
azul de porcelana alumbra, y en el lago, la onda medio caliente, entumecida,
coronada de espuma, continúa soñando
melancólica. Apartado de aquella extraña medianoche de las regiones índicas,
he vivido mirando al Ávila empinado, entre edificios, humo y algunos techos
rojos y hasta una blanca torre y al fondo las azules lomas que aún muestran
bandadas de tímidas palomas; entre el follaje exuberante, hay ahora, diminutas
ranitas silbadoras y en un instante ellas provocan que la noche gire en el
cielo y cante. Todas estas cosas me hacen reflexionar y me pregunto si en este
andar cotidiano por el trillado sendero de la ciencia, no habrá llegado para mí
el momento de regresar... Resuenan en mi mente las estrofas del bardo,
aprendidas en mi bachillerato caletrero por la gracia de Dios. “Es
tiempo de que vuelvas, es tiempo de que tornes”...
Seis años más tarde, en 1997 asistiría
en Maracaibo al bautizo de mi novela “La Peste Loca” y tendría que hablar en
público así fue como al final terminé diciendo: “Quizás el cielo límpido de nuestra la “Ciudad de
Fuego”, la de Américo Negrette, continuará brillando en el próximo siglo, o en
las noches cuando la luna “se encumbra y un cielo azul de porcelana alumbra”
siga recordándonos a Yépez, pero en verdad después del holocausto ecológico a
que lo hemos sometido, el “lago de los poetas”, ya no es el mismo, no es el que
soñara Lossada cuando escribió: “ Siglos
yo pasara bordando quimeras, cual monje que escucha celestes bandolas, bajo tus
paraguas de azules palmeras, con la desmayada canción de tus olas”... Ahora
quizás la ciudad de las palmas está ante el lago del poeta Guillermo Ferrer...
“Hoy las torres de acero, forman tu cielo
oscuro y el lodo de las piedras palpita desde el fondo, el alcatraz ha muerto,
las gaviotas se fueron, en las palmeras sube la savia del petróleo”, y
ciertamente nos duele repetir con Ismael Urdaneta que “la alberca de zafiro se hizo tina de aceite”. Quizás pronto
nosotros, los escritores y los poetas de esta región del occidente venezolano,
podremos volver a sentir que era cierto, aquello que decía Udón, de los
zulianos y del lago, aquella historia, de que... “és fama que le basta, ya encinta, a la madre futura, somorgujar sus formas
en la corriente pura, para que luzca el hijo sobre su sien de esteta, la
aureola que anuncia la gloria del poeta”.
El año 2016, a propósito de cumplir la
ciudad de Maracaibo años de su Fundación, me tocó la
suerte de pronunciar un discurso donde diría que… “Han
transcurrido 487 años de la
fundación de Maracaibo, pero en esta ocasión no he venido a hablarles, de historia… Nací en “El Hospitalito”. Así le decían al
hospital Chiquinquirá, al lado de la Basílica de La Chinita, en la parroquia de
San Juan de Dios. En el mero Saladillo… En una de nostalgia podemos ponernos a
recordar muchas cosas… Yo por ejemplo, no puedo olvidar la casa de
mi abuela, de dos pisos, a dos cuadras de RJ Villasmil, en una esquina de la
Calle derecha. Así le decíamos a la calle Ciencias, pero… La «piqueta les cayó»… El año 1970, bajo el
mandato de Caldera, prometiendo la llegada del progreso, destruyeron sin piedad
la barriada de El Saldillo y más allá, sí, más allá, al echar al suelo los
linderos geográficos del barrio más popular de Maracaibo, entonces nos
arrebataron un pedazo de nuestra historia y La Basílica, se quedó sola en el
Saladillo. Ahora, quizás cuando se han disipado los muros que separaban a Santa
Bárbara de la Chinita, frente a frente, a través de llamado “paseo Ciencias”, están hoy día, y como
dice la gaita, “desde San Juan de Dios podéis rezarle a las dos camino
a Santa Lucía”.
En 2017 durante el XVIII
Congreso de la Academia de Medicina del Zulia aproveché el llamado discurso de
orden para entre otras cosas hablar de lo que: “Desearía
hablar confiadamente y lleno de optimismo mirando hacia el futuro y como
cualquier venezolano, quisiera poder a vivir en un país mejor, un país sin
inseguridad, un país abastecido de alimentos y de medicinas, sin las terribles
cifras estadísticas sobre la desnutrición, o sobre la mortalidad materna e
infantil… Sin esos datos endemoepidémicos, ausentes y que no obstante reflejan
nuestra muy precaria situación sanitaria. Quisiera no aceptar la realidad de
que paulatina y conscientemente, ¡hemos llegado a esto! Vivimos un cuesta-abajo
indetenible que mantiene el país en total deterioro y al borde de la
hiperinflación. Quizás lo peor es saber que sinceramente, nadie vislumbra
signos de rectificación. Pareciera no existir nadie que pueda plantear
soluciones efectivas, por lo que, ante esta cruel realidad, no debo…, es que no
quiero, hablar de política, esta tarde... Sería asumir una actitud plañidera
ante los daños sufridos, daños que aparentemente serán
irreversibles… En el año 2005 decidí regresar a
Maracaibo y le ofrecí mis servicios a la Universidad del Zulia. … …Más tarde,
mi Alma Mater me distinguió con un doctorado Honoris Causa, que agradezco
profundamente, pero ciertamente, hubiese querido contribuir mucho más con mí
universidad… y desde mi regreso, hace ya 12 años, nunca fue
posible. Desde entonces he tratado de hacer algo a través de la Academia
de Medicina del Zulia, he sido Secretario en dos Juntas Directivas, y aquí
estoy sumamente agradecido por esta oportunidad… …Espero excusen mi atrevimiento por haber
tomado la libertad de desvelar fragmentos de mi vida para ustedes, quizás
queriendo señalar que hacer investigación en nuestro país, tampoco ha
sido una tarea fácil. Siento que debo repetir algo que dijera en un
discurso, de hace ya casi 30 años. Sería en el año 1991, cuando traté de
explicarles en la capital a mis colegas patólogos, que era ya tiempo de
abandonar el exilio y de regresar a mi tierra. Ellos no querían aceptarlo…
Bien. Al final concluiría diciendo y lo repito ahora, que lo importante es
trabajar y es ideal poder hacerlo en lo que a uno le gusta, pero especialmente,
hacerlo siempre, con amor, para ser más humanos todavía, y poder dormir así, tranquilos,
y apaciblemente, vislumbrar en las madrugadas, bajo un cielo preñado de
luceros, como florece cada día, en el solar de cada quien, un limonero.
Maracaibo, sábado
21 de mayo del año 2022
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