No volverá el pasado
Tras la caída
de la dictadura de Anastasio Somoza, el último de su familia en tiranizar
Nicaragua, José Coronel Urtecho escribió el poema “No volverá el pasado:
“Ya todo es de otro modo/Todo de otra
manera/Ni siquiera lo que era es ya como era/Ya nada de lo que es será lo que
era/Ya es otra cosa todo/ Es otra era/Es el comienzo de una nueva era/Es el
principio de una nueva historia/La vieja historia se acabó, ya no puede
volver/Esta, ya es otra historia…”
La historia de
Nicaragua ha probado ser cíclica. No sabemos aún cuál será la salida de esta
siega sangrienta, cuándo la lista de muertos de todos los días tendrá un punto
final, cómo y de qué manera vendrá la democracia, cómo se hará justicia frente
a los crímenes. Pero si de algo estamos seguros, es que no regresará el pasado. El pasado, tal como era, bajo la férula de un
gobierno entre esotérico y populista, que pasó diez años ensayando la represión
a dosis calculadas, ya no es posible. Desde que en abril murió el primer joven
en las calles, el régimen inició su viaje hacia ese pasado de manera
irreversible. La cifra de hoy se acerca a 250 víctimas mortales, y seguramente
estará rebasada cuando estas líneas se publiquen, por lo que esa
irreversibilidad será más absoluta.
Mientras
escribo, hoy día del padre, los policías y paramilitares que andan sueltos por
las calles, encapuchados por igual, asesinaron de un balazo en la cabeza en el
barrio Las América Uno en Managua, al niño de 15 meses Teyler Lorío, mientras
sus padres lo llevaban hacia la casa de su abuela, donde solían dejarlo para
irse a sus trabajos. Como los dos niños quemados vivos junto con sus padres y
familiares dentro de su casa en el barrio Carlos Marx hace tan poco. Es un
poder en tiempo pasado que sigue matando desde el pasado. Es un poder
incompatible con el presente, pero más incompatible aún con el futuro. Todos
los crímenes, abusos, detenciones ilegales, torturas, fueron detallados en un
informe presentado ante la OEA en Washington por la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos, cada caso debidamente investigado y comprobado. La respuesta
del poder, a través de la voz del canciller Moncada, fue que todo es una conspiración
orquestada para desprestigiar a la democracia plena de que disfrutamos. Una
democracia encapuchada.
En 1978, cuando
el régimen de Somoza entraba también en el pasado, el canciller Quintana dijo
en el mismo salón de la OEA un discurso que se parece mucho al del canciller
Moncada: mentiras orquestadas para desprestigiar al gobierno constitucional y
democrático del general de cinco estrellas. En la misma sesión de la OEA, el
secretario general Luis Almagro planteó un adelanto de las elecciones presidenciales
para dentro de nueve meses, y el canciller Moncada no lo desmintió. Es lo mismo
que ha puesto en su agenda la Conferencia Episcopal, que actúa como mediadora y
testigo del Diálogo Nacional, y ahora los obispos le han demandado a Ortega que
lo confirme por escrito. Aparentemente, los representantes diplomáticos de
Estados Unidos que lo han visitado en Managua, le han planteado lo mismo. Pero
la pregunta es si el muro de cadáveres que separa al poder de los ciudadanos,
deja algún resquicio para esperar nueve meses, antes de lograr un cambio
político a través de elecciones, sobre todo si ese muro sigue creciendo día a
día de manera tan brutal.
El Diálogo
Nacional es la única manera de evitar que se desate en Nicaragua una nueva
guerra civil, la peor maldición que podría caer sobre nuestras cabezas. Hasta
ahora, la lucha ha sido cívica, aunque sean los desarmados quienes están
poniendo los muertos. Y es incuestionable la representatividad de la Alianza
Cívica por la Justicia y la Democracia, empeñada también, igual que los
obispos, en encontrar una salida sin más sangre. Pero Karina, la madre del bebé
Teyler Lorío dice, desgarrada: “que se vaya ya, ya, ya. En estos nueve meses
que quedan va a seguir matando, matando y matando”. Para que el diálogo pueda seguir
adelante, esta violencia insensata tiene que ser parada en seco. ¿Continuarán
los asesinatos diarios en presencia de los organismos internacionales de
derechos humanos que están por llegar al país, la CIDH, la misión del Alto
Comisionado de la ONU, la Unión Europea?
“La vieja
historia se acabó, ya no puede volver. Esta, ya es otra historia…”.
Que lo
entiendan quienes están sordos en las alturas.
Sergio Ramírez es escritor y
premio Cervantes 2017.
Para lapesteloca.blogspot.com en Maracaibo el 27 de
junio, 2018
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