El banquillo de
  la selección mexicana puede llegar a ser una olla de presión tan grande como
  la de Brasil, Argentina, España o Inglaterra. El entorno te asfixia. Y más si
  no eres uno de los 123.5 millones de nacidos en la tierra de Benito Juarez.
  Juan Carlos Osorio asumió un reto a su manera, y en Moscú encontró la redención
  a su figura 
Pablo A. García
  Escorihuela 
El 14 de octubre
  de 2015, Juan Carlos Osorio dio un paso adelante ante un reto que no
  cualquiera se atrevería a tomar. Ser técnico de cualquier selección del mundo
  es tan complicado como ser presidente de la república. Y que no se
  malentienda esto último: En los dos casos, todas las decisiones de los
  individuos serán cuestionadas. Habrá a quien le guste más, a quienes les
  desagraden las maneras, pero jamás habrá un acuerdo unísono. 
Y en un país
  profundamente nacionalista, a niveles chauvinistas que rayan en lo exagerado
  como México, el que un extranjero, para más señas, colombiano, tomara las
  riendas del "Tri", podía ser casi una afrenta, o cuando menos, algo
  incómodo. 
Los conceptos de
  Osorio no quedaban claros. Su discurso iba y venía, daba tumbos, era
  inconsistente. Un día hablaba de jugar con dos volantes de marca, al día
  siguiente tenía a un volante central y dos interiores de salida rápida, con
  dos extremos abiertos y un delantero. 
Improvisó todo y
  cuanto pudo, colocando jugadores fuera de sus posiciones habituales, como
  jugó Miguel Layún contra Alemania, en la victoria mexicana 1-0 sobre el
  actual campeón del mundo en Moscú. El jugador del Sevilla, habitual en el
  lateral izquierdo, fue un incisivo mediocampista interno de esa tríada que
  implementó el estratega que llevó al Atlético Nacional de Medellín a una
  final de Copa Sudamericana, ante el rival más bravo que iba a tener en su
  grupo de Rusia 2018. Y funcionó. 
No siempre fue
  así, claro está. Hubo otros experimentos que fallaron. La mayoría, de hecho.
  Todo era ensayo y error. El neogranadino utilizó cuarenta y ocho alineaciones
  diferentes, una para cada duelo disputado antes del inaugural de su grupo en
  la Copa del Mundo. La mayoría de la gente pensaba que, como dice Gustavo
  Cerati, esa inconstancia no es heroica, era más bien enfermiza. 
Pero en el
  estadio Luzhniki de Moscú, todo cobró sentido. 
Grant Wahl,
  periodista estadounidense de la revista Sports Illustrated, entrevistó al
  estratega mexicano, llegando a vender su artículo tan bien dentro del
  magazine que fue portada. Sí. “Soccer”, fútbol para el resto del mundo, en la
  portada de la revista deportiva más grande de Estados Unidos. Y con un
  colombiano y dos mexicanos (Javier Hernández y Carlos Vela acompañaban a
  Osorio) en la tapa. La cuestión iba más allá del obvio marketing de atacar a
  dos de las comunidades latinas más grandes de la unión americana. 
En la nota,
  Osorio explicaba cómo iba tomando notas, casi de forma obsesiva, en una
  pequeña libreta, con dos bolígrafos, uno rojo y uno azul, para marcar ciertos
  recorridos, movimientos y modificaciones tácticas que requería de sus
  dirigidos. 
“Para mí, es un
  genio”, explicaba “Chicharito” en el reportaje, dejando ver que el hombre
  tenía el respaldo de su grupo. Sin embargo, y aunque su porcentaje de
  efectividad (puntos ganados por presentación) era de un alto 72%, seguían
  lloviendo críticas. 
Incomprendido,
  quizás. Al menos para el gran público, y para buena parte de la prensa
  mexicana, que se encargó de demolerlo en cada declaración que dio. “Es un
  versero”, decían unos. “No ha demostrado nada”, decían otros. 
Las durísimas
  derrotas que sufrió  México en la Copa
  América Centenario y la Copa de las Confederaciones ante Chile (7-1) y
  Alemania (4-0), sólo servían de atizadero para el carbón encendido de los
  críticos. Pero Osorio aguantó estoicamente. 
Wahl, quien tiene
  un amplio conocimiento de la zona de Concacaf, explicaba dos semanas antes de
  comenzar el Mundial, un razonamiento simple sobre las críticas severas que
  recibía Osorio, casi con ensañamiento: “No lo quieren simplemente porque
  no es mexicano. Preferirían a otro de su propio entorno, al que puedan
  entender, o que se ponga a discutir con ellos, y que les siga el juego. O que
  arme los equipos como a ellos les gustaría”, expuso en una video columna. 
Las palabras de
  Diego Reyes y de Oribe Peralta tras el triunfo ante Alemania, refrendan mucho
  de esto: “Nadie se merece disfrutar más esta victoria, que uno que NO es
  mexicano”, decía el atacante, en tanto que el zaguero, escribió en su
  Twitter: “Porque no tienes que nacer mexicano para sentir estos colores,
  tú más que nadie te mereces este triunfo. Gracias por no dejar de creer en
  nosotros, profe Osorio”. 
El baño táctico
  que México le dio a Alemania es total responsabilidad del colombiano. Leyó
  bien a los teutones, dispuso de la velocidad de Carlos Vela e Hirving Lozano
  para aprovechar los espacios que dejaron los laterales alemanes, Héctor
  Herrera anuló el trabajo de Sami Khedira y su sociedad con los de arriba, y
  esto, más el enorme sacrificio defensivo del segundo tiempo y las oportunas
  intervenciones de Guillermo Ochoa, le valieron tres puntos inmensos en el
  inicio del torneo en Rusia. 
Y aunque haya
  tenido esta lectura positiva, todavía entre sus detractores, dirán que
  ganaron a pesar de él. Y puede, inclusive, que México no pase de ronda y
  pierda dos veces tras vencer a Alemania. Pero ya Osorio recibió un premio
  merecido. Sus jugadores le creen, y la gente, ahora, también se convenció.
  Fue un repaso reivindicador. 
En Twitter: @PabloAGarciaE 
Maracaibo 18 de junio, 2018  
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lunes, 18 de junio de 2018
La reivindicación
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