lunes, 18 de junio de 2018

La reivindicación




El banquillo de la selección mexicana puede llegar a ser una olla de presión tan grande como la de Brasil, Argentina, España o Inglaterra. El entorno te asfixia. Y más si no eres uno de los 123.5 millones de nacidos en la tierra de Benito Juarez. Juan Carlos Osorio asumió un reto a su manera, y en Moscú encontró la redención a su figura
Pablo A. García Escorihuela
El 14 de octubre de 2015, Juan Carlos Osorio dio un paso adelante ante un reto que no cualquiera se atrevería a tomar. Ser técnico de cualquier selección del mundo es tan complicado como ser presidente de la república. Y que no se malentienda esto último: En los dos casos, todas las decisiones de los individuos serán cuestionadas. Habrá a quien le guste más, a quienes les desagraden las maneras, pero jamás habrá un acuerdo unísono.
Y en un país profundamente nacionalista, a niveles chauvinistas que rayan en lo exagerado como México, el que un extranjero, para más señas, colombiano, tomara las riendas del "Tri", podía ser casi una afrenta, o cuando menos, algo incómodo.
Los conceptos de Osorio no quedaban claros. Su discurso iba y venía, daba tumbos, era inconsistente. Un día hablaba de jugar con dos volantes de marca, al día siguiente tenía a un volante central y dos interiores de salida rápida, con dos extremos abiertos y un delantero.
Improvisó todo y cuanto pudo, colocando jugadores fuera de sus posiciones habituales, como jugó Miguel Layún contra Alemania, en la victoria mexicana 1-0 sobre el actual campeón del mundo en Moscú. El jugador del Sevilla, habitual en el lateral izquierdo, fue un incisivo mediocampista interno de esa tríada que implementó el estratega que llevó al Atlético Nacional de Medellín a una final de Copa Sudamericana, ante el rival más bravo que iba a tener en su grupo de Rusia 2018. Y funcionó.
No siempre fue así, claro está. Hubo otros experimentos que fallaron. La mayoría, de hecho. Todo era ensayo y error. El neogranadino utilizó cuarenta y ocho alineaciones diferentes, una para cada duelo disputado antes del inaugural de su grupo en la Copa del Mundo. La mayoría de la gente pensaba que, como dice Gustavo Cerati, esa inconstancia no es heroica, era más bien enfermiza.
Pero en el estadio Luzhniki de Moscú, todo cobró sentido.
Grant Wahl, periodista estadounidense de la revista Sports Illustrated, entrevistó al estratega mexicano, llegando a vender su artículo tan bien dentro del magazine que fue portada. Sí. “Soccer”, fútbol para el resto del mundo, en la portada de la revista deportiva más grande de Estados Unidos. Y con un colombiano y dos mexicanos (Javier Hernández y Carlos Vela acompañaban a Osorio) en la tapa. La cuestión iba más allá del obvio marketing de atacar a dos de las comunidades latinas más grandes de la unión americana.
En la nota, Osorio explicaba cómo iba tomando notas, casi de forma obsesiva, en una pequeña libreta, con dos bolígrafos, uno rojo y uno azul, para marcar ciertos recorridos, movimientos y modificaciones tácticas que requería de sus dirigidos.
“Para mí, es un genio”, explicaba “Chicharito” en el reportaje, dejando ver que el hombre tenía el respaldo de su grupo. Sin embargo, y aunque su porcentaje de efectividad (puntos ganados por presentación) era de un alto 72%, seguían lloviendo críticas.
Incomprendido, quizás. Al menos para el gran público, y para buena parte de la prensa mexicana, que se encargó de demolerlo en cada declaración que dio. “Es un versero”, decían unos. “No ha demostrado nada”, decían otros.
Las durísimas derrotas que sufrió  México en la Copa América Centenario y la Copa de las Confederaciones ante Chile (7-1) y Alemania (4-0), sólo servían de atizadero para el carbón encendido de los críticos. Pero Osorio aguantó estoicamente.
Wahl, quien tiene un amplio conocimiento de la zona de Concacaf, explicaba dos semanas antes de comenzar el Mundial, un razonamiento simple sobre las críticas severas que recibía Osorio, casi con ensañamiento: “No lo quieren simplemente porque no es mexicano. Preferirían a otro de su propio entorno, al que puedan entender, o que se ponga a discutir con ellos, y que les siga el juego. O que arme los equipos como a ellos les gustaría”, expuso en una video columna.
Las palabras de Diego Reyes y de Oribe Peralta tras el triunfo ante Alemania, refrendan mucho de esto: “Nadie se merece disfrutar más esta victoria, que uno que NO es mexicano”, decía el atacante, en tanto que el zaguero, escribió en su Twitter: “Porque no tienes que nacer mexicano para sentir estos colores, tú más que nadie te mereces este triunfo. Gracias por no dejar de creer en nosotros, profe Osorio”.
El baño táctico que México le dio a Alemania es total responsabilidad del colombiano. Leyó bien a los teutones, dispuso de la velocidad de Carlos Vela e Hirving Lozano para aprovechar los espacios que dejaron los laterales alemanes, Héctor Herrera anuló el trabajo de Sami Khedira y su sociedad con los de arriba, y esto, más el enorme sacrificio defensivo del segundo tiempo y las oportunas intervenciones de Guillermo Ochoa, le valieron tres puntos inmensos en el inicio del torneo en Rusia.
Y aunque haya tenido esta lectura positiva, todavía entre sus detractores, dirán que ganaron a pesar de él. Y puede, inclusive, que México no pase de ronda y pierda dos veces tras vencer a Alemania. Pero ya Osorio recibió un premio merecido. Sus jugadores le creen, y la gente, ahora, también se convenció. Fue un repaso reivindicador.
En Twitter: @PabloAGarciaE
Maracaibo 18 de junio, 2018
 


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