por PabloAntonio Garcìa
Escorihuela
De
aparente fragilidad, con su bastón y su verbo pausado y tranquilo, Óscar
Washington Tabarez es un torbellino. Revolucionó al fútbol uruguayo desde su
regreso al banquillo tras el fracaso de Uruguay en la eliminatoria para
Alemania 2006, y desde entonces los charrúas no volvieron a fallar. Rusia
2018 puede ser la Copa de su despedida del banquillo celeste
Un
reportero venezolano se encontraba muy emocionado en 2013 por la circunstancia
que vivía. Su selección venía de sacar un empate en Bolivia, y en aquella
pequeña sala del Hotel Rasil, atestada de periodistas y algún fanático coleado,
él, junto a un nutrido grupo de colegas suyos, sumados a otro puñado de
cominucadores charrúas, esperaban la llegada de aquel hombre al que llamaban
“El Maestro”.
Óscar
Washington Tabarez entró en aquella sala con dificultad. Ya comenzaban a
hacerse evidentes los coletazos del inclemente tiempo. Andaba con su bastón,
abriéndose paso en el pequeño auditorio improvisado.
“Venezuela
va a su primera vez. Y tiene que demostrar que está a la altura para
clasificarse a un Mundial”, fue de las primeras frases que soltó, tajante, como
un catedrático. Su Uruguay llegaba a Puerto Ordaz en crisis, sin victorias en
seis partidos en esa eliminatoria, obligada a ganar.
“Y
si algo tiene la vida, es que las primeras veces, son las más difíciles. En
todos los aspectos. En el trabajo, en la vida, en el sexo, en cualquier área. Y
el fútbol no está ajeno a esto. Venezuela va a su primera vez mañana. Y en esa
circunstancia nosotros trataremos de contrarrestarles, y ver si podemos hacer
un buen partido y ganar”.
Al
día siguiente, su equipo venció 1-0 a la Vinotinto, revivió en la eliminatoria,
entró con todo a la Copa de las Confederaciones, y a partir de ahí, ganó seis
partidos en fila para llegar a Brasil 2014. El hombre sabe mucho. Tres años
después, en 2016, el mismo reportero coincidió con un colega criollo y una
hermosa comunicadora charrúa en un café de Montevideo, Uruguay. Allí, ella
explicaba el secreto de “El Maestro”.
“Los
jugadores lo aman”, dijo ella sin miramientos, batiendo sus rizos amarillos y
sin casi pestañear, haciendo énfasis en la frase con sus grandes ojos verdes.
“Y es algo que sí, es paternal, pero también está construido desde lo profundo
que viene trabajando Tabarez en Uruguay. Son más de doce años. Desde que llegó
en 2006, se le tuvo paciencia, se le permitió implementar lo que sabe, y hay
que decirlo, supo ganarse a la Federación Uruguaya. Hoy todo pasa por él. Y la
relación que tiene con los chicos, es muy especial. Ellos se matan por él. Es
una pena que se tenga que ir, pero ya está mayor, y la salud es dura a su edad
(71 años)”, contó.
Aquel
día, Uruguay volvió a vencer a Venezuela, ahora, por primera vez en más de diez
años en el mítico Estadio Centenario de Montevideo. Fue un 3-0 contundente. Ya
comenzaba a olerse la clasificación charrúa, aunque aún faltaba torneo. “Sería
lindo. Es algo que queremos regalarle al Maestro. Un cuarto Mundial para él.
Pero tenemos que seguirlo trabajando, aun nos queda camino”, comentó Diego
Godín, capitán celeste en los entreverados y viejos pasillos del mítico coso
rioplatense.
Llegó
Rusia, y dos años después, la sensación es que todo el plantel uruguayo sabe
que esta, tal vez, sea la última Copa Mundial de Oscar Washington Tabarez al frente
del cuadro charrúa. Él mismo, en el fondo, lo siente, aunque nadie dice nada.
Sigue
igualmente frágil en apariencia, pero fuerte de palabra y espíritu. “Me
sorprende como pasa el tiempo”, comentó en la rueda de prensa que dio antes del
debut de su selección contra Egipto, al ser consultado sobre su cuarto Mundial
al frente de los celestes. “Encaro los desafíos con mentalidad positiva, y aquí
estamos”, dijo.
“Desde
2006, la idea era reubicar a Uruguay en el concierto del fútbol internacional.
Y era un enorme desafío, porque el mundo es otro, porque no es lo mismo
1990 a 2018. Y además, en Uruguay tenemos varios condicionantes. Tenemos sólo
tres millones de personas en el país, y mientras nosotros sacamos un jugador,
Argentina o Brasil sacan diez. Y la idea es que el futbolista tiene que salir
con un perfil determinado, pero esto no es sencillo. Tenemos que formarlos, y
esto se da en un periodo largo de tiempo”, precisó.
Y
no se tardó, con su característica forma aleccionadora, en colocar un ejemplo:
“Cuando salimos campeones de América en 2011, y fuimos campeones de Fair Play
en ese torneo, Federico Valverde tenía once años, y hoy está aquí convocado. Es
la consecuencia de ese trabajo y todo eso nos satisface”.
Puede
que sea el último rodeo en el banquillo para Tabarez, pero una selección que
tiene a Edinson Cavani, Luis Suarez, Diego Godín, Marín Caceres, José María
Jiménez o Matías Vecino, es una a considerar. “En épocas anteriores nos costaba
mucho estar en tres mundiales seguidos, y creo que esa es la demostración del
éxito que hemos tenido”, remató “El Maestro”, ese señor de aparente físico
endeble, pero con un enorme conocimiento del juego y una capacidad de motivar
tan impresionante, como para que el país más chico de Suramérica se atreva a
soñar en grande.
En
Twitter: @PabloAGarciaE
Para lapestelocablogspot,com en Maracaibo 15 de junio
2018
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