sábado, 4 de noviembre de 2023

Tristeza del bien ajeno


Aprendí con mi padre, una máxima que usaba decir ante determinadas acciones de terceros, al precisar que padecían de un mal denominado por él: “tristeza del bien ajeno”. En estos tristes días donde rusos y ucranianos, palestinos y judíos se matan entre ellos, al leer en Facebook un artículo de quien cervantinamente debo decir, “de cuyo nombre no quiero acordarme”, vino a mi mente el recuerdo de la tristeza de lo ajeno para llegar a la sencilla conclusión de que la máxima fácilmente se traduce en una sola palabra: “envidia”.

La Envidia no solo se trata de desear lo que tienen los demás, cosa bastante natural, sobre todo cuando uno tiene poco... Lo que más caracteriza a la envidia es el deseo de que el otro no tenga lo que tiene.

Aristóteles definió la envidia como el dolor ante la visión de la buena fortuna de otro, un sentimiento que es provocado por pensar en "aquellos que tienen lo que nosotros deberíamos tener". Bertrand Russell sostenía que la envidia es una de las más potentes causas de infelicidad. Envidiosos famosos fueron Caín de Abel, y Judas, y seguramente Hitler y otros… En septiembre ya lo mencionaba en el blog al relatar (https://tinyurl.com/yph3bnjb) como Peter Schaffer y Milos Forman redefinieron la figura del compositor Salieri convirtiéndolo en un concepto: el de "La cochina envidia".

En La Divina Comedia de Dante la envidia se castigaba en el purgatorio cosiendo los ojos del envidioso, para que no recibiesen placer al ver a otros en desgracia. Personalmente estoy totalmente de acuerdo con lo deleznable del “pecado capital” de la envidia. Precisamente el escritor de la generación española del 98, el gran don Miguel de Unamuno afirmaba que “la envidia” era el rasgo de carácter más propio de los españoles. La "íntima gangrena española", fue la denominación que le dio Unamuno a este sentimiento perverso…

Decía que escribí estas cosas tras leer un articulo a propósito de la ocasión de la juramentación pública de la princesa Leonor, cuyo autor decidió “despepitarse” hablando “boludeses”(quizás así diría mi colega Gustavo, o...¡el propio Milei!) de la heredera del trono de su nación. ¡La futura Reina de España! “La Madre Patria”, nación donde quien escribía, pareciera dolerle haber nacido y sentirse ciudadano de su país, porque eso conllevaba -sine qua non- (aunque sin su consentimiento) -el disfrutar o mentalmente padecer- de una tradición monárquica que cuenta con el peso de siglos y siglos de historia.

“I que va usted a hacerle” decía Manolín al teléfono, -otro personaje españolísimo reeditado por don Tito Martínez del Box para la RadioRochela cuando existía la emisora RadioCaracas TV-: “¡Hay que dejarle!” concluía el “sketch”, y yo regreso al articulo y me digo... ¿Qué va usted a hacerle? ¡¡C’est le vie!! 

¡Sindéresis! Es decir, poseer la capacidad natural para juzgar rectamente, o sea con acierto... Como en este caso, lo mio no es un juicio sobre lo escrito, sino un comentario sobre quien aparentemente desde su Olimpo personal es capaz de ir dictando premisas de horror ante la crueldad de los unos (que no son los de Atila, sino los otros, sus amigos imaginarios), no queda de otra, más que decir como con Manolín, que “hay que dejarle”...

En ido tempore, aquellos años de iglesias que no son la Santa Madre y de zapateros que no fueron remendones, todos conocían la verdad y sabían que buena parte de ellos gozaba felizmente corrompidos con dineros venezolanos de la misma procedencia del actual narco-regimen y siguen y siguen, como el conejito de las pilas… Lamento haber usado como muestra un botón que reniega de sus valores patrios mientras sueña con el advenimiento de un “progresismo levógiro”con amnistía para amigotes y delincuentes, pero... ¿Que va usted a hacerle? Me imagino que habrá que dejarle, como a Manolín...

Ustedes, amables lectores espero puedan excusarme por que de cierta manera siento salpicarles con barata “politiquería” -que rima con porquería- pero, a mí, la circunstancia, de veras me ha servido para recordar el significado de aquella máxima que aprendí de niño sobre la importancia que puede encerrar el fenómeno de algunos personajes al sentir “tristeza del bien ajeno”. Una lamentable “maña” que se asoma como punta de un iceberg disimulando una curiosa y oculta sensación que ahora podríamos traducir como “la cochina envidia”.

Maracaibo, viernes 4 de noviembre del año 2023

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