domingo, 1 de octubre de 2023

Van Gogh crepuscular


El 22 de noviembre del año 2015, escribí un artículo en este blog, con el título de “El loco del pelo rojo” y previamente en este blog había escrito sobre la pintura de Vincent van Gogh (https://bit.ly/2XVKE5C). En 2020, publicaría “Vincent otra vez” y en junio del año 2021, me réferi al importante papel que jugó su cuñada Johanna (https://bit.ly/3Bjy4Oq) en la divulgación de su obra. He hablado de “Lust of life” (1956) la película dirigida por Vicente Minnelli, donde Kirk Douglas desempeñó magistralmente el papel de Vincent van Gogh donde la actuación de Anthony Quinn en el rol de Paul Gaugin y fue premiado con un Óscar para actor de reparto (https://tinyurl.com/ycy6nsza).

Vincent van Gogh (1853-1890), fue sin duda alguna un genio innovador de la pintura, aunque de él se haya dicho que era un ser atormentado que no estaba en sus cabales. Según, Juan Antonio Vallejo Nágera Botas (1926-1990) (https://tinyurl.com/3vrucp6p) gran parte de su obra se realizó entre crisis de enajenación mental. Afortunadamente la rica vida interior del pintor está reflejada en las 821 cartas que de él se conservan, la mayoría dirigidas a su hermano Theo. Cuando el psiquiatra Vallejo-Nágera examina la enfermedad mental de Vincent la usa como un trampolín para saltar hacia un mundo nuevo, el del mito de la fecundidad del genio acicateado por la locura.

En aparente incongruencia con la marcada abnegación, que mostró en ciertas fases de su vida con acciones que eran dignas de un santo, Vincent tuvo frecuentemente relaciones con prostitutas y había intentado casarse con una de ellas. Luego convivió con otra de cierta edad, casada, embarazada, alcohólica y picada de viruelas, que conoció en un comedor de caridad, y a la que tuvo que renunciar contagiado ya por ella de una enfermedad venérea. Hasta en el papel de santo Vincent resulta original; pero de un modo extravagante, llevando hasta el absurdo la aplicación práctica de la virtud, pero alcanzando con ella dimensiones heroicas, al menos en ciertas etapas de su desconcertante biografía.


En la correspondencia de esos años, Vincent insiste en su empeño de superar la ejecución de paisajes y naturalezas muertas y pasar al retrato; tiene serias dificultades para encontrar modelos, no puede pagar profesionales en Arlés y los resignados voluntarios le dejan descontento. “Del cartero Rulin, tan revolucionario como el viejo Tanguy, no sé si podré pintar el retrato como lo siento…; para pintar el cuadro me haría falta un modelo inteligente… Con las mujeres es aún más difícil: … Temo que no tendré de modelo a una mujer muy hermosa que me lo había prometido”“Si pintara lamido como Bouguereau, la gente no tendría vergüenza en dejarse pintar: yo creo que esto me ha hecho perder modelos, porque les parece que está mal hecho, que mis cuadros no son más que lienzos saturados de pintura”.

Lógicamente, los retratos de Vincent parecían feos y, por tanto, afeadas las modelos; no sólo a gentes incultas sino a otras aparentemente abiertas a las avanzadas del arte, durante mucho tiempo lo arrinconaron, y conservarian los retratos y cuadros que les regaló Van Gogh tal vez sólo por razones sentimentales. Los panegiristas de Vincent tienden a culpabilizar a Paul Gauguin del ambiente por el que ambos circularían en el deambular nocturno en Arlés, pero Gauguin llegaría en octubre, y existen cartas a Theo de agosto y anteriores, del 5 de mayo, donde explica a su hermano que no puede imaginarse al pintor ideal del futuro…

Era entusiasta y bueno. No tenía, pues, mucho que estropear Gauguin en cuanto a estilo de vida. Ensayó cocinar, con más ilusión que eficacia. Su amigo Signac, que tuvo relación con Van Gogh antes y después de la estancia de Gauguin, describe el tipo de vida que llevaba Vincent, que seguramente fue determinante en el desencadenamiento de su enfermedad, cuando casi no comía, y bebía demasiado. Los ajenjos y los cognacs se sucedían ininterrumpidamente y apenas probaba bocado. Pese a su entusiasmo y al enorme cariño con el que recibiría a Paul Gaugin, las rarezas de Vincent creaban las mayores dificultades, ante las que su propio hermano Theo vaciló cuando tuvieron que convivir.

En la correspondencia, Vincent trataría de ocultar la intensidad de los roces con el invitado y contamos sólo con el relato de Gauguin que lo escribe después de la tragedia pero describe que a su llegada encontró la casa en completo desorden, tirados los tubos de pintura que nunca cerraba y pese a ese revoltijo todo brillaba cálidamente en sus cuadros y en sus palabras… Fue, en realidad, desde el 20 de octubre hasta el 24 de diciembre de 1888, la época de explosión de una enfermedad, de la que ya iban apareciendo síntomas premonitorios. Nos cuenta entonces, y de esto no hay duda, pues también lo relata Vincent en carta a su hermano, que al observar el retrato que Gauguin le hizo mientras pintaba girasoles, quedó pensativo y exclamó: … Soy yo, desde luego, pero yo volviéndome loco.

La antevíspera de nochebuena Vincent acudió con Paul Gauguin, al burdel de Madame Chose, en Arlés, y Vincent ofreció a una de las pupilas pintarle su retrato, lo que ella rechazó bromeando y le dijo a Van Gogh que mucho mejor aguinaldo sería una de sus orejas, de la que daba tironcillos juguetones, haciendo reír a los dos amigos… La víspera de Nochebuena no parecería el momento más acertado para que aquel pintor que vivía en la casa amarilla trajese un pequeño obsequio para la joven, cuya sorpresa fue grande al encontrarse dentro de un envoltorio ensangrentado un fragmento de la oreja izquierda que Vincent, que se acababa de seccionar con el propósito de regalársela.
Paul Gaugin escribe: “esa misma tarde fuimos a un café donde pedí ajenjo. Repentinamente arrojó el vaso a mi cabeza. Esquivé el golpe, le sujeté firmemente por los brazos y abandoné el café. Minutos después Vincent se metió en cama y se durmió a los pocos segundos; no despertó hasta el día siguiente. Al levantarse me dijo tranquilamente: Querido Gauguin, tengo un vago recuerdo de haberte ofendido anoche. Contesté: Te perdono de todo corazón, pero si la escena se repite y el golpe me alcanza, puedo perder el control de mí mismo y estrangularte. Así que permite que escriba a tu hermano y anuncie mi regreso. ¡Dios mío, qué día! Al atardecer, tras un parvo refrigerio, salí a dar una vuelta. Había casi cruzado la plaza de Víctor Hugo cuando escuché tras de mí el sonido familiar de unos pasos, rápidos pero irregulares. Me volví justo en el momento en que Vincent se abalanzaba, con una navaja de afeitar abierta en la mano. La expresión de mi mirada debió ser terrible, pues paró, y bajando la cabeza corrió en dirección a la casa… Alquilé una habitación en el hotel más próximo y pasé allí la noche, donde, lógicamente tenso, tardé en dormirme. Me desperté a las siete y media… encontré un grupo de gente a la puerta de la casa, con varios guardias y el comisario.

Vincent Van Gogh, al regresar a la casa, inmediatamente se cortó la oreja. hallamos varias toallas ensangrentadas por el suelo de las dos habitaciones inferiores. Al encontrarse mejor, con una boina vasca bien calada marchó a una casa en la que se puede lograr un encuentro casual, y le dio a la portera la oreja, cuidadosamente lavada y metida en un sobre. Aquí hay, dijo, un recuerdo mío. Regresó a la casa, se metió en la cama y se durmió… Yacía en el lecho, enteramente cubierto por las mantas, encogido como un rosco; parecía sin vida. Suave, muy suavemente, toqué su cuerpo, le noté con vida… En voz muy baja le dije al comisario: Por favor, despierte con cuidado a este hombre, y si pregunta por mí dígale que me he marchado a París; el verme puede resultarle fatal…

Gauguin desaparece para no volver a ver a Vincent. La policía llevara al herido al hospital de Arlés. Tres semanas después, Vincent le escribe a Theo reflexionando sobre la conducta de Gauguin: Encuentro muy extraño que me reclame un cuadro de girasoles…; me quejo un poco del extraño fenómeno de que Gauguin no haya querido volver a hablarme, eclipsándose por completo…. La polémica alrededor del tema de la oreja fue tan ruidosa que casi todos los libros que tratan de Van Gogh la repiten, sin una valoración crítica. Personalmente dice el psiquiatra Vellejo Nagera, que ve en aquel acto, un colapso seguido de una valiente y magnífica exaltación, que termina en una descarga de tensión y apaciguamiento, que se comprueba en el retrato con la oreja vendada. Otros psiquiatras lo ven de modo distinto y los novelistas también.

Vincent en el hospital de Arlés, sorprendentemente permanece muy pocos días, y el 2 de enero (1889) le escribe a Theo: Me quedaré unos días aquí en el hospital, después espero volver muy tranquilamente a mi casa, y el Dr. Félix Rey, que le atiende, escribe también al preocupado hermano: Me satisface anunciarle que mis predicciones se han realizado y que aquella sobreexcitación sólo ha sido pasajera.

Al optimismo injustificado del Dr. Rey se debe que el día 7 ya esté en su casa, donde pinta los dos autorretratos con la oreja vendada. Durante su enfermedad, Vincent mantiene buena relación con los distintos médicos. Regala un retrato al Dr. Rey. Queda sin dinero el día 10 y no le llega la carta de Theo con fondos hasta el 17, por lo que pasa una semana de hambre y le preocupa que pueda repercutir en su salud, pues ya siempre le rondará el fantasma de su locura y la posibilidad de recaer. Pregunta a Rey tras este forzado ayuno si en parecidas circunstancias ha visto muchos locos tranquilos y capaces de trabajar.

Hay un aspecto que parece ser fundamental: la creación artística de Van Gogh es muy independiente de su enfermedad. Se interrumpe durante las agravaciones; pero el esquema creador es previo a la enfermedad y continuaría su desarrollo durante ella de modo absolutamente lúcido hasta el final. En sus cartas se puede ir observando cada una de sus pinturas, el por qué y para qué de sus composiciones en las que nunca aparecen motivaciones patológicas.

¿Cuál sería el diagnóstico correcto para el caso Van Gogh? El diagnóstico del psiquiatra español en medio de sus simpáticos locos egregios seria posiblemente formulado de modo que sólo sirve en definitiva para orientar mejor un tratamiento y un pronóstico. La recolección histórica, teñida de leyenda, solo puede entenderse con un enfoque donde, inciden factores genéticos, constitucionales, psicológicos conscientes e inconscientes, y otros que serían simples agentes desencadenantes.

Si bien la carga genética en los dos campos de la esquizofrenia y de la epilepsia son innegables, el carácter psicopático de Vincent desde su infancia, suplantando con nombre y apellido a su hermano mayor muerto, se suma a muchos rasgos esquizoides. El psiquiatra Vallejo Najera consideró igualmente el diagnóstico de una probable epilepsia subclínica, con predisposición a crisis psicomotoras, o estados crepusculares, de los que el alcohol actuaría como factor desencadenante.

Maracaibo, domingo 1 de octubre del año 2023

 

 

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