miércoles, 25 de octubre de 2023

Juana de Castilla (1)


Los monarcas españoles Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón dieron la bienvenida a su tercera hija Juana el 6 de noviembre de 1479. El matrimonio entre el Rey y la Reina unificó España, pero Isabel mantuvo el dominio sobre Castilla, provocando una lucha de poder con la pareja real. Fernando parecía ser un hombre que no se detendría ante nada para gobernar ambos territorios y aunque Isabel era fuerte, también era fanática cuando se trataba de su fe. Por ello su consternación seria grande cuando la princesa Juana anunció su escepticismo con respecto a la religión católica.

Juana de Castilla se ganó el epíteto de “Juana La Loca” a principios de su reinado, y los historiadores aún se preguntan si la Reina estaba realmente loca. Obsesionada con el cadáver de su difunto esposo, y con un odio malsano por las monjas, toda su vida estuvo llena de traiciones y de crueldades que merecen revisarse.

Tenia un rostro ovalado, su nariz era fina y delicada, de piel clara y el cabello rubio, Juana de Castilla fue atractiva desde su niñez. En un intento por "corregir" la piedad de su hija, se dice que Isabel la sometería a "La Cuerda", un acto tortuoso en el que colgaban a los individuos con cuerdas y pesas en los pies. No obstante, a pesar de los intentos de la Reina Isabel de inculcar una fe católica devota en su hija, Juana era libre pensadora y cuestionaba las cosas de la vida que no tenían un perfecto sentido para ella. Aunque su escepticismo fue visto como rebeldía, la princesa tenía una voluntad fuerte y cuando era adolescente nunca dejó de cuestionar la autoridad de sus padres.

La curiosidad y el asombro por lo que sucedía en el mundo debió ser consecuencia de su educación, pues Juana y sus cuatro hermanos recibieron las mejores enseñanzas humanistas disponibles en la Europa del siglo XV, con formación en matemáticas y en literatura, y aprendieron varios idiomas, música, filosofía y derecho. Juana poseía notables aptitudes para la música, que sería uno de sus escasos consuelos a lo largo de una vida cada vez más trágica. Las hijas de la familia real tenían cursos adicionales y estaban preparadas para asesorar a sus futuros maridos y actuar de manera diplomática para proteger a la monarquía de los intereses extranjeros.

Durante esta época, normalmente no se le consultaba a las jóvenes elegibles sobre su futuro marido, y a los 16 años, Juana se comprometió con el hijo del emperador romano Maximiliano I, Felipe de Flandes para su matrimonio. Se afirma que Juana se sintió aliviada cuando descubrió que su joven prometido era solo un año mayor que ella. Además de su edad viril, a su futuro esposo también lo llamabna "Felipe el Hermoso".

El primogénito de Maximiliano I, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, y de María de Borgoña, Felipe, había nacido en Brujas, en el condado de Flandes (hoy Bélgica) en 1482, tras la muerte de su madre María de Borgoña, y le sucedió en sus posesiones de Borgoña bajo la tutela de su padre. Se produjo un período de agitación en las grandes ciudades de Flandes (Gante y Brujas) contra Maximiliano y Felipe se vio envuelto y secuestrado en Brujas, cuando Flandes exigía mayor autonomía, perdida tras la muerte de María de Borgoña. En 1494, reconocerían como príncipe a Felipe (de quince años de edad) ya antes proclamado soberano de la Orden del Toisón de Oro a los seis años.

Cuando su padre pactó su matrimonio con Juana de Castilla, la hija de los Reyes Católicos, esperaba unir a la monarquía española con el impero Romano-Germánico contra las pretensiones hegemónicas de Francia en Italia (1495). El apelativo de el Hermoso se lo dio el rey Luis XII de Francia, cuando en 1501, Felipe y Juana viajaban hacia Castilla para ser jurados como príncipes de Asturias y se detuvieron en Blois, donde el rey los recibió, y al verle exclamó: “He aquí un hermoso príncipe”.

En 1494, Maximiliano renunció a su regencia y Felipe, de dieciséis años, se hizo cargo de la gobernación de las tierras de Borgoña él mismo, aunque en la práctica la autoridad se derivaba de un consejo de notables de Borgoña. En 1497 Juana, a los 17 años, se trasladó a los Países Bajos para contraer matrimonio con el archiduque de Austria, Felipe “el Hermoso”, heredero de las casas de Borgoña y Habsburgo. El 20 de octubre de 1496, se casó en Lier, Bélgica, con la infanta Juana, hija del rey Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla. El matrimonio alianza familiar entre los Habsburgo y Trastámara estaba destinada a enfrentar al creciente poder de Francia tras las políticas de Luis XI.

La hermana de Felipe, Margarita, se casó con Juan, príncipe de Asturias, el único hijo de Isabel y Fernando y su sucesor a la corona unificada de Castilla y Aragón. Una doble alianza que no estaba diseñada para permitir que los reinos españoles cayeran bajo el control de los Habsburgo, puesto que al momento de su matrimonio con Felipe, Juana era la tercera en la línea de sucesión al trono, precedida por sus hermanos Juan e Isabel.

Lamentablemente, el viaje nupcial de Juana casi acaba con su vida ya que mientras viajaba, la princesa sufrió de horribles mareos que terminarían con una fiebre que la llevó al borde de la muerte. Aunque finalmente llegó sana y salva, Felipe no se molestó en recibirla en el muelle. En cambio, envió a su hermana, la princesa Margarita de Austria, para que la acompañase en el resto de su viaje. Este sería el primero de muchos actos desconsiderados que seguirían en su vida.

Felipe, como soberano de los principados feudales de los Países Bajos, fue un administrador competente y un soberano popular que supo conjugar los intereses de sus diversos territorios y demostró especial talento para plantear reformas y para dar tranquilidad y paz después de muchos años de convulsiones políticas. Muertos los infantes castellano-aragoneses Juan (1497) e Isabel de Aragón (1498), así como el hijo de esta última, el infante portugués Miguel de la Paz (1500), su esposa Juana, se iba a convertir en la heredera de Castilla y Aragón.

Aunque Felipe seguramente descubrió que Juana era hermosa y quizás le parecería encantadora, nunca la respetó lo suficiente como para vivir con ella siendo monógamo. Felipe era mimado y egoísta, sin preocuparse nunca por el dolor causado por sus frecuentes infidelidades. Decir que Juana estaba molesta por los romances de su marido no haría justicia a su reacción. Sus rabietas de celos y episodios de depresión fueron de todos conocidos y la causa fundamental de su reputación.

(Esta historia sobre Juana de Castilla continuará mañana)

Maracaibo, miercoles 25 de octubre del año 2023

No hay comentarios: