domingo, 29 de octubre de 2023

Antonio Pigafetta


Antonio Pigafetta (1480 -1534) fue un noble italiano del Renacimiento que se desempeñó como explorador, geógrafo y cronista al servicio de la República de Venecia y se trasladó a España en 1518. Pigafetta fue uno de los 18 hombres que sobrevivieron al viaje y volvieron a bordo de la nao Victoria, la única que regresó a España cuya tripulación inicial de 265 partieron entusiasmados en la expedición de Magallanes, que culminaría con la primera circunnavegación del globo en 1522,

Antonio Pigafetta, se describiría a sí mismo como un gentilhombre que pertenecía a una rica familia de Vicenza, en la República de Venecia. Nació entre 1480 y 1491 y su padre fue Giovanni Antonino Pigafetta de quien se sabe tuvo hijos con al menos tres mujeres, la Castellana Terrenato da Caltrano, con Lucia Muzan da Malo y más tarde con Angela dalla Zoga. El relato de Pigafetta sobre lo sucedido se titula Relación del primer viaje alrededor del mundo (1524), también conocido como la Relación de Pigafetta. Un relato que es la fuente principal de información sobre el viaje de Magallanes y Elcano, y a la vez es la historia de la propia vida de Antonio Pigafetta.

Por primera vez un europeo relataba el descubrimiento del estrecho de Magallanes, el paso navegable al océano Pacífico que ya era conocido desde 1513 cuando Vasco Núñez de Balboa, lo descubrió y lo denominó “el mar del Sur”. Otro miembro de la familia de Antonio, fue Filippo Pigafetta (1533-1604), quien viajó a África en el siglo XVI y fue conocido por un libro sobre su viaje al Congo.

Antonio probablemente tuvo buena salud ya que era un hombre robusto, y fue uno de los pocos supervivientes que logró dar la primera vuelta al mundo. Era conocido por sus estudios en astronomía, geografía y cartografía, conociendo el astrolabio y el uso del imán como brújula. Tenia conocimientos generales y probablemente hablaba francés. Perfeccionó su educación en la universidad al servicio del jerarca católico Francesco Chiericati, alto cargo en la Roma del papa León X. Sabemos que hacia 1518 acompañó al nuncio apostólico Chiericati a España donde fue presentado al emperador Carlos I. Posteriormente se instaló en Barcelona.

Estando en España, Antonio Pigafetta conoció y se interesó en el proyecto del navegante portugués Fernando de Magallanes y de su intención de abrir una ruta hacia las Indias. El portugués ya había fracasado al exponer sus propósitos ante el rey de Portugal y decidió ir a España para exponer su proyecto al joven rey Carlos I, quien le aceptó la idea de encontrar un paso marítimo hacia los territorios de las Indias Orientales y buscar el camino que, según el Tratado de Tordesillas, llegase a las islas de las Especias (las Molucas).

Era la llamada ruta hacia el oeste y en la época del descubrimiento de América, con los viajes de Cristóbal Colón, Américo Vespucio y Vasco de Gama. Pigafetta era un hombre imbuido en el renacimiento y el humanismo, él mismo escribiría:“En el año de 1519 me hallaba en España en la corte de Carlos V, Rey de romanos, en compañía de Monseñor Chericato, Protonotario Apostólico entonces y predicador del Papa León X, de santa memoria, quien por sus méritos fue elevado a la dignidad de Obispo y Príncipe de Teramo. Ahora bien, como por los libros que había leído y por las conversaciones que había sostenido con los sabios que frecuentaban la casa de este prelado, sabía que navegando en el Océano se observan cosas admirables, determiné de cerciorarme por mis propios ojos de la verdad de todo lo que se contaba, a fin de poder hacer a los demás la relación de mi viaje, tanto para entretenerlos como para serles útil y crearme, a la vez, un nombre que llegase a la posteridad”.

Provisto de cartas de recomendación, Antonio se fue a Málaga en barco, y a Sevilla llegó por tierra, donde esperó tres meses antes de que la escuadra estuviese en situación de partir. La flota estaba compuesta por cinco naos y más de doscientos hombres y el italiano fue admitido a bordo como supernumerario, puesto que estaba destinado a jóvenes de familia noble enrolados como voluntarios en busca de aventuras o experiencia militar. Su nombre quedó registrado como “Antonio de Lombardía”, destinado a la nao Trinidad, capitaneada por Magallanes. Tras dificultades iniciales con Magallanes, consiguió ganar su confianza y le sirvió como lenguaraz y cartógrafo.

La expedición llegó a la desembocadura del río de la Plata y luego bordeó las costas bajas de la Patagonia, examinaban todas las bahías, creyendo siempre encontrar el estrecho tan deseado, hasta el dia 18 de octubre cuando llegaron a la entrada del estrecho... Tres semanas después, Magallanes anotaba la presencia del “cabo Deseado”, que señalaba el extremo del camino, y bogaba por el océano Pacífico, siendo así los primeros en encontrar el camino de las Indias por occidente.Las penurias del viaje por el Pacífico están relatadas por Pigafetta con violento realismo:

Miércoles 28 de noviembre: desembocamos por el Estrecho para entrar en el gran mar, al que dimos en seguida el nombre de Pacífico, y en el cual navegamos durante el espacio de tres meses y veinte días, sin probar ni un alimento fresco. El bizcocho que comíamos ya no era pan, sino un polvo mezclado de gusanos que habían devorado toda su sustancia, y que además tenía un hedor insoportable por hallarse impregnado de orines de rata. El agua que nos veíamos obligados a beber estaba igualmente podrida y hedionda...

Para no morirnos de hambre, nos vimos aun obligados a comer pedazos de cuero de vaca con que se había forrado la gran verga para evitar que la madera destruyera las cuerdas. Este cuero, siempre expuesto al agua, al sol y a los vientos, estaba tan duro que era necesario sumergirlo durante cuatro o cinco días en el mar para ablandarlo un poco; para comerlo lo poníamos en seguida sobre las brasas. A menudo aun estábamos reducidos a alimentarnos de serrín, y hasta las ratas, tan repelentes para el hombre, habían llegado a ser un alimento tan delicado que se pagaba medio ducado por cada una. Nuestra mayor desgracia era vernos atacados de una especie de enfermedad que hacía hincharse las encías hasta el extremo de sobrepasar los dientes en ambas mandíbulas, haciendo que los enfermos no pudiesen tomar ningún alimento. De éstos murieron diecinueve... Además de los muertos, teníamos veinticinco marineros enfermos que sufrían dolores en los brazos, en las piernas y en algunas otras partes del cuerpo, pero que al fin sanaron.

En la batalla de Mactán, ya en Filipinas, en la que Magallanes perdió la vida, Pigafetta fue también herido. Sin embargo, logró reponerse y continuar el viaje hasta lograr llegar a las Molucas. Posteriormente, Pigafette formó parte de la tripulación de Juan Sebastián Elcano a bordo de la Victoria en el regreso a Sevilla y sera aquí cuando finaliza sus apuntes, el lunes 8 de septiembre de 1522. Dos días antes, la nave había llegado al puerto gaditano de Sanlúcar de Barrameda cuando se habían cumplido tres años de viaje.
















“El martes bajamos todos a tierra en camisa y a pie descalzo, con un cirio en la mano, para visitar la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria y la de Santa María la Antigua, como lo habíamos prometido hacer en los momentos de angustia”.


Según relata él mismo, los supervivientes de la expedición cumplen su promesa de rendir culto a la Virgen de la Antigua y a la Virgen de la Victoria en Sevilla. Después Pigafetta parte hacia Valladolid donde se entrevistaría con Carlos I y le entregaría una de las copias de su diario de viaje. Marchó después a Portugal para ver al rey Juan I y de ahí pasar nuevamente por España hasta llegar a Francia donde se entrevistó con la reina regente Luisa de Saboya. Finalmente, según la versión del relato, le entregó una última copia al gran maestre Philippe Villiers de l’Isle-Adam y se retira a Italia.

“De Sevilla partí para Valladolid, donde presenté a la Sacra Majestad de don Carlos, no oro ni plata, sino cosas que eran a sus ojos mucho más preciosas. Entre otros objetos, le obsequié un libro escrito de mi mano, en el cual había apuntado día por día todo lo que nos había acontecido durante el viaje. Abandoné Valladolid lo más pronto que me fue posible y me fui a Portugal para hacer relación al rey don Juan de las cosas que acababa de ver. Pasando en seguida por España fui a Francia, donde regalé algunas cosas del otro hemisferio a Madama la Regente, madre del rey muy católico Francisco I.

Al regresar a Italia, en 1523 Clemente VII es elegido pontífice, máximo representante del catolicismo, y recibió una de las copias de su diario de viaje, según se refiere en el prólogo: “Regresé al fin a Italia, donde me consagré para siempre al muy excelente y muy ilustre señor Felipe Villiers de l'Isle-Adam, gran maestre de Rodas, a quien di también la relación de mi viaje. A mi regreso a Italia, su santidad el Soberano Pontífice Clemente VII, ante quien tuve el honor de presentarme en Monterosi y de referirle las aventuras de mi viaje, me acogió con bondad y díjome que le sería muy agradable poseer una copia del diario de mi viaje; híceme, pues, un deber en deferir lo mejor que pude a los deseos del Santo Padre, a pesar del poco tiempo de que entonces disponía”. A. Pigafetta.

Maracaibo, domingo 29 de octubre del año 2023

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