Voy hoy en 2023, a transcribir algunos párrafos de una charla ofrecida el 28 de junio de 1997 en Valencia, para los patólogos del Estado Carabobo-Capítulo de Carabobo- de la Sociedad Venezolana de Anatomía Patológica (SVAP); entre otras razones, porque las SVAP ha desaparecido y mucho me duele decirlo; personalmente-(desde 1968 soy miembro de esa corporación: 2 veces presidente, pasé por casi todos los cargos-menos de tesorero-en distintas Juntas Directivas) por lo que es lamentable que hoy, irresponsablemente y desde hace casi 10 años no haya sido posible “resucitar” a la SVAP…
Al charlar con los patólogos del Capítulo de Carabobo, en aquel entonces les decía… “Siempre he creído que las habilidades no exploradas por los patólogos son infinitas; lo he dicho antes. Estoy convencido de nuestra capacidad para dar muchísimo y con criterios de excelencia, en las más variadas ramas del quehacer humano. Me he atrevido a compartir con ustedes estas vivencias a riesgo de parecer pedante o fastidioso, porque francamente, he creído que les puede interesar escuchar el porqué, para qué y cómo, he venido durante casi catorce años ininterrumpidos escribiendo novelas; como me las he planteado, como las he ensamblado y las he borroneado, hasta considerarlas listas luego de escribir y corregir hasta el cansancio, como un oficio, enfrentarse a la página en blanco y escribir, diariamente, durante años”.
“El escribir literatura, para mí no ha significado abandonar el trabajo que representa la redacción, corrección y publicación de manuscritos de carácter científico, de trabajos de investigación. Indudablemente que pueden establecerse paralelismos y puntos de contacto entre el oficio de escribir ciencia y literatura, pero hoy quiero crear un hiato, una división formal entre estas dos maneras de escribir. Lo hago exprofeso. Pienso que escribir literatura es otra cosa, es algo totalmente diferente a esa pasión por la verdad que implica el ejercicio de nuestra mi especialidad. Don Pío Baroja, quien también era médico señaló una vez: “Soy un aficionado a la Biología; naturalmente sin un rigor completo, porque en literatura, el rigor científico no puede existir”
En aquella oportunidad que estoy regresando a recordar, le dije a mis colegas que: “Escribir novelas es un reto a la imaginación, es un querer ser invencionero y escribidor de todas las cosas que asedian los muros de nuestra conciencia. Finalmente creo que este proceso de escribir novelas, en mi propia aunque modesta experiencia, debe tener un significado importante en mi vida y pienso que el tratar de explicárselo a ustedes, tal vez me ayude a comprenderlo mejor y hablar sobre estas cosas, sobre el proceso de creación en la narrativa, ayudará sin duda a comprender mejor las razones que cada cual tenga para escribir”…
“Las novelas, como los cuentos, son ejemplos de narrativa en prosa. Debo decirles que, escribir cuentos, bien logrados, para mí, es algo muy difícil. El cuento, real o imaginario tiene un comienzo, un meollo y un final y como todos saben es mucho más breve que la novela. Escribir un cuento brillantemente, siento que es una verdadera proeza. La novela es diferente. Sin duda alguna, es uno de los géneros más sensibles y más complejos de la literatura. “Multiforme y proteica” decía don Pio Baroja, “la novela lo abarca todo”. Podría definirse la novela como la vida reinventada. Escribir una novela puede parecerse a componer música. La novela debe poseer un tono y un ritmo y el instrumento de cada obra, no es otro que el lenguaje. Pero no quisiera teorizar más, pues les dije, les prometí, que iba a hablarles de mis vivencias y eso es lo que trataré de hacer”…
… “Cuando decidí escribir mi primera novela, no sabía que cosa estaba escribiendo, no sabía si era un relato autobiográfico, o una jerigonza apocalíptica (así la denominaba) mientras intentaba relatar cosas que me ocurrieron durante 8 años en mi tierra al regresar de casi 5 años de especialización en unas tierras heladas y de cómo estuve luchando por tratar de hacer investigación científica… Así se fue fraguando “La Entropía Tropical”, un monstruo de casi 400 páginas llenas de personajes, con nombres diferentes a los reales, intertextualizado, lúdico, fragmentario, con una historia mesopotámica intercalada, de la cual no era muy difícil deducir que yo parangonaba a mi tierra natal con Babilonia. Cuando creí terminarlo, acudí a gente tan seria como el doctor Ildemaro Torres, quien era el director de Cultura de la UCV, o la Licenciada Mariela Sánchez Urdaneta y unos años más tarde, le di a leer “La Entropía…” al escritor Eduardo Liendo; ellos me hicieron creer que aquello que había escrito, era, una novela”…
… “En 1986 y ya dándole los últimos toques a “La Entropía Tropical”, me metí de lleno en un proyecto acariciado desde hacía varios años. Quería escribir una novela sobre Rafael Rangel, y deseaba usar al presidente Cipriano Castro como contrafigura. Habría de ser una novela que transcurriría durante los tres últimos años de la dictadura castrista, la cual culminaría con la peste bubónica en La Guaira, el suicidio de Rangel y el exilio para siempre de Cipriano Castro. Esos tres años de sucesos a comienzos de este siglo debían ir corriendo paralelos a varias historias vivenciadas en los treinta años de nuestro sistema democrático. Después de cuatro años de escribir y corregir “La Peste Loca” se me había transformado en un hipertrófico manuscrito de más de 700 páginas ”...
… “En realidad, más que contarles sobre el contenido de mis novelas, yo quería hablarles sobre el oficio de escribir y contarles cómo fue que caí en la trampa de las letras. En una de mis novelas más recientes “Escribir en La Habana”, uno de los personajes, interesado en la literatura dice: “En eso de escribir, lo más importante es querer hacerlo. Sentarse a escribir. Claro está que no es ir escribiendo allí lo que a cada cual se le ocurra. Sartre decía que, en la literatura, el asunto no es decir las cosas, sino decirlas de cierta manera. Pienso que en el lenguaje que usa el escritor reside el éxito de su obra. No es solo el fondo del cuento, el secreto está en el tratamiento de excelencia que se le dé a las letras, porque el tema, bueno ya probablemente todo está dicho. Hay una cita, creo que de Goethe sobre eso de que no hay nada que no se haya escrito, lo difícil es decir las cosas por segunda vez”…
… “Sin lugar a dudas, si algo es crucial en el oficio de escribir, es hacerlo desde el fondo de cada quien; lograrlo desnudando el alma, sin afanes de pedagogía, sin ideales políticos, sin proclamas reformistas, sin ser rebasado por lo sociológico o por sus propios conflictos y esto es difícil, es muy complejo, porque además de las vivencias de cada quien, existe lo que cada escritor haya ido incorporando a su intelecto como lector de muchos autores. El escritor puede ser un testigo de su tiempo, o puede bucear investigando en otras épocas, pero es factible que él mismo se transforme en un espejo de todo lo aprendido y como dice Liendo citando a Federico Amiel, resulta que todos no somos más que “copia de copias reflejo de reflejos”…
Aquella charla de 1997, -la llamaron “conferencia”- es muy larga y está llena de detalles de cómo, por qué y para que “escribir”. Quizás debo finalizar este relato aquí usando las palabras de mi maestro y amigo Eduardo Liendo: “Lo que más me fascina de la literatura es la posibilidad de ser otro, de ser yo y múltiple. Ser zorro y pez, nube y cometa, héroe y ratero, espuma y roca, eco y silencio... El escritor, por muy desamparado que se encuentre, por suicida que sea, es el amante preferido de la existencia. Por eso quizás su mayor desafío es vencer a la muerte con el filo de la palabra”.
Maracaibo, domingo 20 de agosto del año 2023
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