Quisiera hoy conversar sobre el Laboratorio de Microscopía Electrónica del Sanatorio Antituberculoso de Maracaibo y de los equipos, que allí fueron instalados durante el año 1969. Ya sé que, seguramente me dirán que… ¿Para qué rayos quiero recordar un pasado tan remoto, y mencionar cosas que ocurrieron aquí, hace ya unos 55 años?... y que además, ya ni existen…
Como protagonista de buena parte de aquellos hechos, voy a insistir en que es necesario recordarlos. Son parte de la historia zuliana, y son relevantes, inicialmente para establecer nexos que existieron entre los doctores Pedro Iturbe y Humberto Fernández Morán, de ellos con aquel laboratorio. La historia de ambos médicos en sus respectivas disciplinas no debe olvidarse en el Zulia, y aunque intente despersonalizar este relato, siento que es indispensable regresar a sus orígenes, sobre ciertas vivencias las cuales incidirían sobre la ulterior evolución del mismo laboratorio, el cual fue siempre una dependencia del Servicio de Patología.
El año 1962, como parte del grupo de estudiantes del quinto año de medicina de la Universidad del Zulia, nos correspondió hacer una pasantía por el Sanatorio Antituberculoso y conversamos muchas veces con el doctor Pedro Iturbe, director y alma de aquella institución. El Sanatorio era una joya de organización y eficiencia, con sus talleres de laborterapia, una urbanización periférica de viviendas rurales para los obreros y residencias para los médicos especialistas que vivían alrededor de la institución dedicados con pasión a su trabajo. Pudimos escuchar la prédica constante del doctor Iturbe, muchas veces estando sentado en la oficina de la Dirección que lucía en la pared un gran cuadro con el dibujo original de “El abanderado”, reconocido cuadro del pintor zuliano Gabriel Bracho.
Así, como el portador de aquella alabarda, nos imaginábamos al doctor Iturbe quien nos relataba como habían sido sus luchas para erradicar la tuberculosis. El doctor Iturbe nos fue inoculando sus ideas y supimos de las incontables dificultades que habrían de enfrentar quienes quisieran cambiar las cosas en el país. Él insistiría permanentemente en que para lograr algo en nuestro medio había que soñar mucho con ello, soñar y luchar muy duro para conseguirlo. El doctor Pedro Iturbe era una institución en el Zulia. Había nacido en Coro el año 1905, estudió en Italia, Francia y en los Estados Unidos y desde el año 1935 en campañas con equipos de Rayos X por las arenosas planicies de la Guajira, había podido controlar la tuberculosis que diezmaba a los indígenas wayuús, logrando para el año 1948, la transformación del Dispensario Antituberculoso en su soñado Sanatorio.
Antes de graduarnos como médicos-cirujanos, le rogamos al doctor Iturbe que nos honrase permitiéndonos ponerle su nombre a nuestra promoción, pero no pudimos convencerlo: él no aceptó y nos pidió que le diésemos a la promoción el nombre de su obra más querida, el Sanatorio. De esta manera, el doctor Pedro Iturbe pasó a ser el padrino de nuestra promoción de médicos graduados en julio del año 1963, la cual lleva el nombre de “Sanatorio Antituberculoso de Maracaibo”. Una de las excusas que nos ofreciera nuestro genial padrino para explicar su decisión, lo vinculaba con el doctor Humberto Fernández Morán, quien para la época ya estaba en el exilio y como él, había sido perseguido y tildado de loco por el pecado de haber cosechado éxitos cada uno por separado en sus gestiones al frente de dos instituciones, el IVNIC y el Sanatorio Antituberculoso de Maracaibo, durante el gobierno del General Marcos Pérez Jiménez.
Durante mis estudios de postgrado desde marzo de 1964, en los Estados Unidos(EUA), la relación epistolar con mi padrino de promoción, me permitió mantenerle informado de cómo había comenzado a colaborar en proyectos de investigación en patología pulmonar usando un microscopio electrónico (ME). El profesor Enrique Valdivia, en la Universidad de Wisconsin venía examinando las alteraciones ultraestructurales del alveolo pulmonar en un modelo experimental con animales (acures) que vivían en cámaras a baja presión de oxígeno.
Tras lograr prolongar mi estadía en EUA con una beca-ayuda conseguida por el doctor Iturbe con el MSAS, una noche a finales del año 1966 me sorprendió telefónicamente planteándome su idea de comprar un ME para el Sanatorio para que pudiésemos comenzar a trabajar en la investigación ultraestructural de la patología pulmonar. El año 1967, ya el incansable doctor Iturbe había conseguido los recursos por la Junta de Beneficencia Pública del Estado Zulia y me pidió que visitase al doctor Fernández Morán quien trabajaba en el Instituto Fermi de la Universidad de Chicago.
Esta entrevista la he relatado previamente y de cómo el decidido apoyo de Fernández Morán consolidó la idea de la creación de un laboratorio de ME en Maracaibo siguiendo muchas de sus precisas indicaciones. Tras 4 años en EUA, luego de un curso de ME en La Universidad de California (Julio del 1967) y de una visita en Boston a las instalaciones de la compañía JEOLCO del Japón, tras mi regreso a Maracaibo en diciembre del 68, se decidió la compra del modelo JEM 7A, un ME de alta resolución.
Las dificultades y peripecias que se dieron para instalar el ME y organizar el Laboratorio de ME del Sanatorio Antituberculoso de Maracaibo fueron tan pintorescas que valieron para ser relatadas como parte de la novela La Entropía Tropical(EdiluzEd.2003). El Laboratorio poseía además del ME JEM7A de alta resolución, un evaporador de vacío, microscopios de luz y estereoscópicos, dos ultramicrotomos PorterBlum MT2 equipados con cuchillas de diamante, campana de extracción de gases, sistema de circulación refrigerado para el ME, un laboratorio de fotografía anexo, todo en un ambiente de aire acondicionado con espacio para el estudio y un área para actividades de patología experimental.
Para el entrenamiento del personal del laboratorio en técnicas de ME, un histotecnólogo-citotecnólogo, el Br. Jesús Vivas durante casi seis meses estuvo en el IVIC, aceptado por el doctor Luís Carbonell quien nos ofreció su apoyo y la colaboración del personal técnico del IVIC. Vivas regresaría con una eficiente preparación, e igualmente contábamos con Enrique Murcia Díaz quien para la época era fotógrafo del Sanatorio y de la Facultad de Ciencias Veterinarias y colaboró intensamente en la preparación de los químicos, en la selección del material de fotografía y en otras actividades del laboratorio.
Los resultados de estos esfuerzos se vieron pronto recompensados al iniciar a corto plazo la presentación de trabajos en congresos científicos y con la publicación de los mismos en revistas indexadas, nacionales y del extranjero. El apoyo del IVIC a través de los doctores Luís Carbonell y Gernot Bergold fue fundamental en diversos proyectos de investigación del laboratorio, en particular sobre el desarrollo del virus de la encefalitis equina venezolana (EEV). También muy importante fue la colaboración de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad del Zulia, a través de su Decano el doctor Parra Atencio y de los profesores de la Cátedra de Histología y Embriología, Dagoberto González A., y Rodolfo Vallejos, quienes colaboraron en diversos proyectos de investigación del Laboratorio desde su inicio el año 1968.
La ayuda y colaboración de las Dras Slavia y Elena Ryder del Instituto de Investigación Clínica de la Universidad del Zulia en las pesquisas sobre el virus de la EEV fueron de los primeros éxitos que cosecharía el Laboratorio de ME y entre 1968 y 1975 una veintena de trabajos sobre sobre las tricomonas, la candidiasis, tumores, los virus de la EEV, de la rabia, y el VPH señalando su papel en el cáncer del cuello uterino, fueron presentados en eventos y publicados en revistas indexadas. Esta historia maravillosa, lamentablemente no habría de tener un final feliz…
Pero, mejor dejamos esa historia para otra ocasión.
Maracaibo, viernes 11 de agosto del año 2023
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