sábado, 7 de junio de 2025

Una conferencia (2)


Para regularizar mi situación, mientras se daban los llamados trámites de “homologación”, que debe ser un sencillo papeleo entre dos universidades nacionales, no sé porque, pero duró tres largos años, y me tocaba vivir con un sueldo de instructor, y tenía 5 hijos en colegios privados, por lo que no tuve más remedio que ponerme a pintar. Lo hacía por las noches. Pinté muchos cuadros al óleo con espátula, muy coloridos, muchas guajiras y paisajes de mi tierra que se vendían bien. Hacía exposiciones y llegué a vender más de un centenar de ellos, para sobrevivir… y funcionó. En el Instituto Anatomopatológico de la UCV, fui incorporado con el nuevo ME. Allí pasaría 29 años de mi vida, muy productivos. Allí ascendería a Profesor Titular y durante 12 años, me tocaría la responsabilidad de ser el director de aquel Instituto.

Les cuento que en aquellos años comencé a escribir novelas. Supongo que buscaba una manera de relatar tantas vivencias, muchas de ellas contradictorias y disparatadas. Quizás lo hacía tratando de entender al escribirlas cómo me iba tocando resolver las cosas. La primera novela de las 8 publicadas, la escribí en los años 80, y sin embargo demoró para publicarse hasta el año 2003, quizás por estar parcialmente escrita en “maracucho”. La novela lleva por título una expresión que le escuché una vez a Fernández Morán quien me dijo que nosotros teníamos que luchar y vencer “La Entropía Tropical”.  En esta novela, plasmé un verso de nuestro poeta Idelfonso Vázquez, quien también era médico y se encontraba, como me sentía yo en aquellos años… Viviendo en el exilio…     Él, decía:

“¡Adiós, adiós, inculto paraíso/ do el goce halló mi juventud dichosa!  Ay, en mal hora arrebatarme quiso/ de tu seno la suerte veleidosa... Hoy otro campo más estéril piso, / por otra senda voy, más enojosa/ Cruzo el triste sendero de la ausencia /trillo el árido campo de la ciencia.”

Cuando estaba recién graduado de médico-cirujano, y comencé a trabajar en el hospital Universitario de Maracaibo con el doctor Wenger, me tocó autopsiar varios recién nacidos y mortinatos, con necrosis cerebral producto de la epidemia de encefalitis equina venezolana padecida por sus madres en la Guajira durante el año 1962-1963. Desde mi regreso a Maracaibo, me interesó examinar con el ME el virus de la encefalitis equina y con el personal de Instituto del doctor Negrette y la ayuda del IVIC, trabajé en el desarrollo de un modelo experimental para tratar de reproducir el fenómeno de la necrosis cerebral in útero. Publicamos varios trabajos, algunos con Slavia y Elena Ryder. 

Ya en Caracas, en el Instituto de la Universidad Central, contaba con el ME Hitachi 500 donado por CONICIT y con la colaboración de José Esparza en el IVIC, iniciamos una labor de investigación durante años que se apoyó en muchas publicaciones en diversas revistas indexadas, con la que lograríamos nuestro cometido, demostrando experimentalmente usando ratas Sprage Dawley inoculadas con el virus de la encefalitis equina venezolana (EEV) cual era la patogenia del daño cerebral intrauterino, relacionándolo con la replicación del virus en la placenta.

En el Instituto Anatomopatológico de la UCV vivimos también la pandemia del SIDA, y nuestros médicos residentes hicieron cientos de autopsias hasta publicar diversos trabajos sobre la patología de esta enfermedad en Venezuela. Todo aquello fue muy gratificante… Quizás lo más importante fue llevar al Instituto de la Universidad Central de Venezuela a ser el Centro Nacional de Referencia en Anatomía Patológica, donde través de una labor de educación continuada en Patología, preparamos a la mayoría de los patólogos que ejercen en el país. Desarrollamos Cursos y Talleres dictados durante muchos años por los mejores patólogos del mundo, muchos de ellos eran los patólogos latinoamericanos ejerciendo en los Estados Unidos. Una labor que se hizo siempre extensiva a todos los especialistas del país porque estuvimos constantemente conectados con la Sociedad Venezolana de Anatomía Patológica. El Instituto de la UCV pasaría a ser en patología, una institución de referencia en Latinoamérica. 

Pero no todo habría de ser perfecto. En 1997 mi esposa, quien era muy joven, enfermó de cáncer.    Tuve que pedir mi jubilación de la UCV. Al dejar la dirección, el uso del ME del Instituto se me limitó, y me centré más en la inmunohistoquímica de los tumores. Aunque seguimos haciendo investigación y docencia activa, y hasta pudimos publicar con el Instituto Canario de Investigación sobre el Cáncer, una colección actualizada de libros, (5 tomos), titulada “Avances en Patología”, por primera vez me vi obligado a hacer práctica privada. Desde 1998 por iniciativa de mi esposa, fundamos un laboratorio para diagnóstico por inmunohistoquímica, el mismo que actualmente me ha permitido continuar trabajando aquí, a diario, y para todo el país. Tras cuatro años de batallar contra el cáncer, mi esposa fallecería en marzo del año 2001.

En el año 2005 decidí regresar a Maracaibo y le ofrecí mis servicios a la Universidad del Zulia. Así fue, y tempranamente dicté por la Escuela de PostGrado de la facultad de Medicina un Curso de Inmunohistoquímica para patólogos, pero curiosamente no asistió ninguno de mis colegas especialistas de la ciudad. Después, algunos me darían algunas explicaciones que me parecieron absurdas… Más tarde, mi Alma Mater me distinguió con un doctorado Honoris Causa, que agradezco profundamente, pero ciertamente, hubiese querido contribuir mucho más con mí universidad… y desde mi regreso, hace ya 12 años, nunca fue posible. 

Desde entonces he tratado de hacer algo a través de la Academia de Medicina del Zulia, he sido Secretario en dos Juntas Directivas, y aquí estoy sumamente agradecido por esta oportunidad. He intentado hoy, no caer en el terrible tema de hablar de nuestra caótica situación actual y de las dificultades que padecemos…  Espero excusen mi atrevimiento por haber tomado la libertad de desvelar fragmentos de mi vida para ustedes, quizás queriendo señalar que hacer investigación en nuestro país, tampoco ha sido una tarea fácil.   

Siento que debo repetir algo que dijera en un discurso, de hace ya casi 30 años. Sería en el año 1991, cuando traté de explicarles en la capital a mis colegas patólogos, que era ya tiempo de abandonar el exilio y de regresar a mi tierra. Ellos no querían aceptarlo… Recuerdo les hablé del lago, con sus ondas; “la ola medio caliente, entumecida, coronada de espuma”, que, para mí, flotaba melancólica y me llamaba… Bien. Al final concluiría diciendo y lo repito ahora, que lo importante es trabajar y es ideal poder hacerlo en lo que a uno le gusta, pero especialmente, hacerlo siempre, con amor, para ser más humanos todavía, y poder dormir así, tranquilos, y apaciblemente, vislumbrar en las madrugadas, bajo un cielo preñado de luceros, como florece cada día, en el solar de cada quien, un limonero.  

Muchas gracias.

Hace ya nueve años que esta conferencia fue dictada en la Academia de Medicina del Zulia, y la estoy poniendo de nuevo en el blog hoy cuando se habla de un repunte de COVID 19 como un homenaje a los muchos colegas académicos que fallecieron en la pasada pandemia del COVID 19 (https://surl.li/jiacxg ) en Maracaibo. 

Maracaibo, sábado 7 de junio del año 2025

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