Conferencia Magistral dictada en el XVIII Congreso de la Academia de
Medicina del Zulia, el día 4/10/2016.
Buenas tardes, estimados colegas, señoras, señores:
quiero agradecer el honor de haber sido designado epónimo de este
décimo-octavo congreso de la Academia de Medicina del Zulia, heredera de la
Sociedad Médico Quirúrgica del Zulia, una institución fundada en 1917. Este
año estamos celebrando el centenario de su nacimiento y recién se cumplen
también, 50 años desde agosto de 1967, cuando mediante Decreto de la Asamblea
Legislativa del Estado, se transformó la Sociedad Médico Quirúrgica en la
Academia de Medicina del Zulia. Agradezco igualmente, la oportunidad de dirigirme
a ustedes en esta ocasión tan importante…
Desearía hablar confiadamente y lleno de optimismo
mirando hacia el futuro y como cualquier venezolano, quisiera poder a vivir en
un país mejor, un país sin inseguridad, un país abastecido de alimentos y de
medicinas, sin las terribles cifras estadísticas sobre la desnutrición, o sobre
la mortalidad materna e infantil… Sin esos datos endemoepidémicos, ausentes, y
que no obstante reflejan nuestra muy precaria situación sanitaria. Quisiera no
aceptar la realidad de que paulatina y conscientemente, ¡hemos llegado a esto!
Vivimos un cuesta-abajo indetenible que mantiene el país en total deterioro y
al borde de la hiperinflación. Quizás lo peor es saber que sinceramente, nadie
vislumbra signos de rectificación. Pareciera no existir nadie que pueda
plantear soluciones efectivas, por lo que, ante esta cruel realidad, no debo…,
es que no quiero, hablar de política, esta tarde... Sería asumir una actitud
plañidera ante los daños sufridos, daños que aparentemente serán irreversibles…
Estoy a un par de años de llegar a los ochenta y
pensé que tal vez podría ser más adecuado detenerme a reflexionar. Sin saber lo
que nos sucederá en el futuro cercano, quisiera hoy hablar sobre algunas
vivencias personales. Las dificultades y tropiezos que han significado querer
luchar siempre para hacer investigación, usualmente contracorriente y en
ocasiones obligándome a tomar complejas decisiones, espero pueda servir como
ejemplo, o al menos sirva para hacer catarsis, ante lo complicado que podemos
vislumbrar hoy día, el futuro del país…
Nací en el hospitalito, al lado de la Basílica, en
noviembre de 1939. Mi abuela vivía en la calle derecha a dos cuadras del
convento y mi padre trabajó siempre en la Plaza Baralt; de modo que desde niño
aprendí a querer a Maracaibo, con esa dosis suprema de regionalismo que nos
caracteriza y además estar “jochao” de eso. Cuando comencé a estudiar Medicina
en la Universidad del Zulia tenía 17 años y me gradué 6 años después, en 1963.
Conservo vivo el recuerdo de mis profesores en la
Facultad de Medicina, desde Julio Árraga Zuleta, hijo de nuestro famoso pintor
Julio Árraga, con un gran don de gente y extensa cultura literaria, él fue
fundador de nuestra Academia de Medicina del Zulia; recuerdo entre los cirujanos
a Rodolfo Urrutia Loaiza, impulsor de la Cirugía experimental en el Zulia con
innovadoras técnicas en cirugía gastrointestinal y de la vesícula biliar; en el
mismo hospital Chiquinquirá como estudiantes aprendimos al ver actuar al
siempre actualizado José Trinidad Martínez, todavía ilustre experto ginecólogo
de Maracaibo y no puedo olvidar a otro José Trinidad, JTNúñez Montiel el
brillante colposcopista y estudioso ginecólogo que me condujo hacia la
investigación ultraestructural sobre el virus del papiloma humano (VPH), en
trabajos que adelantaríamos juntos a comienzos de los 70. Inolvidables fueron
las clases magistrales de José Ordoñez Marín quien fuera decano fundador de
nuestra Facultad de Medicina. Como internista imposible no citar al Master Jorge
Quintero Atencio brillante filósofo con una mente privilegiada, y al
tempranamente fallecido Oswaldo García Arenas fundador del Servicio de Medicina
Interna en el hospital General del Sur; recuerdo a Jorge Hómez Chacín el
dermatólogo venereólogo y parasitólogo de la escuela francesa y al mencionar la
parasitología debo decir Adolfo Pons y su revista Kasmera, y por las revistas,
nada como Investigación Clínica del genial Américo Negrette. Negrette fue
nuestro maestro de Semiología en las salas del hospital Central. Mi interés por
la investigación, me unió a los jóvenes investigadores que en aquellos días
ayudarían a Negrette para crear el Instituto de Investigación
Clínica…
Tengo que confesarles que esperaba ser cirujano.
Quería ser un cirujano como Humberto Rivera, entusiasmado al ver los cuidados
postoperatorios que Humberto le prodigaba a los pacientes quirúrgicos…, Pero
terminé decidiéndome por examinar en el hospital universitario, las causas y
las consecuencias de las enfermedades bajo la tutela del doctor Franz Wenger.
Es importante recordar el rol que jugó Wenger en su lucha para hacer despistaje
de cáncer por citología. Fundó una Sección especial para entrenar
citotecnólogos en el hospital universitario de Maracaibo, en aquellos tiempos
cuando los radio y quimioterapeutas oncólogos eran Luis Guillermo Borjes Duarte
y Jesús Acosta Galván. Todos ellos fueron mis profesores y muchos más a quienes
no he podido nombrar, les conocí estudiado Medicina y hoy aprovecho para
agradecerles públicamente por lo mucho que me enseñaron…
Les decía que hice anatomía patológica con el
doctor Wenger desde mi graduación en julio del año 63 hasta febrero del año
siguiente, 1964, y sería el propio Wenger, al saberme “a dedicación exclusiva”
pero sin sueldo, quién me consiguió una beca de un Club Rotario en Wisconsin y
fui a parar a los Estados Unidos. Tras 4 años de entrenamiento como residente,
y de hacer investigación en pulmón y en Neuropatología con microscopía
electrónica. Una noche, el doctor Pedro Iturbe me informó telefónicamente que
había conseguido un microscopio electrónico (ME) para su Sanatorio y me pidió
que fuese hasta Chicago para visitar al doctor Fernández Morán. Lo hice, y ya
en Maracaibo en 1968, instalaríamos el ME para hacer investigación en el Sanatorio
Antituberculoso de Maracaibo siguiendo las instrucciones de Fernández Morán.
Cuando en enero del 68 regresé a mi ciudad natal, me dijeron que no había cargo
en la Facultad de Medicina y afortunadamente pude ingresar como profesor
Asistente en la Cátedra de Histología y Embriología, de la Facultad de Ciencias
Veterinarias de nuestra universidad.
En unos años, el Sanatorio se transformó en
hospital General y el doctor Iturbe se fue a la Medicina Familiar. Mis técnicos
buscaron mejores posiciones y a pesar de existir ya una veintena de
publicaciones en revistas indexadas, el laboratorio comenzó a quedar
desamparado y su situación, y la mía personal, se hicieron cada vez más
difíciles y complicadas… Decidí entonces aceptar una oferta para trabajar un año como neuropatólogo en el
hospital Vargas de Caracas y lo hice aprovechando mi año sabático de
la Universidad del Zulia. Así, en 1975 me trasladé a Caracas. El director del
Instituto de Patología del hospital Vargas era para aquel momento, el Ministro
de Sanidad. Nosotros desarrollamos una intensa actividad en Neuropatología y
ultraestructura, logré conseguir un ME Hitachi H-500 con el CONICIT, más sin
embargo al finalizar abruptamente la gestión en el Ministerio - el director
regresaría al Vargas - y me planteó devolver el nuevo ME al CONICT y también me
sugirió que me convendría más, regresar a mi tierra. … Decidí
entonces pasar del hospital Vargas al Instituto Anatomopatológico de la
Facultad de Medicina en Universidad Central de Venezuela donde fui contratado
para para dirigir la Sección de Microscopía Electrónica.
NOTA. Esta
conferencia finalizará mañana sábado 7.
Maracaibo,
viernes 6 de junio del año 2025
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