Regreso a conversar sobre
algunos detalles personales sobre el escritor Roberto Bolaño, autor de Los detectives salvajes(1998), premio
Rómulo Gallegos 1999 y de 2666(2004).
Cuando tenía 13 años, Roberto abandonó su Chile natal, se marchó a México con
su familia, y durante la década de
1970, fundó junto a otros jóvenes poetas el movimiento infrarrealista.
En 1976 se instaló en Blanes, un pueblo de la Costa
Brava española decidido a escribir…
En una
nota escrita por el autor para el libro La Universidad Desconocida
él destaca que Amberes fue su primera
novela. Fue escrita en 1980 mientras trabajaba de vigilante nocturno “en el camping el camping Estrella
de Mar de Castelldefels”. Veintidós años después y firmada por Bolaño en Blanes en 2002, Amberes iba a ser su
octava novela editada por Bolaño y dedicada a
sus dos hijos, Alexandra y Lautaro, habría de ser publicada por la EditorialAnagrama en Barcelona, España.
1993 fue un año
difícil para el escritor, ya que los médicos le diagnosticaron una grave enfermedad hepática, pero lejos
de paralizarle, esta difícil noticia le dio a Bolaño el impulso definitivo para
entregarse enteramente a su literatura: meses más tarde publicó las
novelas Los perros románticos y La
pista de hielo, además de un recopilatorio de poemas
escritos entre 1977 y 1990.
Los años siguientes
vieron la luz La literatura nazi en América, Estrella
distante y la recopilación de cuentos Llamadas telefónicas,
que le valió el Premio Municipal de Santiago de Chile, el más importante del
país. Justo después, el escritor publicó la obra que lo catapultaría a la fama
y que haría que su nombre se
reconociera a nivel internacional: la novela Los detectives salvajes.
Los detectives salvajes (1998), relata a través del diario de un
adolescente, Juan Garcia Madero, las peripecias de un grupo de poetas y su
periplo vital alrededor del mundo, el mexicano Ulises Lima y el chileno Arturo Belano,
y su escribir le llevará a la figura de un perseguido novelista alemán Bennovon
Archimboldi en el infierno de Santa Teresa una ciudad donde finalizan
asesinados todos los escritores y cientos de mujeres parodiando a Ciudad Juárez
en las 1.125 páginas de 2666 (2004).
Bolaño
es casi un niño cuando deja a Chile y se va a México para crecer en el Distrito
Federal de los años sesenta. Cargara con esta experiencia cuando decide
marcharse definitivamente a España y será este México reconstruido desde el Mediterráneo
la que con asombrosa nitidez aparezca en Los
detectives salvajes y armado tan solo con sus recuerdos que incluían la
visita a Ciudad Juárez para que reconstruyese la medula de su discurrir
literario. Ese periplo mexicano de los heroicos poetas adolescentes se refleja
en Chile con Estrella distante
(1996) un país habitado por milicos y curas, y poetas o escritores facistoides;
será Nocturno de Chile en palabras
del autor, la una metáfora de “un país que no sabe si es un país o un
paisaje”, con jóvenes sangrando en
sótanos donde el temperamento melancólico de Bolaño se resiste a percibir
nostalgia o caer en el vicio de la añoranza.
Los detectives salvajes
le rinden culto a la juventud mexicana, mitificando a la pandilla de poetas
jóvenes marginales y Bolaño se percibe nostálgico del aquel viaje ilusionado
que con una especie de vuelta de tuerca se va a transformar con 2666 en la brutal realidad de una
ciudad de maquiladoras, de crímenes y de un terror que nos regresa a los
originales aztecas y a su violencia sepultada por siglos de historia. Tal vez
en la misma onda, la obra de Bolaño se suma a la literatura mexicana de las
últimas décadas, a la Octavio Paz y de Carlos Fuentes.
Obviamente
que Belaño, el alter ego de Bolaño e igualmente Ulises Lima, asumen gozosamente
su destierro. El exilio va a expulsar a Roberto de Chile y será él mismo quien
se echa fuera de México, es como si existiese un impulso que lo lleva al
exilio, ese fenómeno tan cruelmente vivido ahora por millones de compatriotas
venezolanos. De manera que es en el exilio afuera de Chile y de México donde
Bolaño en un pueblo de la Costa Brava española se vuelve el escritor.
En los noventa había
recibido la primera alarma de su hígado y sólo en 2002, decidió solicitar uno
de repuesto. Las hemorragias se sucedían con cierta frecuencia y no se sentía
alentado para continuar su novela: 2666. pero ya Bolaño
personaje emblemático e icono de la nueva literatura del idioma español, un
velero que naufragaba sin que nadie le detuviera. Ya era Roberto Bolaño, el
salvaje que opinaba saliendo a la palestra lanza en ristre. Literatura dentro
de la realidad.
¿Sabía Bolaño que el
fantasma de su literatura ya recorría el mundo? Roberto Bolaño, esperó por un
nuevo hígado hasta el final de sus días.
Los últimos 12 meses de
su vida fueron estrictamente literarios y suicidas. Peleaba con su propia
literatura, arreglaba, corregía, revisaba, ponía en orden, luchaba confiando
que saldría del quirófano para recuperarse. Asistió al Primer Encuentro de
Escritores Latinoamericanos de Sevilla, donde fue literalmente
canonizado como cabeza de generación, cuando ya se despedía, pus no le quedaban
sino tres semanas de vida y sólo 8 días realmente consciente.
El 9 de julio de 2002,
poco más de un año antes de su muerte, había anotado en su diario de manera
feroz: “Sospecho que en 1980 nadie, en Chile y la mitad oeste de Argentina,
escribía como yo”.
2666, el texto de mil páginas
que se terminó publicando de manera póstuma, después de que el autor falleciera
el 14 de julio de 2003. Bolaño afirmó en una ocasión, “ahora
y hace años y dentro de unos años: lo brutal siempre es la muerte”.
Así
finalizó la vida del escritor y se prendió la llama de la leyenda literaria en
la que se convertiría con el paso del tiempo. “La literatura se parece mucho a
las peleas de los samuráis, pero un samurái no pelea contra otro samurái; pelea
contra un monstruo”, aseguró Roberto Bolaño, “Generalmente sabe, además, que
va a ser derrotado. Tiene el valor
sabiendo previamente que va a ser derrotado, y salir a pelear: eso es la
literatura”.
Maracaibo, domingo 22 de
junio del año 2025
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