Los mantodeos, comúnmente conocidos
como mantis,
mamboretás, santateresas, rezadoras
o campamochas, son
unos insectos quienes por aquí y cuando niño, recuerdo que los denominábamos “cerbatanas”
y sé que en Paraguay, reciben la denominación de mbói sy (madre de la serpiente, en guaraní),
en referencia a mitos locales asociados a su morfología y comportamiento.
La mantis gigante de la flor del diablo (Idolomantis diabolica) que vale para titular este artículo, es una de las especies de insecto mantodeo de la familia Empusidae y el único miembro de su género Idolomantis. Las hembras pueden llegar a medir 13 cm de longitud mientras que los machos alcanzan los 10 cm. Son nativos de Etiopía, Kenia, Malawi, Somalia, Tanzania y Uganda, de manera que difícilmente las veremos “por estas calles”.
Entre las tácticas de
caza más llamativas, un estudio publicado en 2019 descubrió una especie de mantis que adopta una estrategia de
mimetismo que la convierte en la primera especie documentada que
imita, en coloración, comportamiento y morfología, a una avispa de colores
llamativos.
Las mantis, como cualquier otro animal depredador, “tienen unas pautas genéticas desarrolladas por evolución a la hora de acercarse el macho a la hembra”. Las mantis machos suelen morir a mordiscos por las hembras tras la copulación y lo hacen por la necesidad que éstas tienen para ser alimentadas con las proteínas que contienen las cabezas de sus fugaces amantes, con el fin de desarrollar los huevos y realizar con éxito el momento de la puesta.
La hembra reconoce siempre que es
un animal de su especie lo que tiene delante, por estas pautas de
comportamiento y sus colores que están destinados a apaciguar el instinto
devorador de la hembra para poderse acercar para copular, pero, aun así, en la
mayor parte de los casos termina siendo devorado, aunque eso también ocurre en
otros grupos de insectos o entre algunos tipos de arañas. “En el ritual de este apareamiento, los machos emiten unas señales o
realizan danzas alrededor de la hembra. Dentro del grupo de las mantis, incluso
hay algunos machos que tienen impresas en sus alas posteriores manchas de
colores vistosos y, al abrirlas delante de la hembra, se convierten en una
señal para ser reconocido por ellas”.
Tras copular, acto que puede durar dos horas, el
macho deja de tener su función y si éste no se separa dentro de un tiempo
prudente, sino que permanece más rato, la hembra lo devora como devoraría a
cualquier otra presa. No es porque sea macho por lo que la hembra lo
mata, sino que, en el momento que ha copulado, acto que puede durar dos horas,
el macho deja de tener su función y si éste no se separa dentro de un tiempo
prudente, sino que permanece más rato, lo devora como lo con cualquier otra
presa. Por lo que no es aconsejable que se el macho se quede dormido encima de
la hembra tras la faena.
El cortejo de las
mantis religiosas puede ser una aventura peligrosa y se ha documentado que las
hembras arrancan la cabeza y devoran las partes del cuerpo de los machos con
los que se aparean. Sin embargo, la frecuencia de dicha violencia podría
haberse exagerado ligeramente ya que no todas las mantis religiosas canibalizan
a sus parejas. Quizá eso ocurra si la hembra está pasando hambre o el macho la
irrita. Pero no siempre lo hacen. En algunos casos, las mantis religiosas macho
suponen que una parte importante de la dieta es una hembra durante la época de
apareamiento. Sin embargo, estos insectos también devoran muchos más animales,
como aves, etc.
Salvo en la
Antártida, se ha observado a mantis religiosas devorando aves en todos los
continentes. The Wilson Journal
of Ornithology en 2017 publico 147 casos
de insectos que devoraban aves en 13 países de seis continentes. En
total, hay 12 especies diferentes de mantis alimentándose de 24 tipos de aves,
siendo los colibríes las presas más habituales. Las mantis tienen un método
horripilante para devorar sus presas ya que empiezan por la cabeza. En muchos
casos, los insectos perforan la cabeza de las aves y se alimentan de sus
cerebros. El insecto más prolífico es la mantis china (Tenodera
sinensis), que ha sido introducida en el noreste de América. En esta
región, los colibríes
gorgirrubís (Archilochus colubris) son las
víctimas aviares más habituales.
Sin embargo, la más extendida en
Estados Unidos es la mantis religiosa europea (Mantis religiosa),
que es probablemente la más conocida y estudiada. El estudio también
documentaba otros animales de los que se alimentan los voraces insectos: “Ranas,
lagartos, salamandras, tritones, musarañas, ratones, serpientes, tortugas
pequeñas de caparazón blando e incluso un murciélago pequeño en una ocasión”.
Otra cosa que pueden
hacer las mantis religiosas es detectar murciélagos que se acercan. Mientras
vuelan —tienen alas que normalmente están plegadas y no son visibles, a no ser
que estén quietas e intenten abalanzarse sobre presas desprevenidas— pueden
detectar las frecuencias ultrasónicas que los murciélagos utilizan para
cazar. Usando un órgano similar al oído en el centro del pecho, pueden escuchar
sonidos por encima de los 20 000 hercios, fuera del rango auditivo humano.
Detectan la serie de sonidos que emplean los murciélagos para aproximarse a sus
presas, y pueden cambiar su trayectoria de vuelo, realizando una espiral
descendente, evitando que las capture. La mantis religiosa acecha y atrapa a sus presas a
una velocidad de vértigo.
Las mantis deben sopesar a qué distancia se encuentra su presa antes de intentar capturarla y sin moverse, ya que cualquier movimiento alertaría a la presa. La visión en estéreo es una buena solución para hacer precisamente eso. Las mantis religiosas puedan ver muy bien en 3D, tarea que es computacionalmente costosa para los primates y animales más complejos. Las mantis, solo poseen un millón de neuronas, frente a las100.000 millones del cerebro humano.
Los ojos
de las mantis tienen pupilas que pueden seguir con la mirada a quien se mueve.
Tienen enormes ojos compuestos, formados por miles de receptores de luz
llamados omatidios. Las mantis no tienen pupilas, que los animales como los
mamíferos usan para enfocar la luz en la retina y formar una imagen en el
cerebro, increíblemente las mantis religiosas puedan ver bien en 3D, tarea que
es computacionalmente muy costosa para los primates y animales Cuando miras al
insecto a los ojos, la mancha oscura que se mueve son en realidad receptores de
luz que, por su ángulo, absorben todas las longitudes de onda de luz, y por eso
son de color negro. Por su parte, los receptores de luz alrededor del punto
negro reflejan longitudes de onda específicas, por eso el resto del ojo parece
verde, blanco, marrón o violeta.
La
mantis religiosa entra dentro de, el grupo que se ha dado en llamar el
apocalipsis de los insectos, puesto que su tasa de extinción es incluso ocho
veces superior a la de las aves o los reptiles. Varias son las causas de su
desaparición, los cambios ambientales y de temperaturas, así como los
insecticidas que hacen desaparecer a sus presas.
Maracaibo, domingo 8 de junio del año 2025
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