El sábado
25 de febrero del año 2023, en este blog lapesteloca,
relatamos detalles sobre la vida del militar venezolano (https://surl.li/ljdhis
)Antonio Paredes Domínguez (1869-1907) y de su trágico fallecimiento el 15 de febrero de 1907
a finales de la dictadura de Cipriano Castro.
Cipriano Castro invade Caracas,
en 1899, cuando Paredes le sirve al presidente Ignacio Andrade defendiendo la
Plaza de Puerto Cabello. Como él no es hombre de rendiciones acusa de
“traidores” a los que ayer estuvieron con el Gobierno y hoy están con la
revolución y se atreve a desafiar al propio Castro llamándole “cobarde” porque
no viene a medir sus fuerzas con él. Cipriano Castro es el jefe de la
Revolución Restauradora y mal debe haberle sentado la impertinencia del apuesto
General, quien sin pretenderlo era el representante de la aristocracia y de la
cultura, pues educado en Europa lo reta a “medir
con él sus fuerzas para comprobar que sus soldados serán derrotados”.
La superioridad y la digna
altivez de Antonio Paredes es notoria ante el propio Andrade quien titubea, sin
aceptar la derrota y le dice: “Apóyeme y venceremos a los traidores”,
pero Antonio Paredes ha criado en Tácticas Militares, entiende que en esa pelea
técnicamente, permanecerá solo y todos se irán con la revolución. Antonio
Paredes por su atrevida y digna actitud irá a purgar en el Castillo de San
Carlos, en la barra del Lago de Maracaibo, su inquebrantable actitud de militar
recto y honorable.
El “Diario de mi prisión en San Carlos” de Antonio Paredes, contiene,
no las observaciones de un militar derrotado, ni es una muestra de la trágica
versión de un hombre atado con grillos, quien colmado de odio se muestra
sediento de venganza. “Diario de mi
prisión en San Carlos” es la obra de un escritor culto, a veces de un poeta
prisionero, quien espiritualiza el sufrimiento. Este hombre ha llevado consigo
a su prisión, a Moliere, a Corneille, a Racine, a Musset, a Spencer, y a Byron…
Miguel Ángel Campos ha relatado como Antonio Paredes en “aquella cárcel en la que aparte de conspirar como rutina dedica algún
tiempo a la lectura de Musset y de Goethe entre otras a las que hace
referencia”
Él, quien lee literatura en tres
idiomas, y les traduce a sus compañeros l’Aiglon, de Rostand, escribirá por
primera vez cómo es estar encarcelado dentro de los oscuros muros de calabozos
sin aire, sin luz y sin sol, donde, sin embargo, esas “memorias” de su prisión en el Castillo de San Carlos están llenas
de una suave luz interior que muestran un Antonio Paredes metido en la soledad
de sí mismo. Es él quien escribe: “mis ojos ávidos de otros espectáculos están
cansados de contar las grandes vigas de mangle rojo mal unidas que a la vez que
sirven de asiento a esta lúgubre cueva, forman el asiento de la azotea donde
durante el día se pasea el oficial de ronda. Podría decir cuántos huecos de
clavos o estacas quedaron en el muro el día de la lechada”.
Antonio es un sentimental soñador
cuando habla con los animalitos que lo visitan: “entre los muchos lagartijos o
tuqueques que veo diariamente, conozco y aprecio de modo particular a uno que
tiene la cola dividida en dos como una foca, otro con el rabo mocho que pasa el
día cerca, en el túnel de la puerta cazando moscas y un tercero de colores muy
vivos y esbelta figura, con la parte posterior de la cabeza de un amarillo
subido, que por tantas ventajas debe ser el terror de los papás y los maridos
de las lagartijas hermosas”. Antonio Paredes va a ser el primero
que publicará en Venezuela un libro donde recogió sus memorias en la prisión,
quizás inspirado en las Memorias del patriota, escritor y poeta italiano
Silvio Pellico (1789-1854).
Otras veces es el rumor de la
noticia lo que sacude el alma de los prisioneros, o la simple buena nueva de
que pueden salir al patio a tomar el sol, o una resignación ejemplar del
general cargado de grillos. “Nadie que no haya estado privado del aire
como nosotros podrá comprender nuestra dicha. Hoy he admitido una vez más la
grandeza de Dios. Yo habría deseado conservar una fotografía de aquello: el
viejo con su larga barba blanca, desnudo de medio cuerpo arriba, caminando a
pasos muy cortos, algo inclinado hacia adelante; por detrás Pino, de uniforme,
más encorvado aún que el viejo, llevándole los grillos…” Antonio
Paredes según Miguel Ángel Campos, “es
incapaz de evaluar la diferencia entre su propia dimensión y la de ese mundo
primitivo que lo ha sometido y al que reta sin la menor prevención, sin ningún
sentido del abismo que los separa” (La
fe de los traidores. AstroData Ed (2010).
Paredes es un ejemplo sin
precedente digno de situarlo ante la juventud porque Paredes no es solamente el
héroe que dio su vida valientemente por la patria, sino el ciudadano que dicta
desde su prisión sus normas de ética política, con gran generosidad. Mientras
sus compañeros en el calabozo viven exasperados por el deseo de venganza contra
“el Mono” CiprianoCastro, Paredes escucha las mil formas con que condenarían a
quien los tiene presos. De pronto ante el asombro de todos declara: “mi
mayor placer sería verlo paseando y gozando de toda clase de garantías y
seguridades, no porque tenga afecto alguno por él, sino porque así es que
conviene en un país bien gobernado que cuando haya un hombre que al llegar al
poder haga lo que ha dicho, ése será el día en que comenzará Venezuela a
prosperar, porque entonces se acabarán las revoluciones y por eso es de
desearse que quien asuma el mando después del atrabiliario Castro, sea enérgico
a la vez que justo e inteligente, para reprimir, si fuere necesario, los
desmanes de sus mismos compañeros”.
Paredes se adelantó a su tiempo, no sin adelantarse también a criticar los desfalcos en la administración pública, en donde entra el actualizado contrabando. “En Venezuela ningún empleado del gobierno se atiene a su sueldo. Los ministros entran en grandes especulaciones de todas clases: los militares especulan con las raciones de sus soldados, los aduaneros cierran los ojos y dejan pasar los contrabandos o pactan con los contrabandistas, el que va a hacer cualquier trabajo público se coge una gran parte de lo que se destina a la obra, solo o en sociedad con otros; todos, todos, hasta los porteros encuentran el modo de aumentar su sueldo con alguna industria o gabela prohibida”.
En mi novela “El movedizo encaje de los uveros”, el fusilamiento
de Antonio Paredes coincide con la inmediata convalecencia de Cipriano Castro
en Macuto después de ser intervenido quirúrgicamente, por lo que era de esperarse que estuviese
muy grave, mientras tanto sus médicos, estaban también aterrados, por aquella
intervención que parecía haberse complicado. Se calcula que todavía estaba
atontado por los analgésicos, cuando llegaron a contarle de la captura de
Antonio Paredes en el oriente del país. La historia ha destacado el hecho de que
no se sabe a ciencia cierta si lo que siguió fue realmente una orden de “el Cabito” o de algún otro ya que eran
muchos los enemigos de Antonio Paredes, y aparece en la novela conversando con
su recién nombrado nuevo ministro del interior cuando “El Cabito” le dice:
-Pues,
así es la cosa doctor López Baralt, pero... ¿Sabe usted algo? Nada más ayer fue
cuando conversé un largo rato con mi compadre el General Gómez y hay una cosa
que me está dando vueltas en la cabeza, es un asunto que me tiene envolatado y
me preocupa... Mi compadre me contó sobre el fusilamiento del General Antonio
Paredes y yo mismo me pregunto... ¿A usted, qué opinión le merece este asunto?
El Presidente observó con mal disimulada
ansiedad la expresión pétrea e inescrutable de López Baralt y luego de una
breve pausa, sin esperar su respuesta continuó. -Le pedí al General Gómez que recabara toda la información sobre el
caso y fíjese ¡que curioso!, mi compadre me dice que no pudo hallar ningún
cablegrama con mi firma. Yo le digo a usted que, aunque hubiese deseado la
muerte de Paredes, no recuerdo haber firmado ninguna orden para que lo
fusilaran. Mi compadre me dice que me olvide de este asunto pues ya todo pasó.
Fue en esos días, yo andaba sumido en una borrachera con los menjurjes que me
daba Revenga. Pero ya… ¡Que caracho! Ya estoy mejor. Sí, ya pasó todo. Se
fueron los días malos y terminó mi gravedad. Me late que se me fueron también
algunas cosas de las manos.
Así sucedieron, y “así son las cosas” y siguen siendo y dándose
si el sistema de gobierno es una dictadura como la de Gómez, de Pérez Jiménez o
de Castro, bien sea Cipriano o el cubano y quien tenga oídos que oiga y los
ojos son para ver…
En Maracaibo, el día lunes 16 de junio del
año 2025
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