Pedro Luis Ponce Ducharne
Quiero hablar en esta oportunidad de un médico brillante
neurólogo fallecido en fecha reciente a los 93 años tras una corta enfermedad
aguda, quien tuvo una gran influencia en la medicina nacional, particularmente
en las ciencias neurológicas y contribuyó al desarrollo de la
electroencefalografía, de la electromiografía y los estudios de potenciales
evocados; igualmente utilizaría novedosas técnicas de angiografía, así como el
Doppler carotideo y la medición ultrasónica cerebral en sus pacientes.
Tuve la suerte de
conocer personalmente al doctor Pedro Luis Ponce Ducharne cuando él era
el activo Jefe del Servicio de Neurología del hospital Vargas y me impresionó
siempre por su amable personalidad y la modestia de quien tenía que amansar los
ánimos usualmente caldeados en las reuniones clínico patológicas semanales de
neurólogos y neurocirujanos, todos los viernes en el pequeño auditórium de
Anatomía Patológica del hospital Vargas de Caracas. Corría el año 1975 y yo había
sido admitido como neuropatólogo en el hospital Vargas de Caracas donde
organizaba aquellas reuniones mientras estaba gozando de mi año sabático de la
Universidad del Zulia.
Me tocaba conversar con el doctor Ponce y su esposa
Celina como neurólogos para preparar los casos que presentábamos los viernes después
de haber cortado y examinado previamente los hallazgos de los cerebros de las autopsias.
En aquellas reuniones alternaba los casos clínicos con casos quirúrgicos del
destacado grupo de los neurocirujanos del doctor Martínez Coll (hablaban de
“Don Gato y su cuadrilla”) quienes sostenían con los neurólogos médicos pugnaces
discusiones de lo más animadas que hacían de todos los viernes unas reuniomes
inolvidables. Muchas veces terminaban acusando al doctor Boet, el adjunto de
Neurología de averiguar los diagnósticos que yo llevaba en inviolable secreto
para chalequearles sus planteamientos. Siempre la mesura del doctor Ponce
Ducharne aplacaba los ánimos encendidos, y así lo recuerdo con cariñosa admiración.
Por otra parte confiando en mi preparación el
doctor Ponce Ducharne me asignaría un residente de Neurología para que
estuviese conmigo en Anatomía Patológica y fue para mí una inolvidable
experiencia docente de mutuo aprendizaje con neurólogos que estaban formándose
como González Merlo, Douglas Barrios, y una pequeñita doctora que parecía una muñeca y cuyo
apellido se me eclipsa ante el recuerdo de su belleza.
Algunos meses antes del fallecimiento del doctor
Ponce Ducharne, el doctor Rafael Muci Mendoza, ha relatado como le escribió a la doctora Elvira Ponce León hija
médica y antigua alumna, pidiéndole algunos datos acerca de la vida de su padre
el doctor Pedro Luis, y ella le enviaría
un escrito cuyo texto lo publicó el doctor Muci el 12 de enero este año 2020,
tal como fue escrito. Lo más extraordinario fue que su padre, aún saludable y
con excepcional claridad mental, tuvo la ocasión de leerlo y manifestarle con
lágrimas en los ojos, lo hondo que había llegado ese documento de amor de una
hija a su progenitor… Yo, en mi blog, me he atrevido a trascribirlo para
ustedes como muestra conmovedora de cariño y en homenaje a quien fuera un
verdadero Maestro..
“Mis Padres”. Hace más de setenta años mis padres Celina León y Pedro Luis
Ponce Ducharne tuvieron la fortuna de conocerse cuando mi padre, instructor
de la Cátedra de Anatomía de la
Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela, daba
demostraciones a mi madre en la sala de disecciones. Los estudiantes compañeros
de mi madre, se divertían cambiándola de extremo a extremo de la mesa de
disección para demostrarle que él no tenía ojos sino para ella. El acercamiento
continuó a través de su interés por la música y las idas y venidas a cantar, el
tenor y ella soprano, en el Orfeón Universitario de la UCV. Finalmente
decidieron consolidar sus destinos en un sólido matrimonio de más de 70 años
compartido entre labores de familia, actividades pioneras en el campo
profesional y en Orfeonistas de Siempre.
Mi padre ha sido para mí una inspiración. Desde una
muy temprana edad fue la persona que me hizo disfrutar de las cosas sencillas
de la vida, como por ejemplo el oler una flor de jazmín cuando era niña.
Siempre ha sido una imagen reconfortante que invitaba a aprender y aceptar las
cosas de una manera positiva encontrando lo bueno aún en las peores
circunstancias, pero a la vez empujándome con su ejemplo a superarme. Su
estoicismo, quizás familiar, fue pasado a través de generaciones de Cumaneses
que perdieron prematuramente a sus esposas pasando las crías al cuidado del
padre, tías, y cualquier otro familiar, los cuales terminaron juntando sus
familias para ayudarse los unos a los otros.
Mi padre perdió a su madre al principio de su adolescencia, pero nunca
le faltó el amor de la familia o el estímulo de su padre y el ejemplo de su
hermano mayor para seguir sus estudios de Medicina. Su curiosidad científica me
hipnotizó y me maravillaba su desprendimiento, su generosidad y su compromiso
con la comunidad. Por ejemplo, su servicio anual en el remoto pueblo de
Aricagua, estado Sucre, donde periódicamente llevaba cajas de muestras
gratuitas de medicinas y junto a su hermano Luis Delfín, especialista en
cirugía, prestaba atención médica a personas indigentes durante sus vacaciones.
Parte del hipnotismo y mi reclutamiento temprano
hacia la profesión médica continuaba cuando nos llevaba los fines de semana a
pasar revista médica en el laboratorio de electroencefalografía en el Instituto
Diagnóstico. Vestidos con batas de médico de adultos que arrastraban por el
piso, lo acompañábamos a supervisar el trabajo que hacían las técnicas de
estudios de electroencefalográfico durante el sueño antes de emprender las
actividades de playa. Cumplía con su labor médica sin descuidar a los pequeños
asegurándose que estuvieran expuestos a estímulos de avanzada y antes de
continuar con la actividad física, ¨mens sana in corpore sano¨. Se formó
como neurólogo y especialista en electroencefalografía en la Habana, Cuba, y no
limitó su conocimiento a la práctica del encefalograma clínico e interpretación
de sus resultados, sino que también se adentró en el laberinto del cableado,
calibración y ensamblaje de electrodos. No solamente introdujo la técnica en
Venezuela, y recopiló con precisión y reproducibilidad los bellos trazados
electroencefalográficos que aclaraban el misterio de la localización de
actividades aberrantes cerebrales en pacientes epilépticos y que hoy en día han
perdido fidelidad y claridad con la automatización, sino que también con
increíble capacidad, reparó y mantuvo en funcionamiento estas maquinarias sin
requerir onerosos pagos de técnicos extranjeros para estas reparaciones o el
reemplazo de estos equipos para beneficio del Hospital Vargas y sus pacientes.
De la misma manera, reparaba su carro y cualquier artefacto eléctrico o
electrónico que le pasara por las manos. Introdujo y formó escuela con otras
técnicas neurofisiológicas tales como la electromiografía, el estudio de la
velocidad de conducción nerviosa, los potenciales evocadas y el estudio
computarizado de la actividad electroencefalográfica (mapa cerebral). También
fue pionero de estudios neuro radiológicos plasmados en imágenes tales como la
angiografía carotídea y cerebral, o la utilización de métodos diagnósticos como
la neumoencefalografía, la gammagrafía cerebral, tomografía computarizada y la
resonancia magnética.
Siempre en la vanguardia fue uno de los primeros en
el uso del computador en la práctica médica diaria y escribió programas en DOS
para llevar registros médicos. Se convirtió en un campeón del uso de Skype el
cual promocionó entre sus hijos y nietos para mantener la comunicación con
aquellos que quería mantener cerca porque estaban en el extranjero. Y en
tiempos más recientes, a los 96 años de edad, se comunica con familiares y
amigos por Facebook y WhatsApp. Su espíritu luchador lo ha sacado del paso en
muchos malos ratos de salud y confiesa con su buen humor característico, que no
se siente que tiene 96 años. Todavía mantiene su equipo de trabajo en
electroencefalografía el cual reporta electroencefalogramas religiosamente. Su interés por la investigación lo llevó a
publicaciones internacionales pioneras epidemiológicas en las que destacó el
estudio sobre el efecto tóxico sobre el sistema nervioso central en rociadores
de Dieldrin de las cuales probablemente muy pocos neurólogos contemporáneos
habrán oído; primero, porque el Dieldrin
no está en uso; pero, en segundo lugar, porque en el año 1957, no existía la
difusión de información con la que contamos hoy en día. De la misma manera
estas y otras publicaciones epidemiológicas se pueden encontrar en archivos de
la Organización Panamericana de la Salud acerca de la incidencia de
enfermedades neurológicas en Venezuela, resultado de su trabajo durante la
jefatura del Departamento de
Enfermedades Neurológicas del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social.
Y así, otras numerosas comunicaciones médicas las cuales ha sido difícil de
seguirle el rastro pero que han transcendido a través de sus enseñanzas en el
campo de la neurología. Más adelante, entre otras posiciones importantes, fue fundador y jefe del Servicio de
Neurología del Hospital Vargas de Caracas y de la Cátedra de Neurología Clínica
de la Escuela José María Vargas en el Hospital Vargas en las cuales
profesó con pasión y muchas veces con financiamiento personal, con
desprendimiento absoluto y sin aspavientos, el ejercicio de su profesión. Con
un grupo de prominentes especialistas también emprendió el desarrollo de
Hospitales privados tales como la Clínica Rafael Rangel y el Instituto
Diagnóstico donde ejerció su práctica privada innovadora en neurología.
Su labor pionera en el campo de la Neurología y
Neurofisiología en Venezuela y Latinoamérica es reconocida y ha sido honrado
con Congresos nacionales e internacionales que han llevado su nombre.
Recientemente fue reconocido por la Academia Americana de Neurología como
Miembro Honorario (1 de 60 personas). Fue Delegado Oficial de la Sociedad
Venezolana de Neurología y Psiquiatría ante la Federación Mundial de Neurología
llegando a ocupar el cargo de vicepresidente. Su labor ha sido reconocida por
la Academia Nacional de Medicina en Venezuela quien le otorgó la condecoración
que lleva el nombre de la Corporación. También ha recibido condecoraciones
tales como la Orden Francisco de Miranda, Diego de Lozada, Gobernación del
Distrito Federal, Gran Mariscal de Ayacucho y José María Vargas por su labor
médica y docente. Sin embargo, creo que su mayor satisfacción es ver la Escuela
que ha creado, el pase de ¨batón¨ y la continuidad de la tarea que
empezó.
Desde el principio, todas estas aventuras las
emprendió de la mano de mi madre Celina, quien redoblaba la fuerza y entusiasmo
de mi padre, entregándose juntos a una misma tarea. Esto incluyó no sólo
labores profesionales sino la crianza de tres hijos. A pesar de la cultura
mantuana que mantenía a las mujeres atadas solamente a la casa y el cuidado de
los hijos, mi mamá pudo compaginar el deber hogareño con su formación
profesional y siempre mantuvo un buen círculo de familiares y amigos para ellos
y para nosotros, para el bienestar mental de todos. Nos dedicó un año completo
a cada uno después de nuestro nacimiento. Con muchísimo esmero y cumpliendo con
el contexto social y educativo del momento, nos crió, se mantuvo al tanto de
nuestra educación y mantuvo el balance familiar mientras terminaba su carrera
de medicina.
Todavía su libro de texto
de Anatomía Humana de Testut y Latarjet conserva algunos de mis primeros
jeroglíficos. Pero ella no se iba a quedar solamente con un grado insípido de
médico, y con el apoyo de mi papá en todo momento, emprendería posgrados de
psiquiatría y neurología convirtiéndose en la primer mujer neuróloga en
Venezuela. Su labor es clara en la formación y consolidación del Departamento
de Neurología del Hospital Vargas, así como su labor docente en la Cátedra de
Neurología de la Escuela de Medicina José María Vargas y la Fundación de la
Sociedad de Psiquiatría y del Instituto Nacional de Psiquiatría Infantil
(INAPSI). Simultáneamente, siguió la
crianza de los niños hasta convertirlos en médico (Elvira), arquitecto (Celina)
e ingeniero (Pedro Luis) y sus enseñanzas han pasado de generación en
generación a los nietos: Carolina (odontóloga y compañera de consultorio),
Margarita (Arte y Diseño Gráfico), Celina (Relaciones Internacionales y
Política Pública), Álvaro Luis (Ingeniería), Pedro Luis (Ingeniería de
sistemas) y Fernando (Abogado), y a los 7 bisnietos entre los 2 y los 13 años.
Pero en este dueto inseparable, aunque cada uno
brillaba en espacio propio, el todo siempre fue más que la suma de las partes
debido a la coordinación que sólo mi mamá, excelente organizadora de equipo y
ejecutora podía lograr. Siempre ocupada todo lo que organizaba marchaba como un
reloj y todo esto lo hacía e impecablemente vestida de pies a cabeza a toda
hora. Realmente es difícil pensar en Pedro Luis y Celina, mis Padres, de manera
individual. Son, en todas sus facetas, los compañeros que emprendieron el
camino juntos, llegaron al frente de batalla juntos, y juntos se han mantenido
a través de todos los altibajos de la vida. Crecí pensando que lo que veía era la norma y
no me di cuenta hasta entrar en la Escuela de Medicina que mis padres eran
excepcionales y que había por lo tanto crecido en un ambiente humano
privilegiado de experiencias, vivencias y camaradería que fue el crisol de
proezas heroicas para empezar a mover la frontera de las neurociencias en una
Venezuela que empezaba a liberarse de estándares ideológicos y crear su propia
identidad. ---Me dieron la guía para desarrollar
independencia de pensamiento, me cuestionaron a cada paso para forzarme a
pensar lógicamente, me apoyaron cuando les seguí los pasos en la Escuela de
Medicina, pero también me apoyaron cuando seguí caminos menos transitados para
otros: la Educación Médica, la Investigación Científica, y el descubrimiento y
desarrollo experimental de terapias para enfermedades raras. De la misma manera
y con el mismo énfasis y acierto, han guiado a mis hermanos los cuales por
preferencia personal nunca se acercaron a aquel trayecto que Pedro Luis y
Celina conocen tan bien, la Medicina.
---Creo que puedo decir con simples palabras que este par no tiene par y
que hemos sido muy afortunados de tenerlos aún con mucha claridad de
pensamiento y sabiduría pasados los 90.---Con cariño, ---Elvira»
Maracaibo, domingo 19 de enero de
2020
1 comentario:
Los neumólogo Girona pueden identificar problemas respiratorios en una etapa temprana. Las enfermedades respiratorias pueden ser difíciles de detectar en sus etapas iniciales, pero los neumólogos pueden realizar pruebas y exámenes especializados para detectar problemas respiratorios en una etapa temprana. Esto permite un tratamiento temprano y efectivo, lo que puede prevenir complicaciones graves en el futuro.
Publicar un comentario