lunes, 20 de enero de 2020

El genocidio en nuestro país


El genocidio en nuestro país

Dubenson Manzanilla como escritor invitado comenzando diciembre del año 2019, señaló que era necesario asumir que en Venezuela se está llevando a cabo un exterminio sistemático de nuestros pueblos. Recordar lo sucedido es necesario en estos trágicos tiempos, es un ejercicio al cual recurrimos con frecuencia y debemos recordar, con dolor, como abordar nuevas acciones para evitar que hechos trágicos se sigan suscitando y se hagan cotidianos. El 22 de noviembre pasado, otra masacre en la comunidad indígena Pemón del poblado de Ikabarú, en la frontera con Brasil, sujetos vestidos de negro dejaron un saldo de 8 muertos. En ese sector se ejerce tradicionalmente la minería, pero  el control y el orden siempre habían sido ejercidos por los indígenas, siguiendo su ancestral modo de convivencia pacífica; es el caso contrario de lo que ocurre en otros sectores mineros al sur del país, controlados por grupos armados, que se hacen llamar “sindicatos”, en donde masacres, mutilaciones y desapariciones de personas son muy frecuentes.

Esa tragedia que enlutó a la comunidad indígena Pemón forma parte de un exterminio sistemático de nuestros pueblos indígenas. Justamente 9 meses antes, el ejército de Venezuela, en el amanecer el día 22 de febrero, ejecutó una masacre, que acabó con la vida de tres pemones y doce resultaron heridos, en San Francisco de Yuruani, otra población indígena Pemón que vivía principalmente del turismo. Todos, los fallecidos y los heridos por disparos de los fusiles que los soldados accionaron alegremente, sin contemplación alguna, siguiendo el patrón ya sistematizado de aniquilación utilizado contra la disidencia por el régimen de Nicolás Maduro, para luego, al día siguiente en 90 kilómetros más al sur, en la ciudad fronteriza de Santa Elena de Uairén, otra sangrienta jornada de asesinatos, sumando más heridos y más muertos. 

Amparado en el terror generado por estas masacres, desde el año pasado 2019, el régimen aprovechó la ocasión para tomar el control del Parque Nacional Canaima, declarado por la UNESCO Patrimonio Natural de la humanidad. Este territorio que ha sido habitado ancestralmente por los pemones, quienes lo custodian y protegen celosamente, y desde siempre había sido motivo de refriegas con los cuerpos de seguridad del régimen, por los grandes yacimientos de oro y diamantes que ahora la tiranía de Nicolás Maduro y sus secuaces explotan libremente, para seguir financiando sus proyectos de subyugar a un país entero y expandir sus macabras políticas a otros países de la región. Como resultado de estas jornadas de terror se produjo el desplazamiento de 1300 pemones venezolanos a las comunidades pemonas del lado de Brasil. El poblado de Tarau Paru, que contaba con un poco más de 200 habitantes: de un momento para otro se encontraron ante la emergencia de tener que acoger a 900 de sus hermanos pemones, provenientes de distintos poblados del lado de Venezuela como: Manak Kru, Wuaramasén, Santo Domingo, Maurak y Kumaracapay.

La situación es muy difícil para los heridos y sus familias sobrevivientes; los heridos fueron trasladados de emergencia al hospital de la ciudad brasileña de Boa Vista (Roraima), y fue gracias a la atención que les brindó el cuerpo médico de este centro médico, con el apoyo del Estado brasileño, como se logró salvar la vida de muchos de los heridos. Solo dos no pudieron superar su delicada situación y fallecieron en los días posteriores. Algunas organizaciones humanitarias brindaron ayudas puntuales para mitigar las necesidades de los heridos y sus familias que sumaban aproximadamente unas 40 personas, pero se carecía de un plan sustentable para mantenerlas bajo resguardo en territorio brasileño. Las múltiples organizaciones indígenas que hacen vida en el Estado Roraima no han logrado brindar apoyo quizás tratarse de víctimas de un régimen que se dice de izquierda, intentando colocar algún vulnerados precisamente en el más sagrado, el derecho a la vida.

Los heridos, después de haberse recuperado en los hospitales de Boa Vista  con sus familias, tuvieron que regresar a sus comunidades en Venezuela. Con el apoyo de un capitán indígena de otra comunidad Pemón del lado de Brasil, dos de los sobrevivientes lograron establecerse; Dos de los que regresaron quedaron discapacitados y uno parapléjico. Las condiciones económicas y la actividad turística en la comunidad de San Francisco de Yuruaní han mermado después de la masacre, hasta reducirse casi totalmente, al pensar que pueda suceder ya que ante una nueva arremetida del régimen en este poblado, ellos serán los principales blancos.

Así vive en la indefensión una población, ante la falta de una respuesta. Ni el Presidente interino Guaidó, ni la comunidad regional y hemisférica parece hacer nada efectivo para impedir a un régimen criminal seguir operando con total impunidad y cometer estas masacres en las comunidades indígenas al sur de Venezuela. Esto viene a sumarse a la crisis humanitaria, que ha producido la mayor migración conocida en el continente en tiempos modernos y que es parte de la mortandad de ciudadanos que se suman a las cifras del genocidio poblacional. Los líderes que dicen oponerse al régimen, mientras “conversan” no insisten ante sus aliados para convocar y activar el artículo187,  la R2P, el TIAR, o la Doctrina Monroe, ni para lograr una intervención humanitaria, o una cooperación militar por lo que todo hace pensar en que seguiremos igual o peor.

Las fuerzas armadas, lejos de garantizar el cumplimiento de la constitución, la han trasgredido, reiteradamente ejerciendo el sometimiento de la población de la mano con bandas criminales y  Venezuela ha pagado un alto precio en vidas y sacrificios. Pensar que los criminales, que han secuestrado a Venezuela y amenazan con expandirse en la región, se puedan controlar a través de métodos pacíficos es una entelequia. La cohabitación de politiqueros con aspiraciones de enriquecerse con los verdugos del régimen lleva a una vergonzosa complicidad que les responsabilizará igualmente por el genocidio y crímenes de lesa humanidad.

Maracaibo, lunes 20 de enero 2020

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