De la relectura
Roland Barthes consideraba que la intención de un autor al escribir una obra, no es el
único anclaje de sentido válido a partir del cual se puede interpretar un
texto, y que en la literatura se pueden encontrar otras fuentes de significado y relevancia. Puesto que el significado no está
dado por el autor, este debe ser creado activamente por el lector a través de
un proceso de análisis textual. Barthes formó parte de la escuela estructuralista, influido por los lingüistas Ferdinand de Saussure, Émile Benveniste, y Jakobson así como por el antropólogo Claude Lévi-Strauss.
Roland Barthes precisamente
señaló, que la relectura, es una operación opuesta a los hábitos
comerciales e ideológicos de nuestra sociedad que recomienda “tirar” la
historia una vez consumida (“devorada”) para que se pueda pasar a otra
historia, comprar otro libro, de manera que la relectura sólo es tolerada en
ciertas categorías marginales de lectores (los niños, los viejos y los
profesores).
La relectura es propuesta de
entrada, pues sólo ella salva al texto de la repetición, lo multiplica en su
diversidad y en su plural: lo saca de la cronología interna y encuentra de
nuevo un tiempo mítico, cuestiona la pretensión que intenta hacernos creer que
la primera lectura es una lectura primera, ingenua, fonemática, que luego sólo
habría que “explicar”, que intelectualizar no es ya consumo, sino juego”, Por
lo tanto si se relee inmediatamente el texto, es para obtener, como bajo el
efecto de una droga no el texto “verdadero”, sino el texto plural: el mismo
pero nuevo.
En diversas ocasiones me ha
tocado recordar a mis lectores que la literatura debe releerse. Lo decía en
diciembre de 2015 en este blog (Sobre la lectura y la relectura https://bit.ly/2ulOR5l ). Este
sencillo asunto, ya lo decía mi personaje de Anabella, en “Escribir en La Habana”: “Leer, siempre es difícil mi dóctor, es
complejo, leer un libro es más complicado que leer un periódico. Tu amor es una
noticia del pasado, no es literatura, es como lo que hay en los periódicos.
¿Para qué leer las noticias si son de ayer? Son noticias ya pasadas, propagadas
y hasta olvidadas”. “Un libro, mi dóctor, se puede leer dos o más veces, la
literatura es para releerla, inténtalo Marcelo querido. Lo que cada uno encuentre
en los libros depende más del lector que del autor, sobre todo del lector que
sea capaz de releer”.
Vladimir
Nabokov en sus “Cursos de literatura europea”
señalaba que: “aunque
parezca extraño, los libros no se deben leer: se deben releer; Un buen lector,
un lector de primera, un lector activo y creador, es un «relector»”. La
relectura es una de las estrategias para lograr la comprensión de un texto. La
relectura es el fruto de volver una y otra vez sobre las líneas de un párrafo.
Esa labor de avance y retroceso la que va construyendo o develando el sentido,
el significado profundo de una obra escrita.
La relectura contribuye a
subsanar la desatención, la distracción o la falta de concentración. Si hay
relectura se pueden corregir muchos olvidos y percibir los asuntos vertebrales
de un escrito, obligar al ojo a retroceder, a volver sobre sus pasos para
recuperar información relevante o para explorar el significado de una palabra
desconocida, en un proceso de lectura no son pérdida de tiempo sino seguras
formas de avanzar en el viaje de la comprensión.
La relectura es una aliada eficaz
para discriminar la información entretejida en un texto. Es releyendo como se
puede ir estableciendo una jerarquía entre las ideas y cómo, poco a poco, se
rearma la estructura de un texto. Si no fuera por la relectura seríamos
incapaces para dar cuenta de la globalidad, del objetivo final, del mensaje
transversal que subyace en cualquier texto y nos convertiríamos en lectores de
palabras y seríamos incapaces para entender un discurso.
Maracaibo, miércoles 22 de enero 2020
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