domingo, 26 de enero de 2020

Líneas de Nazca


Líneas de Nazca
En los años 40, una mujer se dedicó a barrer metro a metro el conjunto de geoglifos que ocupa una extensión de 50 kilómetros cuadrados en el desierto del sur de Perú, cuya longitud total alcanza unos 1.300 kilómetros y se conocen como las líneas de Nazca. Gastó tantas escobas que, según ella misma contaba, entre la población local circularon rumores de que era una bruja. A la alemana Maria Reiche conocida como la Dama de las Líneas, se le debe la conservación del precioso y enigmático legado milenario de los extraños dibujos en el suelo de la pampa de Nazca, hoy día considerados  Patrimonio de la Humanidad por  la Unesco. Reiche hizo mucho más que preservar los geoglifos, y desarrolló la primera teoría sobre su posible propósito como calendario astronómico, una hipótesis que es debatida todavía hoy.
La amplia formación universitaria que Maria Reiche recibió en su Dresde natal (mayo de 1903- junio de 1998), junto con los cinco idiomas que dominaba, la habrían cualificado para ejercer una carrera académica, pero no eran tiempos fáciles para las mujeres ni para vivir en Alemania, mientras se incubaba la subida de Adolfo Hitler al poder. En 1932 Maria Reiche dio un giro radical a su vida al responder a un anuncio en el periódico que solicitaba una institutriz para los hijos del cónsul alemán en Cuzco, y emigró hacia el Perú, que sería su nueva patria.
En 1939, mientras trabajaba como profesora en Lima, supo que el historiador estadounidense Paul Kosok estudiaba unos extraños dibujos en el suelo de la pampa de Nazca, tan colosales que solo podían apreciarse sobrevolando la región. Un año después Reiche se convirtió en la ayudante de Kosok, y con él exploró desde el aire los dibujos geométricos y de animales que formaban las líneas de Nazca. El historiador pronto apreció que aquellos surcos no eran lo bastante profundos para haber servido como sistemas de riego, el principal objeto de sus investigaciones. Durante años Kosok y Reiche estudiaron extensamente el conjunto, y cuando en 1949 Kosok abandonó Perú, Reiche continuó trabajando en el que se había convertido en el propósito de su vida.
 
Maria Richie se erigió como conservadora y guardiana de las líneas y con todas aquellas escobas retiraría la gravilla oscura que con el paso de los siglos había rellenado los geoglifos. Así Reiche protegió el conjunto no solo de los efectos de la intemperie, sino también de los intrusos que llegaban sobre todo por la carretera panamericana, construida a través de los geoglifos. Simplemente retirando la capa superior de guijarros enrojecidos por el óxido de hierro revelaría el sustrato más claro de arcilla y cal. Su empeño consiguió que el gobierno de Perú restringiera el acceso a la zona y construyera una torre de observación junto a la carretera para facilitar la visión de las líneas sin invadirlas. Gracias al esfuerzo de Reiche, las líneas de Nazca se convirtieron en un enclave de fama mundial, investigado desde entonces por numerosos expertos. 

Los estudios de datación, realizados gracias al hallazgo de estacas de madera en algunos puntos, revelaron que se labraron hace unos 2.000 años, entre el 500 a. C. y el 500 d. C. Contrariamente al mito de que habría sido imposible crear los geoglifos sin ayuda aérea, lo que se asoció con la idea pseudocientífica de los antiguos astronautas, en 1983 el investigador escéptico Joe Nickell demostró que un pequeño grupo de personas pudo crear el conjunto fácilmente con la tecnología y las herramientas de agrimensura disponibles entonces para los nazcas. Pero la mayor incógnita sobre los geoglifos es el propósito para el que se crearon. Kosok y Reiche observaron que algunas líneas convergían hacia la salida del sol en el solsticio de invierno del hemisferio sur. Posteriormente, Reiche encontró también una alineación con el solsticio de verano y propuso que algunas figuras se correspondían con formas de constelaciones; por ejemplo, vio similitud entre el dibujo del mono y la Osa Mayor. A raíz de estas observaciones, Reiche propuso que los geoglifos servían como calendario astronómico, apuntando hacia la salida de distintos astros en fechas concretas; algo que a su vez marcaría los momentos importantes del año para la agricultura.

Sumado a esto, Reiche añadía un fin ceremonial: el gran tamaño de las figuras serviría para que los dioses las observaran y enviaran agua desde el cielo. El arqueoastrónomo Anthony Aveni alega que la teoría del observatorio astronómico no cuenta con suficientes pruebas. “Solo tienen que ver con el agua”, resume a OpenMind. Según la periodista de ciencia Viola Zetzsche, autora de la biografía de Reiche Bilderbuch der Wüste: Maria Reiche und die Bodenzeichnungen von Nasca (Mitteldeutscher Verlag, 2005), los dibujos y el trapecio eran lugares de reunión rituales”. “Los clanes y las familias se reunían allí. Para celebrar a sus dioses en las festividades, los nazcas ofrecían sacrificios como la cerveza de maíz”. Pese a todo, apunta Zetzsche, no se descarta que las líneas tal vez pudieran marcar ciertas efemérides astronómicas. “La aparición de Venus en el cielo estrellado, por ejemplo, era muy importante para los nazcas”.
 
De hecho, aún hoy la hipótesis de Reiche continúa recibiendo apoyos. La física Amelia Carolina Sparavigna, del Politécnico de Turín (Italia), ha encontrado ciertas alineaciones con estrellas particularmente brillantes, como Alkaid y Alioth (ambas en la Osa Mayor), Vega o Fomalhaut. Asimismo, ha confirmado alineaciones con solsticios empleando software actual e imágenes de satélite. “Maria Reiche estaba en lo cierto, según los casos que he estudiado”, dice a OpenMind.
¿Qué buscaban los nazcas con aquellas grandiosas figuras?, tal vez nunca lleguemos a saberlo con total certeza. Pero María Reiche en su ancianidad continúa ahuyentando a los intrusos desde su silla de ruedas, y sin su esfuerzo quizá ni siquiera tendríamos planteada una solución para una de las más gigantescas incógnitas de la historia de la humanidad.
Maracaibo, domingo 26 de enero 2020.


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