Líneas de Nazca
En los años 40, una mujer se
dedicó a barrer metro a metro el conjunto de geoglifos que ocupa una extensión
de 50 kilómetros cuadrados en el desierto del sur de Perú, cuya longitud total alcanza
unos 1.300 kilómetros y se conocen como las líneas de Nazca. Gastó tantas
escobas que, según ella misma contaba, entre la población local circularon rumores
de que era una bruja. A la
alemana Maria Reiche conocida como la Dama de las Líneas, se le debe la conservación del
precioso y enigmático legado milenario de los extraños dibujos en el suelo de la pampa de Nazca, hoy día considerados Patrimonio de la
Humanidad por la Unesco. Reiche hizo mucho más que preservar los geoglifos,
y desarrolló la primera teoría sobre su posible
propósito como calendario astronómico, una
hipótesis que es debatida todavía hoy.
La amplia formación universitaria
que Maria Reiche recibió en su Dresde natal (mayo de 1903- junio de 1998),
junto con los cinco idiomas que dominaba, la habrían cualificado para ejercer una
carrera académica, pero no eran tiempos fáciles para las mujeres ni para vivir
en Alemania, mientras se incubaba la subida de Adolfo Hitler al poder. En 1932 Maria Reiche dio un giro radical a su vida al responder a un anuncio en el periódico
que solicitaba una institutriz para los hijos del cónsul alemán en Cuzco, y emigró hacia el Perú, que sería su nueva patria.
En 1939, mientras trabajaba como
profesora en Lima, supo que el historiador estadounidense Paul Kosok estudiaba
unos extraños dibujos en
el suelo de la pampa de Nazca, tan
colosales que solo podían apreciarse sobrevolando la región. Un año después
Reiche se convirtió en la ayudante de Kosok, y con él exploró desde el aire los
dibujos geométricos y de animales que formaban las líneas de Nazca. El
historiador pronto apreció que aquellos surcos no eran lo bastante profundos
para haber servido como sistemas de riego, el principal objeto de sus
investigaciones. Durante años Kosok y Reiche estudiaron extensamente el
conjunto, y cuando en 1949 Kosok abandonó Perú, Reiche continuó trabajando en
el que se había convertido en el propósito de su vida.
Maria Richie se erigió como conservadora y
guardiana de las líneas y con todas aquellas escobas retiraría la gravilla oscura que con el paso de los siglos había
rellenado los geoglifos. Así Reiche protegió el conjunto no solo de los efectos
de la intemperie, sino también de los intrusos que llegaban sobre todo por la
carretera panamericana, construida a través de los geoglifos. Simplemente
retirando la capa superior de guijarros enrojecidos por el óxido de hierro
revelaría el sustrato más claro de arcilla y cal. Su empeño consiguió que el
gobierno de Perú restringiera el acceso a la zona y construyera una torre de
observación junto a la carretera para facilitar la visión de las líneas sin
invadirlas. Gracias al esfuerzo de Reiche, las líneas de Nazca se convirtieron
en un enclave de fama mundial, investigado desde entonces por numerosos
expertos.
Los estudios de datación, realizados gracias al
hallazgo de estacas de madera en algunos puntos, revelaron que se labraron hace
unos 2.000 años, entre el 500 a. C. y el 500 d. C. Contrariamente al mito de
que habría sido imposible crear los geoglifos sin ayuda aérea, lo que se asoció
con la idea pseudocientífica de los antiguos astronautas, en 1983 el
investigador escéptico Joe Nickell demostró que un pequeño grupo de personas pudo crear el conjunto
fácilmente con la
tecnología y las herramientas de agrimensura disponibles entonces para los
nazcas. Pero la mayor incógnita sobre los geoglifos es el propósito para el que
se crearon. Kosok y Reiche observaron que algunas líneas convergían hacia la salida del sol en el
solsticio de invierno del hemisferio sur. Posteriormente, Reiche
encontró también una alineación con el solsticio de verano y propuso que algunas
figuras se correspondían con formas de constelaciones; por ejemplo, vio
similitud entre el dibujo del mono y la Osa Mayor. A raíz de estas
observaciones, Reiche propuso que los geoglifos servían como calendario
astronómico, apuntando hacia la salida de distintos astros en fechas concretas;
algo que a su vez marcaría los momentos importantes del año para la
agricultura.
Sumado a esto, Reiche añadía un
fin ceremonial: el gran tamaño de las figuras serviría para que los dioses las
observaran y enviaran agua desde el cielo. El arqueoastrónomo Anthony Aveni
alega que la teoría del observatorio astronómico no cuenta con suficientes
pruebas. “Solo tienen que ver con el agua”, resume a OpenMind. Según la
periodista de ciencia Viola Zetzsche, autora de la biografía de Reiche Bilderbuch
der Wüste: Maria Reiche und die Bodenzeichnungen von Nasca (Mitteldeutscher
Verlag, 2005), “los dibujos y el trapecio eran lugares de reunión rituales”. “Los
clanes y las familias se reunían allí. Para celebrar a sus dioses en las festividades, los nazcas ofrecían
sacrificios como la cerveza de maíz”. Pese a todo, apunta Zetzsche, no
se descarta que las líneas tal vez pudieran marcar ciertas efemérides
astronómicas. “La aparición de Venus en el cielo estrellado, por ejemplo, era muy
importante para los nazcas”.
De hecho, aún hoy la hipótesis de
Reiche continúa recibiendo apoyos. La física Amelia Carolina Sparavigna, del
Politécnico de Turín (Italia), ha encontrado ciertas alineaciones con estrellas
particularmente brillantes, como Alkaid y Alioth (ambas en la Osa Mayor), Vega o Fomalhaut. Asimismo, ha confirmado alineaciones con
solsticios empleando software actual e imágenes de satélite. “Maria
Reiche estaba en lo cierto, según los casos que he estudiado”, dice a OpenMind.
¿Qué buscaban los nazcas con aquellas grandiosas
figuras?, tal vez nunca lleguemos a saberlo con total certeza. Pero María
Reiche en su ancianidad continúa
ahuyentando a los intrusos desde su silla de ruedas, y sin su esfuerzo
quizá ni siquiera tendríamos planteada una solución para una de las más
gigantescas
incógnitas de la historia de la humanidad.
Maracaibo,
domingo 26 de enero 2020.
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