Jheronimus van
Aken
Jheronimus van Aken, conocido en España como El Bosco (1450-1516),
era miembro de una familia de pintores, y había nacido
alrededor del año 1450 en la ciudad holandesa de 's-Hertogenbosch, en el bosque
ducal; en francés Bois-le-Duc y en castellano, de nombre poco usado
Bolduque, que era la capital septentrional del ducado de Brabante en los actuales Países Bajos.
De 's-Hertogenbosch, su ciudad natal, comúnmente llamada Den Bosch, Jheronimus tomó el nombre con el que
firmaría algunas de sus obras.
Las visiones originalísimas y perturbadoras de El
Bosco, de quien se ha dicho fuera “creador de demonios” o “pintor de
fantásticas y estrambóticas visiones”, han cautivado a través del tiempo a los
estudiosos de su pintura, y llevado a intrincadas interpretaciones sobre
el significado de sus escenas pobladas
de criaturas de pesadilla. https://bit.ly/2kqHrJN (Esta conexión te puede
llevar hasta un retazo del Capítulo XI de mi novela “Para subir al cielo…”
ganadora de Bienal de Literatura Elías David Curiel 1977, en Narrativa). Una de las genialidades de El
Bosco fue su capacidad de
invención, y en ese sentido, sus pinturas crearían un universo propio
adelantado a su tiempo que por su originalidad renovaría totalmente la iconografía de la época. En
esta atmósfera, abundan inquietantes imágenes fantasmagóricas y seres deformes que permiten
identificar su estilo con solo atisbar un fragmento de sus
creaciones, de manera que en sus lienzos se observan a menudo alegorías de los pecados capitales como
si existiese en ellos un trasfondo moral.
Aunque su
influencia en los surrealistas, y en especial en Dalí, es indiscutible, El
Bosco no es surrealista. Simplemente, él tomó los elementos de la realidad y con ellos enfilaría hacia la fantasía.
Incluso en algunos de sus demonios, en quienes se deja llevar por su
imaginación, los va construyendo con objetos de la vida cotidiana, creando una
mezcla de realidad y de ficción, que nos lleva a meternos en su fantástico
mundo. Por otra parte Jheronimus fue un
paisajista excepcional.
A pesar de que en Hertogenbosch no existía una universidad, ni
era sede de un arzobispado, la gente gozaban de una actividad cultural
apreciable; existían cinco cámaras de retórica y varias asociaciones literarias
que organizaban actos culturales de teatro, drama o poesía. La actividad
religiosa era muy importante con muchos monasterios, iglesias y conventos y el
gran templo de San Juan comenzado a finales del siglo XIV y terminado a finales
del siglo XVI como una de las catedrales más ricas del gótico brabanzón,
admirada por sus tallas ornamentales. Las asociaciones religiosas sin voto,
fundadas por los Hermanos de la Vida Común intentaban la búsqueda de una
práctica religiosa más sencilla y sus ideas se pueden evidenciar aún en el
famoso devocionario “Imitación de Cristo”
atribuido a Tomás de Kempis. El pintor quien pertenecía a la cofradía de la
Ilustre Hermandad de Nuestra Señora, es muy conocido en particular por su obra maestra, y más misteriosa, El
jardín de las delicias.
En El
jardín de las delicias todo se mueve en un mundo ambiguo mostrando una moral por inversión
donde los hombres parecen dejarse llevar por el goce de los sentidos y por
el deseo de adquisición de los bienes terrenales. Estos sentimientos afloran
igualmente en “El carro del heno”. El
Bosco pareciera moralizar señalando con pesimismo lo efímero de los placeres físicos. Se ha señalado que el
tríptico de “El jardín de las delicias” se basa en
la Biblia y representa la creación
del mundo hasta el tercer día en sus dos paneles exteriores; la
continuidad de la creación hasta la introducción de Adán y Eva en el paraíso en
el panel interior izquierdo; en el panel central aparece la humanidad antes del
diluvio universal, por último, está el infierno en el panel interior derecho.
Algunos expertos han querido interpretar a El jardin de las delicias como la moraleja sobre la belleza de la mujer que ofusca los sentidos de los hombres y
despierta sus instintos, aunque en realidad, El Bosco llenaría el tríptico
de símbolos que nos advierten
sobre el pecado, hay lechuzas, serpientes y hasta rocas que no son
tales, sino rostros, y los objetos en el infierno del tríptico estarán cargados
de significado. Según su gran admirador, el rey Felipe II, El Bosco conseguía
representar a los hombres no como querían ser, sino como eran en realidad, más
próximos a la caricatura y a la decadencia, que al ideal de la belleza
renacentista que triunfaría pocos años después. El pintor falleció a los 66
años, el mes de agosto del año 1516.
Mississauga, Ontario, el martes
10 de septiembre de 2019
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