Edgar Allan Poe
4- En su madurez.
En
1838 aparecerá el cuento que Poe prefería, Ligeia.
Al año siguiente nacerá otro aún más extraordinario, La caída de la casa Usher, donde los elementos
autobiográficos abundan y son fácilmente discernibles. Después del anuncio de Berenice y el estallido terrible
de Ligeia, destacando el lado
anormalmente sádico y necrofílico del genio de Poe, esté ingresó como asesor
literario en el Burton’s Magazine. Aunque le obsesionaba la idea de
llegar a tener una revista propia, para realizar sus ideales en materia de
crítica y creación, la revista era de ínfima categoría. Bastó que Edgar entrara
en Burton’s para ponerla a la cabeza de las de su tiempo, y él pudo trasladar su pequeña
familia a una casa más agradable, la primera casa digna desde los días de
Richmond.
Virginia
con sus modales pueriles, lo esperaba de tarde con un ramo de flores,
testimonios de la invariable ternura de Edgar hacia su “mujer-niña”, y sus
mimos y atenciones para con ella y con “Muddie”. En diciembre de 1839 apareció
otro volumen de Cuentos de lo grotesco y lo arabesco. Emergía Edgar con
algunas de sus obras en prosa más admirables. La poesía estaba descuidada. Un
cuento podía nacer al despertar de una de sus frecuentes “pesadillas diurnas”;
un poema, tal como Edgar entendía su génesis y su composición, exigía una
serenidad interior que le estaba vedada. En junio de 1840, Edgar se separó
definitivamente del Burton’s Magazine y la refundición de esta revista con otra,
bajo el nombre de Graham’s Magazine, le permitió, después de un período
penoso y oscuro, en el que estuvo enfermo, reanudar su trabajo como director
literario, en condiciones más ventajosas. Cuando tomó la dirección había apenas
cinco mil suscriptores; al irse dejó cuarenta mil... Y esto entre febrero de
1841 y abril del año siguiente.
Edgar
atravesaba por una época brillantísima, e inició la serie de sus “cuentos
analíticos” para desvirtuar las críticas de quienes lo acusaban de dedicarse
solamente a lo mórbido. Eureka habría de ser la
prueba final y dramática. Los Crímenes
de la calle Morgue pondrán en escena a C.Auguste Dupin,
ese alter ego de Poe, expresión de su egotismo cada día más intenso, de
su sed de infalibilidad y superioridad. Tras él apareció El misterio de Marie Rogêt, sagaz análisis de un
asesinato que apasionaba entonces a los amigos del género. Este período
creador se vio trágicamente interrumpido. A fines de enero de 1842, Poe y los
suyos tomaban el té en su casa, en compañía de algunos amigos, y Virginia, que
había aprendido a acompañarse en el arpa, cantaba con gracia infantil las
melodías que más le gustaban a “Eddie”, cuando súbitamente, su voz se cortó en
una nota aguda, mientras la sangre manaba de su boca. La tuberculosis se reveló
brutalmente en una hemoptisis inequívoca.
Para
Edgar, la enfermedad de su mujer fue la más horrible tragedia de su vida. La
sintió morir, la sintió perdida y se sintió perdido él también. Su corazón
fallaba, ingería alcohol para estimularse, y el resto era un infierno que
duraba días. Edgar admitiría que sus irregularidades se desencadenaron por la
enfermedad de Virginia. Reconoció que “se volvió loco” y que bebía en estado de
inconsciencia, mientras “Muddie” se desesperaba y trata de ocultar la verdad,
limpiando las ropas manchadas, y preparando tisanas para el infeliz que
deliraba en la cama con atroces alucinaciones. El estribillo de El cuervo empezó a
hostigarlo. Poco a poco, el poema nacía, larval, indeciso, sujeto a mil
revisiones.
Hacia
julio de 1842, había perdido por completo el dominio de sí mismo, e hizo un
viaje fantasmal de Filadelfia y a Nueva York, obsesionado por el recuerdo de
Mary Devereaux. Mary estaba casada, y
Edgar parecía absurdamente deseoso de averiguar si amaba o no a su marido.
Preguntando por el domicilio de Mary, llegó por fin a su casa e hizo una
terrible escena. Luego se quedó a tomar el té y por fin se marchó, no sin antes
desmenuzar con un cuchillo algunos rábanos y exigir que Mary cantara su melodía
favorita. Mrs. Clemm, desesperada, logró la ayuda de unos vecinos que
encontraron a Edgar quien había perdido momentáneamente la razón y vagaba por
los bosques próximos a Jersey City. En una carta, Poe se defendió alguna
vez señalando que, dos días de
embriaguez pública lo volvían mucho más notorio que un mes de trabajo continuo.
Entonces
sus amigos de Washington lo llamaron a la capital, a fin de que pronunciara una
conferencia, recogiera suscripciones a la revista y fuera presentado en la Casa
Blanca. Al llegar a Washington aceptó unas copas de oporto, y el resto fue lo
de siempre. Hubo que meterlo en un tren
de vuelta, y el caballero que pensaba financiar la revista se atemorizó muy
explicablemente y no quiso volver a oír hablar del asunto. En junio, Edgar ganó
el premio instituido por el Dollar Newspaper para el mejor relato en
prosa. Este cuento llegaría a ser el más famoso de los suyos, y todavía tiene
en suspenso el aliento de todo adolescente imaginativo. Era El escarabajo de oro. A
fines de año encontramos a Edgar pronunciando una conferencia sobre poesía y
poetas. Poco público, poco dinero y su período de Filadelfia ya terminaba
tristemente, después de haber estado a punto de llevarlo a una fama definitiva.
Los
comienzos de 1844 son oscuros, y lo más interesante fue la aparición del Cuento de las Montañas Escabrosas,
un relato de los mejores.
Tan pobres estaban los Poe que Edgar partió con Virginia, dejando a “Muddie” en
una casa de pensión a la espera de que aquél reuniera los dólares suficientes
para mandarla llamar. En abril de 1844 la pareja llegaba a Nueva York y Edgar
vendió El camelo del globo al
New York Sun, que publicó una edición especial anunciando que un globo
tripulado por ingleses acababa de cruzar el Atlántico. Ahora “Muddie” podría
reunirse con él. El período de Nueva York señala el resurgimiento del poeta en
Edgar, a quien el tema de El cuervo le seguía obsesionando. El calor del
verano hacía daño a la desfalleciente Virginia, y Edgar buscó, reuniendo dinero
con su trabajo periodístico, algún lugar en las afueras de Nueva York y
hallarría un poco de paz lejos de Nueva York y su mundo inconciliable con el
suyo. El famoso busto de Palas, inmortalizado en El cuervo, estaba sobre una puerta interior de la
casa. Edgar empezó a escribir regularmente, y los cuentos y artículos se
sucedían y hasta se publicaban en seguida, porque el nombre del autor bastaba
para interesar a los lectores de todo el país. El entierro prematuro, fue escrito en el “perfecto
cielo” de Bloomingdale El cuervo alcanzó aquel
verano su versión casi definitiva
Se
acercaba el invierno y había que volver a Nueva York, donde Poe acababa de
obtener un modesto empleo en el flamante Evening Mirror. El año 1845
Edgar tenía treinta y seis años, y la publicación de El cuervo conmovió los círculos literarios y todas las capas
sociales. La misteriosa magia del poema, su oscuro llamado, el nombre del
autor, satánicamente aureolado con una “leyenda negra”, se confabularon para
hacer de El cuervo la
imagen misma del romanticismo en Norteamérica. “Su conversación alcanzaba a veces
una elocuencia casi sobrenatural.Modulaba la voz con asombrosa destreza y sus
grandes ojos, de variable expresión, miraban serenos o infundían una ígnea
confusión en los de sus oyentes”. En marzo de 1845, en plena apoteosis, se
dejó llevar otra vez por el alcohol. La creciente agravación de Virginia algo peor que la muerte misma de su mujer,
podían más que sus fuerzas.
Edgar
necesitaba embriagarse con algo más que alcohol. Necesitaba palabras, decirlas
y escucharlas. Virginia no le daba más que su infantil presencia, su cariño
ciego de cachorro. Frances Osgood, en cambio, poetisa y gran lectora, unía a su
imagen llena de gracia la cultura capaz de medir a Poe en su verdadero valor.
Edgar huía de la miseria, de los sucesivos y cada vez más lamentables cambios
de domicilio, de las querellas en el Broadway Journal, donde su primacía
intelectual, le creaban continuos conflictos con sus socios. El fin de 1845 es también el fin de la gran
producción de Poe. Los mejores cuentos y casi todos los grandes poemas están
escritos. A fin de año, el Broadway Journal dejó de aparecer y Edgar se
encontró otra vez perdido. A lo largo de 1846 su nombre va a circular
activamente entre los literati, y escritores más conocidos de Nueva
York. Edgar, que los conocía a todos, decidió un día ocuparse de ellos y
publicó en el Godey’s Lady’s Book
una serie de treinta y tantas críticas, implacables, que produjo una terrible
conmoción, réplicas, odios y admiraciones igualmente exagerados. En mayo de
1846, buscando aire puro para la moribunda Virginia, dieron con un cottage en
Fordham, en las afueras de la ciudad y Edgar debió refugiarse en él como un
animal acosado. Virginia se moría y faltaba el dinero. La única carta que se
conserva de Poe a su mujer tiene acentos desgarradores. Virginia se moría.
Edgar la sabía muerta, y así nació Annabel
Lee, que es la visión poética de su vida junto a ella. Yo era un niño y ella una niña, en un
reino a orillas del mar...
Con
el invierno la situación se volvió desesperada y la muerte inminente de
Virginia ablandó muchos corazones. Herido en su orgullo, Poe debió de rebelarse
al comienzo y luego tuvo que aceptar los socorros de manera que Virginia
recibió lo indispensable para no pasar frío y hambre. Murió a fines de enero de
1847. Poe siguió el cortejo envuelto en su vieja capa de cadete, que durante
meses había sido el único abrigo de la cama de Virginia. Después de semanas de
semiinconsciencia y delirio, volvió a despertar frente a ese mundo en el que
faltaba Virginia. Su conducta desde entonces sería la del que ha perdido su
escudo y ataca, desesperado, para compensar de alguna manera su desnudez, su
misteriosa vulnerabilidad.
Fin de la parte 4
(mañana finalizará esta historia)
Mississauga,
Ontario, miércoles 4 de septiembre, 2019
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