Edgar Allan Poe
2- En su adolescencia.
Helen
será la primera mujer de quien Edgar Poe habría de enamorarse sabiendo que era
un ideal, sólo un ideal imposible y que no podía ser una mujer conquistable.
Mrs. Stanard, la joven madre de uno de sus condiscípulos era hermosa, delicada,
de maneras finísimas. “Helen, tu belleza
es para mí como esas remotas barcas niceas que, dulcemente, sobre un mar
perfumado, traían al cansado viajero errabundo de retorno a sus playas nativas”.
Esto escribiría sobre ella en uno de sus poemas más misteriosos y admirables.
Su amor fue secreto, perfecto y duró lo que su vida, por debajo o por encima de
muchos otros. Helen enfermó, la locura la alejó de sus amigos y al morir en
1824 tendría tan solo treinta y un años.
John
Allan se mostraba cada día más severo y era que Edgar cada día se sentía más
rebelde. En aquellos días John Allan se convirtió en millonario al heredar la
fortuna de un tío, y paradójicamente, Edgar debió comprender que sus
posibilidades de ser adoptado, y por tanto de heredar, habían disminuido
todavía más. Edgar leía vorazmente todo lo que caía a su alcance; pero no parecía
feliz, y ni siquiera el traslado a la magnífica casa que la fortuna de su
protector requería, o la comodidad de una excelente habitación, le bastaban
para alegrarlo.
John
Edgar, su guardián, veía ya un mozo en Edgar y sus diálogos eran de hombre a
hombre. Edgar le reprochó alguna vez, en nombre de “su madre” Frances, las
infidelidades conyugales, y Allan debió en su turno replicar con algo capaz de
herir al joven en lo más vivo; una velada referencia, deshonrosa para Mrs. Poe,
acerca de la verdadera paternidad de Rosalie, la hermana menor de Edgar. Él
acababa de enamorarse de una jovencita de bellos rizos, Sarah Elmira Royster (ver), que habría de representar un extraño papel en su
vida. A John Allan no le gustó la idea de que Edgar llegara a casarse con
Elmira, y además había antes que pensar en su ingreso en la Universidad de
Virginia. Las cartas de Edgar a Elmira fueron interceptadas, y se obligó a la
niña a que aceptara el presunto olvido de su novio como prueba de desamor y se
casara con un tal Mr. Shelton.
Edgar
se despidió de Frances y de John Allan en febrero de 1826 para irse a la
universidad. Sobre la vida estudiantil de Poe hay numerosos documentos acerca del
clima de libertinaje y anarquía de la flamante Universidad fundada por Thomas
Jefferson. Los estudiantes jugaban por dinero, bebían, disputaban y se batían
en duelo, endeudándose con la mayor extravagancia, seguros de que sus padres
pagarían al final por cada período escolar. John Allan se negó desde el primer
momento a enviarle más dinero del estrictamente necesario para sus gastos
escolares y Edgar comenzó a escribirles pidiendo pequeñas sumas, haciendo
minuciosos estados de cuenta para demostrar que las cantidades recibidas no
bastaban para sus gastos elementales.
Exaltado
e incapaz de reflexionar con calma en nada que no fueran materias
intelectuales, a Edgar no le ayudaba su desesperación al no recibir respuestas
de Elmira y sospechaba que ésta lo había olvidado. Por primera vez se menciona
el alcohol en la vida de Edgar. El clima de la Universidad era como el de una
taberna, donde Poe jugaba, perdía casi invariablemente, y bebía. El alcohol desde el principio provocó en él
un efecto terrible pues le bastaba beber un vaso de ron (que bebía de un trago,
sin paladearlo) para intoxicarse. Un solo vaso lo hacía entrar en un estado de
hiperlucidez mental que convertía a su víctima en un conversador brillante,
hasta el segundo trago que lo hundía en una borrachera absoluta. El despertar
era lento, torturante, y Poe se arrastraba días y días hasta recobrar la
normalidad.
Como
estudiante, Edgar fue sobresaliente. Hablaba y traducía las lenguas clásicas
sin esfuerzo aparente, preparaba sus lecciones y mientras otros alumnos estaban
recitando, él se ganaba la admiración de profesores y condiscípulos. Leía,
infatigable, historia antigua, historia natural, libros de matemáticas, de
astronomía y, naturalmente, a los poetas y novelistas. El estudio, el juego, el
ron, las fugas, todo sería casi lo mismo de modo que cuando las deudas de juego
alcanzaron una cifra exasperante John Allan se negaría una vez más a pagarlas y
Edgar tuvo que abandonar la Universidad.
Recién
llegado a Richmond descubrió Edgar lo ocurrido con Elmira. El hijo pródigo
encontró a Frances Allan cariñosa como siempre, pero su “querido papá” ardía en
indignación por el balance del año universitario y Allan se negó a que Edgar
volviera a la Universidad. Sin buscarle un empleo, le reprochaba su
holgazanería. Edgar replicó escribiendo secretamente a Filadelfia en demanda de
trabajo y Allan le dio doce horas para que decidiera si se sometería o no a sus
deseos. Edgar lo pensó en la noche y repuso negativamente; de modo que se
marchó golpeando la puerta. Después de errar durante horas, escribió desde una
taberna pidiendo su baúl, y dinero para viajar al Norte y Allan no le contestó,
pero “su madre” le hizo llegar el baúl con algún dinero, y Edgar se embarcó rumbo a Boston para probar
fortuna.
Entre
1827 y 1829 se abrirá en su vida un paréntesis. Llegando a Boston, la amistad
incidental de un joven impresor le permitió publicar en mayo de 1827, Tamerlán y otros poemas, su
primer libro. En el prólogo sostuvo que casi todos los poemas habían sido
compuestos antes de los catorce años. Mientras sobrevivía, melancólicamente,
miraba en sí mismo y a veces en torno, y fue así como reunió el material para
el futuro Escarabajo de oro,
aprovechando el pintoresco escenario que rodeaba al fuerte Moultrie, en la
Carolina, donde pasó la mayor parte de ese tiempo y donde su adolescencia quedó
irrevocablemente atrás.
Fin de la
parte 2-
(continuará
mañana)
Mississauga,
Ontario, lunes 2 de septiembre, 2019
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