sábado, 12 de mayo de 2018

El Protocolo Bóxer (Tratado de Xinchou)




El Protocolo Bóxer (Tratado de Xinchou)

En un lugar más bien discreto, el consulado español en Pekín tiene expuesta una fotografía de gran valor, que refleja la época de los últimos meses de la China imperial. Se trata de la imagen que recoge la firma del llamado Protocolo Bóxer del 7 de septiembre de 1901 en la embajada española de la capital china. Un acuerdo por el cual el Imperio del Centro reconocía su culpa en la rebelión de los bóxers contra las potencias extranjeras y admitía pagar compensaciones por las muertes, saqueo y asedio durante 55 días de las embajadas por parte de este movimiento xenófobo. La presencia de esa fotografía en la legación española responde al papel que desempeñó España en aquel conflicto, que mantuvo en vilo a las capitales de las principales potencias mundiales ante las noticias que llegaban, a menudo exageradas, de Pekín. En aquel verano de 1900, el embajador español en Pekín, Bernardo de Cólogan y Cólogan, decano del cuerpo diplomático acreditado en Pekín, se erigió en protagonista para la resolución de aquella crisis. Sus buenas relaciones con la emperatriz Ci Xi no sólo le convirtieron en el único embajador que tenía acceso a la Ciudad Prohibida sino que le convirtieron en un personaje clave en la redacción del tratado de paz conocido como Protocolo Bóxer. 

Las disputas entre Gran Bretaña y China, comenzaron con la primera Guerra del Opio, por la que el Gobierno chino quería ilegalizar el negocio con dicha droga. Por el contrario, el gobierno británico se negaba a abandonar el tráfico y la producción de opio, ya que para ellos representaba una gran fuente de ingresos, por lo que tras varios enfrentamientos, el Ejército chino fue derrotado, y además Gran Bretaña exigió varias condiciones de victoria: cesión perpetua de la isla de Hong Kong a los británicos y permiso de comercialización del opio. Pero éste no fue el último golpe que sufrió el pueblo chino en su orgullo, ya que tanto rusos, como franceses y japoneses (contra éstos últimos perdió otra guerra, en 1895), fueron aumentando su influencia y presencia en suelo chino. Esta serie de sucesos, fueron vistos por el pueblo chino como una auténtica ofensa, en especial, debido a la pérdida continua de territorios que eran propios y que paulatinamente, pasaban a estar en manos de los extranjeros a los que tanto despreciaban. En este marco de odio y xenofobia, el grupo Yihetuan (denominados bóxers (“boxeadores”) por las artes marciales que practicaban), inició una serie de revueltas e insurrecciones en distintos puntos del país asiático con un único fin: expulsar al extranjero opresor. Dentro del recinto asediado, el embajador inglés se une a los miembros de otras delegaciones en un desesperado intento por resistir el asedio. Los bóxers intentaron destruir cualquier vestigio de presencia extranjera en China. Este compromiso puso punto final al asedio del Barrio de las Delegaciones, donde se hallaban la mayoría de embajadas, por parte de miles de chinos liderados por los bóxers. 

La revuelta es considerada por el actual Gobierno chino como el primer levantamiento patriótico contra las continuas “ofensas extranjeras” perpetradas durante la segunda parte del siglo XIX a China. La rebelión estalló en 1898 al grito de “¡Mueran los extranjeros!”. Una consigna que pronto aglutinó a miles de seguidores, entre campesinos, artesanos y comerciantes, hartos de una intromisión extranjera que consideraban culpable de todos los males que aquejaban al imperio. Un sentimiento compartido por el Gobierno y la emperatriz Ci Xi, que en el año 1900 firmó unos edictos favorables a los bóxers, que entonces ya recorrían campos, pueblos y ciudades persiguiendo y matando a extranjeros, misioneros y chinos que abrazaban la fe católica. (https://bit.ly/2z6Byqc). La situación se tornó más acuciante a partir de junio de aquel año, cuando los bóxers llegaron a Pekín y convirtieron las sedes diplomáticas en objetivo preferente.
 
La heroica resistencia de las embajadas quedó inmortalizada en el filme "55 días en Pekín", película estadounidense de 1963 producida por Samuel Brosnton, dirigida por Nicholas Ray, con los actores Charlton Heston, Ava Gardner y David Niven. El día 11, el canciller japonés, Sugiyama, fue sacado de su coche, arrastrado y asesinado. El 19, la emperatriz Ci Xi requirió al cuerpo diplomático que abandonara Pekín y se dirigiera a Tianjin. En la mañana del 20, el embajador alemán, Von Ketteler, fue asesinado a tiros a quemarropa y el 21, el Gobierno chino declaró la guerra a las potencias extranjeras. A partir de entonces, el Barrio de las Delegaciones, una superficie de alrededor de una hectárea, en la que se asentaban once delegaciones diplomáticas, conoció un largo asedio de casi dos meses. Allí, al sur de la Ciudad Prohibida y junto a lo que hoy es la céntrica plaza de Tiananmen, se refugiaron unos 500 civiles extranjeros, 450 infantes de marina y unos 3.000 chinos convertidos al cristianismo. Resistencia heroica. Hasta que no llegó la ayuda militar, el personal diplomático tuvo que defenderse del asedio de más de 100.000 bóxers sólo con armas ligeras y un viejo cañón, al que se apodó el Cañón Internacional , porque su caña era británica, la cureña italiana, los proyectiles rusos y los artilleros de EE.UU. 

A pesar de su superioridad numérica y sus esfuerzos, los bóxers no lograron superar las defensas del recinto y el 14 de agosto el asedio a las embajadas fue levantado. Las tropas de la Alianza de las Ocho Naciones, en alusión a los 50.000 soldados de Alemania, Austria-Hungría, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, el Reino Unido y Rusia, que formaron parte del ejército de rescate, entraron y saquearon la Ciudad Prohibida y reprimieron a la población. Antes, sin embargo, Ci Xi y su corte ya habían huido a Xian. Prácticamente un año después, el 7 de septiembre de 1901, se firmó en la embajada de España el Protocolo Bóxer. Fue el último tratado desigual que firmó la dinastía Qing con potencias extranjeras. China asumió su culpa, se comprometió a pagar 333 millones de dólares en 40 años y conceder más ventajas comerciales, así como a ejecutar a diez oficiales implicados en la revuelta y castigar a más de cien. Fue la última derrota de una dinastía que gobernó China 262 años antes de sucumbir ante la revolución de 1911 y dar paso a que el país se convirtiera en una república.

Maracaibo mayo de 2018

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