He tomado de algún sitio lejano este escrito mío, especie de cuento
medieval titulado como “Ideas de mujeres” y al releerlo pensé que quizás
resultase adecuando a los tiempos tan…“medievales” que estamos recorriendo en
este país… Si alguien piensa…Yo como que
ya leí este asunto…Pues le propongo que intente su re-lectura, una
costumbre que siempre ha sido literariamente de utilidad.
Ella parecía posar, orlada de celestes campánulas, entre nardos, magnolias y jazmines. Se podía intuir un aire trémulo en su pálido rostro y no obstante su mirada seca estaba cargada de entereza. Entre los dedos guardaba prisionera la helada llavecilla.
Desde el alféizar, apoyada en las arcadas de piedra, dominaba el
extenso vergel hasta los límites del coto de caza. Los linderos desdibujados
por hileras de pinos y de sauces llorones, se desleían en una bruma ambarina
filtrada entre abedules y avellanos, copudos robles e hirsutos abetos enanos y
era el entorno un pringar de turquesa y cinabrio con chispas de esmeralda e
ignotos trazos de celeste cadmio.
El burbujeo de la espuma que orlaba la fuente, albergue de pétreos
cupidos y tritones, sofocaba con sus murmuraciones el gemir de la seda y el
crujido de encajes escondiendo apretada en sus manos la diminuta llave. Él se
volvió un instante para admirarla desde la moldura de la puerta rematada de
estucos y triglifos. Alabardas y banderolas batían suavemente con el viento de
la tarde y agitaban sus flecos de gualda e índigo exornando la juvenil figura
recortada bajo la ojiva de medio punto en el extremo opuesto de la sala.
Ella ahogó un atribulado suspiro al mirar sus calzones de mezclilla
parcialmente cubiertos por la almilla de bayeta apretada en las piernas
protegidas por las botas de metal brillando sus espuelas tintineantes. Observó
entre los pliegues de la cota de malla como pendía su pesado mandoble
tironeando del cinturón de cuero.
Él le sonrió con tal donaire que su mirada fresca de placidez insólita
desbordaba el ambiente con un dejo de complicidad. Estaba tan tranquilo que se
diría iba a un festín de juglares, ¿a una justa bucólica?, quizás a un
ejercicio de volatería y disfrutar con sus halcones vertiginosos lances en un
juego de real cetrería, como si fuera a la ritual rutina de un torneo, cual si
jamás hubiera de marcharse más allá de las torres y almenares del castillo
feudal.
Ideas de mujeres. Sí, eso fue lo que dijo al entregarle sonreído aquel
llavín de plata. Ideas de mujeres. I él se lo dijo a ella sin resquemor alguno,
como si el irse y dejarla gozando su albedrío fuese un hecho fortuito. Ella
sentía el metal quemándole los dedos, recordar el momento, revivir ese instante
se le hacía intolerable. Realidad lacerante. Él solo dijo, olvídate, con un
gesto cariñoso y amable. Desde el vano en el quicio, él ensayó un saludo final
con su guante de fierro. Lo agitó por lo alto y ella al ver su sonrisa
brillante sintió espesarse el aire, como la vez primera cuando vio a los gallos
flamencos pelearse encarnizadamente, flotaba casi idéntico un hálito de hechizo
y presintió en el fondo de su mente que una ablación sangrienta habría de darse
al trasponer el puente levadizo.
Se alejó él de la puerta y ella escuchó retumbantes aullidos de
lebreles, mastines y podencos que parecían plenar atronadores el socavón de su
tristeza incierta. Muy pronto, lo sabía, él estaría rodeado de aquella
turbamulta de hijosdalgos, labriegos, meseros, campesinos, y algunos artesanos,
¡caterva de bribones!, soldados mercenarios, heraldos, peregrinos, burgueses,
nobles y bastardos, ¡cohorte de borregos!, partirán tras los amos, nobles de
rancia alcurnia, prebendados y siervos de la gleba, los señores feudales irán
al frente y en su corcel sonriente él marchará adelante, por la campiña y luego
del pueblo por las calles...
Entretanto sus manos temblorosas se cierran estrechando la llave. Cuando se alcen los lábaros y descienda la
visera de su yelmo dorado, sobrevendrá el combate y en los aires, con revuelo
de plumas, de nuevo brotará la sangre…-el cuello ingurgitado de aquel gallo
flamenco-... Lo quiso entonces imaginar gallardo, entre damas, princesas o
mozas campesinas, rodeado de poetas y juglares, cabriolas de bufones ocurrentes,
cantando trovas, recitando baladas, lo pensó en los requiebros percibiendo
cadencias de vihuelas, y después... Quizá rijoso, sus armas emplazadas, a la
carga la carne, o ebrio hasta el hartazgo entre garrafas y odres de vinos
espumantes, efusivo en exceso, lo vio estrechando las mozuelas que exudarán sin
duda olor a arenque ahumado, a butifarra de lechón grasiento… ¡Que sabrosas las
gacelas trufadas!...
Imposible evitar en andanadas el curso de sus propios pensamientos. En
la mano derecha le quemaba la llave.
¡Olvídate! Eso fue lo que él dijo.
¿Para qué los remilgos y el silencio simbólico? Basta de olor a
incienso. Nunca más ese cuento hiperbólico de la espera insufrible. ¡Ideas de
mujeres son esas de soñar con un suplicio eterno! Los días irán pasando y
sobrarán en el infierno rescoldos para incinerar todo lo amado. Olvídate, le
dijo. Esas ideas son grajos empreñados, embarazos de alondras, trinar de
ruiseñores, gestación de torditos, son cantos de sirena para un sufrir bendito,
olvídate del rito de las fieles doncellas, de máscaras de hierro, no pienses en
dragones ahítos vomitando fuegos del Averno, esas tontas monsergas las parieron
los hombres por propios intereses. Toma tu llave y disfruta del juego de la
vida, olvida el desaliento, desecha esas ideas de mujeres que pierden fuerza
con el tiempo, no están vigentes ya, ¡no seas arcaica, tierna muchacha
medieval...
Él displicentemente en sus manos dejó caer el llavecín de plata y
concluyó sonriente. Abre el candado de
tu mente, libera ya tus cosas dulce esposa, no temas a mi garra pues yo me voy
de farra, quise decir de guerra, y tú, preciosa dama, quizás deba decirte más
bien, ¡chama!, recuerda que se nace y se muere algunas veces en la cama.
Regresa del pasado. ¡Ideas de mujeres! Siento que tú las creas pues se vuelven
endebles por efecto del tiempo, son un desaguisado y aunque tú consideres que
soy burda e pasao, solo resta decirte que me voy chirulí, o sea, que chao
pescao.
En Maracaibo, el sábado 3 de agosto del año 2024
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