“Domar a la divina garza” es una
novela del escritor mexicano Sergio Pitol,
y con ese título, ya se espera una empresa ardua e inevitablemente destinada al
fracaso. El relato entero va envolviendo al lector en una “tenue y fragante neblina escatológica”, donde, se funden la
investigación de lo sagrado y el reducto excrementicio. Se ha dicho de esta rocambolesca
novela que se lee, de un tirón no más, entre inesperadas carcajadas. Ahoritica
no más les cuento algo sobre Pitol el escritor…
Las garzas son aves del orden de
las ciconiformes, de distintas especies, Ciconiiforme (viene del latín ciconia que es “cigüeña”(“que
tienen forma de cigüeña”) las aves de la familia Ciconiidae. Conocidas como cigüeñas,
habitan en las regiones templadas y cálidas del mundo. Las garzas se
caracterizan por tener las patas muy largas y desnudas, el cuello alargado, la
cabeza pequeña y el pico largo; su plumaje puede ser completamente blanco o de
distintos colores y su tamaño varía entre 40 cm a más de 1 metro, según la
especie. Su dieta consiste en ranas, peces y pequeñas aves o mamíferos. Se distribuyen principalmente
en Europa, Asia y África, con solo tres especies en América
Dicen en México, que “Vanidoso
y presumido. Ególatra, altanero, y narcisista, es alguien que se cree la divina
garza”. En Monterrey, se cuenta que había una mujer que decía tener
poderes para predecir el porvenir y se presentaba con el nombre de la Adivina
Garza. Cuando alguien se vanagloriaba de saberlo todo, o mucho, le decían: “Te crees la Adivina Garza”. Con el paso
del tiempo la frase se cambió por “la
divina garza”. Ahí está –supuestamente- el origen de esa expresión. Una explicación seudocientífica de la frase: ser
la divina garza envuelta en huevo, dice referirse a la sensación
de grandeza que
sienten las personas en diversas situaciones, cuando regocijadas, confían en
que sus capacidades les
permiten diferenciarse de
los demás.
En otras palabras, este dicho
popular alude a aquella persona que se siente superior a quienes le
rodean y confía plenamente en sí misma, y se ha de haber sentido, más o menos “la divina garza envuelta en huevo”. Uno
sabe, pos de mera lógica, ¿no?, lo que significa cuando alguien dice que “Fulana se siente la divina garza…I además “¿envuelta en huevo?”, ya es algo,
superlativo… No hay mucho que googlear o investigar ya que el dicho nos remite
a la mera “cocina diaria mexicana”
donde se rebozan en huevo, la carne o el pescado, con queso para hacer los
riquísimos –“niños envueltos”- y para
iniciar el proceso de “apanado” no más con otra capa de harina, otra de leche y
las migas de pan, ya estarán listo los envueltos en huevo…
Voy a confesar aquí, que fue al doctor
Rui Perez Tamayo… ¡Sí! ¡Pos al mero mero! A quien le escuché por vez primera la
expresión del envolver a alguien en huevo. No hablaba de garzas, mi maestro Rui
se refería al revuelto de posturas bañando nada más y nada menos que a “la mamá de Tarzán” (así de importante
tendría que ser la persona) y “¡envuelta
en huevo!” ¡Jijole! Me dije y para hacer más gráfico aquel novedoso refrán,
personalmente yo me acostumbré a añadirle (no sal y pimienta, ¡no mames buey!),
no, pos yo le añadía para conformar un refrancito -criollo y vernáculo- nada
mas que: “y pa verte envuelta en una media
de nylon en la Plaza Baralt al mediodía” Así, se los juro, era mi
imaginación calenturienta y disparatada para los tiempos de iniciarse la década
de los años 70. No siempre fui viejito, como ahora…
Existe un corrido mexicano, del
charro Luis Aguilar que se intitula
“La
Divina Garza”… y dice canatmdo…
Ay
¡Que viva el cognac!, ja, ja ja!
No
sé qué pasa contigo que me llenas de tristeza/
Tú
tienes como castigo mil delirios de grandeza.
Presumes
lo que no tienes con muchas fanfarronadas/
Nomás
dime a qué te atienes para andar echando habladas/
Te
sientes un pavo real cuando se enancha y camina/
Se
me hace que, en el corral, no has llegado ni a gallina/
Y
yo te pido por Dios que te quites esa farsa/
Cuando
te dicen adiós, uh-uya/
Te
crees la divina garza
Ay,
ni garza/ Ni tecolote, ni cuervo/ Ni cigüeña, menos/ Ua
Tú
nunca escuchas consejos y a todos ves sin razones/
Como
Dios a los conejos, chiquitos y orejones
Aunque
mi amor se derrumba, no olvides a quien te canta/
Porque
si el hambre te tumba, el orgullo te levanta
Te
sientes un pavo real cuando se enancha y camina/
Se
me hace que, en el corral, no has llegado ni a gallina
Y
yo te pido por Dios que te quites esa farsa/
Cuando
te dicen adiós (goodbye, greñuda)
Te
crees la divina garza.
Pero vamos con Sergio Pitol Deméneghi (1933- 2018) el escritor, traductor y diplomático mexicano. Su madre murió ahogada en el río Atoyac cuando él tenía 5 años y así huérfano, creció en una casa grande en un pueblo de menos de tres mil habitantes. Así se describiría, él mismo en su discurso elaborado para el Premio Cervantes:
Pasó su infancia rodeado de adultos
con una gran nostalgia por el mundo anterior a la Revolución, quienes se quejaban por las
miserias y calamidades que habían pasado en aquella época. Experiencias que influyeron
sus primeros cuentos, Tiempo cercado e Infierno de
todos, estuvo enfermo de paludismo,
lo que le obligó a recluirse mucho tiempo que aprovechó para entregarse a la
lectura: Su abuela además de hacerse cargo de su educación, le sirvió de modelo
ya que pasaba la mayor parte del día leyendo novelas, sobre todo las de Tolstoi,
su autor preferido. A los dieciséis años Sergio Pitol llegó a la Ciudad de México y se licenció en derecho en
la Universidad Nacional Autónoma de
México, donde fue titular de esa carrera, igual que en la Universidad Veracruzana de Xalapa y
en la Universidad de Brístol. Fue miembro
del Servicio Exterior Mexicano desde
1960, como agregado cultural en Paris, Varsovia,
Budapest, Moscú y Praga. Su paso por Moscú afianzó
en él su afición por la literatura
rusa en general y en particular por Antón Chéjov .
Residió en Roma, Pekín y Barcelona por
motivos de estudio y trabajo. En esta última ciudad, vivió entre 1969 y 1972, y
trabajo como traductor para Seix-Barral, Tusquets y Anagrama. Empezó a publicar en la madurez. Sus
primeros cuentos, Tiempo cercado e Infierno de
todos. En1997, fue elegido miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua.
Pitol fue reconocido por sus traducciones al español de novelas de autores
clásicos en lengua inglesa, como Jane Austen, Joseph Conrad, Lewis Carroll y Henry James,
entre otros. En El arte de la
fuga (1996), creó un género narrativo-memorialístico muy personal. Falleció el 12 de abril de 2018, a los 85
años, por complicaciones de una afasia progresiva
que lo acompañaba desde hacía varios años.
Dante C. de la Estrella, es el protagonista
de la novela Domar a la divina garza
(1989). Fue escrita entre Madeira, Lanzarote y Marienbad, en clínicas donde Pitol
convalecía de una complicada operación vesicular. En esos días escribiría sobre
un viaje a Georgia en 1985, (“Sergio
Pitol, viaje al fondo de sí mismo”). Pitol resume elementos que caracterizaron
sus viajes y su escritura, incluyendo la novela Domar a la divina garza.
En ese primer día en Moscú, Pitol
dio una conferencia en la Biblioteca de Lenguas Extranjeras sobre la novela El periquillo Sarniento y allí se
presentó la mujer que después sería transformada en Marietta Karapetiz la
Divina garza: de edad avanzada, alta, maciza de carnes, vestida elegantemente
de negro, entró con paso marcial y se sentó en la primera fila, exactamente enfrente;
le oía con displicencia, como una matrona romana. “Altiva, escénica, protagónica” (Pitol, El viaje). Su comportamiento marcaba su autonomía y excentricidad. “La mujer de la primera fila perdió su
actitud marmórea cuando me referí a ‘los estornudos traseros y el pestífero
sahumerio que resultaba de ellos’, y gritó enardecida: ‘¡Ése, señores, es el
México que adoro!’” (Pitol, El viaje).
Esa era la garza divina a ser domada.
Maracaibo, jueves 22 de agosto del año 2024
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