lunes, 30 de enero de 2023

Regionalismo literario


El modernismo venezolano es uno de los temas álgidos y apasionantes de nuestra literatura. Bastaría con acercarse someramente a la discusión que se generó a fines del siglo XIX y comienzos del XX para percibir con claridad que el tema no es para nada novedoso. Sin embargo, como siempre, algunos autores han sido descuidados o desconocidos por la crítica que se ha ocupado tanto de este período literario en Venezuela, como sobre la ulterior investigación de estos avatares de la literatura nacional y regional. William Anseume, en este contexto, hace unos años examinó la novela Misterios en el Lago, (1898-1986) de Manuel Dagnino.

Me estoy refiriendo a la investigación sobre “Nacionalismo, regionalismo, maracuchismo” de William Anseume (Revista de Literatura Hispanoamericana No. 47 (2003): 44-50), donde indagado acerca del proyecto nacional-regional que plantean las novelas, y tomando como referencia los aportes teóricos de Ángel Rama (1984), Benedict Anderson (1993), Meyer-Minnermann (1977-1991), y Paulette Silva (1993), alrededor de una posible revisión del modernismo, el autor se refirió específicamente a la novela Misterios en el lago (1898-1986) publicada por entregas en la revista La semana literaria, en Maracaibo (1898), y mucho más tarde (1986) está recogida entre las Obras Completas de su autor Manuel Dagnino.

En la novela del doctor Manuel Dagnino (1834-1901) “Misterios en el lago”, él postulaba a Maracaibo como la ciudad alternativa a Caracas, destacando sus propios valores históricos: la Batalla del Lago; sus valores civiles innegables, como Rafael María Baralt o (https://bit.ly/3j6RP7S) el propio Dagnino quien era un representante de innegables avances en la Medicina. Las particularidades lingüísticas, vegetales y/o animales, la geografía, el lago y sus alrededores, todo esto y muchos otros índices, le permitían remarcar desde aquellos tiempos el sentido de pertenencia de una conciencia nacional independiente característica del habitante de esta región.

William Anseume concluye sugiriendo que la novela opta por defender al "sujeto letrado" ante cualquier otra perspectiva de poder y así comenta: “…si Dagnino no fundó algo que podríamos llamar el gentilicio maracucho, participó ampliamente en la red discursiva que propició la distinción de ese tan arraigado maracuchismo que todavía hoy percibimos desde fuera como muy fortalecido”. En el curso de esta semana pasada, el tema de “ la zulianidad ” ha sido ampliamente discutido en foros y conferencias muy publicitadas en “las redes”. Ha sido este el motivo,por el que pensé podría ser de interés comentar algo sobre la zulianidad desde una perspectiva literaria.

Mis reflexiones me han llevado a examinar el denominado “Regionalismo literario” que en lingüística, se da por el uso de palabras o construcciones sintácticas que resultan características de un lugar geográfico determinado, y que forman parte de la identidad lingüística de sus pobladores. Los regionalismos difieren de la norma estándar del idioma, y están determinados por la tradición o por sus aspectos comunes a la región donde se utiliza el mismo lenguaje. Los “regionalismos lingüísticos” pueden formar parte de identidades culturales, y en general simplemente, permiten a los hablantes márgenes de originalidad, creatividad y personalidad lingüística. Sobre este tema, mi colega y compañero de curso Rafael Molina Vílchez es una autoridad y desde hace años en repetidas ocasiones regresamos a conversar sobre las palabras y la literatura…

Como una curiosidad, debo citar a Marcelino Menéndez Pelayo (Santander, 1856-1912) quien fue escritor español, filólogo, crítico literario, historiador y político, y en su estudios de la filología hispánica también cultivó la poesía, la traducción y la filosofía; era hermano del escritor Enrique Menéndez Pelayo. Marcelino, fue guía e impulsor de un movimiento literario “regionalista” surgido en su Cantabria, natal y sería el mismo quien analizaría el “regionalismo literario” como un movimiento surgido en aquella región española durante sus años mozos. José Manuel González Herrán, de la Universidad Santiago de Compostela, describió el notable papel que ejerció Menendez Pelayo como impulsor, promotor y guía de aquel movimiento literario regionalista nacido en Cantabria en el último tercio del siglo XIX y que tuvo a JoséMaría de Pereda como su principal teorizador llegando a convertirse en un tópico la mención de su nombre y determinados títulos suyos como “El sabor de la tierruca”, y “Peñas arriba”, como referentes de esa modalidad.

Examinando las ideas existentes en el regionalismo literario, encontré una tesis –no tan reciente- de las profesoras Hebe Molina y Fabiana Valera, publicada en 1918 en la Biblioteca Digital de la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Argentina, como: “Regionalismo literario: historia y crítica de un concepto problemático” en la cual, el regionalismo literario es considerado una poética, que responde aI interés del autor por señalar una determinada región en sus rasgos geoculturales peculiares. Las autoras consideran que en “el pacto de lectura regionalista”, hay siempre un enunciador localizable y localista que provee al lector de los datos necesarios para ubicarse en el ámbito representado y para entender a los personajes, y que este puede darse mediante recursos sutiles como historia, folklore, formas dialectales, costumbres y cosmovisiones compartidas por sus habitantes.

Ese autor, que está implícito en el “regionalismo literario”, puede establecer guiños de complicidad mediante sobrentendidos y alusiones precisas que solo los próximos pueden desentrañar, sin pretender construir un texto regionalista. Solo el lector que conozca la región directamente o gracias a imágenes de cualquier tipo -entre ellas las literarias-, identificará la región e interpretará las connotaciones y las alusiones implícitas. Si esta identificación no es relevante para entender el mensaje del discurso novelesco, el texto, siempre permitirá conocer mejor al autor, su cosmovisión y el lenguaje de su mirada hacia el entorno expresada en las imágenes y representaciones discursivas.

Estoy escribiendo todo esto porque siento que a pesar de que he logrado publicar 9 novelas y de que me parece que absolutamente en todas se refleja de una u otra manera “el regionalismo literario” de mi lar natal, labor esta que pareciera ser absolutamente desconocida por quienes supongo que deberían estar encargados de analizar y promover la literatura zuliana (si es que existen estos personajes, pues no los conozco). Siento que estamos muy lejos de la recientemente recordada por Rafito, “Galería de escritores zulianos” de Aniceto Ramírez y Astier (1959-1956), y quisiera atreverme a repetir algunos de esos, quizá ya manidos comentarios, que he dicho y reiterado en público durante la última década…

“Escribo en español, y me gusta saber que así lo hago, pues mis novelas son casi todas sobre mi gente. Por eso ya he dicho que escribo como zuliano”… “La gaita zuliana, la danza zuliana, el vals, la contradanza, el bambuco, y hasta las décimas han venido relatando la vida, las luchas, las alegrías y los pesares de los zulianos” …“Tenemos que darle apoyo a nuestra creación literaria, pues una cosa es muy cierta: al perder la palabra se pierde la memoria”… “Tenemos que arriesgarnos a poner en letras el hablar de la calle, el léxico de los hombres y las mujeres de nuestra región”…”Debemos preservar nuestro lenguaje, y darle apoyo a la creación literaria autóctona”…“De esa manera contribuiremos simultáneamente a la preservación de nuestro patrimonio cultural”.

Recordando siempre a mi primo Ernesto… “Quien tenga oídos, que oiga”…

Maracaibo, lunes 30 de enero del año 2023

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