Hoy quiero hablar sobre un
personaje de la literatura venezolana, que no merece ser olvidado: me refiero a
Carlos Noguera (Tinaquillo,
Cojedes 1943-Caracas 2005) quien fuera escritor psicólogo y gerente cultural, Premio Nacional de Literatura 2004. Ganador del Concurso de Cuentos del diario
El Nacional 1969. Presidente de editorial estatal Monte Ávila Editores
(2003-2015). Estudió
psicología y fue profesor en pregrado y postgrado de la UCV.
En 1971, publicaría su novela Historias de la calle Lincoln, (1971), que para mí personalmente resulto una revelación y me indujo a decidirme por escribir literatura. En 1979 Carlos Noguera publicaría Inventando los días, (1979), luego Juegos bajo la luna, (1994) y en 1973 La flor escrita, (2003). Carlos Noguera ganaría los premios: Premio Internacional de Novela de Monte Ávila Editores (1971), Premio Bienal de Novela Guillermo Meneses, (UCV-1977), Premio II Bienal Mariano Picón Salas (1993), PremioCONAC de Narrativa (1995), finalista del Premio Rómulo Gallegos (1995 y 2007) y Mención de Honor del Premio Pegassus (1998). Su novela Juegos bajo la luna, fue llevada al cine en el año 2000 por el director mexicano Mauricio Wallerstein. Su obra ha sido traducida al inglés, francés, italiano, alemán y serbio. También publicó ensayos sobre psicología y fue director de la Revista Nacional de Cultura. Falleció en Caracas 2005.
En este blog (lapesteloca) hemos conversado en 2018 sobre su novela de “la calle Lincoln” vista por JR de Sola y de su “prodigiosa alquimia ese mismo año 2018.
Cuando Carmelo Vilda publicara en la Revista SIC (SIC No 341, 1972, pp. 36-37) algunos comentarios sobre la primera novela de Carlos Noguera, tuve yo la suerte de leer la novela de Noguera publicada en 1971, en un ejemplar de su segunda edición de 1991 y recuerdo la emoción de percibir los secretos de la narrativa de aquel autor que ya admiraba por la lectura previa de “Esperando los días”.En aquello años, para mi iniciáticos en las
lides de comenzar a ser reconocido como novelista, nunca imaginé que tres años
después de lo que he narrado, aquel maestro de la narrativa que era Carlos
Noguera con José Napoleón Oropeza e Israel Centeno le otorgarían a mi novela
“Escribir en La Habana” el premio de Narrativa en la Bienal José Rafael
Pocaterra del 64 y que precisamente sería Carlos quien aceptaría mi
invitación para presentar mi novela ganadora, unos meses después, con los
ejemplares de la novela tempranamente editados por la Fundación Gipuzkoa
gracias mi gran amigo Eduardo Blasco Olaetxea en Euskadi, hicimos una
presentación de la misma, recuerdo con nostalgia que en aquel acto, estuvo mi
madre presente y lo hicimos en la librería KuaiMare de Chacao., en Caracas. Fueron
gratos e inolvidables recuerdos de hace ya muchos años…
Con el título de un
artículo escrito por Carlos Noguera el año 1994 en la Revista “Dominios” de la
Universidad Nacional Experimental Rafael María Baralt, plasmaría estas
reflexiones que el autor haría, sobre, por qué escribimos, y de cómo todas
esas vivencias terminarán por transformarse en una “mágica enfermedad”. Decía
Noguera, “Son un propósito imposible, o tarea vana, las interrogaciones
del porqué y el cómo, el para qué y el hasta donde se escribe”. Carlos
Noguera se ve… “En la casa de la infancia, y abrir por azar un
viejo baúl con olor a trapo enmohecido y a resina”… Allí se tropezaría
con un fajo de papeles amarillentos de 25 o 30 años atrás que habían sido
escritos por algunos familiares, manos múltiples había versos de amor, de
amistad, de reproches y entonces, nos decía Carlos, lo que en aquel momento
comprendió… “Presenciaba la epifanía de la fabulación. La alquimia
prodigiosa del acto de nombrar, aquellos seres cotidianos y simples, cobraban
una portentosa dimensión mítica. El daño estaba hecho. La enfermedad se hallaba
allí y también el éxtasis: una maldición doble que intuí, una vez que nos toma,
ya no requiere explicación”.
Más adelante escribiría
Carlos Noguera sobre porque se escribe: “Se escribe, para llegar a
entender por qué se escribe. Se escribe porque no se puede no escribir. Se
escribe para rozar la frontera de la comprensión propia y del conocimiento
ajeno.” “Se escribe para sustituir al mundo que nos ha tocado en suerte y se
escribe por juego y por goce”. “Se escribe, por una inmersión inevitable en la
muerte y por un insaciado anhelo de totalidad: el asalto a un universo
alternativo que al refundirse con el real, borre las fronteras que separan el
deseo del éxtasis y nos sobrepongan a la espesa limitación de la vida que nos
ha sido dada.”
“¿Qué hacer, entonces?
¿Refugiarnos en el silencio, acaso? No. El silencio es lo que no fuimos y lo
que no seremos; la palabra, aún en su inquietante opacidad, es el brebajo que
nos vuelve cuerpo en el filo del presente”… … “La mágica enfermedad, termina
por resultarnos inevadible”. “Vamos a ejercerla, entonces en este solitario
centro del universo que cada uno habita, al decir del verso italiano, mientras
dure el breve relámpago que nos atraviesa y antes de que, de súbito, la noche
acontezca. Porque inevitablemente acontecerá”.
El trabajo de Carlos
Noguera “La prodigiosa alquimia”, aparecería publicado como
“Documentos de la II Bienal Nacional de Literatura Mariano Picón Salas, Mérida,
20 al 25 de septiembre de 1993” en el No 9 de DOMINIOS, dirigido por Miguel
Ángel Campos como Vic Rector Académico y Coordinador de Cultura de la
Universidad Nacional Experimental “Rafael María Baralt”.
Me complace traer la
memoria de quien fue mi amigo, Carlos Noguera, un gran novelista venezolano;
hoy, ya en mis 86 años, recuerdo como bromeaba conmigo sobre la descripción que
hacía de las jóvenes mujeres que aparecen en “Escribir en La Habana” en
medio de la festiva presentación de los libros recién llegados de Euskadi en el
acto de la Librería Kuai Mare en Chacaito. Cest la vie!
En Maracaibo el domingo 30 de noviembre del año 2025
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