Prosigo en la onda de “verdades históricas” y me veo regresando con una frase del tango Por la Vuelta, de Enrique Cadícamo. Retorno al pasado mes de octubre cuando relataría como fue que a finales de 1974, (estaba yo trabajando en el Laboratorio de Microscopía Electrónica (ME) del Sanatorio en Maracaibo), y me llegó una oferta interesante de unos neurocirujanos del hospital Vargas de Caracas, quienes estaban iniciando trabajos de cirugía estereotáxica., me invitaron a conocer todo un aparataje en una gran habitación del hospital Vargas, donde en el futuro se operarían los enfermos de Parkinson y se lograrían avances para operar las lesiones de Sistema Extrapiramidal.
Este relato, no aspira dar
explicaciones, sencillamente informa como fueron las cosas. Podría igualmente iniciarse
por la vuelta del Director del Instituto de Patología del hospital Vargas de
Caracas, designado como Ministro de Sanidad en el Primer Gobierno de CAP
(Carlos Andrés Pérez), cuando el Dr. Javier Arias Stella famoso patólogo
peruano ocupaba su cargo vacante- y brillaba en las reuniones con los
ginecólogos del hospital, -y los Drs Héctor Vegas Rodríguez, Manuel Emilio
Labrador y Felix Valderrama eran los patólogos adjuntos en el Instituto
encargados de todo lo asociado con los Servicios del hospital y de la enseñanza
de autopsias y patología quirúrgica a los médicos que cursaban la residencia en
patología.
El respeto y veneración
hacia la egregia figura del Dr Blas Bruni Celli ( “el director en comisión de servicio”), luchando por organizar el
cuero tieso del Ministerio de Sanidad del país, se percibía como algo casi mítico.
Bruni Celli, era un personaje de gran prestigio, respetado por todos los
patólogos del país por sus aportes académicos en diversas ramas de las ciencias
y en aquel ambiente “de importancia histórica” aparecería yo, un
patólogo llegado del Zulia, para cumplir con un año sabático universitario, a
trabajar casi exclusivamente como neuropatólogo, historia que ya relaté el 31
del ya pasado mes de octubre…
Mis primeras
experiencias con los tres médicos patólogos adjuntos del Instituto del Vargas,
me enseñaron que las cosas no eran igual allá que en mi tierra natal. Ciertas
novedades, como advertir que cuando hablaba y no me entendían -era por decír
cosas con esa especie de “falta de
seriedad” que nos caracteriza-, no estaba en mi región y era necesaria una mayor
seriedad, y así fui captando prontamente, de que en Caracas no existían
“lampazos” sino coletos, que no se debía decir “coger” por tomar y que las
cholas no eran chancletas. Me parecía impresionante ir a almorzar en algún
restaurante en La Candelaria con mis colegas patólogos pero eso era un
acontecer común, de diario ejercicio y luego aprendería a salir con colegas
residentes a beber cerveza en las inmediaciones de La Candelaria, y más tarde
habría de hacerlo con los estudiantes y con el personal técnico, y paso a paso
irían quedando para el recuerdo ahora borroso por los años tantas reuniones
agradables, felices, e informales, especialmente imborrables momentos en El
Pozo Canario de La Candelaria.
Se me hace muy
difícil no personalizar esa temporada de un año entero, desde julio 1975 a
julio del 1976, sin referirme a la situación de la microscopía electrónica en
el Instituto de Patología del hospital Vargas, con un ME Hitachi HS-7S que
estaba abandonado en el sótano del Instituto el cual intenté ponerlo a
funcionar con un joven técnico, hijo de JesúsVivas, nuestro técnico del ME del
Sanatorio. Así con Francisco (Quico), entrenaría a dos jóvenes recién graduadas
como histotecnólogas en el mismo Instituto, quienes se habían interesado en
aprender a cortar en el ultramicrotomo y a procesar material para su estudio
ultraestructural. No obstante, como era poco lo que se podía hacer con aquel ME
HS-7S, introduje una solicitud ante el CONICIT para lograr un ME Hitachi H-500
y poder proseguir mis estudios sobre el virus de la EEV.
El 31 de octubre
pasado, ya comenté en detalle (https://surl.li/kyhhjv) cuales eran mis obligaciones como neuropatólogo en
el Instituto del Vargas, con la presentación semanal de un par de casos de
Neurocirugía y de Neurología, reuniones que marcaron toda una temporada de
febril actividad con gran interés por las actividades neuropatológicas en el
hospital todo un experimento de docencia que me llevó a conocer y a querer a
muchos buenos amigos a colegas. Aproveché para reactivar mis contactos en
Virología en el IVIC con el Dr José Esparza y reactivamos los planes para hacer
investigación sobre el proyecto para demostrar experimentalmente el daño intrauterino
provocado por el virus de la EEV.
Ya casi había
transcurrido un año cuando sucedió algo que los patólogos del Instituto
Anatomopatológico (IAP) de la Universidad Central de Venezuela (UCV) ya me lo
habían, más que advertido, asegurado, que habría de sucederme. El Director del
Instituto de Patología regresó del Ministerio de SAS, el Dr Javier Arias Stella
(quien era para el momento un exiliado político) le entregó su cargo y afortunadamente
fue acogido por su amigo el Dr Luís Carbolnell en el IVIC, y a mí se “me sugirió” que regresase a mi ciudad,
con el argumento de que “es mejor ser
cabeza de ratón que cola de león”.
Ya he relatado
como esta tramitación, duró casi tres largos años durante los cuales mis
obligaciones me llevaron a pintar al óleo con espátula por las noches para
vender mis obras y logré hacer varias exposiciones de pintura hasta llegar
a vender más de un centenar de cuadros que me permitieron sobrevivir mientras
me ocupaba de organizar la Sección de Microscopía Electrónica del IAP de la
UCV. En pocas palabras, la lucha sigue…
Regreso ahora, ya para terminar, nuevamente con Felipe cantando el tango
de Cadicamo… “mi muñequita dulce y rubia, el mismo amor la misma lluvia, el mismo
mismo loco afán, te acuerdas hace justo un año, nos separamos sin un llanto,
ninguna escena, ningún daño… Llorar no tiene sentido, hay que seguir en
la lucha… Quizás aquel como este, debe ser un adiós inteligente, para olvidar o
supuestamente con letra de Pedro Vargas y Agustín Lara regresar a Felipe a entonando
el Cuando
vuelvas y entonces sí podremos asegurar que que arderán los pebeteros, y una lluvia de luceros, a tus pies se
tenderán...
Maracaibo, lunes
17 de noviembre del año 2025
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