lunes, 10 de noviembre de 2025

En una onda de verdades


Comienzo este relato y repito en la onda que estoy “desenrollando”, habiendo decidido hablar hace ya un tiempo, sin pelos en la lengua (o “a calzon quitao” si así lo prefieren), y en este caso, lo hago regresando a el tema de la amistad ya frecuentemente comentado en este blog (lapesteloca): vg en febrero 2019, cuando me referí a una “mancheta” de El Nacional que rezaba “Amigo, el ratón del queso”.

He acuñado un dicho que está escrito en mi novela “LaPesteLoca”: “…a los amigos hay que quererlos no con sus defectos, sino por sus defectos”. Es mi opinión con la cual yo planteaba, que los defectos eran precisamente lo que los hacían a los amigos, especiales, diferentes… Luego, en el mes de julio de 2020, personalmente quise hablar sobre mis amigos en un artículo intitulado “Amigos”, al que se puede localizar en el “buscador” del Blog… 

 

Ocasionalmente he hablado sobre profesores universitarios y hoy, siento tener que regresar para mencionar a un personaje de cuyo nombre no quiero acordarme; un “profe” que yo creía que era mi amigo, pero como sabiamente decía Rubén el cantautor panameño “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”, sí señor.

 

Así pues, y a pesar de todo, aquel relato fue escrito para honrar  la memoria de uno de mis más queridos escritores (https://bit.ly/3vWTXiV), uno de mi muy lejana infancia y juventud, el recordado Robert  Louis Stevenson, y cuando pensé en el escritor, decidí ponerle un nombre al “profe”; (ahora lo llaman “doctor” ) pero yo lo denominaría como Jekyll... No es doctor, como el personaje de Stevenson: a Dios gracias...

 

Lo conocí un par de años después de mi regreso a Maracaibo tras largo exilio. En 2006 o 2007, no recuerdo bien la fecha, pero la asociaré siempre con reuniones relacionadas con mi interés como “escribidor” de novelas y con la literatura. Su apariencia era de lo que llamamos ser “buena gente” por lo que nunca dudé de que era mi amigo...

 

Stevenson trata en su novela sobre el desdoblamiento de la personalidad, un aspecto que ya había sido literariamente examinado por otros autores, como el alemán, E.T.A. Hoffmann quien, impresionado por El Monje, de Matthew Lewis publicaría su novela gótica Los elixires del Diablo. Stevenson decidió incorporar en su famosa novela un brebaje que doctor Jekyll se bebería...

 

Resulta que se me antojó comentarle a nuestro vernáculo Jekyll que había terminado de escribir una nueva novela y de inmediato él me ofreció publicarla, en tanto que yo, con cierta suspicacia pensé, que era mejor que no, pues sabía que su editorial estaba cerrada y no quería ponerlo en un compromiso, de modo que preferí ofrecerle una colección de narraciones que tenía represada desde hacía varios años, la cual le hice llegar a su e-mail.

 

“El Dr Jekyll midió unas gotas de la tintura rojiza y añadió una medida ínfima de polvos. La mixtura, que en un comienzo tenía un tinte rojizo, comenzó a oscurecerse conforme los cristales se deshacían, a burbujear audiblemente y a arrojar pequeñas nubes de vapor. De pronto, en un instante, la ebullición cesó y la mezcla adquirió un color púrpura oscuro que poco a poco fue convirtiéndose en verde acuoso”...

 

Eran 39 relatos ya todos antes publicados y “el profe” pronto los revisó y les calculó unas 350 páginas asegurándome que él podría hacer 10 ejemplares en papel bond. Yo sabía que su editorial no estaba funcionando, pero él sin pausa, pero con prisa me dijo que sí, que trabajaría sobre el asunto y sin haber acordado un presupuesto total, ni tener nada por escrito, me dio instrucciones para que comenzara a cancelarle, por partes (al estilo de “Jack el destripador”) y “vía-pronto-pago” directamente depositándole dinero en su cuenta de ahorros...

 

Jekyll se dijo: “Tú que has negado la existencia de la medicina transcendental, tú que te has reído de los que te superaban en saber, ¡mira! Y diciendo esto se llevó el vaso a los labios y se bebió el contenido de un golpe”.


Mi esposa quien es profesora titular jubilada de la universidad, -situación que compartimos ambos-, me advirtió que “ese negocio” era una irregularidad y quiso ver el presupuesto de la empresa u otro inexistente documento para precisar el trabajo de la casa editorial. –Cancelaciones, nunca puede ser a título personal- me dijo, y yo le entendí, pero pensé... Es que Jekyll es mi amigo... ¿Sabes cuál es el costo total? Me lo preguntó ella, pero en realidad ni siquiera eso lo habíamos precisado... Él me pide cancelarle por partes, le dije, y ella de nuevo insistió en que aquello era algo terriblemente irregular...

 

En las dos semanas siguientes y -por partes- llegué a cancelarle a Jekyll en cuotas de 50 US dólares, la cantidad de 6.417,00 Bs que puede no parecer mucho dinero, (actualmente son cifras ridículas) pero… ¡Para un profesor universitario que vive de su sueldo, y de los minúsculos bonos del gobierno, era una suma considerable! Aquello ameritaba una mayor seriedad o claridad, más allá de repetirme: “Deposita otros 50 dólares más”... El profe se ausentó durante una semana y regresó diciendo que necesitaba le cancelara otros 50 US$ que tenía pendientes “para pagarle a sus trabajadores”...

 

Ya en otro tono recibí esta misiva por wasup: “Me preocupa que haya mandado a imprimir una novela y ahora no quiera pagar la edición. Pague su vaina”... Eso sucedería el mismo día de mi cumpleaños 84 en aquel año 2023, ya post pandemia… Recibí una llamada telefónica y entonces ya “el profe” no era Jekyll, era el propio mister Hyde, quien aullaba gritándome textualmente  -“Me pagáis mi verga, viejo coñoemadre”... Escuchando aquel lenguaje prostibulario es difícil comentar mi sorpresa, pero como todo ha quedado escrito -al igual que los comprobantes de los depósitos bancarios- puedo regresar para releer mi respuesta: “Quedará en tu conciencia lo de decirme “me pagais mi verga viejo coñoemadre” cuando traté de explicarte decentemente que leyeras lo escrito... Si lees todo lo escrito verás que nunca has dado un monto total de lo que costarían los 10 libritos. Jamás me lo informaste, (revisa antes de insultar histericamente como lo has hecho)”...

 

Entonces pensé... Hay mucho malandro... Andan por ahí que juegan garrote, hasta disfrazados de promotores culturales y hasta de profesores, y ahora hasta les dicen doctores...

 

Dos días después me escribiría amenazándome de que iba a destruir los 10 libros, -como si aquello tuviese alguna importancia, como si no fuese mucho más grave el haber desvelado en un rapto de insania su personalidad oculta-... ¡Haberme tocado a mí presenciar el fenómeno de Stevenson! Aquella lamentable transfiguración, al ver a Jekyll transformándose en un basilisco para desvelar su oculta calaña de Hyde, en aquella ocasión, sin mediar brebajes burbujeantes, era como para demostrarle al mundo que Stevenson cuando ideó su novela, no estaba lejos de conocer la existencia de estos seres.

 

La desagradable experiencia de comprobar como el profe Jekyll se transformaba en el malandro Hyde, sin necesidad aparente de beberse ninguna poción burbujeante, aquel era un desdoblamiento que se daba solo por “unos cobres”. Muy triste resultaría para mí el espectáculo de ver como aquel “prestigioso profesor” –quien yo juraba era mi gran amigo- sin brebajes -o sea, bueno y sano- era incapaz de controlar su humana condición, e ingresaba al nutrido grupo de los malandrines de oficio.

 

En Maracaibo, el lunes 10 de noviembre del año 2025

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