miércoles, 24 de septiembre de 2025

Una historia muy personal


Al denominar esta aventura del Blog lapesteloca como “una aventura muy personal”, hago de ella algo que pertenece al pasado remoto, y es que para redactarla, he tomado partes de una charla dictada en Valencia, Estado Carabobo, en una reunión de la Sociedad Venezolana de Anatomía Patológica(SVAP), un mes de julio del siglo pasado, en el año 1997…

 

Mi intención era hablar de cómo y porqué comencé a escribir literatura, y específicamente, en el área de las novelas. Para ello, le comentaba a los asistentes, que había iniciado esta aventura muy temprano, tal vez en los primeros años del bachillerato, o quizás antes, por lo que les diría que comencé a escribir relatos inventados cuando era niño. En aquel entonces, es bueno decirlo, leía bastante, o es mejor que diga mucho; leer, nunca es demasiado.  

 

Entre los 10 y los 16 años escribía relatos, algunos organizados como si fuesen aventuras, que seguramente eran un reflejo de mis lecturas y del cine, pues había comenzado tempranamente a ir al cine, no solo a el CineLandia y al Venecia, ambos situados a una cuadra al norte y al sur de mi casa. Allí, iluminado por la maravilla creada por los hermanos Lumiere, vería filmes y series con fantásticas situaciones (¿Qué tal “La invasión de Mongo?) o vistas en películas, siempre aptas para menores, complementaba mis aventuras escritas.

 

Decía que tuve la suerte de leer muchas cosas y si no fuese porque guardé por años algunas poesías, cuentos y esbozos de novelas de esa época, les juro que ahora pensaría que aquello de mis escritos novelescos de la infancia fue un invento, o que me traiciona la imaginación. Puedo verme, en mi casa, en Maracaibo, sentado, muy joven, leyendo a “Valle Verde” y “Alegre” de Hugo Wast, a “Miguel Strogoff” de Verne y “El último de los Mohicanos” de Fenimore Cooper, o  ”Los verdes años” y “La ciudadela” de AJ Cronin; particularmente me veo releyendo a “David Coperfield” y “Oliver Twist” de Dickens, y puedo asegurarles que en esos años, me ilusionaba pensando en que cuando fuese grande, sería escritor. . .

 

Ernest Hemingway en 1935, haciendo caso omiso de la famosa Moby Dick de Herman Melville y de otros escritores, afirmó que:"Toda la literatura estadounidense moderna proviene de un libro de Mark Twain llamado Huckleberry Finn ", leí y releí el lenguaje coloquial de los viajeros en aquella balsa en aguas del Missisipi en la obra maestra de Twain, donde por primera vez en los Estados Unidos Samuel Clemens mostraba la voz vívida, no tan respetable, de la gente común usada para crear una gran literatura.


Después se me pasó todo aquello. Estudié Medicina, y la Patología, particularmente la investigación sobre la ultraestructura y los virus, absorbieron mi espíritu durante muchos años, hasta el fanatismo. Quisiera brevemente relatarles cómo fue que, en 1983, a los cuarenta y tres años, me supe hipertenso (me negaron la carta médica para conducir, y es que yo ni sabía sobre mis cifras tensionales). Calculé entonces como estaría el espesor de mi ventrículo izquierdo entendiendo que sería inversamente proporcional a la vida que me restaba y, en ese momento, sentí que, una de las cosas más lamentables para mí, sería el que nadie se enterara de tantísimas vivencias disfrutadas y /o padecidas, en una ardua lucha, que había librado durante siete años en mi propia tierra, tratando de hacer investigación; en aquella época, estuve al frente de un microscopio electrónico sin lograr convencer a los patólogos de mi terruño, de que valía la pena dedicarse a esos menesteres.

 

Durante una semana dándole vueltas a la idea en mi cabeza, decidí que la mejor manera de relatar aquellos hechos, sería “echando un cuento”… Tal vez creando una novela, al fin y al cabo, todo iba a parecer producto de una calenturienta imaginación ya que cuanto había acontecido en aquellos años, entre el sesenta y ocho y el setenta y cuatro, era, -o al menos, a mí me parecía-, ¡increíblemente surrealista! Así fue como comencé a escribir nuevamente otra cosa que no eran ya trabajos de investigación para ser publicados y escribiendo y re escribiendo de noche, así nació lo que terminaría transformándose en “La Entropía Tropical”.

 

Cuando decidí mostrar mi primera novela, no sabía que cosa estaba escribiendo, no sabía si era un relato autobiográfico, o una jerigonza apocalíptica (así la denominaba yo mismo) mientras intentaba relatar las cosas que me ocurrieron durante unos 7 años en mi tierra, “sobre -mi- misma tierra” diría, para disimuladamente contar lo sucedido cuando regresaría luego de 5 años de especialización (1964-1968) en unas tierras heladas y de cómo estuve luchando por tratar de hacer investigación científica en mi terruño…

 

Así se fue fraguando “La Entropía Tropical”, un monstruo de más de 400 páginas llenas con personajes, cuyos nombres y apellidos eran diferentes a los reales, intertextualizado, lúdico, fragmentario, con un cierto monólogo interior -sin conocer a Joyce- con una historia mesopotámica intercalada, de la cual no era muy difícil deducir que yo parangonaba a mi tierra natal con Babilonia… Cuando creí terminarlo, acudí a gente tan seria como el doctor Ildemaro Torres, quien era el director de Cultura de la UCV, y a la Licenciada Sánchez Urdaneta quien trabajaba con él y ellos me convencieron de que aquello que había venido garrapateado era una novela.

 

Unos años más tarde, le di a leer “La Entropía...” al escritor Eduardo Liendo… Todos ellos me hicieron creer que aquello, mi “jerigonza apocalíptica- era: una novela. Así que después de eso, me dediqué a escribir y a escribir y luego a leer y a releer cuartillas para corregirlas y desde entonces he tratado de concienciar algo que dijera no recuerdo quién, creo que fue Oswaldo Trejo: “el compromiso primordial del escritor es, escribir”.

 

En 1986, y ya dándole los últimos toques a “La Entropía Tropical”, me metí de lleno en un proyecto acariciado desde hacía varios años, pensando escribir una novela sobre Rafael Rangel para usar al presidente Cipriano Castro como su contrafigura en algo que transcurriría durante los tres últimos años de la dictadura castrista y culminaría con la peste bubónica en La Guaira, el suicidio de Rangel y el exilio para siempre de Cipriano Castro. Esos tres años de sucesos a comienzos del pasado siglo XX, debían ir corriendo paralelos a varias historias vivenciadas en los treinta años de nuestro denominado “sistema democrático”…

 

Después de cuatro años de escribir y de corregir “La Peste Loca” se me había transformado en un hipertrófico manuscrito de más de 700 páginas y aceptaría entonces los sabios consejos de quienes me explicaron la imposibilidad para un autor desconocido, de pretender publicar algo tan voluminoso, así que decidí separar la historia del pasado con Rangel y Castro, de la del presente en el marco del período democrático, y nacieron entre 1989 y en 1990 “La Peste Loca” y “Bajo la sombra de los uveros”, que después titularía como “El movedizo encaje de los uveros”. Ambas novelas, con la “La Entropía Tropical”, permanecían inéditas en los días de 1997 cuando dicté mi charla en el Colegio de Médicos de Valencia para la SVAP.

 

La Secretaría de Cultura de la Gobernación del Estado Zulia en la persona de Jesús Ángel Parra, aprobaría la publicación de “La Peste loca”, novela que nunca creí que alguien se atrevería a publicarla... En 1997 pensé que “levantaría un polvero”, pero no paso mucho y sin embargo, fue mi primera novela publicada y le dio el nombre a este Blog que llevo desde 2013 y donde desde 2019 escribo TODOS los días.              

Gracias por leerme.

 

En Maracaibo, el miércoles 24 de septiembre de 2025

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