Charles
Lutwidg Dogson
(1832-1898), fue,
un lógico, matemático, fotógrafo y novelista británico quien tras licenciarse
en el Christ Church (1854), empezó a trabajar como docente y a colaborar en
revistas cómicas y literarias, adoptando el seudónimo de Lewis Carroll por el
que sería universalmente conocido.
Cuando Lewis Carroll concluyó su
novela en 1863, decidió llamarla “Las
aventuras subterráneas de Alicia”, su manuscrito era ilustrado y estaba dedicado
a su joven amiguita Alicia Liddell; este texto es más breve que la historia que
todos conocemos, pero ambas versiones concluyen con el despertar de Alicia
después de un sueño que ella le contará a su hermana quien tiene un sueño
propio con escenas que le ocurrieron en la vida real en Oxford y la pequeña
Alicia no es otra sino Alicia Linddell. Toda esa historia finalmente en la
pluma de Lewis Carroll se tornaría en “Alicia
en el país de las maravillas”.
En 1864 Lewis Carroll le escribiría
a su amigo Tom Taylor refiriéndole otros posibles nombres que se le antojaban
para su novela; todo esto antes de entregarle el manuscrito a Alicia Linddell, la niña que inspiró las novelas
sobre “Alicia”, era la hija pequeña del doctor Liddell, un gran helenista.
Lewis Carroll o Charles Lutwidg
Dogson se sentía feliz viviendo encerrado entre los muros de un colegio de Oxford y sentía una especial
fascinación por la niña, al grado que en una época llegó a considerar pedirla
en matrimonio a su padre cuando ella sólo contaba 13 años. Carroll quien se
sentía feliz viviendo encerrado entre los muros de un colegio de Oxford era profundamente religioso, de carácter
apacible e inocente, hasta el punto de considerar el mundo exterior demasiado
peligroso, y quizás por ello preferir vivir sumido en su mundo ilógico de
fantasía. La pasión de Lewis Carroll por las matemáticas era simultánea a la
compartida con la lógica.
En 1896, Carroll le
escribiría una carta a su amiga Dora Abdy donde señalaba el peligro de
“aprender a mirar las cosas solemnes burlándose de ellas, esto sería como una
manera de ejercitar el ingenio y sin embargo, el pecado no era para él algo
para hacer bromas pues pensaba que la fe y la diversión deberían mantenerse
separadas. Estas consideraciones son importantes en una época cuando se creía
que la literatura infantil debería siempre encerrar una veta moralista, aunque
Carroll pensaba que había que dejar “la educación moral” para la iglesia.
Carroll se ocupaba
de retratar a las niñas, y la niña que más veces le sirvió de modelo y a la que
fotografió unas cincuenta veces desde que tenía 4 años hasta que cumplió los
16, fue Alexandra Kitchin(«Xie»), hija del decano de la catedral de Winchester.
Estas curiosidades de su vida han planteado preguntas sobre el carácter
“pedófilo” de Carroll quien nunca se ocupó de esconder sus aficiones en
contexto de la cultura victoriana, cuando la aparición de niñas desnudas podía
verse como algo totalmente normal porque equivalía a un símbolo de inocencia.
En mi novela mi novela “Escribir en La Habana” uno de los personajes principales es una doctora de Maracaibo de nombre Alicia Barrera. A continuación, copio un fragmento del Capitulo X :
“Alicia se dio vuelta en la cama y
buscó algo en el piso. Metió la mano en el bolso grande de Anabella que estaba
en el suelo al pie de la cama y extrajo de él un libro de tapas rojas. Volteó a
mirar a Marcelo con el libro en la mano y un brillo extraño en sus pupilas azul
claro le dijo. Si te cuento una cosa, ¿la creerás por muy loca que te suene? La
creerás Marcelo, sí, porque no tienes más alternativa. Escúchame. Yo he soñado
esta semana un sartal de disparates. En dos oportunidades me he visto como
Alice in Wonderland o
como Alice through the looking glass. En
estos sueños, recuerdo que he tenido que enfrentarme un par de veces con los
mellizos Tweedledum y Tweedledee... Primero, en sueños claro está, creo que
visité su casa aquí en La Habana, después, fue ayer, era una pesadilla donde se
me revolvieron los mellizos con escenas que parecían sacadas de las narraciones
extraordinarias de Poe y casi me desperté gritando, iba perseguida por un
condenado zamuro. Pensé al principio que esos sueños eran como consecuencia de
los comentarios de Anabella sobre mi visita a La Habana en el rol de Alicia, en
el país de las maravillas socialistas, pero el cuervo era horrible y los
mellizos eran unos espadachines con unas capas rojas y había sangre. Lo que
quiero mostrarte está en el libro. Es una vieja edición en español del Alicia
de Lewis Carroll que me ofreció mi sobrina Anabella para que la leyera hace
unos días…
… Ya en la guagüita de turismo, llevaba yo en
mis manos el libro que me diera Alicia y su sobrina, reconociéndolo suyo, me
dijo con un tono burlón y vivos destellos en su mirada verde mar. La lectura de
ese librito te puede llevar solo o con Alicia hasta el otro lado del espejo.
¿Me entiende mi dóctor? Yo pensé que se refería a su tía más que a la verdadera
Alice de la historia del país de las maravillas, la que cruzó a través del
espejo, mas ella no me dejó articular una sola palabra, estaba radiante y lozana
y sin detenerse continuó diciéndome de lo más sonreída. ¿Conoces la canción esa
que dice, tu amor es un periódico de ayer? …
… ¿Para que leer las noticias si
son de ayer? Son noticias ya pasadas, propagadas y hasta olvidadas. Yo la miré
queriendo desentrañar el sentido de sus cuitas pero ella continuó. Un libro, mi
dóctor, se puede leer dos o más veces, la literatura es para releerla,
inténtalo Marcelo querido. Lo que cada uno encuentre en los libros depende más
del lector que del autor, sobre todo del lector que sea capaz de releer. ¿Que
hiciste con Natasha, leíste un periódico o trataste de releerla como un libro?
Se rió con picardía, el verme balbucear tratando de defenderme, quería decirle
que si era por leer, yo ni siquiera había terminado con la tía Julia, pero
imaginé que ella cambiaría las cosas y se saldría por la tangente con algún
chiste sobre su tía Alicia. Al fin pude expresarme. No es leer, es el cómo
entender muchas cosas lo que me preocupa.
Maracaibo, viernes
26 de septiembre del año 2025
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