viernes, 26 de septiembre de 2025

Aniversario de Alicia

 

Charles Lutwidg Dogson (1832-1898), fue, un lógico, matemático, fotógrafo y novelista británico quien tras licenciarse en el Christ Church (1854), empezó a trabajar como docente y a colaborar en revistas cómicas y literarias, adoptando el seudónimo de Lewis Carroll por el que sería universalmente conocido.

Lewis Carroll era un profesor de matemáticas de la Universidad de Oxford, publicaba trabajos sobre complejos problemas de matemáticos y de quien ya hablamos en lapesteloca en 2018 (https://surl.li/ihdctm). Este año 2025 se conmemora el 160 aniversario de la aparición de su novela “Alicia en el país de las maravillas”, una historia que en el imaginario colectivo siempre ha sido maravillosa y digna de ser contada.

Cuando Lewis Carroll concluyó su novela en 1863, decidió llamarla “Las aventuras subterráneas de Alicia”, su manuscrito era ilustrado y estaba dedicado a su joven amiguita Alicia Liddell; este texto es más breve que la historia que todos conocemos, pero ambas versiones concluyen con el despertar de Alicia después de un sueño que ella le contará a su hermana quien tiene un sueño propio con escenas que le ocurrieron en la vida real en Oxford y la pequeña Alicia no es otra sino Alicia Linddell. Toda esa historia finalmente en la pluma de Lewis Carroll se tornaría en “Alicia en el país de las maravillas”.

En 1864 Lewis Carroll le escribiría a su amigo Tom Taylor refiriéndole otros posibles nombres que se le antojaban para su novela; todo esto antes de entregarle el manuscrito a Alicia Linddell, la niña que inspiró las novelas sobre “Alicia”, era la hija pequeña del doctor Liddell, un gran helenista.  Lewis Carroll o Charles Lutwidg Dogson se sentía feliz viviendo encerrado entre los muros de un colegio de Oxford y sentía una especial fascinación por la niña, al grado que en una época llegó a considerar pedirla en matrimonio a su padre cuando ella sólo contaba 13 años. Carroll quien se sentía feliz viviendo encerrado entre los muros de un colegio de Oxford era profundamente religioso, de carácter apacible e inocente, hasta el punto de considerar el mundo exterior demasiado peligroso, y quizás por ello preferir vivir sumido en su mundo ilógico de fantasía. La pasión de Lewis Carroll por las matemáticas era simultánea a la compartida con la lógica.

En 1896, Carroll le escribiría una carta a su amiga Dora Abdy donde señalaba el peligro de “aprender a mirar las cosas solemnes burlándose de ellas, esto sería como una manera de ejercitar el ingenio y sin embargo, el pecado no era para él algo para hacer bromas pues pensaba que la fe y la diversión deberían mantenerse separadas. Estas consideraciones son importantes en una época cuando se creía que la literatura infantil debería siempre encerrar una veta moralista, aunque Carroll pensaba que había que dejar “la educación moral” para la iglesia.

 

Carroll alcanzó también la excelencia en el arte de la fotografía, de un modo tan importante que la convirtió en una expresión de su personal filosofía interior: la creencia en lo que él llamaba, la belleza, y que para él significaba un estado de perfección moral, estética, o física, visible a través de la fotografía, Carroll trató de combinar los ideales de libertad y belleza con la inocencia edénica, donde el cuerpo humano y el contacto humano podían disfrutarse sin sentimientos de culpa, visión esta que se transformó en la persecución de la belleza como un estado de gracia, para recuperar la inocencia perdida.

 

Carroll se ocupaba de retratar a las niñas, y la niña que más veces le sirvió de modelo y a la que fotografió unas cincuenta veces desde que tenía 4 años hasta que cumplió los 16, fue Alexandra Kitchin(«Xie»), hija del decano de la catedral de Winchester. Estas curiosidades de su vida han planteado preguntas sobre el carácter “pedófilo” de Carroll quien nunca se ocupó de esconder sus aficiones en contexto de la cultura victoriana, cuando la aparición de niñas desnudas podía verse como algo totalmente normal porque equivalía a un símbolo de inocencia.

 

Sin descartar que el amor de Carroll por las niñas fuese inocente sin que pudiesen atribuírsele explicaciones de carácter sexual, se ha llegado a plantear que más a un deseo sexual sus aproximaciones a las niñas y jovencitas púberes representaban el deseo oculto de seguir siendo un niño. Cultivó también el paisaje y el estudio anatómico y decidiría abandonar repentinamente la fotografía en 1880. 

 

En mi novela mi novela “Escribir en La Habana” uno de los personajes principales es una doctora de Maracaibo de nombre Alicia Barrera. A continuación, copio un fragmento del Capitulo X :

 

“Alicia se dio vuelta en la cama y buscó algo en el piso. Metió la mano en el bolso grande de Anabella que estaba en el suelo al pie de la cama y extrajo de él un libro de tapas rojas. Volteó a mirar a Marcelo con el libro en la mano y un brillo extraño en sus pupilas azul claro le dijo. Si te cuento una cosa, ¿la creerás por muy loca que te suene? La creerás Marcelo, sí, porque no tienes más alternativa. Escúchame. Yo he soñado esta semana un sartal de disparates. En dos oportunidades me he visto como Alice in Wonderland o como Alice through the looking glass. En estos sueños, recuerdo que he tenido que enfrentarme un par de veces con los mellizos Tweedledum y Tweedledee... Primero, en sueños claro está, creo que visité su casa aquí en La Habana, después, fue ayer, era una pesadilla donde se me revolvieron los mellizos con escenas que parecían sacadas de las narraciones extraordinarias de Poe y casi me desperté gritando, iba perseguida por un condenado zamuro. Pensé al principio que esos sueños eran como consecuencia de los comentarios de Anabella sobre mi visita a La Habana en el rol de Alicia, en el país de las maravillas socialistas, pero el cuervo era horrible y los mellizos eran unos espadachines con unas capas rojas y había sangre. Lo que quiero mostrarte está en el libro. Es una vieja edición en español del Alicia de Lewis Carroll que me ofreció mi sobrina Anabella para que la leyera hace unos días…

 

Ya en la guagüita de turismo, llevaba yo en mis manos el libro que me diera Alicia y su sobrina, reconociéndolo suyo, me dijo con un tono burlón y vivos destellos en su mirada verde mar. La lectura de ese librito te puede llevar solo o con Alicia hasta el otro lado del espejo. ¿Me entiende mi dóctor? Yo pensé que se refería a su tía más que a la verdadera Alice de la historia del país de las maravillas, la que cruzó a través del espejo, mas ella no me dejó articular una sola palabra, estaba radiante y lozana y sin detenerse continuó diciéndome de lo más sonreída. ¿Conoces la canción esa que dice, tu amor es un periódico de ayer? …

 

… ¿Para que leer las noticias si son de ayer? Son noticias ya pasadas, propagadas y hasta olvidadas. Yo la miré queriendo desentrañar el sentido de sus cuitas pero ella continuó. Un libro, mi dóctor, se puede leer dos o más veces, la literatura es para releerla, inténtalo Marcelo querido. Lo que cada uno encuentre en los libros depende más del lector que del autor, sobre todo del lector que sea capaz de releer. ¿Que hiciste con Natasha, leíste un periódico o trataste de releerla como un libro? Se rió con picardía, el verme balbucear tratando de defenderme, quería decirle que si era por leer, yo ni siquiera había terminado con la tía Julia, pero imaginé que ella cambiaría las cosas y se saldría por la tangente con algún chiste sobre su tía Alicia. Al fin pude expresarme. No es leer, es el cómo entender muchas cosas lo que me preocupa.

 

Maracaibo, viernes 26 de septiembre del año 2025

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