En el mes de noviembre del año 2014, traté de responder un
par de preguntas. Me las había hecho un amigo, a quien les di a leer retazos de
una novela inédita, titulada en aquellos días como “Los amores elípticos
de un médico investigador” mostrando
hechos que en general se desarrollaban en esta tropical región del planeta. Me
refería, obviamente, a nuestra ciudad “amada
por el sol” y mi amigo a quien apodábamos ElCastorEnano, me preguntaría, del por qué consideraba yo que eran “elípticos”
aquellos amores y como era que me atrevía a utilizar el voseo para
relatarlos.
Yo le respondería, echándomelas de “astrónomo de Google”, que los planetas del Sistema Solar describen cada uno de ellos una órbita elíptica, y que uno de sus focos
está ocupado por el Sol, y según
aprendimos en el colegio en la primera Ley de Kepler. Le recordé entonces que
un elipsoide es el
equivalente tridimensional de una
elipse y como es
que esta, puede ser descrita como una esfera achatada y su volumen puede ser
calculado a partir de la longitud de sus tres ejes. Esto dicho así, es fácil de
entender, eso le dije.
-Estais locoebola y lo
que soy yo, no te entiendo nada, me respondió el Castorcito… Era
comprensible ya que mi amigo, quien es muy versado en temas de lingüística, me
aseguró que, muy poco sabía de astronomía, pero que recordaba como en la
gramática tradicional, se dice -a veces- que la elipsis consiste en
suprimir algún elemento del discurso sin contradecir las reglas gramaticales; o
sea que, cuando se habla de elipsis
en lingüística, se trata de ciertas construcciones sintácticas en las que no
aparece alguna palabra que se refiera a una entidad lógica necesaria para darle
sentido a una frase.
Ahora soy yo el que se está enredando con tus explicaciones,
le dije y sinceramente, pensé que era él quien se había metido en honduras (sin pasar por Nicaragüa solía decir yo) pero
en realidad fui deshaciéndo la confusión y creí haber recapitulado… Recordé precisamente
a un tal señor Vossler, y de su relación con el lenguaje. (Karl Vossler quien vivió entre 1872 y 1949, y fue un romanista
e hispanista alemán, creador de La
escuela del Idealismo lingüístico y de la Estilística),
quien en su “Análisis teórico de la sintaxis”, participó en una polémica
histórica sobre la naturaleza de la elipsis lingüística)… También vino a mi
mente algo que escribiera Ernesto Sábato en su artículo titulado “El
voseo”…
En aquel trabajo sobre “el voseo”, Sábato había dicho que: “el lenguaje es una estructura que oscila entre dos
polos opuestos, entre el individuo y la sociedad, entre la creación y la
tradición, entre la originalidad y la convención, entre la libertad y la
determinación, entre la poesía y la acomodación social, entre el espíritu y la
cultura hecha, entre la psicología y la gramática”. Todo este recuento era
pertinente ya que, en aquel momento, se trataba de poder discutir el hecho de
mi “atrevimiento” al utilizar el voseo en una novela que in illo tempore comenzaba a estructurarse
aunque hablase de amores elípticos.
Todo aquello en textos escritos o más bien, garrapateados,
venía desde muchos años atrás, y mientras su germen permanecía incubándose,
ahora lo siento cocinándose a fuego muy lento y así desde entonces… -¿Hasta ahora?
¡Hace la pelusa de 24 años!- Pensé
hallar algún apoyo en palabras que recordaba había escrito mi amigo Jesús Ángel
Parra y las busqué para suscribirlas: “el voseo usado en Maracaibo es diptongado, lo
que lo hace genuino, utilizado sólo por algunas comunidades en la sierra del
Ecuador; es único en el mundo y no rompe totalmente con el voseo español de los
siglos XII-XVI, que no es totalmente diferente de aquella modalidad latina, que
comenzó a propagarse en tiempo del Bajo Imperio Romano”.
Maracaibo como ciudad portuaria fue siempre muy activa,
desde su descubrimiento y luego, desde su triple-fundación en adelante, la
ciudad creció, individualizada, y aunque su gente le dio la espalda a su lago, quizás
porque ya no era de cristal como en épocas pretéritas, continuaría en su
productivo aislamiento, primariamente porque para llegar a ella solo era posible
hacerlo por vía lacustre, y así fue adquiriendo condiciones culturales
diferentes, de las que quizás el dialecto fue una de las más importantes.
El llamado “dialecto
maracucho” que para algunos resulta vulgar, y hasta soez, aunque en
realidad no tiene ninguna característica específica para calificarlo de esa
manera, lo cierto es que al hablarlo, utilizamos palabras de uso particular en
la región, proveniente en muchos casos de deformaciones lingüísticas que
nacieron hace muchos años y se han venido nutriendo con la inmigración de
extranjeros o de compatriotas de otras regiones, quienes a raíz del boom
petrolero se acercaron a nuestra calurosa ciudad donde también, la asimilación
de los indígenas y la comercialización aportarían su legado en el hablar del
nativo.
Hoy día, ya pasada la mitad del año 2025 del siglo
XXI, todo lo conversado, puede ser visto como un prolegómeno, que responde a una
cocción ya bastante prolongada, o a la adecuada fermentación de una novela, que
dividida en cuatro partes, el autor, relatará a través de una larga conversación con su
amigo el CastorEnano, desde cuando estudiaban en la escuela de los jesuitas, y
será ese amigo quien fungiendo como amanuense gratuito del escritor, quien ahora
quizás nos cuente… “La elipsoidal y
antiparabólica historia de un maracucho”.
Más pronto que tarde, quizás algunos distraídos hablarán
en unos meses, de la que será otra, nueva novela, la cual seguirá estando en su
punto actual de cocción, pero habrá de nacer como un sueño irreal, para robustecer
un lamentablemente deficiente por inexistente-“movimiento literario”- que localmente debería pugnar por el rescate
del habla del zuliano. Utilizar literariamente el habla cotidiana, sin que esto
represente un motivo para avergonzarse de nuestro sistema dialectal, pensamos,
que debería ser importante y hasta podría constituir toda una corriente
literaria local, la cual como ya sabemos, conllevará siempre según decía el
mismo Jesús Ángel Parra años atrás “sus
aliados y sus detractores”.
A pesar de haber logrado publicar más de 10 novelas las que me parece
reflejan de una u otra manera “el regionalismo literario”( https://surl.li/sqhcve ) de mi suelo natal, esta labor
pareciera ser absolutamente desconocida por quienes supongo deberían estar
encargados de analizar y de promover la literatura zuliana.
Presiento que estamos muy lejos de cuando existía una “Galería de
escritores zulianos”, la de don Aniceto Ramírez y Astier (1879-1956), y voy
a repetir algunos de sus comentarios reiterados en público durante su vida… “Tenemos que darle
apoyo a nuestra creación literaria, pues una cosa es muy cierta: al perder la
palabra se pierde la memoria”… “Tenemos que arriesgarnos a poner en letras el
hablar de la calle, el léxico de los hombres y las mujeres de nuestra región”…
“Debemos preservar nuestro lenguaje, y darle apoyo a la creación literaria
autóctona”…“De esa manera contribuiremos simultáneamente a la preservación de
nuestro patrimonio cultural”.
En el ínterin, la cena no está lista aun, pero quizás ya “el café está servido” y puede que en
unos meses, una noticia “elipsoidal y
antiparabólica” les sorprenda la cual espero a todos les “agarre confesaos”.
En Maracaibo, el sábado
20 de septiembre del año 2025
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