"Lobo es el hombre para
el hombre"
es una frase célebre, extraída de la obra dramática “Asinaria”, del comediógrafo latino Plauto (250-184 a. de C.). Esta
frase latina fue popularizada en el siglo XVIII por Thomas Hobbes en
su obra “El Leviatán” (1651). Hobbes escribiría “el hombre es
un lobo para el hombre” en latín homo homini lupus, para
referirse a que el estado natural del hombre lleva a una la lucha
continua contra su prójimo. La frase, terminaría por
convertirse en la metáfora del animal salvaje que el hombre lleva por dentro.
Leviatán es una bestia marina del Antiguo Testamento, que aunque se
supone fue creada por Dios, es a
menudo asociada con Satanás.
El término Leviatán se ha reutilizado en numerosas
ocasiones como sinónimo de un gran monstruo. Job describe
su aspecto físico con semejanzas a un dragón, pero
durante muchos años, en sus viajes, los marineros europeos imaginaban al Leviatán como
una gigantesca ballena, un monstruo del mar, o de preferencia una especie
de serpiente marina.
Entre los libros más conocidos del escritor, guionista y director de
cine Paul Auster (1947-2024) está “Leviatán”, una
novela galardonada con el Premio
Médicis en 1993 donde
Auster relata la vida de un hombre (Benjamin Sachs) contada por su mejor amigo
Peter Aaron quien es una suerte de alter ego del mismo escritor. La novela
refleja la primera etapa de Auster, como escritor, con similitudes a “La
trilogía de New York”, y a “Mr. Vértigo”.
Si
regresamos a Thomas Hobbes, la Guerra Civil inglesa había estallado en 1642, y
la compañía de los realistas exiliados llevó a Hobbes a producir su obra Leviathan, donde expuso
su teoría del gobierno civil en relación con la crisis política resultante de
la guerra. Hobbes comparó el Estado con un monstruo compuesto de hombres,
creado bajo la presión de las necesidades humanas, más disuelto por la guerra
civil debido a las pasiones humanas. En 1666, el rey protegería a Hobbes cuando, la Cámara de los Comunes presentó un proyecto de ley contra el ateísmo
y la profanación. Ese mismo año, el 17 de octubre de 1666, se ordenó que el
comité al que se remitió el proyecto de ley “debería estar facultado para recibir información tocante a libros como el
ateísmo, la blasfemia y la profanación[...]en particular[...]el libro de El Sr.
Hobbes llamado Leviatán”.
Ante la
perspectiva de ser etiquetado como un hereje, Hobbes procedió a quemar algunos
de sus documentos comprometedores. Cuando examinó el estado real de la ley de
la herejía, los resultados de su investigación se anunciaron por primera vez en
tres Diálogos cortos agregados como Apéndice a su traducción latina de Leviathan,
publicada en Ámsterdam en 1668. En este apéndice, Hobbes pretendía mostrar que,
no había ningún tribunal de herejía en absoluto al que fuera susceptible de
recurrir, y que nada podía ser una herejía, excepto oponerse al Credo de Nicea, lo cual, sostuvo, el Leviatán no
hacía.
El historiador Kari Lokke, ha señalado que “El último hombre constituye un desafío profundo y profético al humanismo occidental”, y destaca como Mary Shelley, al hacer referencias a las fallas de la Revolución francesa, y a las respuestas de sus padres los filósofos William Godwin y Mary Wollstonecraft, así como las de Edmund Burke hacia la misma revolución, cuando “ataca a la fe de la Ilustración de la inevitabilidad del progreso a través del esfuerzo colectivo”. Valgan estas referencias para recordar esta novela, pensada por la autora de “Frankenstein”.
Revisado para la pesteloca en
Maracaibo, el viernes 12 de septiembre del 2025
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