martes, 16 de septiembre de 2025

Un poeta guerrero

 

Fernando Carlos Tamayo ha sido uno de los poetas líricos más firmes y expresivos del Táchira. Hijo primogénito de Don Lorenzo Tamayo de la Madriz y de Doña Albina García de Tamayo, Fernando, nació en Valencia el año 1890 y antes de cumplir el año se trasladó con sus padres a San Cristóbal. Fernando fue el mayor de una familia de nueve hermanos, María Teresa, Albina, Eduardo, Cecilia, Josefina, Amalia, Francisco, Mercedes y María Amelia conocida cariñosamente como Maruja, mi madre.

 

Tuve la suerte de conocer personalmente a mi tío Fernando, en Maracaibo el año 1947. En aquel entonces yo era un niño de ocho años, pero recuerdo perfectamente su visita a nuestra casa, “Los Arrayanes”. Mis hermanos y yo, sabíamos que era el mayor de nuestros tíos, que era poeta y que había combatido en la guerra del catorce.

 

En aquellos duros días, en una Venezuela rural, acogotada por guerras y dificultades económicas, Fernando Tamayo, con José Abel Montilla, Ramón Leónidas Torres, Eduardo López Vivas, y su hermano Francisco Tamayo, habían formado parte de un grupo de jóvenes tachirenses, inquietos y talentosos, muchos de ellos agrupados en torno a la revista “Bloques”, escritores de poemas y de ensayos quienes mantenían viva la actividad cultural en la San Cristóbal de comienzos de siglo y  comenzaban a descollar en la actividad literaria del Estado Táchira y del país nacional.

 

En 1907, se producirá la fundación de “El Salón de Lectura de San Cristóbal” y no nos debe extrañar que Fernando Tamayo, poeta lírico, un joven apuesto y enamorado, tuviese su musa, una linda jovencita de Capacho, la señorita Inés Dávila, de quien muchos años después escribiría...“Tu fuiste La Inefable: la novia hermosa y pura como la “Benedetta” que al Dante deslumbró”... Pero la vida de Fernando, habría de cambiar radicalmente en su adolescencia.

 

Venezuela había padecido la tragedia de las guerras de la Independencia y de la Federación, venía de sufrir por las contiendas de los caudillos y estaba empobrecida por deudas externas e internas provocadas por los pésimos gobiernos de turno. Don Lorenzo Tamayo, quiso ofrecerle a su hijo, el joven poeta, un destino diferente al que parecía esperarle en su país donde vivían los últimos años del régimen de Cipriano Castro y alboreaba la larga dictadura gomecista. Don Lorenzo era amigo del Cónsul de Venezuela en Nueva York, Don Pedro Rafael Cárdenas, o quizás Rincones, pero fue a través de estas gestiones y de los buenos oficios del Cónsul amigo, como le otorgarían la beca al joven Fernando para cursar estudios en los Estados Unidos.

 

Me ha parecido que es importante fijar el inicio de este relato en el año de 1907, quizás en el mes de Septiembre, cuando nació mi madre, la hermana menor del poeta. Fernando Carlos era un espigado mozo de 17 años quien ya estaba considerando la posibilidad de irse a estudiar en Norteamérica. Puede que esta fuese la razón del porqué sus padres, Don Lorenzo y Doña Albina decidieron nombrarle padrino de bautismo de su pequeña hermana recién nacida. Mi madre fue bautizada como María Amelia Jacinta del Monte Carmelo. Con los años ella se enteraría de cómo Fernando la alzó en brazos y Doña Albina, acaso presintiendo el próximo largo viaje que habría de emprender el joven poeta, tomó la cadena de plata con la medalla de la Virgen de la Consolación que lucía la recién nacida y se la entregó a Fernando quien la conservaría para toda la vida. 


Desde su más tierna infancia en San Cristóbal, la pequeña Marujita sabía de su hermano mayor, le escribía cartas, en letras de molde las primeras, luego de niña relatándole la vida de su casa y preguntándole muchas cosas, de manera que con los años persistió un gran amor y veneración por su hermano mayor y padrino ausente a quien no llegaría a conocer sino mucho después a finales de los años treinta. Podemos leer en una postal no fechada, con una fotografía del mar y la luna en Corpus Christie, Texas...  “La luna riela en el mar/ como una cinta de estrellas/ y al salpicar las espumas/ en las menudas arenas/ parecen las tenues gotas/ diamantes de una diadema”. (Rivas Frade).   “Esta postal me trajo a la memoria los versos de un drama y todos los dulces recuerdos de los días pasados; entonces tú eras un bebé rubio y rosado, Maricita, y así todavía existes en mis recuerdos. Felicidades para ti querida hermanita en este nuevo año y en los porvenir. Te besa tu hermano, Fernando”.

 

Durante sus años de estudio en Colorado Springs y con los avatares de su existencia, el poeta siempre tuvo presente su tierra tachirense, las montañas andinas, sus gentes, su familia, y será esa nostalgia del terruño la que formará la médula de su poesía. “Cuando estalló la primera guerra mundial, se enroló como voluntario en el ejército de los Estados Unidos y fue a Francia adscrito al Cuerpo de Ingenieros. Estuvo al principio, en el “sector defensivo” y pasó luego al frente activo. Tomó parte en varios combates de importancia y concurrió a la última batalla de la guerra poco antes del armisticio y en la cual ganó la medalla de guerra de la “Meuse Argonne”. El poema “Romance del camarada muerto”, fue escrito en un pueblo de Francia tres días después de la firma del armisticio en noviembre de 1919.


Recuerdo en mi niñez muy distante ya, las palabras de mi tío Fernando relatando el significado de la palabra miedo. Cuando se ha vivido una guerra dentro de las trincheras, cuando en la noche se ha tenido que arrastrar sorteando cráteres en un terreno empantanado y tener que pasar sobre los muertos descuartizados por la metralla. En aquel entonces yo era un niño de ocho años, pero recuerdo perfectamente su visita a nuestra casa, “Los Arrayanes”. No podía imaginarme, a la edad de ocho años, la importancia de mi tío como poeta, pero si comprendimos, mis hermanos y yo, que él era un personaje de esos que solo se encuentran en los libros de aventuras.

 

Mis hermanos y yo, sabíamos que era el mayor de nuestros tíos, que era poeta y que había combatido en la guerra del catorce. Estuvo unos meses en Maracaibo, antes regresar a Los Estados Unidos, donde fallecería al año siguiente, en agosto de 1948.   En otras ocasiones he hablado sobre mi tío Fernando C Tamayo en este mi blog (lapesteloca), desde febrero de 2013, trascribiendo el “Romance del camarada muerto (https://bit.ly/2qLWHny) y en marzo 2013, lo hice a propósito de venezolanos guerreros en la Primera Guerra Mundial (https://bit.ly/2KTxVsk). También en el 2016 (https://bit.ly/2LcfYWr) y nuevamente en junio del año 2019 (https://bit.ly/35CKvEt). Caí en la tentación de nuevo (https://bit.ly/2XBznVu) en un relato familiar en cuando cumplí 80 años, y hablé sobre mi mamá y mi tío Fernando. En esta “vuelta de tuerca”, espero les haya gustado. Gracias por leerme.

Maracaibo martes 16 de septiembre del 2025

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