jueves, 22 de noviembre de 2018

Matar a un ruiseñor


Matar a un ruiseñor

Matar a un ruiseñor (To Kill a Mockingbird) fue la adaptación cinematográfica del clásico libro de Harper Lee. La película del año 1962, que nos cuenta la historia de un niño en un pequeño pueblo estadounidense en la década de 1930, donde los prejuicios de color, el odio racial, y el tomar la ley con sus propias manos eran hechos cotidianos.  En la época de la Gran Depresión, en una población sureña, donde Atticus Finch (Gregory Peck) es un abogado que defiende a un hombre negro acusado de haber violado a una mujer blanca. La inocencia del hombre resulta evidente, pero el veredicto del jurado es tan previsible que ningún abogado aceptaría el caso, excepto Atticus Finch, el ciudadano más respetable de la ciudad. Su compasiva y valiente defensa de un inocente le granjeará enemistades, pero le otorgará el respeto y la admiración de sus dos hijos, huérfanos de madre. Gregory Peck recibirá un Oscar por su excelente retrato de un padre soltero llamado Atticus Finch.

Quien no haya visto filmes de Robert Mulligan debería ver un par de películas de su filmografía. Ver ‘Matar a un ruiseñor’ (‘To Kill a Mockingbird’, 1962), seguida de ‘La noche de los gigantes’ (‘The Stalking Moon’, 1968) o ‘El próximo año, a la misma hora’ (‘Same Time, Next Year’, 1978). ‘Matar a un ruiseñor’ es sin duda, la más famosa de toda su extensa filmografía. No es solo una película que posee unos trabajos de realización e interpretación sobresalientes, o una historia que atrapa desde su comienzo. No estamos únicamente ante una obra maestra, y es que en películas de carácter pedagógico, el trabajo de Mulligan es de primera. Su poder de sugestión, su capacidad para llevar al espectador a un mundo puramente cinematográfico y  real como la vida misma, es muy grande. ‘Matar a un ruiseñor’ es una de esas películas que podrían servir como material educativo en cualquier escuela del mundo, por sus valores puramente humanos. ‘Matar a un ruiseñor’ era uno de los libros más leídos en la sociedad norteamericana del siglo XX  y afortunadamente daría lugar a una de las películas más populares que existen. Lógica pura y dura. Pero nada de esto hubiera sido posible sin la implicación de Robert Mulligan en el proyecto. Mulligan junto con el guionista Horton Foote, supo captar la esencia del libro de Lee. En el film se tocan muchos temas de interés social, pero sobre todo estamos ante una película que habla de la inocencia. Por eso mismo, su mirada es siempre la de uno de los personajes centrales, Scout (Mary Badham), y de cómo los hechos que acontecen le afectan.

El film está dividido en tres bloques, casi de carácter episódico, que Mulligan consigue unir en perfecta armonía. Scout y Jem son dos hermanos, hijos de Atticus Finch (Gregory Peck) que pasan sus días de verano como mejor pueden en el vecindario, reuniéndose con “Dill” (el niño John Megna) inspirado en la figura de Truman Capote, quien era amigo íntimo de Harper Lee. Como todos los niños, se sentirán atraídos, por lo desconocido, (el misterio que se oculta tras las puertas de una de las casas del vecindario, la de los Radley, donde dicen que habita un hombre horrible oculto de los demás). La imaginación de los niños hará el resto. En realidad, el carácter infantil del trío protagonista, les lleva a ser curiosos y temerarios, a diferencia de la personalidad firme de Atticus Finch, un hombre con los pies en el suelo, padre viudo que educa a Scout y Jem sabiendo que no podrá librarles de todos los males del mundo. Uno de los instantes clave del film, es el del perro rabioso que Finch eliminará con un rifle ante el asombro de sus hijos, sobre todo de Jem. Esta escena es un preámbulo de lo que le sucederá a Finch más adelante en la película, como si el perro representase el peligro irracional que sobre el pueblo y sus habitantes se esparcerá cuando Tom Robinson (Brock Peters), un hombre de color, sea acusado por la violación de una chica blanca. En el Sur, los negros son personas de segunda categoría, cuya culpabilidad no suele ponerse en duda. Pero Atticus Finch no cree en las diferencias de color y la culpabilidad de alguien, blanco o negro, debe probarse.

El juicio ocupa gran parte del metraje, y es un prodigio de ritmo y planificación, que Mulligan utiliza para hablar de lo miserable que puede llegar a ser el ser humano. Mulligan expone los hechos poniendo en Finch la voz de la verdad, ante la ironía de que ésta a veces no es suficiente para sobrevivir en un mundo dominado por la mentira y el engaño. Un odio incomprensible que nace de la propia naturaleza del hombre, capaz de hacer el mal sólo por ser malvado, tal y como es representado por el personaje de Bob Ewell, a cargo de James Anderson, que se convertirá en el ogro del film. Tras la farsa de juicio de triste final, Scout y Jem serán los protagonistas de la aventura más emocionante de sus vidas, Boo Radley, les salvará de las peligrosas manos de Bob Ewell. Una vuelta a la mirada de inocencia, pero esta vez centrada en el personaje retrasado Boo Radley, quien salvará la vida de Jem y Scout terminando con la de Ewell. Es entonces cuando en la película se producen las dos certezas con las que ha estado jugando durante el resto de la película. Finch abrirá los ojos al comprender que acusar a Radley por lo que ha hecho, sería como matar a un ruiseñor, valor que siempre le inculcó a sus hijos; y Scout certificará que nunca se conocerá a alguien hasta que se haya caminado con sus propios zapatos. Atención al instante en el que Scout descubre tras la puerta de su habitación a Radley (Robert Duvall en su primer papel para el cine) escondido, y antes de que Finch les presente, Scout pronuncia su nombre.


A pesar de que en ‘Matar a un ruiseñor’ los personajes centrales son dos niños, el que queda en la memoria por encima de todos es el de Atticus Finch, elegido en numerosas ocasiones como el más grande héroe de ficción que ha tenido el cine estadounidense. Hay algo en Finch que le distingue de los demás héroes cinematográficos: su patente verdad. Todos querríamos ser Atticus Finch, y lo que es más importante, todos podríamos serlo, a pesar de las enormes cargas de responsabilidad que ello conllevaría. Gregory Peck, que mantuvo amistad con Mary Badham hasta el final de sus días y a la que siempre llamó Scout, realiza la que muy posiblemente sea la mejor interpretación de toda su carrera, con una naturalidad y presencia imponentes. Dicen que Harper Lee, visitando el rodaje, no pudo contener las lágrimas cuando vio a Peck caracterizado de Finch pues le recordaba enormemente a su padre.

‘Matar a un ruiseñor’ es una de esas películas donde su mirada va más allá de los recuerdos infantiles que rememoran noches lejanas de verano (una de las constantes del cine de Mulligan), y se adentra en ellos con un facilidad pasmosa, tratando el enfoque de un niño ante las incomprensibles actitudes de los adultos. Sirva como ejemplo el momento en el que varios habitantes acuden a la cárcel para linchar a Tom Robinson y las preguntas inocentes de Scout hacen que se avergüencen de lo que iban a hacer, dejando a Atticus con el sabor del orgullo en sus labios. Al igual que ese reloj roto que representa lo efímero del tiempo, o esa mágica banda sonora de Elmer Bernstein, que representa la infancia, y varía según los estados anímicos a partir de las mismas notas, los hijos de Finch dejarán de ser niños algún día, y esa muestra de madurez prematura es señal inequívoca de ello.

Mississauga, Ontario, Canadá, el 22 de noviembre de 2018

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