Matar a un ruiseñor
Matar a
un ruiseñor (To Kill a Mockingbird) fue la adaptación cinematográfica
del clásico libro de Harper Lee. La película del año 1962, que nos cuenta la
historia de un niño en un pequeño pueblo estadounidense en la década de 1930,
donde los prejuicios de color, el odio racial, y el tomar la ley con sus
propias manos eran hechos cotidianos. En la época de la Gran Depresión,
en una población sureña, donde Atticus Finch (Gregory Peck) es un abogado que
defiende a un hombre negro acusado de haber violado a una mujer blanca. La
inocencia del hombre resulta evidente, pero el veredicto del jurado es tan
previsible que ningún abogado aceptaría el caso, excepto Atticus Finch, el
ciudadano más respetable de la ciudad. Su compasiva y valiente defensa de un
inocente le granjeará enemistades, pero le otorgará el respeto y la admiración
de sus dos hijos, huérfanos de madre. Gregory
Peck recibirá un Oscar por su excelente retrato de un padre soltero llamado
Atticus Finch.
Quien no haya visto filmes de Robert
Mulligan debería ver un par de películas de su filmografía. Ver ‘Matar a
un ruiseñor’ (‘To Kill a Mockingbird’, 1962), seguida de ‘La noche de los gigantes’ (‘The
Stalking Moon’, 1968) o ‘El próximo año,
a la misma hora’ (‘Same Time, Next Year’, 1978). ‘Matar a un ruiseñor’
es sin duda, la más famosa de toda su extensa filmografía. No es solo una
película que posee unos trabajos de realización e interpretación
sobresalientes, o una historia que atrapa desde su comienzo. No estamos únicamente
ante una obra maestra, y es que en películas de carácter pedagógico, el trabajo
de Mulligan es de primera. Su poder de sugestión, su capacidad para llevar al
espectador a un mundo puramente cinematográfico y real como la vida misma, es muy grande. ‘Matar a un ruiseñor’ es una de esas
películas que podrían servir como material educativo en cualquier escuela del
mundo, por sus valores puramente humanos. ‘Matar a un ruiseñor’ era uno de los libros más leídos
en la sociedad norteamericana del siglo XX
y afortunadamente daría lugar a una de las películas más populares que
existen. Lógica pura y dura. Pero nada de esto hubiera sido posible sin la
implicación de Robert Mulligan en el proyecto. Mulligan
junto con el guionista Horton Foote, supo captar la esencia
del libro de Lee. En el film se tocan muchos temas de interés social, pero
sobre todo estamos ante una película que habla de la inocencia. Por eso mismo,
su mirada es siempre la de uno de los personajes centrales, Scout (Mary
Badham), y de cómo los hechos que acontecen le afectan.
El film está dividido
en tres bloques, casi de carácter episódico, que Mulligan consigue unir en
perfecta armonía. Scout y Jem son dos hermanos, hijos de Atticus Finch (Gregory
Peck) que pasan sus días de verano como mejor pueden en el vecindario, reuniéndose
con “Dill” (el niño John Megna) inspirado en la figura de Truman Capote, quien
era amigo íntimo de Harper Lee. Como todos los niños, se
sentirán atraídos, por lo desconocido, (el misterio que se oculta tras las
puertas de una de las casas del vecindario, la de los Radley, donde dicen que
habita un hombre horrible oculto de los demás). La imaginación de los niños
hará el resto. En realidad, el carácter infantil del trío protagonista, les
lleva a ser curiosos y temerarios, a diferencia de la personalidad firme de
Atticus Finch, un hombre con los pies en el suelo, padre viudo que educa a
Scout y Jem sabiendo que no podrá librarles de todos los males del mundo. Uno
de los instantes clave del film, es el del perro rabioso que Finch eliminará
con un rifle ante el asombro de sus hijos, sobre todo de Jem. Esta escena es un
preámbulo de lo que le sucederá a Finch más adelante en la película, como si el
perro representase el peligro irracional que sobre el pueblo y sus habitantes
se esparcerá cuando Tom Robinson (Brock Peters), un hombre de color, sea
acusado por la violación de una chica blanca. En el Sur, los negros son
personas de segunda categoría, cuya culpabilidad no suele ponerse en duda. Pero
Atticus Finch no cree en las diferencias de color y la culpabilidad de alguien,
blanco o negro, debe probarse.
El juicio ocupa gran parte del metraje, y es un
prodigio de ritmo y planificación, que Mulligan utiliza para hablar de lo
miserable que puede llegar a ser el ser humano. Mulligan expone los hechos
poniendo en Finch la voz de la verdad, ante la ironía de que ésta a veces no es
suficiente para sobrevivir en un mundo dominado por la mentira y el engaño. Un
odio incomprensible que nace de la propia naturaleza del hombre, capaz de hacer
el mal sólo por ser malvado, tal y como es representado por el personaje de Bob
Ewell, a cargo de James Anderson, que se convertirá en el ogro
del film. Tras la farsa de juicio de triste final, Scout y Jem serán los
protagonistas de la aventura más emocionante de sus vidas, Boo Radley, les
salvará de las peligrosas manos de Bob Ewell. Una vuelta a la mirada de
inocencia, pero esta vez centrada en el personaje retrasado Boo Radley, quien salvará
la vida de Jem y Scout terminando con la de Ewell. Es entonces cuando en la
película se producen las dos certezas con las que ha estado jugando durante el
resto de la película. Finch abrirá los ojos al comprender que acusar a Radley
por lo que ha hecho, sería como matar a un ruiseñor, valor que siempre le
inculcó a sus hijos; y Scout certificará que nunca se conocerá a alguien hasta
que se haya caminado con sus propios zapatos. Atención al instante en el que
Scout descubre tras la puerta de su habitación a Radley (Robert Duvall en
su primer papel para el cine) escondido, y antes de que Finch les presente,
Scout pronuncia su nombre.
A pesar de que en ‘Matar a un
ruiseñor’ los personajes centrales son dos niños, el que queda en la
memoria por encima de todos es el de Atticus Finch, elegido en numerosas
ocasiones como el más grande héroe de ficción que ha tenido el cine estadounidense.
Hay algo en Finch que le distingue de los demás héroes cinematográficos: su
patente verdad. Todos querríamos ser Atticus Finch, y lo que es más importante,
todos podríamos serlo, a pesar de las enormes cargas de responsabilidad que
ello conllevaría. Gregory Peck, que mantuvo amistad con Mary Badham
hasta el final de sus días y a la que siempre llamó Scout, realiza la que muy
posiblemente sea la mejor interpretación de toda su carrera, con una
naturalidad y presencia imponentes. Dicen que Harper Lee, visitando el
rodaje, no pudo contener las lágrimas cuando vio a Peck caracterizado de Finch
pues le recordaba enormemente a su padre.
‘Matar a un ruiseñor’ es una de esas películas donde su mirada va más
allá de los recuerdos infantiles que rememoran noches lejanas de verano (una de
las constantes del cine de Mulligan), y se adentra en ellos con un facilidad
pasmosa, tratando el enfoque de un niño ante las incomprensibles actitudes de
los adultos. Sirva como ejemplo el momento en el que varios habitantes acuden a
la cárcel para linchar a Tom Robinson y las preguntas inocentes de Scout hacen
que se avergüencen de lo que iban a hacer, dejando a Atticus con el sabor del
orgullo en sus labios. Al igual que ese reloj roto que representa lo efímero del
tiempo, o esa mágica banda sonora de Elmer Bernstein, que representa la
infancia, y varía según los estados anímicos a partir de las mismas notas, los
hijos de Finch dejarán de ser niños algún día, y esa muestra de madurez
prematura es señal inequívoca de ello.
Mississauga, Ontario, Canadá, el 22 de noviembre de
2018
No hay comentarios:
Publicar un comentario