domingo, 11 de noviembre de 2018

Boquerón, en El Salvador




Boquerón, en El Salvador

Quisiera comentar hoy algo sobre nuestra reciente visita a El Salvador, durante esta pasada semana del 5 al 9 de noviembre, 2018, pues era uno de los países centroamericanos que no había conocido y que no me imaginaba una tierra tan volcánica. El día  7 de junio de 1917, haría erupción el volcán de San Salvador y, después del terremoto del año 1986, sería el segundo evento telúrico que provocaría más de mil muertes. El escritor colombiano Porfirio Barba Jacob, dejó sus impresiones como testigo del siniestro en el libro “El terremoto de San Salvador:narración de un superviviente. Existen 10 volcanes colosos que mantienen en vilo a las autoridades y expertos vulcanólogos de El Salvador; ellos son el volcán Tecapa, El Pacayal (Chinameca), Conchagua, Coatepeque, volcán de Izalco, Ilopango, Santa Ana, San Vicente, San Miguel y el San Salvador. 

En nuestros días de visita, fuimos acogidos con una gran cordialidad. Reforzaríamos nuestros nexos de cariño con muchos colegas amigos y establecimos lazos de amistad y nuevos nexos con numerosos patólogos latinoamericanos. Después de haber cumplido con nuestras obligaciones en el XXXIII Congreso Centroamericano y del Caribe, aprovechamos un día entero, para visitar el volcán San Salvador que en la actualidad consiste en dos masas: una llamada el Picacho de casi 1.960 msnm; y la otra conocida como El Boquerón de 1.839 msnm que incluye un cráter de un kilómetro y medio de ancho.  Desde este lugar se puede ver el Lago de Ilopango, y al valle de Zapotitán, y hacer una visita con senderos para observar los cultivos de café de altura. En tiempos remotos, este volcán era una sola montaña pero una gran erupción formó el enorme cráter de El Boquerón y dejó, una parte de la montaña original El Picacho, el cual es el punto más elevado del sistema (1,960 m.s.n.m), con un cráter de 1,600 metros de diámetro y una profundidad de 543 metros. Las principales erupciones del volcán de San Salvador fueron las de 1575, 1770, 1876 y la última ya antes mencionada, la del 7 de junio de 1917. Comentamos que quizás ya nos tocaba, pues cada cien años se supone que puede despertar el volcán que en aquella ocasión del terremoto derramó lavas incandescentes que cubrieron una extensión de más de 5 km formando una muralla de algunos metros de espesor. El pueblo indígena de San Jerónimo Nejapa casi fue rodeado por la lava y sus habitantes pudieron escapar por una estrecha faja no arrasada por el magma. Nuestros disparatados cálculos le daban una cierta emoción a la visita…

Como les decía, estuvimos visitando un volcán, afortunadamente inactivo, El Boquerón, que hace 60.000 años perdió 1000m de altitud debido a erupciones. Afortunadamente, desde el año 2008 el Gobierno de El Salvador fundó el Parque Nacional El Boquerón que se encuentra a once kilómetros de la ciudad capital de El Salvador, e incluye senderos con numerosos escalones en medio de vegetación de montaña alrededor que permite ascender hasta la cima del cráter. Se sabe que en el interior del Boquerón existía una laguna de origen desconocido, la cual se extinguió por ebullición debido a los fenómenos eruptivos en 1917. Hay pocas referencias de su presencia durante la colonización española pero en 1807 el Intendente Antonio Gutiérrez y Ulloa hizo mención de una “pequeña laguna, árida en sus márgenes y formada de aguas azufrosas”.​ En Abril de 1843, un ex-alcalde de San Salvador, Marcos Idígoras, publicó una relación que describe el primer descenso a la laguna del cráter del volcán. 

Durante nuestro ascenso, el alto follaje de los árboles nos protegía del sol y en ese ambiente apacible donde pájaros e insectos parecían acompañarnos por los caminos, ascendimos por numerosos escalones entre húmedas piedras y la vegetación plena de helechos de gran verdor alternando con senderos protegidas por rústicos pasamanos, y avanzamos ascendiendo. Andábamos en esta “misión” todos los patólogos expertos en “cabeza y cuello” quienes se formaron gracias a la genial conducción del maestro Mario Armando Luna, y así, con “el taco team”, subimos, paso a paso, algo que ya casi nos parecía imposible, al menos a los operados de las rodillas por una u otra razón (vg:Memo Juárez y yo), avanzamos cuidando no resbalar en alguna piedra volcánica y caernos, de manera que ayudados por nuestras acompañantes. A mí en particular entre Julita y Carolina la simpática jovencita guía del tour, me asistirían temerosas en el ascenso y con mayor cuidado, en el descenso de la montaña. Al final les comenté, uf!!, “prueba superada”… Desde el tope veríamos el gran cráter y lo que queda de la laguna y recordaríamos el palabreo rápido de los niños margariteños al encontrar un par de chiquillos que quisieron contarnos y cantarnos la historia de El Boquerón, y escuchando a los chamitos salvadoreños, fue una especie de deja-vú como si la historia de El Tirano Aguirre, nos la estuviesen narrando en nuestra lejana Venezuela aquellos niños, sin el rápido palabreo en el criollo acento oriental de nuestros pequeños guías margariteños…

Iba a dejar hasta aquí la narración, cuando ya me daba la sensación de que caería en un ataque de nostalgia por el país que se ha desvanecido en nuestras manos durante veinte años de depredación cleptocrática, pero debo contarles sobre el lago Coatepeque, ya que después de el Boquerón estuvimos en las interesantes excavaciones arqueológicas de la Joya de Cerén rodeadas de jardines naturales con decenas de flores variopintas y finalmente comeríamos difrutando una suculenta parrillada desde el límite del cráter que mira al lago Coatepeque… De esta manera finalizaría nuestro paseo por los confines de aquella tan poco conocida nación, de la que tanto se habla con temores por su historia de unos diez años de guerra que ya pasaron, de un santo nuevo Monseñor Óscar Arnulfo Romero y de “las maras”, pues sí existen los “salvatruchas”, lo reconocen las estadísticas, pero nos sentimos muy protegidos por una vigilancia policial eficiente que beneficia al turismo y le da esperanza de progreso y avance a los habitantes de El Salvador.  
   
Maracaibo, 12 de noviembre 2018

1 comentario:

Acuario3136 dijo...

Qué lindo relato. Lástima no haberlos podido acompañar