La
retórica de Marco Antonio
Esta historia quiero escribirla refiriéndome inicialmente a Dale Harbison
Carnegie (1888-1955),
un escritor y conferencista estadounidense, que se hizo muy conocido por sus
cursos de superación personal y capacitación corporativa, para
hablar bien en público y para desarrollar habilidades interpersonales. Escribió varios
libros que se hicieron muy populares sobre estos aspectos. En mi casa, papá nos
había regalado uno que trataba de “Cómo desarrollar la
confianza en sí mismo e influir en las personas por hablar en público” (1956). Entre algunos ejemplos y los ejercicios para ensayar
la retórica, estaba el discurso de Marco Antonio ante el cadáver de César, de
acuerdo con la versión de William Shakespeare en su drama Julio César, y desde
aquellos años de mi pubertad me lo aprendí de memoria haciendo de él un
ejercicio de lo que denominaba “la ociosidad del caletre”. Desde entonces,
acostumbro de vez en cuando a repetirlo mentalmente.
En la literatura universal existen tres monólogos
famosos: “La vida es sueño” de
Calderón de la Barca y dos de Shakespeare, el “ser o no ser” de “Hamlet” y el otro,
el discurso
funerario de Marco Antonio que William Shakespeare escribió a
finales del siglo XVI, una obra maestra de la oratoria para su tragedia Julio
César. No he resistido la tentación en estos tiempos tan politizados, de
sintetizar para mis lectores algunas partes fundamentales del mismo, y confío
en que no faltará quien disfrute de su lectura. Marco Antonio, fue interpretado
en el cine por Marlon Brando en la película de Joseph L. Mankiewicz, un
cineasta amante del teatro, enamorado de la fuerza de las palabras y de los
guiones perfectamente trenzados, quien tres siglos y medio después de
Shakespeare, en 1953, decidió adaptar la obra para el cine.
He aquí las frases más relevantes del
discurso.
Amigos romanos, compatriotas prestadme un adarme de atención, vengo a
entrrar a César, no a ensalzarle, el mal que en vida hacemos sobrevive, el bien
baja a la tumba con los huesos…
…César era mi amigo leal y justo, mas Bruto dice que era un ambicioso y
Bruto es un varón muy honorable. Trajo a Roma por cientos los cautivos y a las
arcas del pueblo, sus rescates envió sin diezmarlos. ¿Era esto ambición? Al ver
gemir a un pobre rompía en llanto. Yo creía la ambición fuese más torva, pero
Bruto dice que era un ambicisoso y Bruto es un varón muy honorable…
…Si antes le amasteis fue con buen motivo. ¿Con
que motivo entonces no le honráis? ¡Oh
buen juicio! Habéis huido con las bestias y los hambre perdido han la
razón...
…Oh
amigos si agitaros quisiera ánima y pecho a motín y a furia, a Bruto dañaría, y
dañaría a Casio, más como bien sabéis son hombres honorables, antes le haría
daño al muerto, a mí mismo, a vosotros, que no a dos ciudadanos tan egregios…
…Si
el pueblo oyere aquí este testamento, que perdonadme, no pienso leer, irían a
besarle sus heridas, a empapar en su sangre sus toalletas, a rogar un cabello
de recuerdo y al morir, mencionároslo en sus mandas cediéndolo como rico legado
a su progenie…
…¿Me obligaréis entonces a leer su manda?
Dejadme que muestre quien lo hizo. ¿Puedo bajar de aquí?, ¿me dais permiso?... …Mirad,
aquí clavó su daga Casio. Ved que rasgadura dejó el pérfido Casca. Por aquí,
apuñaleó su bien amado Bruto y ved como le siguió detrás la sangre, en tropel,
como quien se abalanza a una puerta por comprobar si era en efecto Bruto quien
tan grosero aldabonazo daba. Que Bruto, bien sabéis, ¡Ángel era del César!…
…Entonces
yo y vosotros todos nos tumbamos mientras sanguinolenta la traición triunfaba. ¿Lloráis
de ver la saya herida del buen César? ¡Ved aquí al propio César desfigurado por
los traidores!…
…Yo no vengo a robar corazones, no soy un
orador como lo es Bruto, sino, todos me conocéis, soy un hombre sencillo y
rústico que bien quiere a su amigo, y esto bien lo saben quiénes permiso me
dieron para hablar aquí, porque no tengo palabra, ni ingenio, ni valía, ni voz,
ni mímica, ni la facundia que incendie vuestra sangre. Yo solo digo lo que ya
sabéis, os muestro las heridas del buen César, pobrecitas bocas mudas y las
hago hablar por mí. Más si yo fuera Bruto y Bruto Antonio, tendríais un Antonio
que os estremecería, que os conmovería el espíritu, que pondría una lengua en
cada herida del César que moviese las piedras de Roma a sedición y a rebeldía…
…Amigos,
conviene sepáis cuanto os amaba César, olvidasteis el testamento del que os
hablé. A cada ciudadano da legado, a cada hombre setenta y cinco dragmas,
además os deja sus palacios privados, sus paseos y jardines, sus huertos recién
plantados aquende el Tiber. Esto para vosotros y para vuestros hijos… Este era
un César. ¿Cuándo habrá otro igual?...
Nunca,
y ahora que fermente. Daño, estás libre, ve por cual senda quieras…
Mississauga,
Ontario, 24 de noviembre 2018
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