sábado, 24 de noviembre de 2018

La retórica de Marco Antonio



La retórica de Marco Antonio

Esta historia quiero escribirla refiriéndome inicialmente a Dale Harbison Carnegie (1888-1955), un escritor y conferencista estadounidense, que se hizo muy conocido por sus cursos de superación personal y capacitación corporativa, para hablar bien en público y para desarrollar  habilidades interpersonales. Escribió varios libros que se hicieron muy populares sobre estos aspectos. En mi casa, papá nos había regalado uno que trataba de Cómo desarrollar la confianza en sí mismo e influir en las personas por hablar en público” (1956). Entre algunos ejemplos y los ejercicios para ensayar la retórica, estaba el discurso de Marco Antonio ante el cadáver de César, de acuerdo con la versión de William Shakespeare en su drama Julio César, y desde aquellos años de mi pubertad me lo aprendí de memoria haciendo de él un ejercicio de lo que denominaba “la ociosidad del caletre”. Desde entonces, acostumbro de vez en cuando a repetirlo mentalmente. 

En la literatura universal existen tres monólogos famosos: “La vida es sueño” de Calderón de la Barca y dos de Shakespeare, el “ser o no ser” de “Hamlet” y el otro, el discurso funerario de Marco Antonio que William Shakespeare escribió a finales del siglo XVI, una obra maestra de la oratoria para su tragedia Julio César. No he resistido la tentación en estos tiempos tan politizados, de sintetizar para mis lectores algunas partes fundamentales del mismo, y confío en que no faltará quien disfrute de su lectura. Marco Antonio, fue interpretado en el cine por Marlon Brando en la película de Joseph L. Mankiewicz, un cineasta amante del teatro, enamorado de la fuerza de las palabras y de los guiones perfectamente trenzados, quien tres siglos y medio después de Shakespeare, en 1953, decidió adaptar la obra para el cine.  

 He aquí las frases más relevantes del discurso.

Amigos romanos, compatriotas prestadme un adarme de atención, vengo a entrrar a César, no a ensalzarle, el mal que en vida hacemos sobrevive, el bien baja a la tumba con los huesos…     

…César era mi amigo leal y justo, mas Bruto dice que era un ambicioso y Bruto es un varón muy honorable. Trajo a Roma por cientos los cautivos y a las arcas del pueblo, sus rescates envió sin diezmarlos. ¿Era esto ambición? Al ver gemir a un pobre rompía en llanto. Yo creía la ambición fuese más torva, pero Bruto dice que era un ambicisoso y Bruto es un varón muy honorable…  
   
…Si antes le amasteis fue con buen motivo. ¿Con que motivo entonces no le honráis? ¡Oh  buen juicio! Habéis huido con las bestias y los hambre perdido han la razón...    

 …Oh amigos si agitaros quisiera ánima y pecho a motín y a furia, a Bruto dañaría, y dañaría a Casio, más como bien sabéis son hombres honorables, antes le haría daño al muerto, a mí mismo, a vosotros, que no a dos ciudadanos tan egregios…  
 
 …Si el pueblo oyere aquí este testamento, que perdonadme, no pienso leer, irían a besarle sus heridas, a empapar en su sangre sus toalletas, a rogar un cabello de recuerdo y al morir, mencionároslo en sus mandas cediéndolo como rico legado a su progenie…  
  
…¿Me obligaréis entonces a leer su manda? Dejadme que muestre quien lo hizo. ¿Puedo bajar de aquí?, ¿me dais permiso?...      …Mirad, aquí clavó su daga Casio. Ved que rasgadura dejó el pérfido Casca. Por aquí, apuñaleó su bien amado Bruto y ved como le siguió detrás la sangre, en tropel, como quien se abalanza a una puerta por comprobar si era en efecto Bruto quien tan grosero aldabonazo daba. Que Bruto, bien sabéis, ¡Ángel era del César!…   

 …Entonces yo y vosotros todos nos tumbamos mientras sanguinolenta la traición triunfaba. ¿Lloráis de ver la saya herida del buen César? ¡Ved aquí al propio César desfigurado por los traidores!…    

…Yo no vengo a robar corazones, no soy un orador como lo es Bruto, sino, todos me conocéis, soy un hombre sencillo y rústico que bien quiere a su amigo, y esto bien lo saben quiénes permiso me dieron para hablar aquí, porque no tengo palabra, ni ingenio, ni valía, ni voz, ni mímica, ni la facundia que incendie vuestra sangre. Yo solo digo lo que ya sabéis, os muestro las heridas del buen César, pobrecitas bocas mudas y las hago hablar por mí. Más si yo fuera Bruto y Bruto Antonio, tendríais un Antonio que os estremecería, que os conmovería el espíritu, que pondría una lengua en cada herida del César que moviese las piedras de Roma a sedición y a rebeldía…
 
   …Amigos, conviene sepáis cuanto os amaba César, olvidasteis el testamento del que os hablé. A cada ciudadano da legado, a cada hombre setenta y cinco dragmas, además os deja sus palacios privados, sus paseos y jardines, sus huertos recién plantados aquende el Tiber. Esto para vosotros y para vuestros hijos… Este era un César. ¿Cuándo habrá otro igual?...    
Nunca, y ahora que fermente. Daño, estás libre, ve por cual senda quieras…

Mississauga, Ontario, 24 de noviembre 2018

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