Hambrunas…
Durante el siglo XX, la humanidad pareció haber sufrido una regresión a
tiempos pasados. Prácticas inhumanas propias del Mundo Antiguo y de la Edad
Media, dos guerras mundiales, torturas, deportaciones en masa, exterminio de
pueblos y etnias enteras, volvieron a verse, incluso en países supuestamente
avanzados social y culturalmente. “La hambruna” es una situación que se da
cuando un país no posee suficientes alimentos y recursos para la población,
elevando la tasa de mortalidad por el hambre y la desnutrición. El estado de
hambruna se declara cuando la tasa de desnutrición supera el 30% y más de dos
personas cada 10.000 mueren por día. Ahora, cuando el pueblo venezolano padece por falta
de alimentos pareciera que estamos avanzando paso a paso hacia una terrible hambruna.
Es interesante
recordar como la muerte por inanición y en particular la colectivización de
este fenómeno ha sido uno de los procedimientos utilizados para enmascarar
acciones políticas, frecuentemente con intenciones genocidas. Venezuela, ya finalizando el
siglo XX todavía era un país próspero en Hispanoamérica cuando unos militares
golpistas con apoyo transnacional del
castro-comunismo, consolidarían un proyecto “revolucionario” denominado el
“Socialismo del siglo XXI”, y el mundo entero hoy día, tras veinte años del
experimento, puede constatar con asombro, la debacle económica, social, moral, política
y cultural engendrada por aquel proyecto diabólico. A la República de Venezuela
se le cambió hasta el nombre y su escudo, se juró una Constitución para
violarla reiteradamente y se logró modificar la conducta de una parte de sus
ciudadanos, engañosamente aleccionados a través de años de una intensa campaña
de populismo mediático acicateando el odio al destacar supuestas diferencias
sociales y hasta raciales contra una burguesía inexistente que se describía
como muy rica mientras proliferaba en paralelo otra nueva clase, la “boliburguesía”
de los nuevos ricos nacidos de la corrupción del mismísimo proceso.
Así fue como al país que poseía una de las industrias petroleras más
eficientes y productivas del mundo, taimadamente se le destruyó el aparato
productivo, y hoy se encuentra sumido en una estanflación solo comparable con
aquella del Zimbabue del dictador Mugabe. El venezolano común, lejos de
transformarse en el hombre nuevo creado por el socialismo, ha visto proliferar
la delincuencia y se consolida la esencia del pícaro y el aprovechador para medrar
del gobierno y de los artilugios de la imperante corrupción. El venezolano de a
pie, está condenado a padecer hambre que lo ha llevado a comer de la basura y
de los desperdicios por falta de los recursos más elementales, sin
electricidad, enfermo y sin medicinas, con los alimentos imposibles de adquirir
por los altos precios, la dictadura lo obligará a depender de las bolsas de
comida que le venden, porque hasta en eso han sido más crueles que en el
régimen cubano. Este modelo calcado de la sufrida isla del Caribe nos obliga a
recordar el hambre que padeció Cuba en el llamado período especial, que llevó a
la pérdida de la visión en muchas personas, todo esto antes de que llegase la
ayuda venezolana.
En 1914, Turquía entró en la I Guerra Mundial al lado de Alemania contra
Rusia, pero los combatientes armenios sentían simpatía hacia las tropas rusas. Unos meses antes de
que finalizara la Primera Guerra Mundial, el Movimiento Ncional de Liberación Armenio declaró la independencia de la República Democrática de Armenia,
pero el
gobierno otomano dirigido por un grupo denominado de “los Jóvenes Turcos” los acusó
de crear una "quinta columna" y ordenó la deportación masiva de la
población armenia a las regiones de altas montañas. “El Genocidio Armenio” fue planeado y
administrado centralmente por el Estado de Turquía contra toda la población armenia del Imperio Otomano. Llevado a
cabo entre los años 1915 y 1918, terminaría con miles de ciudadanos armenios metódicamente masacrados a lo
ancho y largo del Imperio Otomano. Un drama que exterminó a cientos de miles de
mujeres, niños y viejos, ya que la mayoría de los hombres había sido reclutada
para el ejército. Muchos de ellos perdieron la vida durante el traslado, otros
fueron ejecutados.
Hoy día, cuando Maduro se va a Turquía para visitar a Erdogan, ambos
dictadores son reconocidos por sus acciones políticas de corte genocida, y el
mundo sabe que Turquía no sólo rechaza las acusaciones sobre el genocidio
armenio, sino que hasta impone una condena de cárcel (presos políticos como los
que se encuentra añejándose en las cárceles venezolanas) a sus ciudadanos que
reconozcan en público el genocidio armenio. Aunque varios países europeos han
introducido la persecución legal contra aquellos que rechacen el genocidio de
los armenios, sólo 18 países del mundo, por cierto que entre ellos Rusia, han
reconocido oficialmente este delito del Imperio Otomano. Siempre habrá aliados
que tratarán de salvarle el pellejo a algunos dictadores…Tal vez así lo pensará
Maduro. Tal vez al analizarlo, regresará temeroso al aforismo del difunto… “Por
ahora”
Consolidada
la revolución rusa, después de la Primera Guerra y a partir de 1931, comenzaron a
darse problemas de falta de alimentos en varias regiones de la Unión Soviética.
Hambrunas estas que llevaron a la muerte por inanición a millones de personas, situación
que era conocida perfectamente por las autoridades del Soviet Supremo, quienes conocían
la gravedad en Kasjistán así como en las principales áreas cerealeras
de Rusia, particularmente en Ucrania, al norte del Caucaso y en
las riberas del río Volga. En estas regiones se había producido la mayor
resistencia contra las políticas de colectivización agrícola. La mayoría de los
campesinos originalmente se encontraban en régimen de servidumbre, trabajando
para los kuláks
pequeños agricultores a los que el zar Alejandro I de Rusia había emancipado y regalado tierras, pero los comunistas los obligarían a entregar sus
medios de producción para la colectivización, cuyas pautas de producción eran
fijadas por las autoridades centrales del partido. La colectivización fue una
verdadera guerra declarada por el Estado contra el modelo rural tradicional de
Rusia y la respuesta de los kuláks fue muchas veces violenta,
habiendo revueltas, disturbios y sabotajes por todo el país. Para su ejecución,
los funcionarios miembros del partido comunista enviaron enseguida al Ejército Rojo para sofocar la rebelión de los kuláks. En 1929 se arrestó a
miles de intelectuales ucranianos bajo falsos cargos, siendo fusilados o
enviados a campos de trabajo en Siberia. La hambruna condujo a la muerte por inanición a
millones de personas, una situación conocida perfectamente por las autoridades
e históricamente calificada como “Holodomor” la gran hambruna de 1932-1933 en
Ucrania que costó millones de víctimas inocentes y se convirtió en una tragedia
nacional para el pueblo ucraniano. Hacia noviembre de 2011, la propia Ucrania
y 22 gobiernos de otros países han calificado las acciones del gobierno
soviético como “una hambruna artificial” creada por el régimen soviético,
comandado por Stalin como un acto de genocidio.
Sin pretender ir más allá, es notorio como los conceptos de hambruna y
genocidio se solapan por lo que a propósito del encuentro de los dictadores en
Turquía, va este este breve resumen
hambreador.
En febrero de 2017, seis años después del último
episodio que se cobró casi 260.000 vidas en Somalia, la comunidad internacional se
apresuró a reaccionar cuando volvió a escuchar "hambruna": cuando ya había gente muriendo directamente de
inanición a diario. Lo que
ocurre en
Sudán del Sur, un país fértil donde 100.000 niños pueden morir de hambre en las
próximas semanas es un ejemplo de una hambruna provocada tanto por el Gobierno como por los rebeldes
que impiden el reparto de comida en las zonas que ambos controlan. A estos
procedimientos se les denominan “Hambrunas
inducidas”, el mismo método usado
por Stalin en Ucrania en los años 30. Por decisiones políticas, la hambruna puede persistir… Se ha demorado la
posibilidad de liberar los fondos necesarios para detener la hambruna y si bien
los dineros existen, estos estarán
empleados en Siria e Irak, y no se han podido liberar. De manera que la
hambruna de Sudán del Sur sigue su curso puesto que muchas ONG han congelado
sus programas por culpa de la violencia y la limpieza étnica entre los gobiernos y los rebeldes y no solo hace falta
comida, hace falta repartirla y en particular se necesita que permitan que se
reparta. El Programa Mundial de Alimentos realiza enormes esfuerzos lanzando sacos de grano desde sus aviones a
áreas aisladas. Mientras, las acusaciones de corrupción y
"cleptocracia" contra los oficiales gubernamentales se suceden, los
generales del Ejército mueven miles de millones de euros en sus cuentas
extranjeras. Sudán del Sur es un país rico en petróleo y este supone el 60% de su PIB y cerca del 95% de los ingresos públicos. ¿Recuerdan
el otro aforismo? “Cualquier parecido
con lo que sucede”… ¿Puede acaso ser una mera coincidencia?
Maracaibo 12 de julio
2018
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