jueves, 12 de julio de 2018

Hambrunas…




Hambrunas…

Durante el siglo XX, la humanidad pareció haber sufrido una regresión a tiempos pasados. Prácticas inhumanas propias del Mundo Antiguo y de la Edad Media, dos guerras mundiales, torturas, deportaciones en masa, exterminio de pueblos y etnias enteras, volvieron a verse, incluso en países supuestamente avanzados social y culturalmente. “La hambruna” es una situación que se da cuando un país no posee suficientes alimentos y recursos para la población, elevando la tasa de mortalidad por el hambre y la desnutrición. El estado de hambruna se declara cuando la tasa de desnutrición supera el 30% y más de dos personas cada 10.000 mueren por día. Ahora, cuando el pueblo venezolano padece por falta de alimentos pareciera que estamos avanzando paso a paso hacia una terrible hambruna. 

Es interesante recordar como la muerte por inanición y en particular la colectivización de este fenómeno ha sido uno de los procedimientos utilizados para enmascarar acciones políticas, frecuentemente con intenciones genocidas. Venezuela, ya finalizando el siglo XX todavía era un país próspero en Hispanoamérica cuando unos militares golpistas con apoyo transnacional del castro-comunismo, consolidarían un proyecto “revolucionario” denominado el “Socialismo del siglo XXI”, y el mundo entero hoy día, tras veinte años del experimento, puede constatar con asombro, la debacle económica, social, moral, política y cultural engendrada por aquel proyecto diabólico. A la República de Venezuela se le cambió hasta el nombre y su escudo, se juró una Constitución para violarla reiteradamente y se logró modificar la conducta de una parte de sus ciudadanos, engañosamente aleccionados a través de años de una intensa campaña de populismo mediático acicateando el odio al destacar supuestas diferencias sociales y hasta raciales contra una burguesía inexistente que se describía como muy rica mientras proliferaba en paralelo otra nueva clase, la “boliburguesía” de los nuevos ricos nacidos de la corrupción del mismísimo proceso. 

Así fue como al país que poseía una de las industrias petroleras más eficientes y productivas del mundo, taimadamente se le destruyó el aparato productivo, y hoy se encuentra sumido en una estanflación solo comparable con aquella del Zimbabue del dictador Mugabe. El venezolano común, lejos de transformarse en el hombre nuevo creado por el socialismo, ha visto proliferar la delincuencia y se consolida la esencia del pícaro y el aprovechador para medrar del gobierno y de los artilugios de la imperante corrupción. El venezolano de a pie, está condenado a padecer hambre que lo ha llevado a comer de la basura y de los desperdicios por falta de los recursos más elementales, sin electricidad, enfermo y sin medicinas, con los alimentos imposibles de adquirir por los altos precios, la dictadura lo obligará a depender de las bolsas de comida que le venden, porque hasta en eso han sido más crueles que en el régimen cubano. Este modelo calcado de la sufrida isla del Caribe nos obliga a recordar el hambre que padeció Cuba en el llamado período especial, que llevó a la pérdida de la visión en muchas personas, todo esto antes de que llegase la ayuda venezolana. 

En 1914, Turquía entró en la I Guerra Mundial al lado de Alemania contra Rusia, pero los combatientes armenios sentían simpatía hacia las tropas rusas. Unos meses antes de que finalizara la Primera Guerra Mundial, el Movimiento Ncional de Liberación Armenio declaró la independencia de la República Democrática de Armenia, pero el gobierno otomano dirigido por un grupo denominado de “los Jóvenes Turcos” los acusó de crear una "quinta columna" y ordenó la deportación masiva de la población armenia a las regiones de altas montañas. “El Genocidio Armenio” fue planeado y administrado centralmente por el Estado de Turquía contra toda la población armenia del Imperio Otomano. Llevado a cabo entre los años 1915 y 1918, terminaría con miles de ciudadanos armenios metódicamente masacrados a lo ancho y largo del Imperio Otomano. Un drama que exterminó a cientos de miles de mujeres, niños y viejos, ya que la mayoría de los hombres había sido reclutada para el ejército. Muchos de ellos perdieron la vida durante el traslado, otros fueron ejecutados. 

Hoy día, cuando Maduro se va a Turquía para visitar a Erdogan, ambos dictadores son reconocidos por sus acciones políticas de corte genocida, y el mundo sabe que Turquía no sólo rechaza las acusaciones sobre el genocidio armenio, sino que hasta impone una condena de cárcel (presos políticos como los que se encuentra añejándose en las cárceles venezolanas) a sus ciudadanos que reconozcan en público el genocidio armenio. Aunque varios países europeos han introducido la persecución legal contra aquellos que rechacen el genocidio de los armenios, sólo 18 países del mundo, por cierto que entre ellos Rusia, han reconocido oficialmente este delito del Imperio Otomano. Siempre habrá aliados que tratarán de salvarle el pellejo a algunos dictadores…Tal vez así lo pensará Maduro. Tal vez al analizarlo, regresará temeroso al aforismo del difunto… “Por ahora”

Consolidada la revolución rusa, después de la Primera Guerra y a partir de 1931, comenzaron a darse problemas de falta de alimentos en varias regiones de la Unión Soviética. Hambrunas estas que llevaron a la muerte por inanición a millones de personas, situación que era conocida perfectamente por las autoridades del Soviet Supremo, quienes conocían la gravedad en Kasjistán así como en las principales áreas cerealeras de Rusia, particularmente en Ucrania, al norte del Caucaso y en las riberas del río Volga. En estas regiones se había producido la mayor resistencia contra las políticas de colectivización agrícola. La mayoría de los campesinos originalmente se encontraban en régimen de servidumbre, trabajando para los kuláks pequeños agricultores a los que el zar  Alejandro I de Rusia había emancipado y regalado tierras, pero los comunistas los obligarían a entregar sus medios de producción para la colectivización, cuyas pautas de producción eran fijadas por las autoridades centrales del partido. La colectivización fue una verdadera guerra declarada por el Estado contra el modelo rural tradicional de Rusia y la respuesta de los kuláks fue muchas veces violenta, habiendo revueltas, disturbios y sabotajes por todo el país. Para su ejecución, los funcionarios miembros del partido comunista enviaron enseguida al Ejército Rojo para sofocar la rebelión de los kuláks. En 1929 se arrestó a miles de intelectuales ucranianos bajo falsos cargos, siendo fusilados o enviados a campos de trabajo en Siberia. La hambruna condujo a la muerte por inanición a millones de personas, una situación conocida perfectamente por las autoridades e históricamente calificada como “Holodomor” la gran hambruna de 1932-1933 en Ucrania que costó millones de víctimas inocentes y se convirtió en una tragedia nacional para el pueblo ucraniano. Hacia noviembre de 2011, la propia Ucrania y 22 gobiernos de otros países han calificado las acciones del gobierno soviético como “una hambruna artificial” creada por el régimen soviético, comandado por Stalin como un acto de genocidio. Sin pretender ir más allá, es notorio como los conceptos de hambruna y genocidio se solapan por lo que a propósito del encuentro de los dictadores en Turquía, va este  este breve resumen hambreador. 

En febrero de 2017, seis años después del último episodio que se cobró casi 260.000 vidas en Somalia, la comunidad internacional se apresuró a reaccionar cuando volvió a escuchar "hambruna": cuando ya había gente muriendo directamente de inanición a diario. Lo que ocurre en Sudán del Sur, un país fértil donde 100.000 niños pueden morir de hambre en las próximas semanas es un ejemplo de una hambruna provocada  tanto por el Gobierno como por los rebeldes que impiden el reparto de comida en las zonas que ambos controlan. A estos procedimientos se les denominan “Hambrunas inducidas”, el mismo método usado por Stalin en Ucrania en los años 30. Por decisiones políticas, la hambruna puede persistir… Se ha demorado la posibilidad de liberar los fondos necesarios para detener la hambruna y si bien los dineros  existen, estos estarán empleados en Siria e Irak, y no se han podido liberar. De manera que la hambruna de Sudán del Sur sigue su curso puesto que muchas ONG han congelado sus programas por culpa de la violencia y la limpieza étnica entre los  gobiernos y los rebeldes y no solo hace falta comida, hace falta repartirla y en particular se necesita que permitan que se reparta. El Programa Mundial de Alimentos realiza enormes esfuerzos lanzando sacos de grano desde sus aviones a áreas aisladas. Mientras, las acusaciones de corrupción y "cleptocracia" contra los oficiales gubernamentales se suceden, los generales del Ejército mueven miles de millones de euros en sus cuentas extranjeras. Sudán del Sur es un país rico en petróleo y este supone el 60% de su PIB y cerca del 95% de los ingresos públicos. ¿Recuerdan el otro aforismo?  “Cualquier parecido con lo que sucede”… ¿Puede acaso ser una mera coincidencia?

Maracaibo 12 de julio 2018

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