Julio Cortázar comienza su relato “Axolotl” así: “Hubo un tiempo en que yo pensaba mucho en los axolotl. Iba a verlos al acuario del Jardín des Plantes y me quedaba horas mirándolos, observando su inmovilidad, sus oscuros movimientos. Ahora soy un axolotl. El azar me llevó hasta ellos una mañana de primavera en que París abría su cola de pavo real después de la lenta invernada”… (Final de juego, 1956).
El relato de Cortázar hace muchas veces foco en los ojos de este curioso animal y en el modo en que se mira con el protagonista. El guardián del acuario llega a decirle “Usted se los come con los ojos” y él reflexiona que era al revés, que ellos se lo comían. Se retoma el lugar común que piensa a los ojos como la puerta de entrada al alma y se describe el interior de los axolotl como un “diáfano misterio interior”. Hay algo imposible de definir en su manera de mirar y Cortázar explica la conciencia humana de estos animales enterrando vivo a un hombre en la mente de uno de ellos.
El cuento plantea la incógnita de cómo continúa la vida el cuerpo humano del narrador, ahora dotado de la conciencia del axolotl. Este cuento humaniza a estos anfibios. El narrador incluso los piensa como hombres conscientes, quizás anticipando su fatal destino. La barra de hierro y el cristal de la pecera son las primeras mediaciones que los separan. La obsesión de la voz narradora lo lleva a apoyar su cara contra el vidrio queriendo penetrar en la mirada del animal, y lo logra.
El ajolote (Ambystoma mexicanu), es también conocido como “monstruo acuático”, y es un anfibio perteneciente a la especie de las salamandras. Es un anfibio urodelo de la familia Salamandridae que en realidad, en Europa es el más común de los urodelos. Las salamandras son de hábitos terrestres, y únicamente entran en el agua para parir, aunque muchas subespecies lo hacen en tierra. Las salamandras respiran a través de la piel debido a que carecen de pulmones y de branquias. Aquí mostramos una salamandra con rayas sobre su amarillo cuerpo reptiliano.
La biodiversidad mexicana tiene muchas caras, pero pocas son tan icónicas como la del ajolote. Es un anfibio, endémico del Valle de México, que se ha convertido en un símbolo nacional. Su representación es la de la regeneración y la supervivencia en un hábitat que ha sufrido las inclemencias del tiempo desde hace siglos. En realidad el 'Ambystoma mexicanum', solo se encuentra en México DF, y como ya lo saben: es una salamandra.
La característica poco habitual de conservar sus rasgos larvales en su vida adulta es una condición, que se conoce como neotenia, cuyo significado es que conserva su aleta dorsal de renacuajo -que recorre casi la totalidad de su cuerpo- y sus branquias externas, que sobresalen de la parte trasera de su ancha cabeza en forma de plumas. Este singular anfibio con apariencia de monstruito acuático se encuentra en peligro de extinción según la lista roja de la Unión Internacional por la Conservación de la Naturaleza, debido a la pérdida de hábitat, la introducción de especies invasoras en su hábitat, la sobreexplotación, la contaminación y hasta a su consumo como alimento.
El axolote se encuentra únicamente en el complejo lacustre de Xochimilco, cercano a la ciudad de México, y difiere de la mayoría de las salamandras en que vive permanentemente en el agua. En casos extremadamente raros, el axolote madura y sale del agua, pero en la mayoría de los casos prefieren permanecer en el fondo de los lagos y los canales de Xochimilco. El axolote puede ser bastante grande y alcanza longitudes de hasta 30 centímetros, aunque su tamaño medio es de 15 cm.
El axolote suele ser negro o marrón moteado, aunque también son relativamente comunes las variedades albinas y blancas, especialmente entre especímenes que se hayan criado en cautividad. Otra peculiar característica del axolote es ser longevo; alcanzan hasta 15 años de edad alimentándose de moluscos, gusanos, larvas de insectos, crustáceos y algún pez. Esta especie, acostumbrada al papel de predador en su hábitat, ha empezado a padecer por la introducción de grandes peces en su hábitat lacustre.
Entre las amenazas naturales también se cuentan las aves de presa como las garzas. Su población está en declive, ya que la demanda de la cercana ciudad de México ha llevado a drenar y contaminar buena parte de las aguas del complejo lacustre de Xochimilco. También es muy común utilizarlo en el comercio de acuarios y el axolote asado se considera un manjar en México, si duda alguna que sazonado con algún chile picoso lo que ha llevado a que su número se reduzca aún más.
Para ayudar a su conservación se intenta recuperar el equilibrio del lago de Xochimilco a través de la educación y del turismo ecológico y se han puesto en marcha, trabajos de restauración de su hábitat. La reproducción en cautiverio del axolote vales para la recuperación de sus poblaciones ya que esta especie es también utilizada en la investigación biomédica y fisiológica. Sin embargo, hasta el momento las amenazas para su reintroducción en su hábitat natural siguen siendo muy grandes.
Este anfibio endémico cuenta también con un sistema de regeneración único. Se ha visto que, más allá de reconstituir partes de su cuerpo, el ajolote puede sanar heridas en su corazón sin dejar cicatrices, logrando obtener así un órgano completamente sano. Característica que nos lleva a examinar “La leyenda de Xólotl” que relata como un hermano de Quetzalcóatl, a cualquier precio quería evitar ser sacrificado, y ese fue el motivo por el cual este dios, del fuego y del relámpago, se transformó en maíz y luego en maguey para evitar ser descubierto. A pesar de ello, estos intentos no fueron suficientes para pasar desapercibido, por lo que decidió refugiarse en el agua y ahí fue cuando tomó la forma del ajolote. Dionisio Eslava Sandoval, es presidente de la Organización umbral axochiatl, relata como: “Cuando Quetzalcóatl encontró a Xólotl recapacitó y le dijo: como te negaste a morir sacrificado para dar vida a otro elemento, toda tu vida permanecerás aquí, pero el día que tu elemento, el agua, ya no sirva, desaparecerás de la faz de la tierra junto a la raza humana”.
Aunque hoy las cosas son muy diferentes, los ajolotes alguna vez poblaron la mayor parte del área lacustre del Valle de México. Pero en la actualidad su hábitat se reduce exclusivamente a los canales de Xochimilco, donde, además, sólo habitan en un espacio de 10 kilómetros cuadrados, una notable reducción de su espacio producto de múltiples alteraciones a su ecosistema.
Julio Cortázar se acerca al final de su cuento pensando desde el ajolote… “Él volvió muchas veces, pero viene menos ahora. Pasa semanas sin asomarse. Ayer lo vi, me miró largo rato y se fue bruscamente. Me pareció que no se interesaba tanto por nosotros, que obedecía a una costumbre. Como lo único que hago es pensar, pude pensar mucho en él”…
Desde Miami para el bloglapesteloca, el martes 16 de enero del año 2024
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