domingo, 21 de enero de 2024

Del lenguaje coloquial…

“Para escribir sobre la vida elíptica de mi estimado amigo Rodrigo, acordamos comenzar en la época cuando ambos estábamos por pasar de la escuela primaria al bachillerato. Siendo menores de edad, en aquel entonces, él me explicó cómo llegó a comprender algo que aunque a duras penas conocía y que en el fondo le preocupaba. Me refiero a la sinrazón de la singular idiosincrasia de su gente, que es igualmente la mía. En realidad, vos quisiste enfatizar algunos detalles que llamaste peculiarmente vernáculos y me dijiste parodiando a Jack el destripador: para empezar, vayamos por partes.

Me explicaste que había algo que veías como un asunto geográfico y yo, guardé silencio para escucharte. No se te puede olvidar que vivimos en un pedazo del país que se pierde hacia el norte en las áridas planicies de la Guajira y que las montañas de la serranía de Perijá y los Montes de Oca demarcan los límites con el hermano país y terminan en las estribaciones andinas las que de cierta manera circunvalan al gran lago. Somos habitantes de un Estado fronterizo especial porque tiene como corazón el lago de Coquivacoa.

Un lago con vista al mar, te dije queriendo utilizar una frase que me sonó cinematográfica, y vos inmediatamente me interrumpiste para enfatizar que la presencia indígena nos ha aportado una biotipología característica. Nuestro pueblo ancestral, -así te expresaste-, son los wayúus, paraujanos, yupkas, añús y los motilones baris, que habitan en las montañas, o en las riberas del lago en sus palafitos, viviendas lacustres sobre estacas de madera que según algunos cronistas valieron para darle nombre a la nación. Detuve tu disertación para decirte. No te me pongáis retórico y regionalistón. Lo dije, al imaginar que tal vez intentarías regresar a la expedición de don Alonso de Ojeda y Juan de la Cosa con Américo Vespucio en una carabela añorando la Venecia del Adriático.

Está bien. Me respondiste, aceptando mi comentario. Sin embargo, insistirías al decir. Nuestra ciudad capital, Maracaibo, fue tres veces fundada, así que, para muestra un botón. Hablamos entonces sobre su nombre que según algunos significaba un sitio de muchas culebras cascabel, o tierra de serpientes, pero hay otros que lo asocian con el nombre del cacique Mara. Te interrumpí de nuevo para como un detalle adicional recordarte que en el siglo XX, otro Américo, el doctor Negrette, en su autobiografía denominó a la capital de Zulia, “la ciudad de fuego” y vos remataste el asunto confirmando como un par de siglos atrás, nuestro historiador y poeta Rafael María Baralt había bautizado a toda esta región como “la tierra del sol amada”.

Creo que recapacitaste decidido ya a dejar el tema de la historia regional para comenzar el relato de tu historia personal, y para mi sorpresa te remontaste a tu infancia y al recordar cómo no había sido precisamente en tu casa donde descubrirías en los curiosos habitantes de tu ciudad de fuego ciertas peculiaridades, en el hablar y en su comportamiento, las cuales me dijiste, los hacían diferentes al entorno de tu infancia hogareña. Me comentaste, intentando ejemplificar tu interés, que irías a un asunto concreto que te ofrecía meridianas diferencias.

Los choferes, me dijiste y yo me quedé expectante. Vos podías remitirte a detalles específicos, como el hablar de tu o de vos, y hasta el tono vocinglero o susurrante, y era válido pues a vos te apodaban “el silencioso” o el “murmurante”, hasta “charrasca e goma” te habían apodado y te venía al pelo. Decidiste que mejor te explicarías centrándote en todo un gremio, y me aclaraste que te referías a los conductores de los llamados “carritos por puesto”; ellos, conocidos como “los choferes”, habrían de transformarse para vos, niño aún, en una especie de escuela viva, y los recordaste dubitativo, y luego sonriendo me dirías que, pues sí, confirmándome que algunos eran tan solo, unos jodedores.

Así, me fuiste explicando cómo te tocó lidiar con ellos, cuando iniciarías informalmente tu aprendizaje del lenguaje autóctono. Esto del lenguaje de la región, del léxico, y lo de tu aprendizaje, realmente me sorprendió y debo aceptar que no era una nimiedad. Nosotros, vos y yo, logramos un acuerdo para relatar tus andanzas y todo cuanto pudiésemos conversar, usando los naturales morfemas y las formas fonéticas comunes de quienes nacimos y vivimos en esta región. (Acepté, pues esto me pareció que era consubstancial con tu historia, y obligadamente te prometo que trataré de hacer del lenguaje una parte importante de tus andanzas alrededor de los choferes, las mujeres, y del otro tema que siempre te obsesionó; la investigación científica).

Parecerá un disparate, pero debo destacar que el asunto del lenguaje oral, o la plática de nuestros conciudadanos, la consideramos crucial en lo de trasladar tus vivencias al papel. En tu casa, no se usaba el voseo, es decir, sencillamente, no se hablaba en maracucho. Tu padre, Ezequiel, curiosamente pensé en el profeta hebreo de los tiempos de la cautividad de Babilonia y de momento recordé que era el mismo nombre bíblico del difunto padre de “el cachorro”, un niño recreado por Garmendia en su “Capitán Kid”; pues bien, el señor Ezequiel, como ciudadano de la tierra amada por el sol, era un muy culto, y estudioso señor de antaño, bibliófilo, algo esmirriado… Casi etéreo insististe vos al recordar que usaba un léxico impecable de tonalidades neutras.

Tu madre, doña Eufrosina, era andina y en su hablar era fácil apreciar ese dejo característico de la gente de las montañas tachirenses. Aquella mezcla llevada al lenguaje oral resultaba perfecta para que en tu hogar se hablase de “usted” y no de “vos”. Hago esta aclaratoria para enfatizar que todo el asunto de nuestro lenguaje, éste que ahora es el utilizado por nosotros para conversar, el mismo que acordamos para que yo plasmase en letras tus vivencias, el doméstico, ciertamente no fue el de tu hogar, pero evidentemente terminarías con el paso de los años, a pesar de las vueltas y revueltas que tuviste que dar por diversas regiones del mundo, aceptándolo gustosamente. De esta manera, el coloquial voseo de nuestra región te ganaría en cariño y vos me permitirías utilizarlo para relatar con los dejos de tu tierra tus elípticas vivencias”...






Aquí detengo este asunto para explicarle a mis distinguidos lectores del blog lapesteloca, que éste que pareciera ser el “inicio textual de una novela”, se quedó allí, suspendida en el tiempo y con el paso de los años, me tropecé hoy, acá lejos de Maracaibo con estas letras impresas desde tiempo atrás. Entonces recordé que en aquellos años cuando escribí lo que han leído, vivía yo en la capital y venía a mi ciudad natal de vez en cuando y le mostraba a mi compañero de la escuela de Medicina (Rafito) mis borroneados escritos y él aupaba esa manera de querer escribir como se habla en nuestra región. Recuerdo que había leído la novela “¿Qué tengo yo contigo?” (1988) del profesor de LUZ, Víctor Fuenmayor y no conocía otros novelistas de mi región zuliana que se aplicaran a escribir apoyándose en nuestra particular manera de conversar…

El año 2019 (http://tinyurl.com/mwum7mam) en el blog, hablé del regionalismo literario y mencionaría a Iraset Páez Urdaneta (1952-1999), un maracaibero tempranamente desaparecido con importantes contribuciones al estudio del lenguaje de nuestra región, de quien Historia y geografía hispanoamericana del voseo fue su tesis Doctoral en la Universidad de Berkely, California en 1981. También sobre el libro de Inscursiones de lingüística zuliana. (2000- UCCA Ed, Maracaibo), de Francisco Javier Pérez quien ha afirmado que el lingüista debe particularmente saber oír, tener lo que denominan “oído lingüístico”, y es de esta manera como “se prepara para poder oír lo inaudible, para saber escuchar el silencio del lenguaje”.

En enero, el año pasado (2023) hablamos nuevamente (http://tinyurl.com/466d6dr4) del regionalismo y la literatura zuliana, y fue con la sana intención de tocar otra vez este tema que he sacado mis viejos papeles del “baúl de los recuerdos”

Desde Miami, Fla. Para lapesteloca, el domingo 21 de enero del año 2024

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