Este relato fue publicado hace ya más de 20 años en el diario virtual “El gusano de luz” en el mes de septiembre del año 2003 con el título de “Cansado volveré”, pero en realidad es parte de la novela “Ratones desnudos” que poca gente conoce. Hoy les puedo ofrecer el dato de que todavía existen ejemplares y a buen precio (aunque la novela es de mi autoría nunca he sabido quien es el beneficiario), pero sé que puede adquirirse pues aún existen ejemplares, en la librería “El Buscón”, en Caracas.…
“La ves en la distancia. Bun dun, bum, dun, hola Luisita, tan solo lo pensarás y mentalmente la saludas, desde lejos, bun dum, bum dun, ella te ha llamado con un gesto de su mano, bum dum, bum dum, y tú te acercas, bun dum, y ella sonríe frunciendo su naricita, bun dum, sus verdes chispas brillan de contento, bumdum, bumdum, tú has volteado a mirar hacia ambos lados, te detienes por un instante y corres hacia ella, bun dum, bun dum, llegas a colocar tu mano sobre su brazo tibio que emerge en la ventanilla del escarabajo amarillo, bum dum, budun…
¡Flash!
¡Oh!, ¡Sorpresa!, Bun dum, bundum, es Patty, y tú no sabes cómo, pero Luisita se ha
tornado en tu gatita sueca, bun dum, bun dum, Hello!, te dice ella y abre la puerta, y sale, bumdum,
bumdum, la gata descenderá
del auto y al instante, no sabes como pero ella es Antonieta, bumdum
bumdum y ella sí que lo
sabe hacer, muy pronto repta sobre ti, culebrea, te acaricia, se adhiere a ti,
te manosea, y entonces ella te besa, bumdumbundum, ¡Eres un perro desgraciado!, tú balbuceas, y abres
más aún los ojos, bun dum…
¡Es Rosalinda quien te increpa!, y sientes una gran
furia en sus palabras, son fieros estiletes, bun dum, bun dum, te aturdes, y entretanto tú no dejas de observar la
escena y ves el autito amarillo, que se ha reducido, tú abres mucho los ojos, y
es que buscas a Luisa, pero es Marianela quien está al volante, y ella desde el
Volswagen amarillo te observa con mirada escéptica, bun
dum bun dum, y en tu cara, así no más, se ríe, suena su risas,
ahora una carcajada aguda, y estás consciente de que has sido atrapado.
Entonces sí que respirarás muy agitado, pero inmóvil,
pues es ella, es Rosalinda misma quien continúa sin parar gritándote, bundum
bundum, y no te
puedes mover, el señor Don Herminio te ha abrazado, y él como un oso te
estruja, te aprieta, sientes que te sofocas, bun dum, bun dum, te estrecha y sabes que te espaturrará, más sientes al instante su
cañón helado, roza tu cara, y notas su mirada, es furiosa, te lo restriega, es
frío, va sin silenciador, muy cerca está de tus ojos, bien que lo ves, es un
calibre treinta y ocho, bundumbundum.
Retumba como un trueno, restalla rojo y azul, y estarás
ciego, y estarás sordo, y girarás y caerás y todo dará mil vueltas, tú lo
sabes, rotas y en tu sorpresa, todo es un vórtice centrífugo, un torbellino que
te circunvala, y sientes que serás aplastado contra las paredes, sabes que
estás en un cilindro, ¿de aluminio?, desciendes por un tubo entre grumos y
fragmentos de material orgánico, ruedas con desechos en descomposición, y te
tuerces buscando el aire entre masas amorfas y gelatinosas, detritus muscilaginosos
que se adhieren contigo a las paredes metálicas, mientras vas girando en aquel
vertedero, hacia un desagüe… Con el vértigo y en medio de náuseas que te
estremecen y las bascas de vómito que irás eructando ya comprendes que
irremisiblemente estarás siendo evacuado, expulsado, expelido y todavía vas girando
hasta el preciso momento cuando bruscamente serás despedido y caerás en
bolsones de aire caliente creados por pestíferos humores, y ya, comprenderás que
sin remedio saldrás al sol y caerás en el agua y te hundirás en el mar bajo una
lluvia de porquería, y caes. ¡Al fin!, Y tragas agua y piensas que no podrás
sobrevivir entre aquel burbujero…
Pero asciendes, te agitas, sales a flote y nadarás,
manotearás, mirando temeroso hacia arriba, pero el cielo es azul y una mole
metálica te atrae y te rechaza, reconoces las planchas y los remaches negros,
que están golpeando nuevamente tu cabeza y estás seguro de que es un barco, uno
muy grande… Un Carla C, y lo piensas cuando sientes que de nuevo vas girando pero
te imaginas iras acercándote a la propela, y se te ocurre que girará cortante,
una taraba, e irás hacia ella y sentirás como los borbollones te recorren
mientras vas siendo arrastrado hacia la popa, por lo que de momento,
súbitamente lo decides, te sumerges, bumdum,
bundum, y quieres inspirar
porque sabes que así todo ha de terminar bumdum,
bundum y te hallarás
libre,…
Pero sales a flote, otra vez, y logras ver como se
aleja el barco y notarás entonces que el sol se oculta allá, a lo lejos y tú
piensas tan solo, adiós adiós, y te preguntas… ¿Podré llegar nadando hasta la
Guadalupe?, pero te asaltan dudas y
vuelves a creer que es todo un disparate. ¿Por qué rayos a la Guadalupe y no
otra isla? El mar te levanta en la cresta de sus grandes olas, y tú flotas, te
dejas ir acostado entre un hervor de
espumas, como un sudario, y piensas, debo llegar a tierra, hasta la isla de
Beuperthuy, ¿la de Morel?, bumdum,
bundum pues no, te lo
repites a ti mismo mientras flotas y atisbas el sol incandescente chispeando
azogue en el horizonte…
¿Será la isla del sabio de Cumaná? Lo piensas… Sabes
que él se fue a morir al Esequibo, el hombre de los tipularios, siempre creyó
que los zancudos eran los trasmisores, bundum,
bundum Tú flotas mientras
piensas en el hombre, él quiso curar la lepra y nadie le creyó, dijo que los
mosquitos transmitían la fiebre amarilla, eran los males tropicales, pero nadie
nos cree. Eso te lo dices a ti mismo, eres capaz de meditar en tan absurda
posición, flotando, y el sol que se va hundiendo, se despide de ti en un ocaso
desesperanzador… El crédito se lo dieron a Finlay, los gringos de por medio...
¡Cuando no! El tipo era cubano, de la isla del caimán taino, quizás barbudo,
¿el caimán?, ¿como el de la revista del sin par Jesús Díaz?, bumdum, bundum Recuerdas,
también ya falleció, como Bolaños. ¡Es que están todos tan muertos! Muertos y
enterrados…
Recordaste entonces que así decía Vitico, bumdum, bundum bundum,
como los ríos de Jorge Manrique, van a dar a la mar que es el morir, y te acuerdas
de “la chute” de Camus… Era muy cierta, es la misma, es ella que regresa, bun dum, bun dum. Ya
solo hay mar, tan solo masas de agua salada y negra noche y todo brilla
fosforescente, cuando de nuevo te decides, y vuelves a nadar. Te sentirás como
un salmón, lo piensas y sonríes, contra corriente, hacia arriba, como en un
río, vas bajo los puentes. ¿Anulares?, como el de Varolio, pero cada vez hay
más frío…
No entiendes porque crees que está nevando,
seguramente es así sobre el pont des Arts, quizás caminará La Maga sobre el
Sena, o sobre el Danubio, bun
dun, bun dum, sobre el puente de
los leones, y seguramente estará helada el agua, y es cierto, nieva sobre
Budapest y tu maga se ha vuelto Alina Reyes y puedes ver cuando se abraza a la
mendiga se trasmuta y tú lo sabes. Estás consciente de que ya no puedes flotar
más, es imposible, estás tan cansado, solo otearás buscando el último puente,
quizás sea uno de los de Toko-ri, o el de bambúes erguido sobre el río Kwai…
En eso estás, si, eso discurres mientras quisieras
regresar de nuevo con la tropa, te gustaría marchar silbando, irías sobre el
puente y verías a lo lejos la silueta de tu ciudad, de la ciudad de fuego, la
de Américo y detectarás los edificios, muy opacos se ven, la Aduana, unas
palmeras en El Milagro, se recortarán sus sombras azules, ahora muy oscuras
contra un atardecer de sangre, pero tú avanzarás. Ya no te detienes, nadie
podrá frenarte, y percibes el nudo en tu garganta, pero vas decidido,
descansarás en paz, bastará un resto de llanto, una lágrima debe ser
suficiente, bun dun, bun dum te ha de sobrar, para poder morir, al fin…
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