La segunda parte de esta historia sobre un célebre
francés en la América del siglo XIX, hablará de accidentes y situaciones
fortuitas en la vida de Aimé Bonpland, quien viviría instantes gloriosos, tras
soportar enfermedades, agresiones y años de cárcel, matizados con amores y
pasiones. Tal y como les relato en este par de entregas del blog la saga
de los dos científicos europeos que examinaron las ciencias del ambiente, la
meteorología, la fitogeografía y la geofísica de América, se encuentran en los
40 volúmenes de ‘El Viaje a las Regiones
Equinocciales’ sin duda, es uno de los grandes monumentos de la ciencia del
siglo XIX.
El Viaje a las Regiones
Equinocciales, es la larga aventura iniciada por el entusiasmo de dos
jóvenes amigos naturalistas, una empresa que no estuvo patrocinada por
potencias europeas. El viaje se logró gracias a la fortuna del barón Alejandro
Humboldt. A pesar de que esa situación era muy personal, los dos naturalistas
estuvieron siempre conectados con los centros de saber científico europeos,
particularmente con la Academia de Ciencias de Francia. Esta frase de Aimé
Bonpland podría servir de epígrafe, a esta segunda parte: “La muerte no es
el sueño eterno, es el comienzo de la inmortalidad”.
María Josefina Rosa Tascher nacida en 1763, en una las Antillas Menores,
la Martinica hasta 1780 cuando contrajo matrimonio en París con Alejandro de 17
años, vizconde de Beauharnais. A finales de 1783 se separó de su esposo y
regresará al Caribe, donde en medio de la sublevación de esclavos de 1791 y
regresará a Europa y vivirá durante el proceso de la Revolución francesa. En
París conocerá a Napoleón Bonaparte con quien contraerá matrimonio en 1796. En
diciembre de 1804 Josefina será coronada emperatriz de Francia por su segundo y
último esposo, el emperador Napoleón. Josefina consiguió transformar la gran
finca en “el más bello y curioso jardín de Europa” y en esto la ayudó el
botánico Aimé Bonpland, quien también fue su amigo personal. Allí, en
Malmaison, sería Josefina quien le presentó a la que sería su mujer Adeline
Delahaye. Casada, con una hija de su matrimonio, Emma, Adeline y Aimé se
enamoraron.
En 1814 fallecería la emperatriz elogiada por los franceses (Josefina,
la buena). Aimé Bonpland dejó su cargo en Malmaison y se fue con Adeline y Emma
a Londres con la idea de regresar a América pensando aceptar el ofrecimiento de
Simón Bolívar para radicarse en Venezuela. Bernardino Rivadavia, Sarratea y
Belgrano lo invitarán a viajar en el barco Saint Víctor a Buenos Aires, ciudad a la que
llegaría el 26 de noviembre de 1816.
Bonpland arribaría por el Río de La Plata con su familia, dos jardineros,
libros, gran cantidad de semillas y dos mil plantas (medicinales, frutales y
hortalizas), dispuesto a fundar un Jardín Botánico.
El
naturalista fue recibido con gran interés por la sociedad porteña: Vicente Fidel
López describe sus visitas a las tertulias de la
familia De Luca, y cuenta que acomodaba su paraguas, al entrar, junto a la
espada de José de San
Martín, a quien había conocido en casa de Mariquita
Sánchez de Thompson. Como no podía vivir
solamente con la práctica de la medicina, decidió dirigirse a la zona de las
viejas misiones jesuitas, entre los ríos Paraná y Uruguay, donde crece
espontáneamente la yerba mate. Partió solo, en octubre de 1820, dejando a su
esposa, a la que no volvería a ver, pues ella regresó posteriormente a Francia.
Viajando por la Argentina, se establecería en la zona de Corrientes, a
vivir allí y donde Aimé aprendió a cultivar la hierba mate, que era silvestre,
y muy demandada. También cultivará el índigo con muy buenos resultados. En
octubre de 1820 partió hacia el norte y en el Paraguay, visitó las antiguas
misiones de los jesuitas y fundó una pequeña propiedad que en poco tiempo
prosperó, pero sus instalaciones fueron quemadas por los paraguayos al año
siguiente en lucha contra los correntinos que se habían declarado
independientes.
Las
dificultades de Bonpland en los límites paraguayos no mejoraría con la
ascensión al poder de José Gaspar de Francia y Velasco, conocido como “el
Doctor Francia”, un personaje que había llevado adelante la independencia del
Paraguay de la corona española, de las Provincias Unidas del Río de la Plata y
del Imperio del Brasil, y quien, por aclamación, había sido designado Dictador
Perpetuo de la República del Paraguay. Para el doctor Francia, el afincamiento
de Bonpland en zonas fronterizas se debía a razones estratégicas y a planes
invasivos de entrerrianos, porteños y franceses. El doctor Francia conoció que
el sabio había levantado un plano de la región y “el supremo” desconfiaba de
los franceses, a los que considera “espías imperialistas”. Aime Bompland fue
hecho preso y conducido al Paraguay. Adeline regresó a Europa, donde escribió y
publicaría una novela.
Nueve años duró el cautiverio de Bonpland en tierras paraguayas, Aimé Bonpland estaba arrestado y como era amigo de San Martín, Rivadavia y de Bolívar, todos le ayudaron solicitando su liberación. Simón Bolívar le escribiría al dictador doctor Francia: “Dígnese oir Excelencia, el clamor de cuatro millones de americanos liberados por el ejército que yo mando, todos los cuales a mi vera imploran la clemencia de Vuestra Excelencia en homenaje a la humanidad, la sabiduría y la justicia y en homenaje al señor Bonpland… Yo mientras tanto lo esperaré con la ansiedad de un amigo y el respeto de un discípulo, a tal punto que sería capaz de marchar hasta el Paraguay para liberar al mejor de los hombres y el más famoso de los viajeros”… Para el doctor Francia la carta del Libertador no valió de nada.
Aimé no estuvo preso en una cárcel sino, en una casa donde él continuó
desarrollando sus cultivos, y un activo dispensario médico donde curó a muchos
soldados paraguayos heridos, algunos de la partida que lo secuestró y lo llevó
prisionero al Paraguay, trató por una mordedura de serpiente a un indio,
mientras esperaba ser liberado en Itapuá, de manera que Bonpland no dejó de
prestar servicios como médico. Su generosidad y su disposición para con los
enfermos, fueron rasgos que, por repetirse en todos los testimonios parecen
exceder la leyenda, hasta un punto tal que atraería la atención del dictador
Francia, quien al visitarlo, decidiría optar por expulsarlo del país.
De regreso de su paso por el
Paraguay, se instaló en “la región Mesopotamica argentina” donde se unió con
"Maréi" María, hija de un cacique guaraní de la antigua región
argentina también denominada “Provincia jesuítica del Paraguay”.
El matrimonio y el nacimiento de sus dos hijos, una hija y un hijo, fue
registrado en el acta de Entre Ríos provincia argentina donde nacieron sus
hijos.
En 1831 se instaló definitivamente
en Santa Ana en la provincia de Corrientes, Argentina. Reanuda entonces sus
actividades científicas y colonizadoras y realiza viajes a Buenos Aires,
Montevideo, Brasil, e incluso vuelve al Paraguay en 1857, invitado por Madama
Lynch, pero regresando siempre a su residencia de Corrientes, a cuyo pueblo debo
atenciones sin número, como lo expresa pocos años antes de su muerte, con
motivo de encargársele la organización y dirección de un museo.
En 1854, ya octogenario, fue nombrado "Director del Museo de la Provincia de Corrientes". Murió a los 86 años cuidado por su hija Carmen, posiblemente añorando volver a ver a su gran amigo Humboldt y su adorada Francia.
Fin de la Segunda y última parte.
Maracaibo, miércoles
9 de octubre del año 2024
No hay comentarios:
Publicar un comentario