Cervantes, de novelas y poesías
Regreso a conversar un poco sobre El Quijote para no olvidar nunca a Cervantes… Me ubicaré en el Capítulo VI de la primera parte del libro, a propósito del esfuerzo, en una onda terapéutica, del cura don Pedro Pérez y el Barbero, empecinados en revisar los libros de caballería de don Alonso Quijano para llevarlos a la hoguera, porque de ellos parecían derivarse sus desvaríos que lo impulsaban a querer marcharse para deshacer entuertos, cabalgando sobre Rocinante en compañía de su escudero Sancho Panza. El barbero maese Nicolás, esculcaba entre montones de libros de caballería y ante la sobrina de don Alonso con la decidida intención de quemarlos, cuando nos cuenta Cervantes cómo ella decidida insistirá diciéndole que “no habrá que perdonar a ninguno, porque todos han sido los dañadores”. De modo tal que así irán revisando los libros y ante los cuatro de Amadís de Gaula diría el señor cura que pareciera “cosa de misterio” pues habría sido aquel libro de caballería el que por primera vez se imprimiera en España, el culpable ya que “todos los demás han tomado principio y origen en éste”. En realidad, entre 1508 y 1589 se imprimirían en España alrededor de 30 ediciones.
Así, uno tras otro fueron siendo examinados los implicados
libros de caballería, desfilando por las manos de sus revisores Sergas el Esplandín, Amadís de Grecia, Don
Olivante de Laura, Florismarte de Hircania, El Caballero Platir y El Caballero
de La Cruz. Examinaban las carátulas cuando se toparon con Espejo de caballerías, y entonces el
sacrdote insistiría en que “no deberían
pasar por alto a Roncesvalles ni a Bernardo de Carpio”. El barbero encontraría un ejemplar de Don Belianís de Grecia y por querer
tomar todos los libros juntos y a la vez, se le cayó a sus pies, precisamente, La historia del caballero del Tirante
Blanco. “Válgame Dios” dijo el
cura, “Digoos señor compadre, que éste es
por su estilo, el mejor libro del mundo”… Allí se dice que “los caballeros, aquí comen y duermen y
mueren en sus camas y hacen testamentos antes de la muerte”. Así, los visos
de verosimilitud de la obra fueron destacados como muy relevantes por don
Miguel de Cervantes. Tirante Blanco,
o Tirant lo Blanc había sido escrita
por Joanot Martorell a finales del siglo XV y fue en 1969 cuando Mario Vargas
Llosa hará un esfuerzo por rescatarla del olvido, en un ensayo, “Carta de
batalla por Tirant le Blanc”, donde destaca su valor como novela con una gran
capacidad totalizadora como lo harían las obras de Balzac, Dickens y Fielding
donde no se cuentan las desproporcionadas mentiras que caracterizan a los
libros de caballería.
Don Pedro Pérez, el cura, continuará su revisión hasta
tropezarse con un libro de poesía y notará que es La Diana de Jorge Montemayor, y al señalar que el libro “no es del mesmo género” y que no le
harán el daño que los de caballería le han hecho, de inmediato la sobrina
insistirá… “¡Ay Señor! Será peor hacerse
poeta que según dicen es enfermedad incurable y pegadiza”. Tras discutir
sobre los libros de poesía, hallarán “el
libro de un amigo” y el barbero les informará que es La Galatea de Miguel de Cervantes y entonces dirá a continuación: “Muchos años ha que es amigo mío ese
Cervantes y sé que es más versado en desdichas que en versos. Su libro tiene
menester esperar la segunda parte que promete; quizás con la enmienda,
alcanzaría del todo la misericordia que ahora se le niega y entretanto que esto
se ve, tenedlo recluso en vuestra posada”.
Curiosamente, hace unos días al conversar sobre la
estructura literaria de Los Hermanos
Karamazov (https://bit.ly/2AfLvBJ ), decía que Dostoievski se inmiscuye en la novela
apareciendo el mismo como un personaje, y aquí, en lo que relatamos sobre Cervantes,
ya el mismo también se muestra presente el su genial Don Quijote de La Mancha. Aunque en
El Quijote, como hemos comentado, el sacerdote y el barbero salvan a La
Galatea y anuncian que muy pronto Cervantes sacará una segunda parte,
nunca se publicaría la varias veces prometida segunda parte de la novela
pastoril de Cervantes. Por lo que a la poesía compete, dentro de La Galatea, en el Canto de Calíope,
el autor aprovechará para elogiar a todos los ingenios vivos de la
poesía española de aquel entonces. Más recientemente, y
tras una exhaustiva investigación histórica y bibliográfica, la imaginación del
escritor colombiano Jaime Manrique ha creado un retrato de don Miguel de Cervantes
en una novela que no es historia ni
biografía, “El callejón de Cervantes”,
resulta ser una fantasía recreada y fue publicada en Alfaguara, en
2012.
Maracaibo, 21 de octubre 2018
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