Los golpes de Truffaut
"Los
400 golpes" es una película
emblemática de la Nouvelle Vague que se puede analizar mirándola como si
estuviese dividida en dos partes. Francois Truffaut (1932
–1984) de inicio
nos pinta un cuadro de la sociedad francesa de los años cincuenta relativo a la
educación, y en particular a la relación padre-hijos, para finalmente en una,
como segunda parte, percibimos el filme más débil y en la última media hora
parecería como si la película perdiese su ritmo y su propósito inicial
pareciera oscurecerse.
François
Truffaut, en uno de los relatos más insólitos y excepcionales de la historia
del cine, nos presentó la biografía de Antoine Doinel a lo largo de su infancia
cruzando el desierto afectivo de su familia y la selva hostil de la escuela,
una historia de un niño no amado, que descubrirá pronto que su padre no es su
verdadero padre que ni le quiere ni está interesado por él, quien siente que
sobra y molesta en la vida de sus padres y en la escuela, donde no pocas veces
es castigado injustamente. La calle es su salvación pues significa el
compañerismo y la amistad con René, el mundo de los sueños donde el cine
representa la gran afición de Antoine, y su otra gran afición es la lectura.
Los
cuatrocientos golpes es una película casi autobiográfica. François
Truffaut fue también un hijo bastardo que tardó en descubrir que el hombre que
le había dado sus apellidos no era su verdadero padre, que fue entregado,
primero, a los cuidados de una nodriza y, después, a las sucesivas atenciones
de sus abuelas. Truffaut fue mal estudiante, expulsado de varios colegios, y
acabó también en la cárcel y en un correcional. El amor de Truffaut por los
libros, se puede ver expresado en numerosas citas y homenajes a lo largo de su
filmografía, concretado en la adaptación de novelas, sublimado hasta el extremo
en Fahrenheit 451, la
película basada en un relato de Bradbury, que mostraba un mundo en el que los
libros eran prohibidos y se quemaban cuando existía un esforzado grupo de
hombres y mujeres, que luchaban en la clandestinidad por aprender de memoria
las obras maestras para poder transmitirlas a la posteridad. El Antoine de la
película Los cuatrocientos golpes, que se cuela en el cine y roba un
cartel de Un verano con Mónica de Ingmar Bergman, se parece al François
que a los quince años fundó un cine-club y que a los dieciséis ya escribía
críticas de cine cuando contaba con al apoyo de André Bazin, la verdadera
figura paterna de su vida, Bazin, un crítico y teórico cinematográfico apadrinó
la Nouvelle Vague, pero murió de leucemia en noviembre de 1958, el mes cuando
se inició el rodaje de Los
cuatrocientos golpes.
¿Puede
ser una película como una novela, o como un poema? ¿Acaso como un relato que
casi represente una autobiografía? ¿Podría ser una película un testimonio
personal, una confesión de parte, especie de crónica íntima? Truffaut nació el
6 de febrero del año 1932 en París. Fue el hijo de Janine de Monferrand,
soltera. Francois vivió en sus primeros años con una nodriza, y más tarde con
su abuela Genevive en el barrio de Pigalle. Su madre, se había casado con el
arquitecto Roland Truffaut, quien adoptó legalmente a François y le dio su
apellido, pero sus padres se desentendieron bastante de su hijo, permaneciendo
al cuidado de Genevieve hasta su muerte en el año 1942, momentos cuando el
joven François atraviesa con sus padres una relación bastante difícil y abandonó
los estudios mientras se evadía en los libros y en el cine. Su escritor favorito
era Honoré de Balzac. Hasta la
llegada de la Nouvella Vague nadie se había imaginado una cosa semejante. Nadie
había osado utilizar el realismo documental, reflejo detallista de
cotidianidad, con bajo presupuesto, ligereza y sencillez en la puesta en
escena, con actores desconocidos, espontaneidad en los diálogos, para contar
una historia, tan, ¿personal?...
En fin,
Truffaut y sus compañeros darían otra vuelta de tuerca a los postulados
neorrealistas, las propuestas de Rossellini en particular, con películas como Los cuatrocientos golpes,
renovarían totalmente la vieja y fosilizada narrativa del cine francés. Su
trabajo como crítico de cine en “Cahiers du Cinema” y “Arts and
Entertainments”, su artículo de 1954 titulado “Una Cierta Tendencia Del Cine Francés”, removería los cimientos del
cine de su país, al que acusó de academicista y encorsetado, promoviendo la
teoría de autor de Alexandre Astruc con la visión personal del director como
base del proyecto cinematográfico, con formalismos menos rígidos, escaso
presupuesto, mayor uso de localizaciones naturales, retratarían emociones y
situaciones íntimas, cotidianas y existenciales… Truffaut fue, al igual que sus
colegas de revista como Jean-Luc Godard o Claude Chabrol, un puntal entre todo
aquel grupo de cinéfilos-cineastas admiradores del estilo del neorrealismo
italiano, en especial las películas de Roberto Rossellini, o el realismo
poético de Jean Renoir o Jean Vigo, quienes también le atendían a las películas
del Hollywood de los clásicos autores como Alfred Hitchcock, Howard Hawks, Orson Welles o John Ford, sin olvidar el cine
negro, el cine cómico mudo, o las obras de Yasujiro Ozu, Carl Theodore Dreyer,
Robert Bresson, Jacques Tati, Luis Buñuel o, entre otros, Ingmar Bergman.
Con esto, le pongo punto final a este repaso sobre Trufaut a propósito de sus
400 golpes.
Maracaibo 3 de agosto, 2018
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