EL ODIO
“Ódiame por
piedad yo te lo pido/ Ódiame sin medida ni clemencia/ Odio quiero más que
indiferencia porque/ El rencor hiere menos que el olvido” Julio Jaramillo.
He extraído algunas
reflexiones del libro de mi inolvidable colega, amigo y compadre Alfonso Ávila
Mayor “Aprenda a vivir eternamente y muera tranquilo”; en
una sus llamadas Monografías cortas, tomadas del escrito intitulado: “El
odio”(pp 198). Me pareció que en estos tiempos tan revulsivos en
nuestro desgarrado país, tocar este tema pudiera ser interesante o, al menos
digno de análisis. Odio es definido en la DRAE
como “antipatía
o aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea”. Es un
sentimiento contrario al amor, a la solidaridad humana, a la amistad y como
veneno del propio espíritu una amenaza permanente para el odiado…
Egoísmo
genético. La rapacidad del hombre a la que hacía referencia el filósofo inglés Thomas
Hobbes, tiene indubitablemente un fundamento básico genético egoísta… Nuestros
genes pueden ordenarnos ser egoístas, pero no estamos necesariamente obligados
a obedecerlos toda nuestra vida… Contradictoriamente, las pasiones pueden
cambiar, hacerse otras y hasta opuestas: la avaricia en prodigabilidad, el amor
en odio, la tristeza en alegría, la envidia en admiración… El odio es pasión
propia del hombre. De su realidad sensible corpórea, el odio, como decía Spinoza… “se
entiende solamente hacia los hombres”…”Es la variedad de los afectos que
experimentan los hombres, la diversidad de caracteres y apetitos, lo que crea el
odio entre los hombres”... “Sabemos siempre por qué odiamos y somos
responsables y conscientes de nuestros odios. Muchas veces parecen inmotivados
y los llamamos absurdos, pero en realidad odiamos porque presentimos y sentimos
un peligro”.
Pero el odio
verdadero, el esencial, el patológico, es una pasión destructiva, deseo
violento y obsesivo de aniquilar a otro ser. Frederich Nietzsche en Así hablaba Zaratustra, concibió al
superhombre con una capacidad inmensa de odio contra los seres débiles,
inferiores, resentidos, y señaló claramente que la misión de los fuertes es
aniquilar a los débiles. Líderes fascistas alemanes intentaron justificar en
esta apología del sentimiento destructor del filósofo, la hecatombe militar que
caracterizó el blitz-krieg nazi y el holocausto étnico en los campos, no de
concentración sino de aniquilamiento genocida. El odio, es pasión de las
pasiones, de él decía Spinoza “…implícito en todas ellas, envidia,
venganza, celos, orgullo, avaricia y el amor mismo, cuanto más apasionado,
están llenos de odio o nacen de él, pero de todas ellas, es la envidia la que
más lo nutre o acrecienta”.
A veces, temerariamente, los tiranos concitan el odio
de los pueblos y tardíamente se dan cuenta de que la pasión generada en las
masas oprimidas se vuelca contra ellos y los derroca. Hay sin embargo una
negatividad en la historia; el odio
estéril e infecundo que fue simplemente destructivo como el fascismo que llevó
a la guerra, a la demolición de todos los valores, sin crear nada. Es el odio
satánico, ciego, negativo, odio estúpido por amor al odio, es decir, una
encrucijada y un abismo sin salida… …Cuando no sabemos lo que queremos ni
tenemos conciencia de la trascendencia de la historia, del más allá, de toda
presencia y de la realidad de la utopía, reverenciando todo lo que existe sin
protestar siquiera con melancólicas quejumbres, no odiamos y nos conformamos
por inercia o comodidad al mundo existente… …Entonces es necesario aprender a
odiar, a descubrir el valor negativo de esta pasión para gritar no a la
injusticia, al crimen, a la explotación, a la tristeza roedora de la resignación.
Debemos, como decía Unamuno, “sustituir las armas de la crítica racional por la
crítica de la razón crítica, es decir sublevarnos racionalmente pero con
pasión”… …Ese odio es anticipador de un mundo nuevo que hay que siempre crear
luchando con la siempre presente realidad destructora.
Maracaibo 19
de agosto 2018
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