sábado, 5 de noviembre de 2016

En Flandes crecen las amapolas




En Flandes crecen las amapolas

Este es un poema de mi tío Fernando C. Tamayo, poeta tachirense quien estuvo presente en la Primera Guerra Mundial, y escribiría esta poesía en español el año 1918. En mi blog lapesteloca.blogspot.com el 25 de febrero del año 2013 apareció uno de sus poemas más nombrados,  “ Romance del camarada muerto", escrito por mi tío Fernando en Francia en los días del Armisticio de la Primera Gran Guerra. El 24 de marzo, del 2013, aparecería igualmente parte de su historia en un artículo sobre 3 poetas venezolanos guerreros en este blog. Estos detalles sobre la poesía de Fernando Tamayo puede valer para ampliar su historia en esas referencias ya citadas. De su libro “Romances de mi montaña” va esta poesía sobre las amapolas de Flandes en estos días que se conmemoran los caídos en aquella terrible contienda mundial.
 
En Flandes crecen las amapolas
entre las filas de cruces solas
de nuestras tumbas. Bravía, en el cielo,
la alondra aún canta y anima el vuelo.
Para nosotros su trino acalla
el ronco aullido de la metralla.

Somos los muertos!  Ha pocos días
vivos, gozamos las alegrías
de alba y ocaso. Amados hemos
y amados fuimos. Ahora yacemos
en Flandes, bajo las amapolas…

Seguid la lucha!  De nuestras manos
desfallecientes tomad, hermanos,
la tea sagrada:  id, triunfadores,
a enaltecerla. Mas si traidores
rendís la prenda, no dormiremos
en paz ya nunca, aunque yacemos
en Flandes, bajo las amapolas…

Fernando C. Tamayo
(Francia, 1918)

En el año de 1907 tenía Fernando 17 años y la posibilidad de abandonar el suelo nativo agitaría sin duda su corazón de soñador y poeta, él seguramente sopesaría la idea, dejara a sus padres, sus hermanos, y decidiría aceptar el reto. A finales de ese mismo año, a lomo de mulas, en tren y luego embarcándose en varios vapores, marcharía para irse a estudiar en Norteamérica En el Colorado College, de Colorado Springs habría de iniciar Fernando su periplo de personaje novelesco.  Durante sus años de estudio y  con los avatares de su existencia, el poeta siempre tuvo presente su tierra tachirense, las montañas andinas, sus gentes, su familia, y será esa nostalgia del terruño la que formará la médula de su poesía. Fue estudiante de ingeniería civil, profesor de español, deportista, dibujante. Los Estados Unidos no se involucraron en la contienda mundial, hasta el mes de Abril del año 1917, cuando el Congreso norteamericano por gran mayoría y el presidente Thomas Woodrow Wilson así lo decidieron. El Tío Sam llamaba a los muchachos para irse a la guerra, y se alistaban sus discípulos y sus compañeros del Colorado Collage. Fernando daba clases de español en Colorado College y viendo que sus alumnos se iban a la guerra, se enroló como voluntario en el ejército de los Estados Unidos para irse a la guerra con sus compañeros y sus discípulos.  Así, el poeta, dibujante y profesor de español, tomó aquella determinación y tuvo que hacerse ciudadano norteamericano para poder irse con sus camaradas, decisión disgustó enormemente a su padre, Don Lorenzo, quien no podía estar de acuerdo, pues su hijo perdía la beca de estudiante de la que dependía para costear su carrera en los Estados Unidos. Pero la suerte estaba echada y Fernando se alistó en el ejército y se fue a Europa con la Infantería de Marina. 

Los Aliados tenían ya  casi cuatro años combatiendo en una extenuante guerra de trincheras cuando los Estados Unidos enviaron a sus tropas al mando de John Pershing, el mismo militar que persiguiera durante muchos meses a Pancho Villa en territorio mexicano. El mariscal francés Foch y el Jefe de las Fuerza Expedicionarias Británicas Douglas Haig habrían de recibir a Pershing al frente de las 9 divisiones de soldados norteamericanos para ayudar a las 164 divisiones de franceses e ingleses que luchaban por contener la invasión de las 207 divisiones del ejército germano. Los jóvenes “marines” acostumbrados a la estrategia de grandes cargas de la guerra de Secesión, armados con fusiles y ametralladoras, sufrieron grandes bajas en los campos de Francia, minados, llenos de trincheras y nidos de ametralladoras enemigas, padecieron los rigores de los gases tóxicos y entre lluvias de obuses y de morteros, pronto aprenderían de los soldados aliados a moverse en grupos, y a inventar estrategias convergentes para destruir las posiciones del enemigo. Estaría en Francia adscrito al Cuerpo de Ingenieros, y ya en el frente de batalla estuvo dirigiendo una compañía de Infantería. Estuvo al principio, en el “sector defensivo” y pasó luego al frente activo. Tomó parte en varios combates de importancia y concurrió a la última batalla de la guerra poco antes del armisticio y en la cual ganó la medalla de guerra de la “Meuse Argonne”, condecorado por servicios de guerra.

Las amapolas florecieron en la primavera de 1915 en los campos de batalla de Bélgica, de Francia y de Gallipoli, y esta flor roja viva se ha convertido en sinónimo con gran pérdida de la vida en guerra. En la primavera de 1915 el clima cálido comenzó a calentar el campo después del frío invierno en la guerra en 1914-1915. En la región de Ypres, en Flandes de Bélgica, los meses de abril y mayo de 1915 fueron inusualmente cálidos y los agricultores arando sus campos cerca de las líneas del frente notaron que una de las plantas que comenzaron a crecer en racimos en y alrededor de las zonas de batalla era la amapola de maíz (el nombre de la especie es: rhoeas del papaver), una planta que florece cada año entre mayo y agosto. Si el suelo es perturbado desde la primavera temprana, las semillas germinan y las flores rojas de la amapola crecerán. Esto es lo que sucedió en partes de las líneas de frente en Bélgica y Francia. En el suelo fue perturbado por la lucha, las semillas de adormidera que yacían comenzaron a germinar y crecer durante el clima cálido en los meses de primavera y verano de 1915, 1916, 1917 y 1918. La amapola de campo también estaba floreciendo en los campos de batalla turcos en la península de Gallipoli cuando las fuerzas británicas llegaron en el comienzo de la campaña en abril de 1915. La vista de estas delicadas y vibrantes flores rojas que crecían en el suelo destrozado atrajo la atención de un soldado canadiense llamado John McCrae y fue durante los cálidos días de principios de mayo de 1915 cuando se encontró con su brigada de artillería cerca del canal Ypres-Yser y él escribiría un poema después de la muerte de un amigo. Las primeras líneas del poema se han convertido en algunas de las líneas más famosas escritas en relación con la Primera Guerra Mundial, cuya traducción  se lee así:  En los campos de Flandes las amapolas soplan. Entre las cruces, fila en fila, eso marca nuestro lugar; y en el cielo las alondras, aun cantando valientemente, vuelan apenas se escuchó en medio de los cañones”.

Un sábado por la mañana, 9 de noviembre de 1918, dos días antes del Armisticio declarado a las 11 horas del 11 de noviembre. Moina Belle Michael estaba de servicio en la sede de los Secretarios de Guerra de Ultramar de la YMCA en Nueva York, trabajando en una sala de lectura (Hamilton Hall), un lugar donde los militares estadounidenses solían reunirse con amigos y familiares para despedirse antes de que fueran a prestar servicio en el extranjero. Ese día Hamilton Hall estaba ocupado con personas que iban y venían y un joven soldado dejó una copia de la última edición de noviembre de "Ladies Home Journal" en la mesa de Moina quien hojeó la revista y se encontró con una página con vívidas ilustraciones en color y el poema titulado "No dormiremos", también llamado "en campos de Flandes", un nombre alternativo usado a veces para el poema del teniente coronel John McCrae quien había muerto de neumonía varios meses antes el 28 de enero de 1918. Moina Michael quien se había topado con el poema antes, al leerlo en esta ocasión se encontró atrapada en el último verso: “Toma nuestra pelea con el enemigo:/ A ti de manos que fallan lanzamos/ la antorcha; Ser tuyo para mantenerlo alto./Si rompe la fe con nosotros que morimos/ no dormiremos, aunque las amapolas crezcan/ en los campos de Flandes”. 

En su autobiografía, titulada "La flor milagrosa", Moina describió su experiencia como profundamente espiritual, cuando sintió como si fuera llamada en persona por las voces que habían sido silenciadas por la muerte, y Moina hizo una promesa personal de "mantener la fe" y se comprometió a llevar siempre una amapola roja de los campos de Flandes como una señal de recuerdo. Se convertiría en un emblema para "mantener la fe con todos los que murieron". Obligada a tomar nota de este compromiso, durante el invierno de 1918/1919, Moina Michael quien continuó trabajando para el personal de los secretarios del YMCA de ultramar, visitando a hombres heridos y enfermos de su estado natal de Georgia hospitalizados en nueve de los hospitales de desembarque en Nueva York, descubrió que el Departamento de Georgia de la Legión Americana se reuniría el 20 de agosto de 1920 en Atlanta y el representante de la Armada prometió presentar su caso para la Amapola Memorial a la convención, la cual adoptó posteriormente el Memorial Poppy y acordó respaldar el movimiento para que la Amapola fuese adoptado por la Legión Nacional Americana. El el 29 de septiembre de 1920, la Legión Nacional Americana se reunió en Cleveland y La Convención acordó el uso de la Amapola Memorial de los Campos Flandes como emblema nacional de los Estados Unidos, hoy se reconoce internacionalmente.



Maracaibo, 5 de noviembre, 2016