lunes, 21 de marzo de 2016

RAFAEL RANGEL primera parte




RAFAEL RANGEL, PADRE DE LA PARASITOLOGÍA
 Y DEL BIONÁLISIS EN VENEZUELA

Primera parte:

El 25 de abril del año 1877, en una casa de la calle Independencia del barrio El Arenal de Betijoque en el Estado Trujillo, nacerá un niño hijo de Teresa Estrada. La joven madre era soltera y el padre se llamaba Eusebio Rangel Moreno, comerciante y fabricante de cigarros. Meses más tarde, el 29 de octubre, morirá Teresa, y Eusebio presentará a su hijo de seis meses en la Prefectura al día siguiente 30 de octubre, con el nombre de José Rafael Rangel. Un año después, el 9 de septiembre de 1878, Eusebio se casará con María Trinidad Jiménez y el niño será criado como hijo por el matrimonio. Eusebio y María Trinidad tendrán tres hijos, la mayor, María morirá en 1888, durante una epidemia de fiebre amarilla que asoló a Betijoque y José Rafael tenía 10 años para ese entonces estudiaba en la Escuela Primaria Federal de Betijoque y sintió mucho su muerte. Después pasaría a estudiar el bachillerato en el Colegio Bolívar del doctor Fernando Guerrero Fuenmayor. En 1881 el León de la Cordillera, General Juan Bautista Araujo será nombrado Presidente del Gran Estado de Los Andes, había hecho las paces con Guzmán Blanco, pero era una época difícil, en los Andes existía una guerra entre “ponchos” (conservadores) y “lagartijos” (liberales), por lo que las escuelas se cerraban y la mayoría de los maestros habían emigrado a la región zuliana. En 1893, Rangel aparece inscrito en la Universidad del Zulia y se graduará de Bachiller en Filosofía en Maracaibo, el 3 de agosto de 1896.

El 21 de septiembre de ese año 1896, Rafael Rangel viajó a Caracas. Llegará a la ciudad capital que en aquel entonces tenía 85.000 habitantes. El General Joaquín Crespo era el presidente. En aquella época, para viajar a Caracas, se embarcaban en el puerto trujillano de La Ceiba, y en una piragua cruzaban el Lago de Maracaibo y arribaban a esa ciudad desde donde por el mar Caribe iban hasta Curazao, luego a Puerto Cabello, y finalmente a La Guaira. Para llegar a Caracas cerro arriba por el llamado camino de los españoles. Rangel se inscribirá en el 1er año de Medicina. Sus profesores más apreciados serán los doctores Luis Razetti y José  Gregorio Hernández. Cursando el 2do año de Medicina, el 16 de septiembre de 1897, ganará el Concurso para externos del hospital Vargas.  Y comenzaría a asistir a las salas del servicio del doctor Aníbal Santos Dominici quien lo distinguirá y lo protegerá. Los hospitales estaban relegados al olvido, faltaban medicinas y  no se pagaban los sueldos… A finales del 2do año de Medicina, Rafael desarrolla tuberculosis pulmonar y será enviado de regreso a Betijoque y a la Mesa de Esnujaque en los Andes para recuperarse.

En 1899, a la edad de 22 años, Rangel regresará a Caracas curado de la tuberculosis y será nombrado Preparador de Fisiología para trabajar con el doctor José Gregorio Hernández, asignándosele un salario de 160 bolívares mensuales. Con José Gregorio, Rangel durante varios años estudiará con febril entusiasmo y aprederá los secretos de la Histología y la Bacteriología. Con el doctor Aníbal Santos Dominici, Rangel se entrenó autopsiando y se consolidarán sus conocimientos en Bacteriología y en Bioquímica aceptando la idea de estudiar las anemias tropicales sobre las que escribiría 5 trabajos descubriendo años más tarde en los Ancylostomos la causa de las mismas al examinar especímenes de autopsias. Decidido entonces abandonará la carrera de Medicina, más interesado en dedicarse a la investigación. A pesar de que 1902 se considera uno de los peores años que ha padecido Venezuela, el 2 de febrero se crea el Laboratorio del hospital Vargas y por sugerencia del doctor Aníbal Santos Dominici, Rafael Rangel el Preparador del doctor JG Hernández pasa a ser el director del Laboratorio del Hospital Vargas donde se harán exámenes de Bacteriología, y Química y donde estaba ubicado un “Museo de Anatomía Patológica” con 28 preparaciones, 9 de ellas con su estudio histopatológico complementario. En el anuncio de las actividades del Laboratorio del hospital Vargas se señala entre otras muchas “Examen bacteriológico e histológico de los tumores y tejidos”. La biblioteca estaba muy bien dotada, recibía publicaciones periódicas en inglés, francés, alemán y español mensualmente, y funcionaba desde hacía varios años en el mismo salón donde estaban las piezas operatorias más brillantes del doctor Pablo Acosta Ortíz, a quien le decían “el mago del bisturí”. En 1903 Rafael Rangel descubrirá en material de autopsias, el “Necator americano”. Un año más tarde publicará sus observaciones sobre los plasmodium Vivax, Falciparum y Malarie, En 1906, describe el Bacillus antráxico y en 1907 describe la Bronquitis vermiginosa en los bovinos…

De la novela “El movedizo encaje de los uveros” tomaré un fragmento de la conversación entre el doctor Acosta Ortíz y Rafael Rangel.
“Conversando con el Dr Acosta Ortíz, Rangel le dirá. 
-La biblioteca y el Museo Anatomopatológico son como un pórtico que sirve de antesala a este recinto. Aquí, en nuestro hospital, este es el sitio donde se hace verdadera investigación.
Rangel pareció entusiasmarse y emocionado le explicó en detalle algunas cosas a su amigo.
-Lo más importante de nuestras Secciones de Bacteriología y de Química es eso, es que podemos hacer investigación. Salga usted al patio, desde el jardín podrá ver las jaulas con los animales. Hacemos experimentos. Investigamos...
Acosta le interrumpió.
-Ciertamente Rangel y esa es precisamente una diferencia radical entre lo que ustedes hacen aquí y el trabajo que realiza el doctor Hernández.
El bachiller hizo un gesto negativo y replicó.
-Es que el maestro Hernández tampoco tiene muchos recursos para hacer investigación, él no ha logrado apoyo para desarrollar proyectos de investigación, aunque tampoco creo que haya insistido en pedir mucha ayuda. Realmente yo he tenido una gran suerte. He sido muy afortunado. He tenido más suerte que mis padres intelectuales. Razetti se ahoga en un anfiteatro lleno de cadáveres en descomposición, el sabio Guillermo Palacios no cuenta con los aparatos adecuados y no quiero ni mencionar el infortunio de mi maestro el doctor Santos Dominici. Tantas cosas como aprendí de él en las salas San Vicente de Paúl y San Miguel, en la mesa de autopsias, mirando sus colecciones bajo el microscopio en el Instituto Pasteur, tantísimas cosas que han servido para consolidar lo que ahora hacemos en este laboratorio. Pero de lo que no tengo la menor duda, de que nada de esto hubiese sido posible sin el apoyo del Señor Presidente. Sin los libros, sin los equipos, los aparatos que he recibido. Sin la ayuda de tantos amigos en este hospital, sin el impulso inicial de los doctores Conde Flores y Juan Pablo Tamayo, sin el apoyo de la Junta Administradora... ¿Cree usted doctor Acosta que tendríamos algo si no existiesen las balanzas, los microscopios, o los reactivos? ¿Y los colorantes para ver las bacterias? Nos llegan libros y revistas actualizados sobre la investigación en todo el mundo... ¡Tantos estudios como podemos hacer para los enfermos del hospital! ¡Con costos muy módicos! Soy muy afortunado doctor Acosta, pero quizás y sobretodo lo soy porque sé que los tengo a ustedes, a mis amigos los médicos, ustedes que me apoyan, y es una gran cosa saber que cuento con ustedes. Con Razetti, con Delgado Palacios, con mi maestro José Gregorio Hernández, y ¿Que puedo decir de usted, mi buen amigo, Pablo Acosta Ortiz? Pero espere, espere usted. Hay algo más. Tengo que insistir en que la mayor oportunidad que este laboratorio nos está brindando, es la de poder darle apoyo a la investigación de los jóvenes estudiantes. Son ellos, los muchachos, quienes se han hecho cargo de proyectos de investigación que a veces parecían insolubles. Ellos, los jóvenes, han venido hasta aquí y los problemas que me han planteado, pues sí, los hemos resuelto. No es tan solo por haber estudiado las diarreas y haber hallado los ancylostomos. No es solo la búsqueda constante del hematozoario de Laverán entre tantos enfermos con fiebres hemoglobinúricas y con cuartanas palúdicas. Ni es tan solo detectar el mal de Bright y ver como se curan los enfermos con Timol. Tampoco es poder detectar las bacteridias carbuncosas del ántrax en las cabras o en las llagas pustulosas de los enfermos. No ha sido solo ver los tripanosomas en los caballos. Acabamos de presenciar una epidemia de bronquitis vermiginosa en el ganado bovino. Es todo eso y mucho más. Es el entusiasmo de nuestros muchachos, ese empeño en perseverar que llevó a González Rincones a examinar la sangre de una veintena de ranas de nuestras cloacas caraqueñas para localizar un nuevo tripanosoma. Es cuando con mi buen amigo Mendoza reconocimos las larvas del Dermatobiuum cianiventris en aquel tumor de la piel que usted mismo operó, ¿lo recuerda?  Ha sido aprender con Juan Iturbe todo cuanto estamos sabiendo hoy día sobre la fiebre amarilla. Haber podido ensayar el suero del profesor Maragliano contra la tuberculosis y preparar con Pérez Díaz y con Lobo a los pacientes que estaban enfermos para probar sus resultados... No sé si me entiende doctor Acosta. Es la oportunidad de investigar los misterios de la Biología, los secretos de los microbios, y de los parásitos, y de los insectos que producen nuestras enfermedades, las que afectan a los seres humanos que habitan en nuestro propio país...”

Fin de la primera parte.
Maracaibo 21 de marzo del año 2016

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