RAFAEL
RANGEL, PADRE DE LA PARASITOLOGÍA
Y DEL BIONÁLISIS EN VENEZUELA
Primera parte:
El 25 de abril del año 1877, en una casa de la
calle Independencia del barrio El Arenal de Betijoque en el Estado Trujillo,
nacerá un niño hijo de Teresa Estrada. La joven madre era soltera y el padre se
llamaba Eusebio Rangel Moreno, comerciante y fabricante de cigarros. Meses más
tarde, el 29 de octubre, morirá Teresa, y Eusebio presentará a su hijo de seis
meses en la Prefectura al día siguiente 30 de octubre, con el nombre de José
Rafael Rangel. Un año después, el 9 de septiembre de 1878, Eusebio se casará
con María Trinidad Jiménez y el niño será criado como hijo por el matrimonio. Eusebio
y María Trinidad tendrán tres hijos, la mayor, María morirá en 1888, durante una
epidemia de fiebre amarilla que asoló a Betijoque y José Rafael tenía 10 años para
ese entonces estudiaba en la Escuela Primaria Federal de
Betijoque y sintió mucho su muerte. Después pasaría a estudiar el bachillerato
en el Colegio Bolívar del doctor Fernando Guerrero Fuenmayor. En 1881 el
León de la Cordillera, General Juan Bautista Araujo será nombrado Presidente
del Gran Estado de Los Andes, había hecho las paces con Guzmán Blanco, pero era
una época difícil, en los Andes existía una guerra entre “ponchos” (conservadores)
y “lagartijos” (liberales), por lo que las escuelas se cerraban y la mayoría de
los maestros habían emigrado a la región zuliana. En 1893, Rangel aparece
inscrito en la Universidad del Zulia y se graduará de Bachiller en Filosofía en
Maracaibo, el 3 de agosto de 1896.
El 21 de septiembre de ese año
1896, Rafael Rangel viajó a Caracas. Llegará a la ciudad capital que en aquel
entonces tenía 85.000 habitantes. El General Joaquín Crespo era el presidente. En aquella época, para viajar a Caracas, se
embarcaban en el puerto trujillano de La Ceiba, y en una piragua cruzaban el
Lago de Maracaibo y arribaban a esa ciudad desde donde por el mar Caribe iban
hasta Curazao, luego a Puerto Cabello, y finalmente a La Guaira. Para llegar a
Caracas cerro arriba por el llamado camino de los españoles. Rangel se
inscribirá en el 1er año de Medicina. Sus profesores más apreciados serán los
doctores Luis Razetti y
José Gregorio Hernández. Cursando el 2do año de
Medicina, el 16 de septiembre de 1897, ganará el Concurso para externos del
hospital Vargas. Y comenzaría a asistir a las
salas del servicio del doctor Aníbal Santos Dominici quien lo distinguirá y lo
protegerá. Los hospitales
estaban relegados al olvido, faltaban medicinas
y no se pagaban los sueldos… A finales del 2do año de
Medicina, Rafael desarrolla tuberculosis pulmonar y será enviado de regreso a
Betijoque y a la Mesa de Esnujaque en los Andes para recuperarse.
En 1899, a la edad de 22 años, Rangel regresará a Caracas curado de la
tuberculosis y será nombrado Preparador de Fisiología para trabajar con el
doctor José Gregorio Hernández, asignándosele un salario de 160 bolívares
mensuales. Con José Gregorio, Rangel durante varios años estudiará con febril
entusiasmo y aprederá los secretos de la Histología y la Bacteriología. Con el
doctor Aníbal Santos Dominici, Rangel se entrenó autopsiando y se consolidarán
sus conocimientos en Bacteriología y en Bioquímica aceptando la idea de
estudiar las anemias tropicales sobre las que escribiría 5 trabajos
descubriendo años más tarde en los Ancylostomos la causa de las mismas al
examinar especímenes de autopsias. Decidido entonces abandonará la carrera de
Medicina, más interesado en dedicarse a la investigación. A pesar de que 1902
se considera uno de los peores años que ha padecido Venezuela, el 2 de febrero
se crea el Laboratorio del hospital Vargas y por sugerencia del doctor Aníbal
Santos Dominici, Rafael Rangel el Preparador del doctor JG Hernández pasa a ser
el director del Laboratorio del Hospital Vargas donde se harán exámenes de
Bacteriología, y Química y donde estaba ubicado un “Museo de Anatomía
Patológica” con 28 preparaciones, 9 de ellas con su estudio histopatológico
complementario. En el anuncio de las actividades del Laboratorio del hospital
Vargas se señala entre otras muchas “Examen bacteriológico e histológico de los
tumores y tejidos”. La biblioteca estaba muy bien dotada, recibía publicaciones
periódicas en inglés, francés, alemán y español mensualmente, y funcionaba
desde hacía varios años en el mismo salón donde estaban las piezas operatorias
más brillantes del doctor Pablo Acosta Ortíz, a quien le decían “el mago del
bisturí”. En 1903 Rafael Rangel descubrirá en
material de autopsias, el “Necator americano”. Un año más tarde publicará sus
observaciones sobre los plasmodium Vivax, Falciparum y Malarie, En 1906,
describe el Bacillus antráxico y en 1907 describe la Bronquitis vermiginosa en
los bovinos…
De
la novela “El movedizo encaje de los uveros” tomaré un fragmento de la
conversación entre el doctor Acosta Ortíz y Rafael Rangel.
“Conversando con el Dr Acosta
Ortíz, Rangel le dirá.
-La biblioteca y
el Museo Anatomopatológico son como un pórtico que sirve de antesala a este
recinto. Aquí, en nuestro hospital, este es el sitio donde se hace verdadera
investigación.
Rangel pareció entusiasmarse y
emocionado le explicó en detalle algunas cosas a su amigo.
-Lo
más importante de nuestras Secciones de Bacteriología y de Química es eso, es
que podemos hacer investigación. Salga usted al patio, desde el jardín podrá
ver las jaulas con los animales. Hacemos experimentos. Investigamos...
Acosta le interrumpió.
-Ciertamente
Rangel y esa es precisamente una diferencia radical entre lo que ustedes hacen
aquí y el trabajo que realiza el doctor Hernández.
El bachiller hizo un gesto
negativo y replicó.
-Es
que el maestro Hernández tampoco tiene muchos recursos para hacer
investigación, él no ha logrado apoyo para desarrollar proyectos de
investigación, aunque tampoco creo que haya insistido en pedir mucha ayuda.
Realmente yo he tenido una gran suerte. He sido muy afortunado. He tenido más
suerte que mis padres intelectuales. Razetti se ahoga en un anfiteatro lleno de
cadáveres en descomposición, el sabio Guillermo Palacios no cuenta con los
aparatos adecuados y no quiero ni mencionar el infortunio de mi maestro el
doctor Santos Dominici. Tantas cosas como aprendí de él en las salas San
Vicente de Paúl y San Miguel, en la mesa de autopsias, mirando sus colecciones
bajo el microscopio en el Instituto Pasteur, tantísimas cosas que han servido
para consolidar lo que ahora hacemos en este laboratorio. Pero de lo que no
tengo la menor duda, de que nada de esto hubiese sido posible sin el apoyo del
Señor Presidente. Sin los libros, sin los equipos, los aparatos que he
recibido. Sin la ayuda de tantos amigos en este hospital, sin el impulso
inicial de los doctores Conde Flores y Juan Pablo Tamayo, sin el apoyo de la
Junta Administradora... ¿Cree usted doctor Acosta que tendríamos algo si no
existiesen las balanzas, los microscopios, o los reactivos? ¿Y los colorantes
para ver las bacterias? Nos llegan libros y revistas actualizados sobre la
investigación en todo el mundo... ¡Tantos estudios como podemos hacer para los
enfermos del hospital! ¡Con costos muy módicos! Soy muy afortunado doctor
Acosta, pero quizás y sobretodo lo soy porque sé que los tengo a ustedes, a mis
amigos los médicos, ustedes que me apoyan, y es una gran cosa saber que cuento
con ustedes. Con Razetti, con Delgado Palacios, con mi maestro José Gregorio
Hernández, y ¿Que puedo decir de usted, mi buen amigo, Pablo Acosta Ortiz? Pero
espere, espere usted. Hay algo más. Tengo que insistir en que la mayor
oportunidad que este laboratorio nos está brindando, es la de poder darle apoyo
a la investigación de los jóvenes estudiantes. Son ellos, los muchachos,
quienes se han hecho cargo de proyectos de investigación que a veces parecían
insolubles. Ellos, los jóvenes, han venido hasta aquí y los problemas que me
han planteado, pues sí, los hemos resuelto. No es tan solo por haber estudiado
las diarreas y haber hallado los ancylostomos. No es solo la búsqueda constante
del hematozoario de Laverán entre tantos enfermos con fiebres hemoglobinúricas
y con cuartanas palúdicas. Ni es tan solo detectar el mal de Bright y ver como
se curan los enfermos con Timol. Tampoco es poder detectar las bacteridias
carbuncosas del ántrax en las cabras o en las llagas pustulosas de los
enfermos. No ha sido solo ver los tripanosomas en los caballos. Acabamos de
presenciar una epidemia de bronquitis vermiginosa en el ganado bovino. Es todo
eso y mucho más. Es el entusiasmo de nuestros muchachos, ese empeño en
perseverar que llevó a González Rincones a examinar la sangre de una veintena
de ranas de nuestras cloacas caraqueñas para localizar un nuevo tripanosoma. Es
cuando con mi buen amigo Mendoza reconocimos las larvas del Dermatobiuum
cianiventris en aquel tumor de la piel que usted mismo operó, ¿lo recuerda? Ha sido aprender con Juan Iturbe todo cuanto
estamos sabiendo hoy día sobre la fiebre amarilla. Haber podido ensayar el
suero del profesor Maragliano contra la tuberculosis y preparar con Pérez Díaz
y con Lobo a los pacientes que estaban enfermos para probar sus resultados...
No sé si me entiende doctor Acosta. Es la oportunidad de investigar los
misterios de la Biología, los secretos de los microbios, y de los parásitos, y
de los insectos que producen nuestras enfermedades, las que afectan a los seres
humanos que habitan en nuestro propio país...”
Fin
de la primera parte.
Maracaibo
21 de marzo del año 2016
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