RAFAEL RANGEL, PADRE DE LA PARASITOLOGÍA
Y DEL BIONÁLISIS EN VENEZUELA
Tercera parte
El 20 de octubre de 1908 Cipriano Castro se irá a
Alemania para que le operen la fístula recto-vesical que tiene y su compadre
Juan Vicente Gómez se encargará de la presidencia. Acosado por quienes estaban
resentidos de que un bachiller hubiese comandado la lucha contra la Peste
Bubónica, surgirían reclamaciones por el pago por unas casas quemadas que el
gobierno se había comprometido a resarcir los costos a los dueños, lo
amenazarán con quitarle el Laboratorio, con darle un cargo de veterinario en el
Mercado, le negarán las becas prometidas para estudiar en el exterior, le dirán
que no valía la pena “enviar a otro negro al Brasil”. Todos estos desengaños lo
conducirán al suicidio el 20 de agosto de 1909. El 18 de noviembre de 1909, el
Consejo Universitario de la Universidad Fermín Toro acordó conferirle a Rafael
Rangel, el título Honoris Causa (Post-Mortem).
El doctor
Marcel Roche publicó en 1973, “Rafael Rangel
ciencia y política en la Venezuela de principios de siglo”, un libro donde está condensada la vida
y obra de Rafael Rangel. Después de la publicación de su libro, con mucho
éxito, el año 1977, Marcel Roche publicó en La Gaceta Médica de Caracas un
trabajo titulado, “Algunos factores
condicionantes en la vida y muerte de Rafael Rangel” y ahondaría en algunas
causas de su trágica muerte, remontándose a su infancia, como huérfano e hijo
natural (ilegítimo), y viviendo la niñez sin su madre con la esposa de su padre
(María Trinidad Jimenez), sin tocar otros temas como pudo ser la muerte de su
pequeña hermana mayor, e igualmente sin profundizar demasiado sobre la
dependencia sicológica con su protector el presidente Castro. Evidentemente
tras el viaje a Alemania, luego de su operación en Berlín, el exilio de
Cipriano Castro obligado por su compadre Juan Vicente quien se hizo cargo de la
presidencia por los 40 años siguientes, dejaría sin apoyo alguno a Rangel.
Dominici estaba también en el exilio. El doctor Hernández, recién regresaba de
la Cartuja en Italia y andaba en otras cosas. No es de extrañar que haya caído
en un estado depresivo asediado por muchos médicos de los que antes decían ser
sus admiradores. Mi opinión personal es que el principal problema del joven
trujillano, no fue que lo embromaron “por ser negrito”, ni era por una beca que
le negaron, tenía mucho que ver con su personalidad. José Rafael era un hombre joven,
muy trabajador, sencillo e introvertido, quien sin duda alguna se deprimiría
ante la difícil situación que atravesaba. Inmediatamente después de yugular la
epidemia de peste bubónica, el 8 de julio, Cipriano Castro le había otorgado la
Orden del el Busto del Libertador en 3ra Clase por sus servicios. La beca que
en 1903 le prometiera la Academia de Medicina con la recomendación de enviarlo
a una escuela europea de Patología Tropical, se fue postergando con el correr
de los años. Según su amigo Mendoza, la beca había sido ratificada ese año, por
López Baralt quien era Ministro del Interior. Lo cierto fue que en cuanto
Castro salió del país, se le imputó a Rangel haberse equivocado en el primer
diagnóstico de peste bubónica. El 19 de enero Carlos Manuel Velázquez de la UCV
publicó un trabajo “Peste y Castro” donde le atribuía el control de la epidemia
a la Junta de Comercio de la Guaira y no a lo dispuesto por Cipriano Castro
quien pretendía “desde su dominio, que
con un simple bachiller extinguiría la epidemia”. Al instalarse el 20 de
abril la Comisión de Higiene Pública el nombre de Rangel brilló por su
ausencia. José A.Tagliaferro por la prensa arrojaría dudas sobre la verdadera
naturaleza pestosa de los bacilos detectados por Rangel y su maestro José
Gregorio Hernández tímidamente respondería argumentando que en la Universidad
era peligroso manipular ese material y que no tenían facilidades para hacer
esos estudios, pero nada diría sobre el Laboratorio del hospital Vargas donde
todos sabían que Rangel si podía hacerlos… Me atrevo a pensar que el problema del bachiller Rangel,
estuvo directamente relacionado con dos hechos particulares. Primero que Rangel
no era médico, y segundo, el germen de la envidia que creció en muchos ante la
importancia que había tenido “un bachiller” actuando eficientemente en los
predios de “la medicina” local. Las decisiones políticas del presidente Castro,
sin pretenderlo, encumbraron a Rangel hasta ponerlo al frente de situaciones directivas
que le crearon enemistades gratuitas entre los médicos. En 1903, Rangel se
había separado totalmente de la Cátedra de Fisiología decidido a dedicarse en
cuerpo y alma a la investigación en su Laboratorio. Tal vez Rangel esperaba
consolidar algo como el Instituto Pasteur que en 1895 fundara y dirigiera Aníbal
Santos Dominici en Caracas emulando al Instituto Pasteur de París. Dominici era
el Jefe de la Cátedra de Clínica Médica y de Anatomía Patológica, brillaba en
su Instituto y fue el Rector de la Universidad Central desde 1899 hasta 1901
cuando fue destituido y estuvo preso en la Rotunda hasta diciembre ese año al
negarse a expulsar a unos estudiantes que habían ridiculizado al presidente en
unos actos de carnaval. Al salir de prisión iniciaría su participación en la
Revolución Libertadora por lo que fue hecho prisionero en 1903. Dominici
logrará fugarse y viviría exiliado en Francia cuando Gómez se hizo cargo de la
presidencia. La mala suerte de Santos Dominici y de Rafael Rangel dependería en
el fondo, de razones políticas, un caso ya muy conocido en nuestro país. Al
caso concreto del bachiller Rangel, se le sumarían el reconcomio de médicos
quienes en un tiempo solían apoyarlo y estimular su trabajo. Betijoque es un
pequeño pueblo muy cercano a Isnotú, y siendo ambos Rafael Rangel y José
Gregorio Hernández trujillanos, uno podría esperar una mayor comunicación entre
ellos, entre el discípulo y su maestro, pero sabemos que lamentablemente esta
no existió. En realidad cuando Rangel se enfrentó al problema suscitado tras la
salida de Cipriano Castro, poco podía hacer el doctor Hernández para ayudarle. La
gente puede contrastar su decisión de quitarse la vida, con la santidad de José
Gregorio, y al parecer Rangel no tuvo una formación religiosa muy sólida, a
diferencia del doctor Hernández. Quizás ese fue un punto débil en la relación
profesor-alumno, él vivía detrás del hospital Vargas desde 1903 con Ana Luisa
Romero, sin casarse, y ya tenían dos hijos para la fecha de su muerte. Mi
opinión personal, como patólogo, es que a Rangel, nadie le reconocerá cuanto
hizo en Anatomía Patológica siguiendo lo aprendido por su maestro Aníbal Santos
Dominici, sencillamente, porque, no era médico.
(*) “Los estudiantes de Medicina convocados por el bachiller Rangel estaban a punto de llegar al
laboratorio. Él tenía ya las láminas preparadas. Había pensado mostrarles un
“pie de madura”. Quería conversar con ellos sobre la infección combinada de
bacterias y hongos, un tema fascinante de la biología básica. Él había
preparado algunos de sus cultivos sembrados con material extraído de los
topochos enfermos con el objeto de hacerles la demostración a los estudiantes y
conversar sobre los métodos empleados en la clasificación de las bacterias... Él se quedó mirando la concha amarilla de los
cambures manzanos... Aún no estaban afectados por el hereque, colgaban frente a
la ventana, sendos racimos... Después al abrir una de las gavetas del mesón,
precisamente un momento antes de aparecer los estudiantes, él se había
ensimismado de nuevo. Sin darse cuenta se halló rememorando los días de la
peste en La Guaira. Había caído en una trampa al mirar en aquella gaveta. Sus
manos sostenían un fajo de papeles. Se había tropezado con los bocetos hechos
en tinta por Landaeta Sojo durante la epidemia. Estaban allí desde que
regresaron al laboratorio y él no había vuelto a verlos. Ahora, súbitamente,
los dibujos lo retrotraían al pasado, tan solo un año... Con una sensación
constrictiva fue mirándolos uno a uno. Allí estaba la madre Clotilde. El rostro
de la buena mujer parecía sonreírle desde los trazos de la plumilla. En otros se veían las lesiones inguinales de
los enfermos, bubones fistulizados, axilas... Continuó observándolos
detenidamente, volvió a ver las salas del Degredo, revivían ante sus ojos las
escenas de aquellos días interminables, un año atrás... Quizás fue por culpa de
esos recuerdos... Entraron los muchachos alborotando y cuando le rodearon, él
les miró sin poderles decirles nada. Trató de hablarles y ante los estudiantes,
su voz se le quebró en un sollozo. Entonces puso los brazos sobre el mesón,
metiendo su cabeza entre ellos y se echó a llorar. Los jóvenes estudiantes de Medicina optaron
por retirarse, calladamente...
Rangel murió un
cuarto de hora después.
NOTA DE PRENSA: Diario El Tiempo, de fecha 21 de agosto de
1909 ..."El bachiller Rangel se
encerró ayer en el laboratorio y preparó una cantidad de cianuro de mercurio
que bebió inmediatamente. El veneno terrible le produjo ansias y al ser
preguntado por la causa de ellas, contestó al bachiller Salmerón “He tomado
cianuro de mercurio, lo que quería”.
“La
noche del veinte de agosto,
el doctor Diego Carbonell acompañando a su colega Domingo Luciani,
personalmente fue a entrevistarse con el Arzobispo de Caracas. La solicitud de
velar los restos de Rangel en la Santa Iglesia Catedral les fue denegada. Ellos
insistieron pero de nada valieron los argumentos de los médicos ni sus ruegos.
Aquella noche, trataron de convencer al prelado, pero el Arzobispo no cedió. Ni
en Catedral ni en otro templo de la Santa Madre Iglesia. Fue categórico. Para
Monseñor, la muerte de Rangel era un asunto sórdido que involucraba el pecado
de escándalo y la Iglesia no podía acceder ante un caso tan lamentable y
deprimente. Esa misma noche, en la morgue del hospital Vargas, el doctor Luis
Razetti embalsamó cuidadosamente el cuerpo del joven bachiller.
Al amanecer del sábado veintiuno de
agosto, las nubes habían descendido desde el Avila y una densa neblina envolvía
la ciudad. El rocío se cuajaba como una mazamorra gris, empegostaba las paredes
y las calles, quería filtrarse por debajo de las puertas, y por los postigos de
las ventanas entrecerradas. Desde muy temprano en la mañana comenzó a caer una fría
llovizna, pertinaz, que intentaba disolver la neblina sin conseguirlo.
En la capilla del hospital Vargas
estaban presentes todos los jefes de los Servicios médicos y quirúrgicos.
Habían acudido todos los médicos internos y externos del hospital y muchos
estudiantes de Medicina. El Gobernador y los Ministros de Hacienda y de
Instrucción Pública llegaron antes de comenzar los breves oficios religiosos.
Entonces empezó a llover torrencialmente y al mediodía el aguacero era tan
inclemente que se tomó la decisión de posponer el entierro hasta el día
siguiente. El gobierno decretó día de
duelo al 21 de agosto de 1909 y envió al entierro una Comisión presidida por
los doctores Elías Toro y Manuel Díaz Rodríguez”.
Texto de algunos comentarios publicados
en esos días en diversos diarios capitalinos, referidos al deceso del bachiller
Rafael Rangel.
“...No
es un suicidio, es una víctima, como siempre fueron en nuestro medio los
buenos, los dignos, los incontaminables”.
“...Una
víctima más de la ingratitud de sus conciudadanos y de la envidia de algunos”.
“...En su camino de científico encontró
abrojo, mucho abrojo”...
(*)
tomado de la novela “El movedizo encaje de los
uveros”.
Fin
de la 3ra parte de “Rafael Rangel padre de la Parasitología y del Bioanálisis
en Venezuela”
Maracaibo,
24 de marzo del año 2016
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