domingo, 13 de marzo de 2016

De amores, de electricidad y de serendipia.





  DE  AMORES, DE   ELECTRICIDAD Y   DE  SERENDIPIA

En el otoño del año 1815, Percy Shelly el poeta inglés tan solo contaba con 23 años, y vivía con Mary Godwin cerca de Londres dedicado a escribir su alegoría poética “Alastor, o el espíritu de la soledad”. En su habitación, además de muchos papeles y tinta poseía una máquina electrostática y una pila galvánica, especie de juguetes con los que podía distraerse haciendo experimentos de electricidad, menesteres estos que realizaba influenciado por un amigo, Giovanni Aldina, sobrino del difunto sabio italiano Luigi Galvani. Un año antes,  el joven Percy se había enamorado de Mary, la hija de 16 años del filósofo inglés William Godwin quien en su librería de Londres recibía a menudo la visita de Percy Shelly interesado en sus tesis anarquistas. Mary Wollstonecraft (1759-1797), la fallecida la madre de Mary había sido una de las más grandiosas figuras del mundo moderno, una filósofa, quien escribió novelas, cuentos, ensayos, tratados y hasta un libro de literatura infantil, y había sido la esposa de Godwin. El filósofo anarquista se había casado nuevamente hacía un par de años con la señora Clairmont, una viuda con dos hijos, Charly y ClareMaryJane quien más adelante decidiría llamarse Claire.

Percy Shelly en el mes de julio de 1814, había decidido dejar atrás a su mujer Harriet con sus dos hijos, y con su nuevo amor, Mary Godwin cruzó el canal de La Mancha hacia el continente. Viajarían ambos en compañía de la hermanastra de Mary, la joven Clare Marie Jane Clairmont. La madre de ClareJane los persiguió hasta una posada en Calais, pero no logró que su hija regresase con ella. Con Mary y Percy Shelley ClareJane les acompañó en su viaje por Europa. Los tres jóvenes vivieron en Francia y en Suiza, donde Mary se distraía escribiendo, leyendo y discutiendo con Percy sobre el proceso creativo. Ambos leerían obras de Rousseau, de Shakespeare, y los libros de la desaparecida Mary Wollstonecraft. Claire, rodeada de poetas y escritores, también pensó dedicarse al ámbito literario, y aunque carecía del talento literario de su hermanastra y de su cuñado, siempre estaba en el centro de la escena. Duurante este período cambiaría su nombre de Jane, inicialmente a Clara y finalmente a Claire “porque le pareció más romántico”. Ella organizaría un encuentro entre los Shelley y Lord Byron en una posada en el campo, donde Byron, deprimido y en medio de un escándalo por su relación son su media hermana Augusta Leigh, le hizo saber a Claire que no quería ser parte de su vida. Ella, no obstante insistía en que Byron cambiaría de opinión. En el verano de 1816 los Shelley hicieron un segundo viaje a Suiza a petición de la hermanastra de Mary, Claire Clairmont, quien había tenido una relación amorosa con lord Byron la anterior primavera y aunque Byron había perdido el interés por ella, utilizó la oportunidad del nuevo viaje para reunirse con los Shelley y se encontrarían en Suiza nuevamente donde conocerían a John William Polidori, reunidos todos en la Villa Diodati.

Como de electricidad hablamos, recuerdo que ya les había comentado como…“Habían viajado a Ginebra con Claire Clairmont, para pasar el verano con el poeta Lord Byron, pues su reciente romance con Claire había devenido en el embarazo de ésta. El grupo llegó el 14 de mayo de 1816 a Ginebra, en donde Mary comenzó a llamarse a sí misma «Sra. Shelley»” (Publicado en lapesteloca.blogspot.com, el viernes 13 de noviembre de 2015). No está claro si al comienzo del viaje, Claire sabía que estaba embarazada de un hijo de Byron pero luego de la llegada a la villa comenzarían a notarlo sus compañeros de viaje y lord Byron quien más tarde, reiniciaría con ella una relación estrictamente sexual por un tiempo en Suiza ante de abandonar definitivamente Europa en 1816. Claire y Mary Shelley harían en ese entonces copias de Childe Harold's Pilgrimage la obra que Byron estaba escribiendo. Mary por su cuenta y estimulada por el clima de misteriosa camaradería surgido en la villa, también escribiría.  “…reuní los instrumentos de vida para con ellos comunicarle una chispa a la cosa inanimada acostada a mis pies…se abrían los ojos amarillentos y taciturnos de la criatura…me miraban con fijeza. Su mandíbula se abrió y murmuró sonidos inarticulados haciendo un rictus horrible… una momia que resucitase no podría ser tan espantosa”… Estas escenas escritas en 1816 por Mary Godwin en aquellos días transcurridos en la villa Diodati, se publicaría en 1817 como parte del texto de “Frankenstein o el moderno Prometeo”. Curiosamente podemos leer un cuento titulado “Conversación con una momia” escrito casi 30 años más tarde, en 1845 por Edgar Allan Poe, donde nuevamente se habla de chispas de electricidad que parecieran querer animar un cuerpo sin vida.  “…nos costó muchísimo trabajo poner al descubierto una porción del músculo temporal…no dio la menor muestra de sensibilidad galvánica cuando establecimos el contacto…mis ojos cayeron casualmente sobre los ojos de la momia y quedaron clavados por la estupefacción…”.

No sabemos si es cierto que Luigi Galvani (1737-1798) estaba preparando un caldo de ancas de rana para su adorada esposa Lucía, la hija de uno de sus maestros, el profesor Galeazzi cuando se produjo su epifanía de las ranas. Luigi vivía en la casa de su profesor Galvani y se enamoraría de Luisa quien era hermosa y tenía 19 años y con quien finalmente se casaría en 1762. Para el año 1780, Lucía tenía 37 años y hay quien afirma que estaba presente en el asunto de las ranas y en otros muchos de los experimentos que realizaba Luigi en su casa. Se dice que fue Luisa quien detectó la chispa surgida del escalpelo cuando los nervios de las ancas de ranas muertas comenzaron a hacer indetenibles contracturas musculares. Existiendo en el sitio una máquina electrostática formada por dos metales diferentes, el experimento fue provocado por una casualidad y la conexión entre el escalpelo, y el nervio de una rana, con o sin la chispa, lo publicaría Galvani once años más tarde. Esta situación especial, induciría a Alessandro Volta, quien era su compatriota y contemporáneo, a realizar experimentos sobre la producción de corrientes eléctricas por el contacto de dos metales diferentes, los cuales darían por resultado la invención de la pila eléctrica. Luisa fallecería a la edad de 47 años en 1790 y Luigi habría de morir 8 años después jubilado y pobre mientras que a Volta, Napoleón Bonaparte le otorgaría dado el título de conde. Las ranas pasarían al olvido, de Galvani quedaría el recuerdo de las ancas con sacudidas post mortem con el primer “galvanómetro”, y podíamos concluir diciendo que todas estas cosas de amores y poetas, de escritoras y chispas eléctricas, fueron en buena medida producto de la serendipia, quizás como Arquímedes en el agua sin que nadie dijese  eureka, o cuando la manzana le cayó en la cabeza a Issac Newton o un hongo, el de la penicilina cuando contaminó el cultivo de bacterias del doctor Fleming… Sobre la serendipia se han escrito libros (Pérez Tamayo, Ruy. “Serendipia: ensayos sobre ciencia, medicina y otros sueños”. México: Siglo XXI Editores) y hasta se han filmado películas (Serendipity dirigida por Peter Chelsom, en el 2001, con John Cusack, Kate Beckinsale y Jeremy Piven).

Maracaibo 12 de marzo del año 2016

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