miércoles, 17 de febrero de 2016

Omar Jayyam





                  OMAR JAYYAM

    En estos tiempos vivimos ante el brote de islamismo yihadista conocido como ISIS (siglas de Islamic State of Irak and Siria) conformado por un grupo terrorista radical con ideas fundamentalistas, autoproclamado califato aunque no ha sido reconocido y que se ha  denominado Estado Islámico. Estos fanáticos nacieron de una organización terrorista de Al Qaeda protegida porOsama bin Laden durante la invasión de Irak en el año 2003, y se proclamaron como Estado Islámico de Irak, con  un califa de nombre Ibrahim quien en 2014, reclamó la autoridad religiosa sobre todos los musulmanes del mundo. Esta organización se ha expandido en Asia llevando a cabo ejecuciones públicas, destruyendo templos y mezquitas, intentando la expulsión de todos los cristianos que se nieguen a convertirse al Islam con decapitaciones masivas en público incluyendo a niños y desde entonces el llamado Estado Islámico, ha mostrado ser criminalmente implacable con sus prisioneros ejecutándolos cruelmente por distintos métodos.

    Ese insólito horror antes descrito, ha llenado de preocupación a la cristiandad pues parecería ser posible una invasión del mundo por los mahometanos, especie de cruzada del Islam que nos obliga a pensar regresando a la historia para recordar cómo se le puso freno a la expansión de los árabes en Poitiers y se expulsarían los moros de al-Andalús y como dejarían sus palacios y jardines en suelo español cuando fueron alejados de Gibraltar, aquella montaña que ellos denominaban Djabal al Tarik y vinieron después las Cruzadas y el mundo atento observó la retirada aquella poderosa civilización que había reinado durante varios siglos de Bagdad a Samarkanda y de Ispahán a Marrakech. Una cultura que también era poseedora de arte, ciencia y sabiduría y que nos dejó sus retazos en el lenguaje castellano, pero que para aquellos años hubiera podido denominarse el milagro árabe. Curiosamente no sería sino hasta el siglo XIX cuando en Europa se conocieron “Las mil y una noche” y aparecieron las cuartetas del Rubaiyat de Omar Jayyam. Es de este personaje de la antigüedad que quisiera hablarles en esta ocasión.

    Omar Jayyam fue un matemático, astrónomo y poeta persa que nació en mayo de 1048 en Nishapur para entonces la capital selúcida de Jorasán (Irán actualmente) y falleció en diciembre del año 1131. Omar recibió su educación en Nishapur y en la ciudad de Balj especialmente en ciencias y en filosofía. A los 22 años, en 1070 se trasladó a Samarcanda, donde bajo la tutela del jurista Abú Taher desarrollaría su tesis sobre Demostraciones de Álgebra y Comparación con la que se hizo famoso. En su tratado de Algebra que escribiera en 1070 Omar Jayyam citaba a Euclides, Arquímedes y también a Aristóteles. También mencionaba a al-Jwarizmi, fallecido el año 850 y quien había sido el primero en mostrar interés por los “algoritmos”. Igualmente Jayyam mencionaba a Ibn-al-Haytham fallecido en 1039 y de cuyos escritos sobre óptica y matemáticas los eruditos de occidente y en particular Johannes Kepler se apoyaron para darle fuerza a su teoría sobre el movimiento de los planetas de acuerdo con las leyes pitagóricas de la armonía conocida como la música de las esferas celestes sobre la base del modelo copernicano. Omar Jayyam sería llamado por el sultán de Seljuq, Malik Shah I, quien le encargó en colaboración con siete astrónomos y matemáticos, la construcción de un observatorio astronómico que dirigió durante dieciocho años, convirtiéndolo en un excepcional centro de investigación. Omar Jayyam realizó importantes investigaciones en astronomía, se elaboraron tablas astronómicas y se contribuyó a la reforma del calendario en particular la corrección del calendario zoroástrico, ya que las investigaciones llevadas a cabo le permitieron calcular el error del calendario persa, con 365 días exactos, calendario que sigue estando vigente en la actualidad en Irán y Afganistán. Para recordarlo como astrónomo en 1970 se le dio su nombre a un cráter lunar y a un asteroide o planeta menor, descubierto en 1980 por la astrónoma soviética Lyudmila Zhuravlyova, se le dio el nombre de (3095) Omarkhayyam.

    Pero existen otros aspectos de Omar Jayyam quizás de mayor interés. En 1092 realizó su peregrinación a La Meca y de regreso en Nishapur trabajó como maestro de matemáticas, astronomía, medicina y filosofía. Después de la muerte de su padre en 1094, escribió un trabajo literario en su lengua materna, el persa, con poemas que destacan por la delicada sutileza de su lenguaje.  Se le reconoce como el Rubaiyat (Rubaiyat es el plural de rubaí, que significa cuarteta), y ellas son hasta un millar de cuartetas que hablan sobre la naturaleza y del ser humano.  La lectura de las Rubaiyat es una muestra de la literatura oriental, con un profundo sentido humano y le canta a los deleites del amor y los goces de la vida, que, con las amarguras y el optimismo, conforman el carácter del individuo. Jayyam insiste en que la vida exige sacrificios al hombre, pero esclavo de sus prejuicios,  él equivocadamente no disfruta de su existencia, por lo que en el Rubaiyat le invita a olvidarse de dogmas y doctrinas, para aprovechar los valores de la naturaleza.

    Todavía se discute la autenticidad de todas las cuartetas del Rubaiyat ya que se cree que el entusiasmo que se generó en Europa al conocerse la poesía nihilista, anticlerical de pensamientos filosóficos, abstractos y místicos estimuló a muchos románticos del siglo XIX a imitar aquella poesía creando en ocasiones metáforas empalagosas. Uno de ellos se cree que fue el poeta Byron, como también JB Nicolas quien fue el primer traductor al francés de las cuartetas de Jayyam.  Mary Shelly en 1816 nos decía que Víctor Frankenstein buscaba consuelo al conflicto de la creación de su moderno Prometeo, en las leyendas de los poetas persas, llenas de sol en jardines florecidos y de un fuego que consumía el corazón, a diferencia de los poetas griegos y romanos que usaron una prosa más heroica y viril. Los Rubaiyat de Omar Jayyam, aquellos 75 poemas de 4 líneas (cuartetas), conocidos en la segunda mitad del siglo XIX, convirtieron estos versos en objeto de curiosidad, y su estudio se puso de moda. El escritor libanés Amin Maalouf autor de la novela Samarcanda (1988) narra en ese libro la historia del poeta persa Omar Jayyam, y considera que fue un gran poeta, filósofo, sabio y astrónomo persa, y que también fue “un hombre luminoso en una edad de oscuridad, que amaba no sólo el conocimiento, la ciencia, la filosofía; sino también la poesía, el amor, la belleza y el vino”. Dice Maalouf de Jayyam: “que tenía valor moral, sin ser un loco o un suicida, y representa alguno de los más hermosos rasgos de la cultura musulmana”. Como novela, autorizada para darle rienda suelta a la imaginación, Amin Maalouff lleva el manuscrito perdido de las cuartetas de Jayyam hasta el Titanic donde desaparecerían tras su naufragio y comenta como muchos norteamericanos quienes habrían leído las popularizadas cuartetas en 1867 les darían el nombre de Omar a sus hijos.

Maracaibo, 17 de febrero del año 2016

1 comentario:

marleny dijo...

Recién me he reencontrado con la literatura hispana representada en Cortázar, Fuentes,Sábato, Borges etc. Lo de Yayyam es un homenaje a la pluralidad paradójico con lo que estamos viviendo del islam. Bueno conocerlo. Trataré de encontrarlo.